Los mexicas 'se robaron' a los dioses de otras culturas para armar su propio panteón celestial

Los mexicas 'se robaron' a los dioses de otras culturas para armar su propio panteón celestial

La religión mexica se formó a partir de una mezcolanza de las creencias de los pueblos que dominaron, como el imperio más poderoso de Mesoamérica. Pero, ¿realmente se robaron los dioses de otras civilizaciones?

Los mexicas 'se robaron' a los dioses de otras culturas para armar su propio panteón celestial (Andrea Fischer)

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Cuando Hernán Cortés se encontró con la religión mexica, no pudo más que sorprenderse. Con admiración, y cierto horror, la describió así en su Primera carta de relación, dirigida a los Reyes Católicos: “porque es cierto que si con tanta fe y fervor y diligencia a Dios sirviesen, ellos harían muchos milagros”. Se refirió a las deidades milenarias como ‘ídolos’, ajenos por completo al esquema europeo, pero no pudo dejar de reconocer la devoción poderosa que los pobladores originarios les tenían.

Y es que, según los registros arqueológicos que quedaron impresos en piedra y códices, el pueblo mexica tenía a sus dioses muy cerca. En su momento, el cronista de la Conquista, Bernardino de Sahagún, incluso intentó justificar la religión mexica ante las autoridades ecleciásticas. Veía en ella otra manera de adorar al dios que él conocía: “tener más noble y más digno concepto natural, estimación y conocimiento de la excelencia y merecimiento de Dios”, escribió el misionero católico.

Pero, ¿de dónde vino esta devoción férrea al panteón divino del Imperio Mexica? Parece ser que muchos de sus dioses vinieron de otras culturas que, por su dominio económico y militar, sometieron en sus campañas de expansión territorial. Esto es lo que sabemos al respecto.

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¿Los dioses mexicas le pertenecieron a otros pueblos antes?

Sacerdote mexica realiza la ofrenda sacrificial del corazón de un ser humano vivo al dios de la guerra Huitzilopochtli.

Sacerdote mexica realiza la ofrenda sacrificial del corazón de un ser humano vivo al dios de la guerra Huitzilopochtli.PPOC/Library of Congress (EEUU)/Wikimedia Commons

De acuerdo con Rafael Tena, director de Etnohistoria del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), la religión mexica estaba más enfocada hacia el sincretismo que al politeísmo. Después de décadas de investigación incansable de los pueblos precolombinos, sabe que tomaron las deidades de otras civilizaciones para su propio sistema de creencias. No sólo eso: “adoptaban dioses de otras culturas, más que imponer a sus propias deidades”, detalla el especialista.

Visto de otra manera, era una forma de colonizar sus almas. Al apropiarse sus figuras sagradas, los pueblos sometidos podían compartir un mismo sistema de valores y costumbres, que ya reconocían en sus propias culturas. Este fenómeno responde a que “la religión pudo originarse en la urgencia humana por dar respuesta a los enigmas existenciales”, explica Tena, que muchas veces son comunes entre los pueblos. Algunas de estas preocupaciones son las siguientes, según el autor:

1. Entender la dualidad entre la vida y la muerte

2. El significado o el valor del sufrimiento

3. Los límites de la moral y el comportamiento

La serpiente de fuego Xiucoatl era el arma principal del dios sol mexica, Huitzilopochtli.

La serpiente de fuego Xiucoatl era el arma principal del dios sol mexica, Huitzilopochtli.Wolfgang Sauber/Museo Nacional de Antropología (MNA)/Wikimedia Commons(Creative Commons Attribution-Share Alike 3.0)

Vale la pena considerar el segundo punto, ya que es común que los pueblos sometidos se vinculen a la religión por medio del sufrimiento. Como si aquello que ven representado cristalizara (y también cicatrizara) su propia experiencia individual de dolor y angustia. En este caso, particularmente, porque la religión mexica consolidó a un pueblo bélico. A fin de cuentas, su patrono era Huitzilopochtli, la deidad del disco solar que, a su vez, era el dios de la guerra.

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15 dioses, muchos pueblos, una religión mexica

Retrato de Xochipilli, el dios del amor homosexual, las flores y los afrodisiacos en la religión mexica, exhibido en el Museo Nacional de Antropología (MNA).

Retrato de Xochipilli, el dios del amor homosexual, las flores y los afrodisiacos en la religión mexica, exhibido en el Museo Nacional de Antropología (MNA).Andrea Fischer

Mesoamérica se extendió mayormente en el territorio que abarca el actual México, desde el centro hasta la Península de Yucatán. Sin embargo, documenta el INAH, “sus límites abarcan Guatemala, Belice, Honduras, El Salvador, Nicaragua y Costa Rica”. Tena identifica que, a pesar de que cada civilización tuvo un desarrollo diferente y ‘su propio rumbo’, “en el fondo la cultura religiosa es la misma […], se comparte por encima de las diferencias”, según explica en un comunicado.

Por su parte, el sistema de creencias mexica “se caracterizaba por la complejidad de su cosmovisión y ritual y por la práctica sobrecogedora de los sacrificios humanos”. Por ‘religión mexica’, el autor entiende aquella que profesaban “los pobladores de la ciudad de Mexico Tenochtitlan [escrito así a propósito, por su pronunciación original: Meshiko Tenochtitlan]”, explcia el investigador en su libro La religión mexica (2012), publicado por el INAH.

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Vista de la Sala Mexica en el Museo Nacional de Antropología (MNA), en la CDMX.

Vista de la Sala Mexica en el Museo Nacional de Antropología (MNA), en la CDMX.Andrea Fischer

No es la primera vez que un imperio ‘se roba’ el panteón sagrado de otras religiones. Los romanos lo hicieron con los dioses griegos: literalmente son los mismos, pero con nombres diferentes. De hecho, es una práctica común de expansión territorial, similar a la que aplicaron los europeos durante la Conquista: es más fácil someter a un pueblo una vez que alguien se adueña de su sistema de creencias. Más aún si no se les impone uno nuevo, sino que se dialoga con lo que ya existe.

Parece ser, según las investigaciones de Tena, que existieron 15 dioses principales, con sus respectivas variaciones o personificaciones. Estas figuras sagradas prevalecen a través de los distintos panteones de las civilziaciones antiguas de la región. Por eso, no es raro ver representaciones de Quetzalcóatl, la serpiente emplumada, en diversos pueblos mesoamericanos. Los mayas, por ejemplo, lo conocían como Kukulcán. Los toltecas erigieron esculturas de dimensiones monumentales en su honor, mucho antes que los mexicas. Las mismas coincidencias suceden con Tláloc.

Así que sí: el Imperio Mexica ‘se robó’ los dioses de otros pueblos para crear su propia religión. Con la expansión de sus dominios, además, este mismo sistema de creencias fue adoptado por otros pueblos, que empezaron a integrar los ritos mexicas a su propio quehacer religioso. Y lo que es más: a su propia relación con estas deidades, que terminaron por resonar con ellos también. En sus plegarias, en sus ceremonias, ya estaba el rastro mexica. A fin de cuentas, concluye Tena, “la magia estará presente en […] el secreto para obligar a los seres sobrenaturales”.

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