Resentidos y narcisistas: así ve esta filósofa a los melancólicos de tiempos pasados
Resentidos y narcisistas: así ve esta filósofa a los melancólicos de tiempos pasados
entrevista con clara ramas san miguel

Resentidos y narcisistas: así ve esta filósofa a los melancólicos de tiempos pasados

La filósofa madrileña ha escrito contra la propuesta de volver a una Edad Dorada, a un pasado idealizado que no ha existido nunca. Interpreta que es un problema tanto en la derecha como en la izquierda

Foto: La filósofa Clara Ramas posa para El Confidencial. (A. M. V.)
La filósofa Clara Ramas posa para El Confidencial. (A. M. V.)

Clara Ramas San Miguel (Madrid, 1986) trabaja como profesora de Filosofía e investigadora en la Universidad Complutense, pero ha tenido un papel en la transformaciones políticas de los últimos años. Fue diputada de la Asamblea de Madrid dentro del grupo parlamentario de Más Madrid, y se la suele describir como la intelectual de referencia del errejonismo. Su último libro ('El tiempo perdido', Arpa) es un alegato contra los "melancólicos", aquellos que, dice, quieren convertir su nostalgia por el pasado en un programa político, reivindicando una "Edad Dorada" que solo existe en recuerdos idealizados por el paso del tiempo. Tiene la rara habilidad de hablar como si estuviese dictando un ensayo. Charlamos durante algo más de una hora en una terraza en el centro histórico de Madrid. Pero la grabadora falla y nos vemos obligados a repetirlo al día siguiente por videoconferencia.

Pregunta. Empiezas el libro hablando de Los Soprano. Dices que esa escena inicial con un jefe de una mafia explicándole sus problemas al psicoanalista es una metáfora perfecta de nuestra época. ¿Por qué?

Respuesta. Elegí esa anécdota porque vi por primera vez la serie hace poco. Me pareció que, a pesar de los años que han pasado, capturaba perfectamente el clima de la época en la que vivimos. Tony Soprano, un mafioso que aparenta ser fuerte y tener todo bajo control, empieza a sufrir ataques de pánico, necesita ir a psicoterapia, lo cual ya es sorprendente. Cuando hasta un mafioso lo necesita, es probable que todos tengamos algún tipo de malestar profundo. Tony expresa con claridad esa sensación de pérdida. Describe cómo sus padres, por ejemplo, tenían certezas, roles familiares, roles laborales y sociales que ahora están desdibujados. Ya no sabemos qué significa ser un ciudadano, un padre, un hombre. Al menos Tony Soprano no lo sabe. Esta sensación genera una profunda crisis de identidad. El propio protagonista subraya durante esa conversación que siente que América, o el mundo entero, está llegando a su final, entrando en un momento de decadencia y ocaso. Siente que está viviendo el final de algo. No un momento heroico o fundador, sino en decadencia, en su final. Ese tono, al que llamo crepuscular, resuena con mucha fuerza hoy en día.

P. Es verdad que depende mucho del punto de vista, pero la mayoría de los indicadores nos dicen que no estamos viviendo una era catastrófica. Más bien al revés. ¿Hay una distancia cada vez mayor entre cómo nos percibimos y cómo estamos?

R. Yo creo que hay indicadores objetivos que debemos considerar seriamente y que no son tan positivos. Por ejemplo, la crisis climática genera una sensación de no retorno y de crisis inminente, cuando no de colapso. Esta preocupación es especialmente evidente en la mentalidad de las generaciones más jóvenes; es parte de su conciencia inmediata. Por otro lado, también hay indicadores que apuntan a niveles crecientes de desigualdad, una situación que genera crisis e inestabilidad. Pero más allá de esto, hay una creciente sensación de que no somos capaces de formar una imagen coherente del mundo. Parece que las fuerzas que gobiernan nuestras vidas están completamente descontroladas y fuera de nuestro alcance, en casi todos los planos. Esto se refleja en la famosa afirmación que dice que es más fácil imaginar el fin del mundo que el fin del capitalismo. El sistema global en el que vivimos se percibe como un orden casi intocable, mientras genera guerras, crisis, pandemias y otros fenómenos terribles que no podemos controlar. Fuerzas económicas, e incluso naturales, se han desbocado y están fuera de nuestro alcance. Carecemos de un mapa, ni siquiera mental, para entender los poderes en juego que nos abruman como algo casi sobrenatural.

Hay desorientación y resentimiento hacia los cambios, lo que llevó a que muchos antiguos progresistas adoptaran posturas conservadoras

P. ¿Esta visión no está más arraigada entre la generación que maduró en la crisis económica? Me refiero a la generación del 15-M que tú de alguna manera representas. ¿O crees que el malestar es transversal a todas las edades?

R. Creo que es transversal. Es cierto que se manifiesta de forma diferente en cada generación, pero la sacudida del 15M no solo impactó a la generación que lo vivió más directamente, como la nuestra, sino también a la generación anterior. Ellos ocupaban posiciones de liderazgo intelectual y político, habiendo vivido el 15-M y el cambio político que propició en el sistema de partidos. Experimentaron aquello como un terremoto que retiraba el suelo firme bajo sus pies, ya que el orden estable del pacto de la Transición y el bipartidismo se desmoronaba, creando la impresión de un colapso inminente. La generación anterior sentía que, si no se mantenía el bipartidismo y el régimen del 78, todo sería una debacle. Aunque al final no fue así, esa generación experimentó una gran desorientación y resentimiento hacia los cambios, lo que llevó a que muchos antiguos progresistas adoptaran posturas conservadoras.

Foto: Sophie Coignard. (Editions de l'Observatoire/Hannah Assouline)

P. ¿Y los más jóvenes?

R. Las generaciones más jóvenes también viven esta sensación de incertidumbre y desorientación, enfrentando la crisis climática, los problemas de salud mental y una profunda angustia existencial, sumados a la precariedad laboral que no les permite encontrar estabilidad. Lo veo claramente con mis estudiantes. Así que, aunque se manifiesta de formas distintas, la sensación de incertidumbre y angustia atraviesa a todas las generaciones.

P. En tu libro dices que vivimos en el siglo de la melancolía, que estamos en un tiempo crepúscular. ¿A qué te refieres?

R. Freud distingue entre melancolía y duelo. La melancolía es una forma de relacionarse con algo que hemos perdido o que tememos perder, y se caracteriza por la incapacidad de asumir esa pérdida. El melancólico siente que ha perdido algo o que está en peligro de perderlo, pero no logra integrarlo ni elaborar un duelo. No puede superar esa herida ni fijar un nuevo objeto de amor o deseo, permaneciendo atrapado en esa pérdida, que lo hunde en un estado depresivo, furioso y rabioso por el agravio que la pérdida representa.

placeholder 'El tiempo perdido' de Clara Ramas San Miguel. (A. M. V.)
'El tiempo perdido' de Clara Ramas San Miguel. (A. M. V.)

P. ¿Cómo se aplica eso al contexto actual?

R. Políticamente, esto se traduce en muchas posiciones agraviadas por lo que consideran una pérdida de una situación mejor. Quienes adoptan esta postura suelen mirar al pasado por el retrovisor, pensando que lo único valioso es lo que quedó atrás, y que todo lo nuevo es motivo de indignación y rabia, como si se les hubieran quitado privilegios. En el libro hablo de estos nuevos melancólicos que van en busca del objeto perdido, porque creen que son los únicos guardianes de lo valioso. De una determinada idea de patria, sociedad, familia y valores. Parecen considerar que son ellos los únicos con valores, patria y familia, y cualquier proyecto o cambio se percibe como una catástrofe. La idea crepuscular, a su vez, está relacionada con esta sensación de pérdida, porque últimamente hay una creciente ausencia de futuro.

P. Dices que hay una búsqueda latenta de una Edad Dorada que ni siquiera ha existido como se recuerda.

R. Los nuevos melancólicos son aquellos que creen en la existencia de una Edad Dorada. Es esta idea de que en el presente hemos perdido algo que poseíamos plenamente en un pasado idealizado, una época dorada que consideramos plena porque sentíamos que teníamos aquello que ahora nos falta. En esa Edad Dorada, creíamos tener una identidad completa basada en un objeto idealizado, ya sea la sociedad, los valores, la familia o la patria. Teníamos esa certeza en torno a roles estables e inmutables. Ahora, en el presente, sentimos que hemos perdido esa certeza, pero estamos convencidos de que podemos recuperar esa Edad Dorada en el futuro. Así, el único proyecto para el futuro, desde esta perspectiva melancólica, es repetir esa edad dorada del pasado.

¿Qué derecho tenemos para definir cómo fueron esos tiempos para nuestros padres o abuelos?

P. ¿Y qué opinas de esa Edad Dorada? ¿Cómo crees que fue?

R. En primer lugar, creo que es una impostura intentar hablar sobre las experiencias pasadas como si las hubiéramos vivido nosotros. ¿Qué derecho tenemos para definir cómo fueron esos tiempos para nuestros padres o abuelos? En todo caso, deberíamos dialogar con quienes vivieron esos momentos, o incluso reflexionar sobre ello de una forma literaria, casi como una conversación con los muertos. No podemos decretar lo que fue bueno o malo para ellos. En segundo lugar, esta mirada hacia una Edad Dorada suele estar marcada por el resentimiento y la impotencia hacia el presente, envidiando lo que ya pasó, mientras se ocultan las partes más dolorosas o violentas de esa época idealizada. La Edad Dorada es más una proyección de nuestras propias angustias y necesidades actuales que una representación precisa de lo que realmente existió. Además, ese pasado también tenía sus propios deseos y carencias insatisfechas.

P. ¿Por ejemplo?

R. Por ejemplo, mis abuelos tuvieron acceso a una vivienda que mi generación no tiene, pero mi abuela aprendió a leer ya de mayor, pudiendo disfrutar de leer libros o reunirse con amigas mucho más tarde en la vida. Así, ¿qué es una ganancia y qué no lo es? No hay un sentido lineal de progreso o decadencia. Finalmente, esta idea de una Edad Dorada que nos precedió ha existido en toda la humanidad desde tiempos antiguos. Kant dijo que todas las religiones y poesías de la humanidad hablan de una Edad Dorada pasada y de una sabiduría que se ha perdido. Incluso en el poema de Gilgamesh, escrito hace 4000 años, ya se mencionaba una Edad Dorada y una sabiduría olvidada. Platón también habló de una sabiduría perdida. Por lo tanto, esta percepción de decadencia no es culpa del 15-M, ni de Mayo del 68. La humanidad siempre ha tenido esta sensación de pérdida. Como Antiguo Régimen, entendemos aquello cuyo final conocemos, y por eso parece más brillante. Es una ilusión óptica. La Edad Dorada sirve como un mito literario que puede reinventarse poéticamente, como un espectro de lo que pudo ser y no fue. Sin embargo, no debería tomarse como un programa político en el que basar nuestras acciones futuras.

La melancolía no se atribuye solo a lo que históricamente ha sido la derecha; también recorre las posiciones de la izquierda

P. En tu retrato de esos melancólicos, los consideras reaccionarios, narcisistas, agraviados y resentidos. Y los defines como centauros ¿Por qué?

R. Empiezo por el concepto de "Centauros". Lo primero que menciono en el libro es que no podemos definirnos de manera unívoca, ya que tenemos rasgos muy contradictorios entre sí, lo que deja obsoletas las categorías tradicionales de izquierda y derecha por ejemplo. La melancolía no se atribuye exclusivamente a lo que históricamente ha sido la derecha; también recorre las posiciones tradicionales de la izquierda. Existe un hilo conductor de melancolía que atraviesa tanto las posturas de derecha como de izquierda, creando híbridos que yo llamo "centauros".

Los melancólicos no son tanto conservadores, sino que son más reaccionarios

P. ¿Y reaccionarios?

R. Esto está relacionado con el carácter disolvente o revolucionario del capitalismo, que desmantela todas las formas tradicionales de comunidad u organización social, dejando solo la mercancía y el valor económico como mediadores sociales. Este fenómeno trastoca todas las estructuras tradicionales, como las religiosas y comunitarias. A medida que estas formas se desintegran, surge un movimiento de reacción. Por eso, en el libro, señalo que estos melancólicos no son tanto conservadores como reaccionarios. El capitalismo ya ha destruido esas formas tradicionales, así que no quieren conservar nada, pero sí reaccionan ante la amenaza percibida por la disolución de las certezas y estabilidades. Esto les confiere un carácter peculiar, al combinar valores aparentemente tradicionales con elementos modernos y hasta contradictorios.

P. ¿Por qué contradictorios? ¿Qué rasgos contradictorios tienen?

R. Pueden defender valores católicos tradicionales mientras apoyan OnlyFans y la pornografía. Pueden ser patriotas tradicionales y, al mismo tiempo, estar a favor de un mercado desregulado. Unen elementos arcaicos y modernos, creando esta figura del centauro. En el libro, destaco varios grupos que van desde la derecha clásica hasta la nueva derecha con su actividad en las redes sociales, pasando por los rojipardos, la izquierda socialdemócrata tradicional, la izquierda obrerista, el comunismo tradicional, e incluso una corriente feminista esencialista y reaccionaria en su conflicto con lo trans.

Los centauros quieren ser guardianes de esencias perdidas, pero solo les importa su ego

P. También dices que tienen un componente narcisista y agraviado.

R. Aunque estos Centauros pretendan ser guardianes de esencias perdidas, lo que más les importa es su propio agravio y su ego. Frente a la idea de que vivimos en una era de narcisismo posmoderno, donde el individualismo y el consumismo son comunes, parecería que una salida comunitaria es posible. Sin embargo, lo que hoy en día se presenta como apego a lo tradicional, o a la verdadera familia y valores, es en realidad una respuesta resentida a un agravio percibido, donde la herida y la relación tóxica de propiedad con su objeto se vuelven prioritarias. En casos como la reacción contra el feminismo por parte de algunos hombres que se sienten agraviados, esta herida y resentimiento personal toman protagonismo, eclipsando cualquier intento genuino de defender valores u objetivos tradicionales.

Foto: El periodista Ramón González Férriz. (Cedida)

P. En este sentido, hablas de "duelo de género". Hay indicadores objetivos ya en muchos países que indican que los hombres se están quedando atrás.

R. En ese capítulo menciono de hecho que hay una primera aproximación que, si bien no es incorrecta, resulta insuficiente. Es evidente que existe un malestar entre muchos hombres, especialmente los jóvenes, y las encuestas lo reflejan. Se están polarizando hacia posiciones más derechistas, mientras que las chicas jóvenes se mueven en dirección opuesta, creando una creciente brecha entre las generaciones más jóvenes. ¿Qué está sucediendo? Un primer enfoque se centra en indicadores objetivos como la precarización laboral, el fracaso escolar, las tasas de suicidio masculino y problemas de salud específicos. Estos son problemas que debemos abordar, y el feminismo también los enfrenta, ya que muchos de estos asuntos derivan de roles de género tradicionales que el feminismo mismo intenta desmantelar.

placeholder Foto: A. M. V.
Foto: A. M. V.

P. ¿Entonces?

R. Debemos considerar cómo se reacciona ante esta pérdida. Aunque las condiciones laborales, de acceso a la vivienda y económicas de muchos hombres trabajadores se han deteriorado, el problema es cómo responden a esta situación. Michael Kimmel, en "Hombres blancos cabreados", mostró cómo algunos hombres culpan al feminismo y consideran a las mujeres responsables de su malestar. En lugar de pedir mayores derechos, responden con rabia y violencia contra las mujeres, a quienes ven como las causantes de su situación. Aquí surge esta idea del agravio: creen que merecen todo simplemente por ser hombres, y si otros obtienen algo o si ya no pueden tener a "esclavas" en casa, entonces se sienten las víctimas. No consideran que las mujeres sean las verdaderas víctimas, aunque enfrentan jornadas laborales más largas; o los inmigrantes, que hacen los trabajos que nadie quiere. Creen que son ellos quienes están agraviados. Este sentimiento de merecerlo todo y de sentirse legitimado para esperar siempre ser el ganador absoluto alimenta su resentimiento cuando pierden un poco. Por lo tanto, no es solo sobre condiciones objetivas, sino cómo se reacciona y en qué creen tener derecho, particularmente a costa de quién. Incluso las personas privilegiadas pueden sentirse víctimas, y este victimismo de los poderosos es peligroso.

Reconozco que hay un núcleo de verdad en estos sentimientos, pero no es lo que ellos creen que es

P. ¿No tienen esos melancólicos motivos para sentirse así?

R. Le dedico atención a ello en el libro, incluso hay un capítulo titulado "Las razones del melancólico" para explorar hasta qué punto es legítimo y normal tener este sentimiento de anhelo o pérdida. Reconozco que hay un núcleo de verdad en estos sentimientos, pero sostengo que no es lo que ellos creen que es. La melancolía es comprensible, pero debe encontrar una salida diferente a un programa político. La idea de restaurar una especie de "Edad Dorada", que en realidad nunca existió, es impotente frente al presente. No permite comprender el mundo actual, y es un programa político vano porque ese supuesto pasado está idealizado desde el presente. Se idealiza un tiempo que no fue exactamente así. Además, algunas de las cosas que anhelamos son tan bellas precisamente porque las hemos perdido. Decía Proust que los verdaderos paraísos son los que se han perdido. Echamos de menos la infancia porque ya no podemos volver a ser niños. Aunque tal vez podamos vernos en los ojos de un niño, ya no somos nosotros mismos. Los melancólicos confunden este anhelo literario o estético con un programa político, proponiendo restaurar una sociedad, valores y familia tradicionales.

P. ¿Y no se puede hacer eso?

R. No se trata de restaurar, sino de dar salida a estos anhelos en forma de relato, simbólica o literariamente. De hecho, podrían aprender a escribir mejor, porque cuando cuentan estos anhelos bien, lo hacen solo como literatura, no como un programa político. En realidad, todos tenemos anhelos; yo misma comparto algunos anhelos personales en el libro. Los melancólicos no son los únicos que añoran la vida que tuvieron o los veranos de su infancia. Sin embargo, la salida debe ser escribir bien sobre estos anhelos, no construir programas políticos a partir de ellos. No estamos determinados por bases tan tradicionales o naturales como algunos quieren hacernos creer. En lugar de eso, debemos crear y construir el relato de nuestras propias vidas.

Lo que se supone que debería ser tradicional y auténtico se convierte en un artefacto artificial

P. Volviendo al concepto de la Edad Dorada, cuando se intenta recrear se producen pastiches artificiales. Se tratan de revisitar valores o símbolos antiguos, pero mezclados con lo actual. Tú argumentas que no hay nada más posmoderno que eso.

R. No se puede volver a esa Edad Dorada que solo existe en nuestro recuerdo, y cuando se intenta, resulta grotesco. Lo que se supone que debería ser tradicional y auténtico se convierte en un artefacto producido artificialmente. Hay un capítulo en mi libro que explora la idea de lo natural o tradicional como un parque de atracciones, algo que puede parecer brillante y divertido, pero que nunca sustituye el paisaje real. Tomarse demasiado en serio un parque de atracciones resulta siniestro y grotesco. El hecho de tener que recrear algo, como el auge del folk, indica que eso ya no existe. En el mejor de los casos, lo que logramos es una recreación artística, y estoy a favor de estas recreaciones. Sin embargo, no podemos pensar que así recuperamos el mundo rural o campesino tal como era. Lo que hacemos es generar un pastiche, un remix artístico de lo que para nosotros significa esa vida.

Foto: Ben Ansell. (Cedida)

P. ¿Algún ejemplo más de pastiche?

R. Nuestra industria cultural produce continuamente anhelos de nostalgia, y creo que esto es un síntoma. Fredric Jameson ya nos advertía de la paradoja de que la nostalgia y la melancolía estén de moda, cuando supuestamente representan huir de las modas para encontrar lo auténtico y tradicional. Lo tradicional, en este caso, se convierte en un producto que refleja nuestra idea contemporánea de lo que debería haber sido el pasado. Por ejemplo, hoy se crea música que simula el crujido de vinilos auténticos, pero es producida con tecnología digital. Lo tradicional se convierte en un producto digital, mediado por algoritmos y las formas más avanzadas de tecnología. Esto da lugar a lo que llamo lo "tradicional artificial", y tomarse esto en serio solo genera un falso comunitarismo, que no es una alternativa al capitalismo porque es un producto del mismo.

Los melancólicos son los verdaderos posmodernos, quienes contribuyen al pastiche

P. Además de objetos, hay actitudes pastiche o propuestas de vida pastiche?

R. La tendencia actual de retirarse al campo y publicar fotos con corderitos y flores, mientras se espera al marido, las llamadas 'trad wives' (esposas tradicionales) está completamente mediada por el capitalismo. Primero, se requieren recursos económicos que no todos poseen. Además, las personas que lo hacen suelen convertirse en influencers en redes sociales, presentando una imagen sexualizada que no se asemeja a la de nuestras abuelas en la cocina. Estos simulacros de lo tradicional son productos del capitalismo de consumo que crean identidades pseudo-tradicionales junto con sus contrarias. Me resulta interesante defender en mi libro que estas tendencias de melancolía y retorno son el producto más puro de la posmodernidad y el capitalismo de consumo, y no una salida a ello. Son, de hecho, los verdaderos posmodernos, los que más contribuyen a generar el remix y el pastiche.

P. Dices que esta melancolía, en su evolución extrema, desemboca en nihilismo.

R. El nihilismo es la consecuencia última de esta postura melancólica. Lo que comienza como un anhelo y un desprecio por el presente puede llevar a posiciones muy oscuras. La melancolía, que literalmente significa "bilis negra", está relacionada con un estado de ánimo depresivo. En este sentido, analizo en el libro el fenómeno de los "incels" en el contexto de las guerras por la identidad y el intento de mantener un orden de género estable. Los incels son como la guardia pretoriana de este orden de género que se desmorona y que buscan preservar a toda costa. Ante los cambios que desafían el modelo jerárquico tradicional binario, esta reacción melancólica exacerbada puede derivar en violencia extrema y resentimiento, desembocando finalmente en el nihilismo.

placeholder Foto: A. M. V.
Foto: A. M. V.

P. ¿Y cómo es ese nihilismo?

R. Menciono el movimiento de los 'black pills', una respuesta a los 'red pills'. Los red pills se consideran a sí mismos como aquellos que, tomando la pastilla roja de la película Matrix, pueden ver la realidad como es. Los 'black pills', sin embargo, creen que hay una pastilla aún más visionaria, la pastilla negra, que les permite comprender que no hay salida. En su visión, Occidente está condenado, y el único camino es recurrir a la violencia, al suicidio o a la destrucción sin sentido. En foros de internet, se atacan entre sí, no para ofrecer apoyo, sino para fomentar una visión de la sociedad en ruinas, con una destrucción total. Se identifican con el arquetipo del Joker, queriendo ver el mundo arder porque ya nada merece la pena. Desde el dolor extremo, caen en una profunda depresión que puede conducir a la violencia. Este libro quiere ser una advertencia contra estas tendencias, destacando el peligro de que vidas tan dañadas y resentidas puedan caer en el nihilismo.

Foto: Alexandre Lacroix posa para El Confidencial en Barcelona. (J. L.)
TE PUEDE INTERESAR
"El mundo se ha vuelto indescifrable para los que han nacido antes de 1989"
Ángel Villarino Fotografía: Javier Luengo

P. En algún momento del libro juegas con la idea de que vivimos un momento histórico que se parece al de Entreguerras, entre las dos guerras mundiales. ¿Por qué?

R. Toco este tema superficialmente en el libro, pero lo desarrollo más a fondo en mi edición de 'El 18 Brumario de Luis Bonaparte' de Marx. En esa obra, Marx narra el golpe de Estado de Luis Bonaparte, sobrino de Napoleón, y el contexto político que describe tiene un paralelismo con el periodo de entreguerras y lo que sucede hoy. Hay una facción conservadora que, en principio, respeta el orden constitucional y parlamentario. Sin embargo, por temor a que esas instituciones permitan el avance de movimientos sociales más progresistas, prefiere suspender las garantías democráticas para proteger el orden de clase. En la disyuntiva entre capitalismo o democracia, elige proteger sus privilegios como clase burguesa, aunque eso implique poner en riesgo la democracia.

Debemos aprender de las lecciones de la República de Weimar y de las advertencias que Marx da sobre el golpe de Estado de Bonaparte

P. ¿Ves el paralelismo, entiendo, en la tentación de la derecha moderada a echarse en brazos de una nueva derecha?

R. Durante ese golpe de Estado, los conservadores dieron pie a la toma de poder de Luis Bonaparte, quien luego terminó reprimiéndolos y encarcelándolos. Sucedió algo similar con el ascenso del nacionalsocialismo en Alemania: por miedo al avance del movimiento obrero y del Partido Comunista, los conservadores permitieron o alentaron el conflicto que llevó al poder a los nazis. Este fenómeno, en el que una derecha moderada, asustada por el avance social, opta por soluciones autoritarias que acaban reprimiendo o socavando el orden constitucional y democrático, ha ocurrido repetidamente. Lo llamo la "ley de hierro de la impotencia de la derecha moderada": una vez que se sienten impotentes frente a los avances sociales, ceden el control a una derecha más radical. Esto podría volver a suceder. En España, hemos visto cómo VOX ha influido en la agenda de una derecha que pretendía ser más moderada. Debemos aprender de las lecciones de la República de Weimar y de las advertencias que Marx nos ofrece sobre el golpe de Estado de Luis Bonaparte.

P. ¿Las sensaciones que describes en tu libro no tienen mucho que ver con las expectativas frustradas?

R. Creo que debemos tener expectativas lo más ambiciosas posibles. El problema no radica en tener expectativas elevadas, sino todo lo contrario: enfrentamos un déficit de imaginación política y de ambición. Necesitamos aspirar a una ambición desmedida, como decían algunos pensadores del pasado, incluso si estas expectativas parecen utópicas. Los teóricos y pensadores anteriores tenían ambiciones que ahora consideraríamos inalcanzables. El problema no es tener expectativas altas, sino dar una respuesta que no surja desde el resentimiento o la impotencia, ni desde el repliegue o el rencor hacia el presente. En cambio, debemos tratar de comprender el malestar actual y encontrar caminos más creativos, mejor escritos y más imaginativos. Necesitamos mitologías y simbologías más poderosas que las actuales. Nuestro enfoque debe ser más inclusivo, que integre más sujetos, demandas, derechos y problemas. Debemos abarcar más dolores que nuestros sistemas simbólicos y sociales no han podido incorporar anteriormente. Las respuestas no deben transitar por los caminos del resentimiento hacia el presente, sino avanzar con creatividad y apertura hacia un futuro mejor.

Clara Ramas San Miguel (Madrid, 1986) trabaja como profesora de Filosofía e investigadora en la Universidad Complutense, pero ha tenido un papel en la transformaciones políticas de los últimos años. Fue diputada de la Asamblea de Madrid dentro del grupo parlamentario de Más Madrid, y se la suele describir como la intelectual de referencia del errejonismo. Su último libro ('El tiempo perdido', Arpa) es un alegato contra los "melancólicos", aquellos que, dice, quieren convertir su nostalgia por el pasado en un programa político, reivindicando una "Edad Dorada" que solo existe en recuerdos idealizados por el paso del tiempo. Tiene la rara habilidad de hablar como si estuviese dictando un ensayo. Charlamos durante algo más de una hora en una terraza en el centro histórico de Madrid. Pero la grabadora falla y nos vemos obligados a repetirlo al día siguiente por videoconferencia.

Filosofía Unidas Podemos Más Madrid
El redactor recomienda