La faceta pictórica de Federico García Lorca - La Cámara del Arte

La faceta pictórica de Federico García Lorca

FEDERICO GARCÍA LORCA

Los orígenes

La pintura supuso para Federico García Lorca una manifestación artística que, pese a ser la menos conocida, llegó a adquirir el mismo valor que otras como la poesía. Así, dicha práctica daría comienzo en 1923 a partir de las tertulias celebradas en “El Rinconcillo” del café Alameda en Granada junto a sus amigos.

De este modo, despertaría en el poeta la conciencia por lo plástico mediante la realización de exposiciones como la de Granada en 1925, la cual daría pie a su participación en la llevada a cabo en 1927 en las Galerías Dalmau de Barcelona por los colaboradores de L’Amic de les Arts, sobre la cual cabe destacar la asistencia de un notable número de intelectuales al acto, gracias a las amistades forjadas en la Residencia de Estudiantes de Madrid, tales como Emilio Prados o Manuel Altolaguirre, logrando Federico en dicho año publicar parte de su obra lírica en la revista Litoral acompañada de algunos de sus diseños pictóricos.

Así, a esta le siguieron otras como la celebrada en Huelva en 1932 en la Semana del Arte Nuevo.

De esta forma, surgiría en el artista la inquietud por elaborar un catálogo de sus dibujos, proyecto para el que contaría con figuras como Sebastián Gasch o Salvador Dalí, según sus propias palabras:

Mis dibujos gustan a un grupo de gente muy sensible, pero es que se conocen poco. Yo no me he preocupado de reproducirlos y son en mí una cosa privada. Si no fuera por vosotros, los catalanes, yo no habría seguido dibujando.

Yo sigo en mi idea de publicar un libro con los dibujos que te mandé, y desde luego llevaría un trabajo tuyo.”; “En cuanto a editar mis dibujos, estoy muy decidido. En Barcelona quizás los editara más barato. Yo te rogaría que te enteraras sobre poco más o menos cuánto me costaría. Publicaría casi todos los que te envié y algunos más. Pondría poemas intercalados, y Dalí, además, pondría dibujos suyos y algunos poemas también. Tú harás un prólogo o estudio, y procuraríamos que el libro circulase.

Así, aquella afición que se manifestó durante la infancia y juventud del poeta como mero entretenimiento, poco a poco comenzaría a adornar las cubiertas de sus libros o decorados teatrales, advirtiendo en ella ciertos rasgos que permitirían profundizar en el estudio de la psicología y personalidad de Federico, al alzarse como una herramienta a partir de la cual este fue capaz de mostrar al mundo su estado anímico y los sentimientos reprimidos en su inconsciente.




Principales características

El primer rasgo a destacar de las piezas lorquianas mantiene relación con lo ingenuo de sus trazos, puesto que, a través de líneas finas y curvadas, propias de un niño (debido a que esta actividad le hizo sentir como tal), fue capaz de elaborar un programa iconográfico de gran simbolismo dentro de su obra.

De este modo, los dibujos llevados a cabo por Federico aunarían una serie de características que permitirían ejecutar una división en diez grupos: caricaturas y dibujos informales, conocidos como “putrefactos”; decorados teatrales y figurines; dibujos de exploración psicológica, en consonancia con la abstracción y el simbolismo; bodegones y útiles de cocina; cabezas cortadas, figuras y rostros, junto a arlequines, payasos, sirenas, caras con flechas o retratos de personas y santos; instrumentos musicales; animales y “bestias fabulosas”; frutos y elementos vegetales, en ocasiones acompañando a firmas; manos cortadas o flotantes y, por último, casas e interiores. , dichos grupos se distribuirán a lo largo de dos distinguidas etapas que determinan la faceta pictórica de Lorca.

La primera de ellas tiene inicio hacia 1923 mediante caricaturas, representaciones que posteriormente evolucionarán en torno a la estética dada por Romancero gitano (1928), tratando “lo misterioso” y “lo trágico” del mundo andaluz, así como por Poema del Cante Jondo (1931), donde refleja el dramatismo del cancionero autonómico.

Para ello se valdrá de los dibujos de payasos, ya mencionados, o de composiciones duplicadas, destacando importantes obras como Soledad Montoya, Muerte de Antoñito el Camborio o El beso, los cuales presentan una serie de rasgos comunes alusivos al bloqueo del artista, por lo que se muestran rígidos, ostentando una notable tensión emocional, ya que su débil trazo se vincula directamente con la rapidez mental, la creatividad y la hipersensibilidad de Federico.

Durante este período empleará materiales tales como lápices de colores y plumilla inglesa para los contornos, sirviéndose del gouache en ocasiones para lo referente a los adornos, en pro del colorismo.

Soledad Montoya, 1930. Colección Museo Nacional de Bellas Artes de Cuba, La Habana.                  
Muerte de Antoñito el Camborio. Fecha y paradero desconocidos.
El beso, 1927. Colección Junta de Andalucía, Granada. 

Estos principios se transforman durante la segunda de sus etapas artísticas, paralela a obras como El público (escrita hacia 1930), Así que pasen cinco años (1931), Comedia sin título (inconclusa, escrita hacia 1935-1936) o Poeta en Nueva York (1929-1930).

Aquí, el poeta se adscribe al surrealismo formal como manifestación del desprecio por la sociedad moderna y lo represivo de esta. En este punto, el escritor habría adquirido conocimientos pictóricos gracias a la presencia de artistas contemporáneos, algo que le anima a abandonar el color y emplear únicamente la tinta china, reflejando trazos con mayor seguridad al mostrarse más relajado y confiado. De este período destacan obras como Autorretrato en Nueva York.   

Autorretrato en Nueva York, 1929-1930. Paradero desconocido. 

Influencias

Los dibujos ejecutados por García Lorca no resultan otra cosa que poemas lineales a modo de “abstracciones líricas”, algo que bebe directamente del pictoricismo de los años veinte del siglo XX en España. De dicho modo, este establecería una serie de amistades con diversos artistas que, asimismo, constituirían una pieza clave en la ejecución de su obra. 

En primera instancia encontramos la figura de Rafael Pérez Barradas, creador del vibracionismo, movimiento que encontraba sus bases en el cubismo y el futurismo, mas que, por el contrario, nunca llegó a teorizarse. El pintor halla en esta corriente un lugar para expresar la esencia de la sociedad contemporánea, a través de una estética “maquinista” que se traduce en la plasmación de colores planos, coches, tranvías, rótulos, escaparates, collages…, todo en pro de la intensidad emocional. Para ello se emplean líneas libres, no geométricas, las cuales sirven como acompañamiento de aquello que describe la escena, algo que aplica Federico a sus creaciones. 

Por otro lado, notable es la presencia de Salvador Dalí, destacado exponente del surrealismo, y, sobre todo, íntimo amigo del poeta tras coincidir en la Residencia de Estudiantes de Madrid.

Dicha relación se vería reflejada en los dibujos lorquianos a través de soluciones plásticas e iconográficas ya empleadas por el catalán, explorando, paralelamente, el mundo onírico, que representaría a través de sus autorretratos al concebir el rostro humano como herramienta para desvelar la verdad, y con ello, su sufrimiento.

En consonancia con esto último, cabe destacar los múltiples retratos del pintor que elaboraría, algo que se debe, en gran medida, a la existencia de una historia de amor frustrado, la cual provocaría un distanciamiento entre ambos. 

Finalmente, cabe concluir con la figura de Joan Miró, artista también perteneciente a la vanguardia surrealista. Lorca, como se ha venido citando anteriormente, buscó en su obra pictórica la plasmación de lo espiritual e íntimo, acercándose a la “abstracción lírica” surgida tras la II Guerra Mundial, puesto que su principal objetivo radicó en dotar de vida a sus poemas, otorgándoles un ritmo que despertara emoción en aquellos que los disfrutaran, lo que lo alejó de otro tipo de abstracciones de carácter cubista, constructivista, o neoplasticista.

Ello fue un recurso ya tomado por Miró, quien deja en segundo plano la apariencia para remitirse a la esencia, a la visión interior, algo que, precisamente, inspira al pintor mediante la poesía. 

Bibliografía

FUENTES, África: Federico García Lorca, Revista ICG, nº 16, 2016. 

MADARIAGA, Benito: Los dibujos poéticos de Federico García Lorca, Cuadernos de Arte, nº 14, 1999. 

PLAZA, José Luis: Una proyección gráfica de la palabra: Los dibujos “abstractos” y vibracionistas de Federico García Lorca, De Arte, nº 13, 2014. 

Webgrafía

LITERARIAMENTE GRAFOLÓGICO: http://literariamentegrafologico.blogspot.com/2011/05/lorca-traves-de-sus-dibujos.html (Consulta: 17/02/2023)

UNIVERSIDAD COMPLUTENSE DE MADRID: https://www.ucm.es/suma-universidad-museo/federico-garcia-lorca-y-litoral (Consulta: 17/02/2023)

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