A medio camino entre El silencio de los inocentes y Seven, y con la perenne influencia de Hitchcock, Robando vidas, segundo largometraje del norteamericano D.J. Caruso, gira en torno a un asesino en serie que se apodera de la personalidad e incluso del semblante físico de sus víctimas en un macabro intento por vivir otras vidas y huir de la propia, extremadamente marcada por su infancia.

La película se sustenta, a partes iguales, en la tensión y los personajes. Ileana Scott (Angelina Jolie) es una experta del FBI en elaborar perfiles de asesinos en serie.

Sus conocimientos son requeridos por la policía de Montreal, estancados en la persecución de este delincuente camaleónico. Un empleado de museo (Ethan Hawke) podría ser el criminal, pero cuando la agente federal se enamora de él, la cosa se complica, produciéndose un terrible cambio de rumbo en la investigación.

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Sola en una ciudad desconocida y sin nadie en quien pueda confiar, la agente Scott se encuentra de repente inmersa en un viaje aterrador, rodeada por sospechosos en un caso que se ha vuelto espeluznantemente personal.

Basada en la novela homónima de Michael Pye, la película cuenta con las piezas principales del nuevo thriller: estética posmoderna, ambientes claustrofóbicos y perturbadores, serial killer de mente lúcida, agente del FBI absorbido por su trabajo; además del buen oficio y el indudable atractivo de la Jolie como principal reclamo. Sin embargo, incomoda la interpretación de Ethan Hawke, sobreactuado e incapaz de modular y adaptar sus registros al desarrollo de este filme.

Con suma corrección, sin excederse en el empleo del tópico y las convenciones del subgénero, la historia tan solo pierde el norte y la coherencia interna en su desenlace, injustificado, torpe, al borde del ridículo. Un error final que rompe el tono del metraje anterior, totalmente previsible en sus claves argumentales, pero elegante, sólido y fiable en su realización. Válido ejercicio de estilo, identidad, crimen y mentiras. Robando vidas se agrega al desfile de thrillers sombríos que siguen la estela de Seven y consigue hacerse un hueco entre aquellos títulos que, jugando la carta de la moderación y la discreción, han sabido evitar el exceso y la obsesión por deslumbrar. De hecho, la historia no trasciende.

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Tampoco faltan detalles eróticos (la turbia e inesperada relación entre Angelina Jolie y Ethan Hawke) ni golpes de efecto (las agresiones criminales, que en ocasiones harán saltar al público del asiento), aunque se echa de menos una mayor elaboración dramática que haga creíbles la historia y los personajes. El director abusa de los efectos de cráneos machacados y de cadáveres desfigurados en la morgue, pero al menos consigue que el interés se mantenga de principio a fin de la proyección.

A propósito del realizador, D.J. Caruso, nació el 17 de enero de 1965. Tuvo sus primeras incursiones en el séptimo arte como segundo director de la película de 1993 Punto de no retorno, protagonizada por Brigitte Fonda. Su ópera prima fue The salton sea, la historia de un joven drogadicto que colabora como informante para la policía y que mantiene una profunda relación con un hecho que ocurrió en un lago. Posteriormente, se dedicó a dirigir numerosas series de televisión basadas en el suspenso y la acción. Una de ellas fue Dark angel, que lo consagró como uno de los mejores en su estilo. También es recordada La división de homicidios Robery, otra serie policiaca.

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