Ma vie ma gueule (This Life of Mine, Francia/2024). Guion y dirección: Sophie Fillières. Elenco: Agnès Jaoui, Angélina Woreth, Édouard Sulpice, Philippe Katerine, Valérie Donzelli, Laurent Capelluto, Emmanuel Salinger y Maxence Tual. Fotografía: Emmanuelle Collinot. Edición: François Quiqueré. Duración: 99 minutos. En la sección Quincena de Cineastas (película de apertura).

A pesar de tener unos cuantos pasajes de humor negro, incisivo, logrado, autoparódico, Ma vie ma gueule es en varios sentidos una película dolorosa: por lo que muestra en pantalla (la profunda y generalizada crisis de una mujer al cumplir 55 años) y por lo que ocurrió fuera de ella que, si bien es harina de otro costal, afectó de forma inevitable a su producción y postproducción. Ya durante el rodaje Fillières se enfermó (o empeoró de sus dolencias) y, apenas concluyó la filmación, fue internada: nunca más salió del hospital y murió el 31 de julio de 2023, con tan solo 58 años. Sus colaboradores más cercanos y sus hijos Agathe y Adam Bonitzer (Sophie estuvo casada con Pascale Bonitzer) finalizaron la edición a partir de las indicaciones que ella les dejó.

Agnès Jaoui (nacida el 19 de octubre de 1964, apenas dos semanas antes que Fillières) se convierte con una conmovedora generosidad en la alter ego perfecta de la guionista y directora. Su Barberie Bichette (varios la llaman, a su pesar, Barbie) es una mujer que supo ser una profesional reconocida, una esposa entusiasta, una madre dedicada, una amante intensa y hoy ve cómo todas esas (falsas) seguridades se han desvanecido. Las arrugas e imperfecciones invaden su cuerpo, los hijos no le prestan demasiada atención, no hay familiares ni amigas capaces de sostenerla, ya no es tan atractiva para los hombres (y ella tampoco tiene demasiados deseos cuando alguno se le acerca), la sanidad mental empieza a resquebrajarse y hasta terminará internada por un tiempo.

Barberie Bichette es un personaje tan queribe por momentos como irritante en otros. Lejos de la demagogia o la conmiseración, la dupla Fillières-Jaoui construye a esa antiheroína desencantada y neurótica sin lugares comunes, mostrando incluso las capas o las zonas más frágiles y patéticas sin eufemismos, sin maquillaje (literal y figurado), con una visceralidad y honestidad tan brutal que por momentos incomoda (ella tiene raptos de angustia y de miedo, arranques de violencia y cierta innegable oscuridad interior).

La película -quizás por su estructura original o oor los citados avatares de su armado final- luce por momentos un poco desarticulada, pero incluso en los momentos menos inspirados o fluidos jamás pierde de vista la empatía y la sensibilidad. Un retrato íntimo, introspectivo, casi confesional, que termina siendo una suerte de tributo y legado por parte de una artista que, como Sophie Fillières, se extrañará mucho.


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