segunda guerra mundial

Alemania declara la guerra a Estados Unidos

Muchos historiadores aún se preguntan cuál fue el motivo real por el cual Adolf Hitler declaró la guerra a Estados Unidos cuatro días después del bombardeo japonés a Pearl Harbor el 7 de diciembre de 1941. Sea como fuere, la entrada de la superpotencia en el conflicto daría un vuelco a los acontecimientos y cambiaría inevitablemente su desenlace.

Imagen del discurso ofrecido por Hitler el 11 de diciembre de 1941 en el Reichstag.

Foto: PD

El 7 de diciembre de 1941 la aviación japonesa bombardeó, sin avisar previamente a sus aliados alemanes, la base norteamericana de Pearl Harbor, en Hawái. Cuatro días después, el 11 de diciembre, Adolf Hitler, de manera unilateral, declaraba la guerra a Estados Unidos, un país que hasta aquel momento se había mantenido neutral frente a la contienda que estaba devastando el Viejo Continente. La respuesta norteamericana ante ese reto no se hizo esperar, y ese mismo día los estadounidenses respondieron al desafío alemán: "Se declara formalmente el estado de guerra entre Estados Unidos y el Gobierno de Alemania, que se ha impuesto a Estados Unidos".

America First

Cuando el por entonces presidente de Estados Unidos, Franklin Delano Roosevelt, firmó la declaración de guerra contra Japón el 8 de diciembre de 1941, no lo hizo contra la Alemania de Hitler. A pesar de su profundo deseo de hacerlo, Roosevelt era plenamente consciente de las fuertes presiones a las que estaba sometido, tanto en el interior del país como dentro de su propio gobierno, para que EE. UU. no entrase en guerra con Alemania. Por una parte, la neutralidad de Estados Unidos (que, a pesar de ello, había facilitado el ataque a barcos alemanes en el Atlántico) se veía incrementada por las presiones del influyente lobby de inmigrantes alemanes, muy bien relacionados con algunos ricos magnates estadounidenses como Henry Ford. Por otra parte, también existían presiones por parte de la comunidad italiana, muy numerosa en Nueva York, que controlaba la red de transporte y los sindicatos del puerto de la ciudad. Finalmente estaban los irlandeses, a quienes no parecía importarles demasiado los problemas británicos.

Roosevelt era plenamente consciente de las fuertes presiones a las que debía hacer frente, tanto en el interior del país como dentro de su propio gobierno, para que EE. UU. no entrase en guerra con Alemania.

Desfile del German American Bund, un grupo estadounidense de abierta ideología nazi en el año 1939.

Foto: PD

En aquella época, Estados Unidos estaba llevando a cabo un peligroso juego a dos bandas. Por una parte vendía armas a los británicos para ayudarles contra los alemanes, y por otra parte hacía negocios con los alemanes (ese sería el origen, por ejemplo, de la Fanta, un refresco mundialmente conocido). Como hemos visto, la negativa a entrar en el conflicto estaba muy extendida en el país a todos los niveles. De hecho, durante los primeros años de guerra surgió un movimiento contrario a que Estados Unidos se involucrase en la contienda llamado The America First Committee. Con más de 800.000 afiliados, muchos de ellos simpatizantes del nazismo, partidarios del supremacismo blanco y otros tantos abiertamente antisemitas, aquella asociación se disolvió pocos días antes del ataque japonés a Pearl Harbour. Entre sus miembros fundadores se encontraba un futuro presidente de Estados Unidos, Gerald Ford, y otro de sus defensores sería otro futuro presidente, John F. Kennedy.

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Declaración en el Reichstag

El 9 de diciembre de 1941, Adolf Hitler se reunió en Berlín con su ministro de propaganda, Joseph Goebbels, para comunicarle su intención de declarar la guerra a Estados Unidos. Pero Hitler no estaba obligado a realizar dicha declaración (aunque sus aliados japoneses habían insistido sobremanera en que debía hacerlo), ya que el atacado no había sido Japón, sino EE. UU., e incluso el líder alemán le dijo una vez al embajador japonés que "uno debería atacar, lo más fuerte posible, y no perder el tiempo declarando la guerra". Pero al final, creyendo que la fortuna estaba de su parte, en su discurso en el Reichstag el 11 de diciembre, Hitler declaro: "Solo puedo agradecer a la providencia, que me confió el liderazgo en esta lucha histórica, que, durante los próximos quinientos o mil años, se describirá como decisiva, no solo para la historia de Alemania, sino para toda Europa y de hecho para todo el mundo". De hecho, según su visión nacionalista racial, Hitler consideraba a la sociedad estadounidense un despreciable crisol de culturas y una democracia capitalista decadente. Hitler creía que los poderosos judíos estadounidenses manipulaban al presidente, y en más de una ocasión había llegado a declarar que "si los judíos logran provocar la guerra mundial el resultado sería el exterminio de los judíos de Europa".

Según la visión nacionalista racial de Hitler, la sociedad estadounidense era un despreciable crisol de culturas y una democracia capitalista decadente.

Adolf Hitler en el Reichstag, donde pronunció el discurso en el cual declaraba la guerra a EE. UU. el 11 de diciembre de 1941.

Foto: PD

De este modo, todo estaba perfectamente programado. El discurso del führer del día 11 se retransmitiría por radio a las tres de la tarde para que, tanto japoneses como norteamericanos, pudieran escuchar la declaración de guerra al mismo tiempo. Por su parte, Gran Bretaña y Estados Unidos ya estaban al tanto de las intenciones de los alemanes gracias a sus respectivos servicios de espionaje. Así, el 9 de diciembre, el presidente Roosevelt, en una de sus conocidas "charlas informales", ya avisó al pueblo norteamericano de que "Alemania e Italia, independientemente de cualquier declaración formal de guerra, se consideran en este momento en guerra con Estados Unidos tanto como se consideran en guerra con Gran Bretaña o Rusia". Por su parte, el premier británico Winston Churchill, visiblemente aliviado, se dirigió a la cámara de los Comunes con estas palabras: "No solo el Imperio Británico ahora, sino Estados Unidos también, están luchando por la vida; Rusia está luchando por la vida, y China está luchando por la vida. Detrás de estas cuatro grandes comunidades combatientes se alinea todo el espíritu libre y las esperanzas de todos los países conquistados de Europa [...]. Ciertamente traería vergüenza a nuestra generación si no les enseñáramos una lección que no se olvidará en los registros de mil años".

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¿Una decisión necesaria?

Dejando de lado las razones por las que Hitler acabó declarando la guerra a Estados Unidos sin aparente necesidad, su decisión de hacerlo ha sido tradicionalmente considerada por muchos historiadores como un gran error estratégico por parte de Alemania, ya que permitió a la superpotencia norteamericana participar en un conflicto que, en principio, para ellos era algo muy lejano, una guerra de la que hasta entonces sus ciudadanos solo habían tenido noticia por los medios de comunicación. Según algunos estudiosos, Hitler tenía asumido que tarde o temprano los norteamericanos entrarían en liza y decidió, tal vez erróneamente, adelantarse a los acontecimientos dando un paso adelante y subestimando (al igual que habían hecho los japoneses), el poder de producción y la fuerza de voluntad de la joven nación. Esa decisión supuso abrir de facto un nuevo frente para el ejercito alemán que ya se encontraba inmerso en otros dos muy complejos: por un lado, el frente ruso y por otro, la lucha contra los británicos.

Hitler tenía asumido que tarde o temprano los norteamericanos entrarían en liza y decidió, tal vez erróneamente, adelantarse a los acontecimientos dando un paso adelante.

Imagen del presidente Franklin D. Roosevelt firmando la inevitable declaración de guerra contra Alemania.

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Con el tiempo, la decisión que tomó Hitler ha recibido múltiples interpretaciones. Aunque la más aceptada tal vez sigue siendo la que postula que Hitler creyó que un enfrentamiento con Estados Unidos era inevitable más pronto que tarde y tomó entonces la decisión de adelantarse a los norteamericanos. Por su parte, el historiador británico Ian Kershaw considera que esa decisión fue la típica del fhürer tomada como "[un] movimiento hacia adelante típico de Hitler, intentando tomar la iniciativa... pero fue un movimiento de debilidad, no de fuerza. Fue más irracional que cualquier decisión estratégica tomada hasta esa fecha". Asimismo, para uno de los biógrafos del líder nazi, Joachim C. Fest, aquella decisión fue tomada como "un gesto gobernado por una repentina conciencia de su propia impotencia. Ese gesto fue la última iniciativa estratégica de Hitler de alguna importancia".