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Padec�a sordera

El t�o del Rey Juan Carlos: heredero al trono durante 10 d�as y muerto en extra�as circunstancias

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Jaime de Borb�n y Battenberg, segundo hijo de Alfonso XIII y t�o de...
Jaime de Borb�n y Battenberg, segundo hijo de Alfonso XIII y t�o de Don Juan Carlos. DR

Se han cumplido 35 a�os desde que los restos mortales de Jaime de Borb�n y Battenberg fueron traslados al pante�n de infantes del Escorial. Era el lugar que le correspond�a para su eterno descanso como segundo hijo de los reyes Alfonso XIII y Victoria Eugenia de Battenberg, Ena. Aunque el segund�n real a punto estuvo de alcanzar la gloria din�stica porque lleg� a so�ar con ser nada menos que rey de Espa�a o, al menos, a que lo fuera su hijo, Alfonso de Borb�n y Dampierre, padre a su vez del inclasificable Luis Alfonso de Borb�n, quien hoy se pasea por el mundo como Luis XX, duque de Anjou, reconocido como rey de derecho de Francia por los legitimistas -en rabiosa rivalidad con los orleanistas-, aunque en Espa�a ni se le reconoce como pr�ncipe ni mucho menos su pretendido tratamiento de Alteza Real.

Fue Jaime de Borb�n y Battenberg un infante atormentado, que sufri� no pocas penurias del alma, aunque tambi�n destac� por una especial sensibilidad y una capacidad de superaci�n que le valieron grandes elogios en su tiempo, en especial en los a�os de juventud cuando ni �l ni nadie imaginaban el exilio de la familia real espa�ola; el advenimiento de la II Rep�blica, la renuncia a sus derechos din�sticos del hermano de nuestro protagonista, el Pr�ncipe de Asturias, Alfonso de Borb�n y Battenberg; la maniobra de Alfonso XIII para otorgar entonces la corona a Don Juan, padre de quien reinar�a como Juan Carlos I; y tantos otros acontecimientos que marcan una apasionante biograf�a. En ella no faltan desde luego traiciones familiares, un matrimonio infeliz con la muy resentida Emanuela Dampierre marcado por las infidelidades y hasta una muerte en extra�as circunstancias nunca del todo aclaradas.

Victoria Eugenia de Battenberg y Alfonso XIII, antes de casarse.
Victoria Eugenia de Battenberg y Alfonso XIII, antes de casarse.

Jaime Leopoldo Isabelino Enrique Alejandro Alberto Alfonso V�ctor Acacio Pedro Pablo Mar�a de Borb�n y Battenberg -con esta retah�la de nombres fue bautizado- lleg� al mundo el 23 de junio de 1908 en La Granja de San Ildefonso (Segovia), el palacio al que los Reyes sol�an trasladarse a finales de cada primavera. Para entonces, el matrimonio de sus padres, Alfonso XIII y la inglesa Victoria Eugenia ya estaba roto. Y no s�lo por las constantes infidelidades del monarca, sino tambi�n por la gran desilusi�n y sufrimiento que a �ste le hab�a causado saber que su primer v�stago, el heredero al trono -que hab�a nacido un a�o antes que Jaime-, padec�a la maldita enfermedad, el mal de los reyes, la piel de cristal, la hemofilia, vamos.

Coinciden los historiadores en que Jaime naci� con una infecci�n en el o�do interno que se agrav� con el paso de los meses y que le condenaba a una progresiva p�rdida de audici�n. Y, al parecer, con cuatro a�os, tras ser sometido a una operaci�n para intentar curarle una mastoiditis, se qued� completamente sordo. Lo que entonces se consideraba como una deficiencia f�sica que en c�rculos como el de la Corte resultaban hasta vergonzantes, marc� completamente la vida del Infante, quien fue creciendo como una persona bastante retra�da, muy introspectiva, tranquila y sensible.

La reina Victoria Eugenia, viendo jugar a sus dos hijos mayores, Alfonso y Jaime.
La reina Victoria Eugenia, viendo jugar a sus dos hijos mayores, Alfonso y Jaime.DR

Los Reyes hicieron lo indecible por intentar curar la sordera de su hijo, someti�ndole a los m�s avanzados tratamientos de la �poca, envi�ndole a m�dicos en distintos lugares de Europa. Todo en vano. Fue educado en Palacio por dos monjas que ten�an experiencia en pedagog�a con ni�as sordas y ciegas en Madrid. Y la estricta formaci�n de las religiosas dio grandes frutos, ya que el Infante aprendi� la lectura labial y a hablar espa�ol. Eso le permiti� durante toda su vida entender al menos lo que le dec�a un interlocutor, aunque no pudo participar nunca, claro, de conversaciones grupales y en las reuniones sociales a las que tuvo que asistir en calidad de su rango siempre se sent�a algo desplazado. Llegar�a a ser capaz de expresarse m�s o menos en franc�s, ingl�s, alem�n e italiano. Jaime supli� la limitaci�n que representaba la sordera con una gran capacidad de superaci�n y se entreg� a sus principales aficiones, como el deporte -para envidia de su hermano mayor, Alfonso, quien apenas pod�a moverse por temor a sufrir el m�nimo rasgu�o que le hiciera desangrarse- o el arte.

En 1921 fue creado caballero de la Orden del Tois�n de Oro; en 1925 recibi� el Gran Collar de la Orden de Carlos III; y en 1931 el de la Orden de Isabel la Cat�lica, al tiempo que fue gran comendador de la Orden de Calatrava. Fueron aquellos tiempos en los que don Jaime represent� tambi�n a su padre, el rey, en distintos actos oficiales de la Corona.

Alfonso, hermano de de Borb�n y Battenberg, quien renunci� a sus derechos din�sticos.
Alfonso, hermano de de Borb�n y Battenberg, quien renunci� a sus derechos din�sticos.EM

La vida de todos los Borbones dio un giro de 180 grados en 1931 con la proclamaci�n de la II Rep�blica y el obligado exilio de toda la familia real a Francia, que se acab� instalando en Fontaineblau. Entonces, el Infante complet� su formaci�n en el Instituto Nacional de Sordomudos de Par�s.

Alfonso XIII manten�a viva la esperanza de recuperar el trono y se dejaba querer por toda clase de intrigantes que acud�an a cumplimentarle a Francia, desde donde ve�an las dificultades que enfrentaba el nuevo r�gimen republicano. Y, a pesar de la hemofilia, el rey segu�a viendo a su primog�nito como Pr�ncipe de Asturias y, por tanto, como sucesor a la Corona. Pero a don Alfonso los aires parisinos y la atm�sfera del sanatorio suizo donde estuvo recluido alg�n tiempo le debieron de hacer ver que el trono madrile�o quedaba ya muy lejos. Y, enamorado de la rica cubana de origen espa�ol Edelmira Sampedro y Robato, el 11 de junio de 1933 renunci� formalmente a sus derechos din�sticos, para s� y para sus descendientes, con tal de poder casarse con la mujer de la que se hab�a prendado y que por primera vez en mucho tiempo le hac�a sentirse feliz, aunque poco durara la alegr�a en este caso no en la casa del pobre sino en la del rico.

Esa renuncia hist�rica convirti� a nuestro protagonista, el infante Jaime, autom�ticamente en Pr�ncipe de Asturias. Durante 10 d�as fue el leg�timo heredero de la Corona espa�ola. Pero Alfonso XIII no ve�a en su segundo hijo, un sordo incapaz de mantener hasta una conversaci�n telef�nica, como su sucesor y menos ante la gran empresa que afrontaban los Borbones para intentar recuperar el trono. De modo que el rey maniobr� y oblig� a don Jaime a renunciar a sus derechos din�sticos, para s� y sus descendientes. Los principales consejeros del monarca en el exilio -entre ellos Jos� Calvo Sotelo, el duque de Miranda, el conde de Riudoms y el marqu�s de Torres Mendoza- persuadieron al infante, quien siempre hab�a sido maleable de car�cter y que sent�a por su padre un respeto rayando en el temor -bien distinto era el afecto que sent�a por su madre, Ena, o incluso por sus hermanos-. Alfonso XIII prometi� a su hijo que su bienestar econ�mico estar�a garantizado de por vida y le otorg� el t�tulo de duque de Segovia para que se apartara para siempre de la l�nea sucesoria. Su lugar lo ocup� su hermano Juan. Ah� est� el origen de la historia que en 1975 sentar�a en el trono a Juan Carlos I.

Alfonso XIII y sus hijos: de pie y de izquierda a derecha, Mar�a Cristina, Alfonso y Juan. Sentados: Jaime, Gonzalo y Beatriz.
Alfonso XIII y sus hijos: de pie y de izquierda a derecha, Mar�a Cristina, Alfonso y Juan. Sentados: Jaime, Gonzalo y Beatriz.DR

Tambi�n est� ah� el origen de la historia que protagoniza el antes mencionado Luis Alfonso de Borb�n. Porque la renuncia a los derechos del trono espa�ol no inclu�a los derechos hist�ricos al trono de Francia, como cabeza de los Borbones que en ese momento era don Jaime. Y, de hecho, los legitimistas le consideraron desde entonces como rey de derecho galo, al igual que ocurrir�a despu�s, a su muerte, con sus sucesores, su primog�nito, el duque de C�diz, y fallecido �ste, su hijo Luis Alfonso -descendiente a su vez del dictador Franco, de quien su madre Carmen Mart�nez-Bordi� es niet�sima-.

El modo en que se produjo la renuncia de don Jaime y el reconocimiento de don Juan era cuestionable en muchos aspectos. Y el propio Alfonso XIII lo sab�a. Por ello, no bast�ndole con ese acto, se puso de inmediato manos a la obra para casar al infante. Y no tard� en arreglarle el matrimonio con la arist�crata Emanuela de Dampierre (1913-2012), hija del Vizconde de Dampierre y de la ambiciosa princesa Vittoria Ruspoli. �Por qu� era importante para Alfonso XIII esta boda? Porque se trataba de un matrimonio morgan�tico, desigual, y eso equival�a en la pr�ctica a la p�rdida de los derechos sucesorios al trono de don Jaime, por si el acta de su renuncia se consideraba nula. No olvidemos que eran los a�os 30. Habr�an de pasar varias d�cadas para que una plebeya llamada Letizia pudiera casarse con el Pr�ncipe de Asturias sin causar problema din�stico alguno.

Don Jaime y Emanuela se casaron en 1935 en Roma. Y tendr�an dos hijos:el taciturno Alfonso y Gonzalo. Fue aquel un matrimonio tormentoso y plagado de infidelidades al parecer mutuas. Y con el tiempo la siempre resentida Emanuela contar�a detalles de su esposo al que lleg� a pintar como un aut�ntico enfermo obseso sexual del que se ten�a que esconder durante horas para evitar sus garras depredadoras.

El matrimonio de los duques de Segovia fue anulado en 1946. Y, un a�o despu�s, don Jaime conocer�a al amor de su vida, Carlota Tiedemann, una cantante de �pera alemana dos veces divorciada y 11 a�os m�s joven que el infante. Se casaron en 1949. Coinciden los historiadores en que esta segunda mujer le insufl� el valor suficiente para desdecirse de su renuncia al trono y emprender una campa�a de recuperaci�n de sus supuestos derechos como jefe de la dinast�a. Eran tiempos en los que la vida social de don Jaime se hab�a disparado y vivi� un duro enfrentamiento p�blico con su hermano don Juan, que le llevaba a reclamar grandes sumas de dinero que, seg�n dec�a, le correspond�an como herencia una vez muerto Alfonso XIII.

Sabido es que don Jaime maniobr� ante Franco present�ndose como el leg�timo jefe din�stico y aspirante al trono espa�ol. No renunci� a sus anhelos hasta 1969, cuando el dictador design� al fin como sucesor al entonces Pr�ncipe de Espa�a, Don Juan Carlos. Don Jaime dio entonces un paso atr�s, cumpliendo la petici�n de su propio hijo Alfonso, aunque no se priv� de firmar una dura misiva contra la decisi�n de Franco.

Los delirios de grandeza que caracterizaron en los �ltimos tiempos de su biograf�a a nuestro protagonista se avivaron con la boda de su primog�nito y de Carmencita, la niet�sima, en 1972. Aquel enlace, con la pompa de cualquier matrimonio real, hizo so�ar a don Jaime con que su hijo pudiera acabar convirti�ndose en rey de Espa�a, lo que supon�a la restauraci�n de la l�nea din�stica a la que �l hab�a renunciado d�cadas antes en momentos de especial debilidad emocional.

Don Jaime, con el pavoneo que le permit�a en la Espa�a franquista emparentar con el Caudillo, actuaba adem�s como gran comendador de la orden del Tois�n, para gran disgusto de su hermano don Juan y de su sobrino, Don Juan Carlos, permiti�ndose hacer entrega de toisones como el que en 1972 otorg� al propio Franco, aunque �ste no lleg� a lucirlo nunca.

El infante muri� el 20 de marzo de 1975 en San Galo (Suiza). Por pocos meses no lleg� a ver a su sobrino Juan Carlos proclamado Rey. Seg�n la versi�n oficial, sufri� una ca�da en plena calle mientras paseaba a su perro, lo que le provoc� heridas fatales. Pero otros expertos, como Jos� Mar�a Zavala, se�alan que habr�a sido en realidad agredido con una botella por su esposa, provoc�ndole una fractura de cr�neo que le caus� la muerte tras varios d�as de agon�a.

Hoy reposa, como dec�amos, en el Pante�n de Infantes. Aunque �l so�� en vida con su derecho a ocupar cuando le llegara la hora su puesto en el Pante�n de Reyes.

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