María Gloria Báez
Los seis arts. preliminares de la paz perpetua tienen como objetivo crear las condiciones bajo las cuales se puede formar tal federación. Adherirse a ellos es lo primero que deben hacer los Estados para cumplir con el deber de abandonar el estado de naturaleza. Estos, son los siguientes: 1. Ninguna conclusión de paz se considerará válida como tal si se hizo con una reserva secreta de material para una guerra futura. 2. Ningún Estado independiente, sea grande o pequeño, puede ser adquirido por otro Estado mediante herencia, intercambio, compra o donación. 3. Los ejércitos permanentes serán gradualmente abolidos por completo. 4. No se contraerá deuda nacional en relación con los asuntos exteriores del Estado. 5. Ningún estado interferirá por la fuerza en la constitución y el gobierno de otro estado. 6. Ningún Estado en guerra con otro permitirá actos de hostilidad que hagan imposible la confianza mutua durante un tiempo futuro de paz. Tales actos incluirían el empleo de asesinos o envenenadores, el incumplimiento de acuerdos y la instigación a la traición dentro del Estado enemigo. El primer art., parece ser una mera cuestión de semántica. Dado que la paz es por definición perpetua, siempre que cualquier parte en un acuerdo que ponga fin a las hostilidades hace una reserva secreta de material para una guerra futura, en realidad, la paz queda por ser concluida. Pero este artículo llega al corazón de la moralidad kantiana. Como explica en el segundo apéndice de “La paz perpetua”, “la fórmula trascendental del derecho público” consiste en la proposición de que “todas las acciones que afectan los derechos de otros seres humanos son incorrectas si su máxima no es compatible con su ser hecho público”. Como escribe en su obra “Fundamentación de la metafísica de las costumbres”-1785, el deber moral fundamental, o imperativo categórico, es “actuar como si la máxima de tu acción se convirtiera, a través de tu voluntad, en una ley universal de la naturaleza”. Hacer una reserva secreta del material para una guerra futura al concluir un tratado de paz, sería violar este deber. El secreto de la acción indica que el actor no podría querer que todos los demás estados actúen de manera similar. Los arts., dos a cinco, tienen como objetivo obviar o mitigar las causas de la guerra. Los estados son sociedades de seres humanos y, por definición, no son posesiones que puedan transferirse entre príncipes. El significado práctico de este punto, sin embargo, es que la visión de propiedad que los gobernantes adoptan sobre sus estados causa conflicto y, lo que es más, va en contra de los derechos de sus súbditos, quienes, según la fórmula característica de la moral kantiana, deberían ser considerados no como meros medios sino como fines en sí mismos. La prohibición de ejércitos permanentes contemplada en el art. tres, apunta igualmente no sólo a disminuir la probabilidad de guerra sino también a proteger “los derechos del hombre sobre su propia persona”. Con respecto al primero, considera la acumulación de poder relativo de cualquier tipo, ya sea militar, financiero o diplomático, como una incitación a los vecinos. En el estado de naturaleza, equivale a una amenaza que desencadena “el derecho de ataque anticipado”. En relación a la protección de los derechos del hombre, distingue el hecho de que los ciudadanos se sometan voluntariamente a un entrenamiento militar periódico para protegerse a sí mismos y a su país, de “la contratación de hombres para matar o para ser asesinados”, lo que compara con el uso de hombres “como meras máquinas e instrumentos”. Un “ciudadano”, explica, “debe ser siempre considerado como miembro colegislador del Estado (es decir, no solo como un medio, sino también como un fin en sí mismo) y, por lo tanto, debe dar su libre consentimiento a través de sus representantes. No sólo a la realización de la guerra en general, sino también a cada declaración de guerra en particular”. El art. cuatro, tiene como objetivo combatir una innovación moderna, el sistema crediticio, que a Kant le preocupa que acabe con uno de los antiguos límites de la guerra: los recursos escasos. La prohibición, a que hace referencia el art. cinco, de interferir por la fuerza en la política interna de otro estado, excluye toda una categoría de guerra que, como veremos, no esperaríamos que Kant descartara. La anarquía interna de un estado, razona Kant, no equivale a un daño a otros estados. Por lo tanto, esos otros estados no tienen ninguna justificación para intervenir.
Aquí vemos el concepto de autonomía, tan central para la comprensión kantiana de las relaciones morales de los seres humanos, aplicado a los estados.
Si bien acepta que las guerras continuarán durante algún tiempo, insiste en el art. seis, en que la guerra se lleve a cabo de tal manera que no haga imposible la paz futura.