• 10 finales desconcertantes de películas que necesitan explicación

¿Y si el comportamiento violento de Patrick Bateman (Christian Bale) solo estaba en su imaginación? Al final de American Psycho todos nos hacemos la siguiente pregunta: entonces, ¿estaba todo en su cabeza en plan final de Shutter Island? ¿No ha matado a nadie? Cuando vemos que el personaje de Paul Allen (Jared Leto) está vivo y coleando nos sentimos desconcertados. Es representativo que ese personaje, precisamente ese personaje, de entre todos, continúe vivo. ¿Qué narices ha pasado Patrick? ¿No eras un yuppie que querías llamar la atención? ¿No eras la versión psicópata de Donald Trump? ¿No eras un asesino psicópata que, en el fondo, quería encajar en una sociedad en la que no encajaba...? ¿Dónde están los cadáveres, Patrick? ¿Dónde? A partir de este punto hay dos corrientes de pensamiento: los que creen que Patrick Bateman es un asesino que está sencillamente como las maracas de Machín, pero que no tiene agallas y que solo ha cometido unos pocos de la veintena de crímenes que narra (entre los que se encuentra el que esto escribe y dos o tres más: en su locura, el personaje de Bateman es incapaz de discernir entre lo que es real y lo que es mentira), y otros, los que piensan que sí, que es otro micro-Machín, pero que se lo ha inventado todo (la mayoría del mundo). Veinte años después del estreno de la película, y casi treinta años después de la publicación de la novela (vamos a pasar de puntillas por el musical y por la obra de teatro que adaptan a estos dos formatos la historia original), todo el mundo tiene más o menos claro que el personaje tiene mucha imaginación, pero ¿cuánta? Y, en el caso de que todo estuviera en su cabeza, ¿hace más digerible la necrofilia, el canibalismo, las violaciones, el asesinato y la tortura un final como el de Los Serrano? Algún visionario (que no soy yo) ha definido American Psycho como Antonio Resines en Wall Street. Y no le falta razón.

christian bale da vida al psicópata patrick bateman en american psycho
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La respuesta a la segunda pregunta es fácil: no. Y la respuesta a la primera pregunta -¿está todo en su cabeza?- es que no hay respuesta. Todos tenemos razón y todos estamos equivocados: sí, puede que sea un asesino; sí, puede que sea Antonio Resines. Cualquier versión es la correcta. Bret Easton Ellis, el escritor que creó a Patrick Bateman, asegura que nunca tomó una decisión cuando escribió el libro y que verdaderamente dejó un final abierto. Tardó veintiséis años en aclararlo, pero terminó aclarándolo. "Cuando estaba escribiendo el libro, no era capaz de tomar una decisión. Eso fue lo que me resultó tan interesante de la novela. Puedes interpretar el libro de cualquiera de las dos maneras", aseguró el escritor en una entrevista dieciséis años después. "No hay más barreras que cruzar. Todo lo que tengo en común con los incontrolables y los locos, los viciosos y los malvados, todo el caos que he causado y mi total indiferencia hacia él, ahora lo he superado. Mi dolor es constante y agudo, y no espero un mundo mejor para nadie. De hecho, quiero que mi dolor se inflija a otros. No quiero que nadie escape. Pero incluso después de admitir esto, no hay catarsis; mi castigo continúa eludiéndome y no obtengo un conocimiento más profundo de mí mismo. No se puede extraer ningún conocimiento nuevo de mi relato. Esta confesión no ha significado nada", dice Bateman. Y acaba la película.

Es cierto que tanto la película como la novela se inclinan hacia la locura pura, sin asesinatos. Después de hacernos creer que Bateman es un psicópata, nos dejan caer pequeñas pruebas sin importancia aparente de un trastorno psicótico, de percepciones anormales. Lo que no quiere decir que no sea compatible con una psicopatía. Para unos es el momento en el que con un solo disparo hace saltar por los aires un coche de policía:

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Para otros es el momento en el que saca dinero del cajero:

También encaja que no sea un asesino y que todos sus crímenes se limiten a la libreta con locos bocetos de Joker que encuentra su secretaria en su escritorio. Porque, al final, ¿de qué va, polémicas aparte, la novela? Se trata nada más y nada menos que "de la dandificación del macho americano. Realmente trata de lo que estaba pasando con los hombres en ese momento, en términos de narcisismo superficial", según Easton Ellis. Se supone que Bateman es un símbolo de la de la desesperación de los yuppies en los años ochenta de Reagan, un tipo que se cree a pies juntillas las lecciones de Donald Trump, el Donald Trump de los ochenta, el del libro El arte de la negociación, que recomienda a diestro y siniestro. Se supone que detrás del personaje se esconde cómo se sentía el escritor que firmó la novela en el momento de escribirla. Y ahí encaja más un trastorno psicótico, las percepciones anormales que experimenta alguien dentro de una realidad que no reconoce y que quiere moldear (o moldearse a sí mismo), no la psicopatía.

Pero qué quieres que te diga, yo sigo pensando que mató al vagabundo. Y el resto, sí, se lo inventó.