Elecciones en México: Que tiemble Ricky Gervais: crónica de la campaña electoral a través de sus dichos | Elecciones mexicanas 2024 | EL PAÍS México
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Elecciones México
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Que tiemble Ricky Gervais: crónica de la campaña electoral a través de sus dichos

Del “narcocandidata” a “la priandilla inmobiliaria” pasando por la canción de Máynez o el polémico “si a los 60 años no has podido hacer un patrimonio, eres bien güey”, un recorrido por las frases que han marcado la carrera a la presidencia

Elecciones en México 2024, en vivo
Jorge Álvarez Máynez, Claudia Sheinbaum y Xóchitl Gálvez.EFE / Cuartoscuro

En 1972, mientras Hunter S. Thompson, tótem del periodismo delirante y mordaz cronista político, cubría para Rolling Stone la campaña que reeligió a Richard Nixon como inquilino de la Casa Blanca, escribió una pregunta que resonaría en los reporteros de campañas electorales en cualquier esquina del mundo: “¿Qué tan bajo hay que caer en este país para ser presidente?”. La política partidista es un relato: a veces elevado e intelectual; la mayoría del tiempo, más bien pobre. Las campañas electorales, peleas a garrotazos en el lodo con lemas fáciles y golpes bajos. Los eslóganes de campaña pueden servir, en el mejor de los casos, como los puntos rojos que marcan la ruta en un mapa. En el peor, como termómetro del ridículo, el punchline de una caricatura.

México vive estos días sumido en una eterna campaña que concluirá el próximo 2 de junio con unas elecciones presidenciales en las que la ciudadanía elegirá a la primera inquilina (dicen las encuestas) del Palacio Nacional, entre dos mujeres y un tercero en discordia: Claudia Sheinbaum, del partido oficialista Morena, pupila del actual dirigente Andrés Manuel López Obrador; la panista Xóchitl Gálvez, candidata de la coalición tricéfala entre la derecha del PAN, la ¿izquierda? del PRD y el inclasificable dinosaurio moribundo del PRI; Jorge Álvarez Máynez, la desconocida bala en la recámara de Movimiento Ciudadano.

De profesión ‘narcocandidata’

Las culpas se heredan. Eso debió pensar Gálvez, que recicló sin mucha originalidad el apelativo de “narcocandidata” para referirse a su principal rival, Sheinbaum, favorita en las encuestas. Todo empezó por una investigación en prensa sin recorrido, que hizo que los profesionales del periodismo se preguntarán por cuestiones como la ética y el oportunismo. Una serie de reportajes en medios extranjeros detallaba cómo la DEA (Agencia Antidroga de Estados Unidos) investigó si López Obrador financió con dinero del narcotráfico su campaña de 2006. Las fuentes eran de la propia DEA y concluían que nunca encontraron pruebas de esas supuestas donaciones.

El presidente lo vio como un acto de injerencia extranjera y no ha dejado de repetirlo. Da igual lo que le pregunten, la respuesta acaba derivando casi inevitablemente en las agresiones de “Gobiernos extranjeros” y “los grupos conservadores de México” a través de “pasquines inmundos”. La oposición vio su oportunidad de sacar tajada y llamó a López Obrador “narcopresidente”. El insulto fue tendencia en X (antes Twitter) varios días seguidos y caló entre la parte de la ciudadanía más crítica con el mandatario, que aun así conserva una enorme popularidad. En el segundo debate electoral, el 29 de abril, Gálvez adaptó la ofensa y la arrojó contra Sheinbaum, quien replicó: “El único narcogobierno declarado que ha existido es el de Felipe Calderón, del PAN”, en referencia a su secretario de Seguridad, el zar antidroga Genaro García Luna, condenado en Estados Unidos por narcotráfico.

Si no tienes casa eres bien güey

Gálvez tiene las de perder y por eso su estrategia es la del ataque feroz: perseguir, golpear, hacer ruido. Sus salidas de tono han sido tónica general esta campaña. A veces por malentender memes, como cuando confundió una parodia de la Santa Muerte con publicidad de Morena y arremetió contra López Obrador y Sheinbaum con la absurda acusación de que su partido “rinde culto” a la patrona de los maleantes. Las redes sociales lo pasaron bien a su costa.

Quizá su mayor metedura de pata ocurrió con la resaca del primer debate. En él, Sheinbaum acusó a Gálvez de vivir “en una casa del cártel inmobiliario”, el nombre que da la Fiscalía a una trama que duró 15 años y permitió a políticos del PAN en la capital hacerse de oro al conceder permisos ilegales a constructoras inmobiliarias a cambio de sobornos. A la panista le dolió la acusación. Días después, respondió: “Me reclamó que yo vivo en una casa propia y que ella vive en un departamento rentado. Si a los 60 años no has podido hacer un patrimonio, eres bien güey, con todo respeto”. El comentario, en un país donde comprar una casa es un lujo de ricos y la mayoría de los jóvenes saben que nunca podrán tener hogar propio, no sentó bien.

Máynez, Máynez, Máynez

Ellas son las favoritas. Él es solo Máynez. El candidato de Movimiento Ciudadano juega su propio partido. Visita universidades, se enzarza con los estudiantes, lleva zapatillas a la última y protagoniza el hit del verano, una canción que corea su nombre hasta la extenuación como un truco mnemotécnico para que nos acordemos de que existe. Es extremadamente pegadiza: vale igual para mítines, quinceañeras o fiestas en Corea del Sur. El aspirante, abanderado de una “nueva política” que recuerda mucho a la de toda la vida, es consciente de que para ganar necesita de un milagro bíblico. Así que él se lo pasa bien, le apuesta a las redes sociales, se viraliza gracias a un equipo de comunicación más listo que el hambre y, mientras tanto, poco a poco y sin levantar sospechas, recorta distancias con Gálvez. El último invitado al baile da de pronto tanto miedo que los que toman las decisiones en el PRI y el PAN le han pedido que se retire de la carrera y les deje el camino libre. Eso sí, “por amor a México”. Máynez responde con el donaire del que no tenía nada que perder y aun así empieza a ver algo que ganar: “Que declinen [ellos] por mí”.

Un “mero trámite”

Xóchitl Gálvez sabe que corre el último esprint: tiene que arriesgarse, salir del guion y gastar todos los trucos de la baraja. Sheinbaum está en una carrera de fondo. No cambia el ritmo, no mira hacia atrás ni para ver si sus competidores se acercan. Para ella es fácil: partía con años luz de ventaja y todo lo que necesita es evitar ese tropezón, que el cansancio no le doble las piernas en la recta final y le suelte la lengua con una declaración poco afortunada que embarre sus calculadas intervenciones. Gálvez le busca y rebusca las cosquillas —dice que ha sobrevivido a la campaña “haciéndose la muertita”— tiende el capote bien visible, pero, la morenista, como quien oye llover.

Nadie aguanta, aun así, la constante exposición sin pasarse un par de veces de frenada. A Sheinbaum el aplomo de ganadora finalmente le traicionó el lunes 6 de mayo, tras reunirse con el Consejo Mexicano de Negocios, cuando dijo que ya solo le “falta el trámite del 2 de junio”, el día D.

A Gálvez se le hizo la boca agua y trató de capitalizar el patinazo: “Se necesita mucha arrogancia para reducir a un mero trámite una votación de 100 millones de personas en un proceso democrático. La soberbia es un pecado que se paga en vida”. No le funcionó demasiado. Sheinbaum está hecha de teflón.

Se te cae el país

Gálvez también puede hilar fino. De nuevo en el segundo debate, fuente inagotable de insultos, acudió a la hemeroteca para airear dos de los grandes escándalos de Sheinbaum. El terremoto del 19 de septiembre de 2017 causó el derrumbe del colegio privado Rébsamen, en Tlalplan, alcaldía de la que ella era jefa delegacional. Aunque la justicia encontró culpable a la directora de la escuela por construir ilegalmente un piso de más de 230 toneladas que los cimientos no soportaron, la sombra de la tragedia siempre ha sobrevolado a Sheinbaum. Ahí está la caída de la Línea 12, un trayecto de metro, recorrido por trabajadores de regreso de la jornada a sus barrios humildes, que se vino abajo en hora pico un mayo de 2021 y dejó 26 muertos y un centenar de heridos. Tres años después, Gálvez cargó la munición: “Señora de las mentiras, se te cayó un colegio porque no aplicaste la protección civil, se te cayó el Metro por falta de mantenimiento. Tú no vas a ser presidenta, se te caería el país”.

La priandilla maravilla

Otra vez, el segundo debate, esa batalla campal tan rica en anécdotas y tan pobre en propuestas. El cártel inmobiliario era caza mayor, una presa demasiado jugosa para dejarla escapar. Sheinbaum se revolvió contra los insultos de su rival y pasó a la ofensiva con menos maña que fuerza. “La única extorsión que conoce la candidata del PRIAN es la de la priandilla inmobiliaria”, disparó, poniendo de nuevo sobre la mesa el caso del cártel inmobiliario de la Benito Juárez. Y a la vez, en un alarde retórico, juntó PRI y PAN en una misma palabra, una forma algo simplona de decirle a Gálvez que forma parte de la vieja estructura que gobernó México décadas, el partido de la corrupción institucionalizada, la dictadura perfecta y la masacre de Tlatelolco.

A esta encuesta le falta levadura

Ya lo enseñó el fútbol italiano: cuando vas ganando, lo mejor es replegar a todo el equipo en tu propia área, hacer un muro humano infranqueable y dejar pasar los minutos hasta que el árbitro pite el final del partido. No hacen falta grandes gestos ni florituras, solo mantener el marcador a tu favor. En esas se encuentra Sheinbaum, que se ve tan sobrada como para proclamar que sus adversarios necesitarían levadura para inflar sus resultados. “Por más guerra sucia, por más mentiras, por más calumnias, no suben en las encuestas, habría que echarles un poco de [levadura] Royal a ver si suben, pero ni así, la verdad”, lanzó a finales de abril. El ingenio, desatado. Que tiemble Ricky Gervais.

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Alejandro Santos Cid
Reportero en El País México desde 2021. Es licenciado en Antropología Social y Cultural por la Universidad Autónoma de Madrid y máster por la Escuela de Periodismo UAM-EL PAÍS. Cubre la actualidad mexicana con especial interés por temas migratorios, derechos humanos, violencia política y cultura.
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