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Vergara, Seminario de.

Institución pedagógica emblemática de la ilustración vasca, también conocida como Real Seminario Patriótico de Vergara, cuyo destino estuvo ligado desde el principio al proyecto social y educativo de la Real Sociedad Bascongada de Amigos del País.

Los estatutos de la Bascongada, aprobados por Carlos III el 10 de agosto de 1773, habían destacado su carácter económico al indicar: “Es un Cuerpo patriótico unido con el único fin de servir a la Patria y al Estado, procurando perfeccionar la Agricultura, promover la Industria y extender el Comercio”. Sin embargo, de acuerdo con la manera de pensar de la época, la mejora económica era inseparable de la promoción educativa, de modo que en 1776 se abrió en el antiguo colegio de los jesuitas de Vergara una escuela que recibió el nombre de Real Seminario Patriótico Vascongado, sobre la base de la escuela provisional de niños, latinidad, dibujo y buenas letras que funcionaba desde 1774.

La educación que impartió el Seminario a sus alumnos llevaba a la práctica las ideas del fundador, el conde de Peñaflorida. Se trataba de un proyecto de educación de elites con un espíritu utilitarista y abierto, una especie de patriotismo moderno dirigido a formar una oligarquía de héroes y vasallos que sirviera al rey y al Estado, entre cuyos alumnos figuraron personajes tan importantes como Martín Fernández de Navarrete o José María de Lanz.

El Seminario tuvo una etapa de arranque hasta 1778, cuando se concedieron las cátedras de química y mineralogía-metalurgia; una de sostenimiento hasta 1783, en que se cambió el plan de estudios por influencia del profesor de mineralogía Fausto de Elhúyar -futuro descubridor del wolframio-; una brillante tercera etapa hasta 1790 en la que Jerónimo Mas introdujo la reforma de los estudios físico-matemáticos y químicos y un período final que termina en 1794, cuando las tropas convencionales francesas en guerra con España invaden Guipúzcoa y le causan grandes daños, por lo que la institución se traslada a Vitoria.

En 1778 el Seminario ya contaba con sesenta alumnos, doce profesores y quince dependientes que servían y cuidaban al selecto pupilado. Como se ha señalado, el pensum seminarista conjugaba los conocimientos generales recibidos tradicionalmente en los colegios o seminarios con saberes particulares, cercanos a las asignaturas impartidas en las modernas escuelas profesionales de artes y oficios, la tradicional buena educación con las ciencias útiles. La Enseñanza General comprendía las primeras letras (leer y escribir según la ortografía de la Real Academia Española, fijar un carácter de letra nacional, poligrafía o lectura de letras antiguas y gramática española), lenguas (latín según el método de Abril y el Brocense, "resucitado" por Mr. Vanière y adaptado por el profesor Martín de Erro, además de francés, italiano, inglés y alemán), humanidad (mitología, retórica, lógica, geografía, historia, blasón y filosofía moral), física (física experimental, elementos de agricultura, nociones de historia natural), elementos matemáticos (álgebra, geometría, esfera y cronología), dibujo (figura humana, adornos y flores, paisaje, decoración y órdenes de arquitectura) y habilidades (baile, música, esgrima y equitación).

La división de conocimientos particulares, diseñada para quienes no tenían intención de dedicarse a carreras en la iglesia, magistratura, ejército o marina, contenía siete materias: comercio (preparación de libros y escrituras por partida doble, tratados y normas mercantiles), química (agricultura, economía rural y de los oficios y artes industriales), mineralogía (estudio de minerales, física, geometría y arquitectura subterráneas), metalurgia (docimasía o arte de ensayar metales, construcción de hornos, fraguas, moldes...), arquitectura pública (civil e hidráulica, además de estática e hidrostática), agripericia (medición, tasación y plantación de tierras, geometría práctica, agricultura y botánica) y, finalmente, política (gobierno de los pueblos, las provincias y el Estado, con especial atención a la política de los antiguos y la aritmética política).

Obviamente, la importancia concedida a las matemáticas y ciencias físico-naturales confiere un sesgo particular a la educación intelectual seminarista, pues insiste en el uso de laboratorios y apuesta por la ciencia moderna. Su originalidad residía precisamente en dar a conocer a los alumnos "lo que escribieron los Newtones, los Leibnizes, los Muschembrocks, Nolets, Sigauts, de la Fon, Paras y Bufones".

Nadie expresa mejor el espíritu que preside la educación seminarista que el célebre ilustrado Valentín de Foronda, cuando menciona la importancia de una triple preparación física, moral e intelectual para los alumnos. Frente a la habitual represión del cuerpo, se atiende a "robustecer la máquina de los muchachos" haciéndoles correr, brincar, jugar a la pelota, no temer al sol, no dejarse "acoquinar" del frío, despreciar las intemperies y, finalmente, bailar y jugar a esgrima para comunicar gracia a sus movimientos, preparándolos para comportarse noblemente en convites, desfiles y demás actuaciones públicas. En segundo término, junto a sólidos principios de religión se intenta inspirar "cariño a la virtud, odio al vicio, amor al trabajo, horror a la inacción, suavidad y ternura para los indigentes, un afectuoso respeto para su monarca y [...] el entusiasmo de ser útiles a su patria”. Estos principios se reflejan con claridad en el régimen disciplinario del Seminario. Se trataba de lograr la solidez moral y motivación individual de los alumnos mediante el premio por los buenos actos, el destierro a toda costa del castigo físico y el fomento de su participación en la administración y el mantenimiento del orden interno en el centro.

El proyecto educativo del Seminario de Vergara sólo era factible si se llevaba a cabo una buena selección de profesores. Éstos eran nombrados directamente por la Sociedad y debían constituirse en "modelos perfectos de virtud, urbanidad, aplicación e instrucción [siendo] responsables a Dios, a la Junta de Institución y al Estado del cargo más grande que puede confiarse a un hombre". Junto al jefe de estudios, que tenía a su cargo las prácticas religiosas, había un ayudante responsable de la disciplina y el cumplimiento de las Ordenanzas e inspectores de turno, enfermería y sala que asistían a los seminaristas en la salud y en la enfermedad, cuidaban que se cumplieran los castigos impuestos y mantenían el orden en los dormitorios.

El cuerpo docente propiamente dicho estaba compuesto de un maestro de humanidades -uno de ellos, Juan Lorenzo de Benitúa Iriarte, fue muy crítico de la enseñanza militar- y otros de latinidad, primeras letras y habilidades, pero en lo referente a la enseñanza científica era donde se alcanzaba un altísimo nivel. Francisco Chavaneau, Luis Proust y Jerónimo Mas ejercieron como profesores de física, química y matemáticas en el Seminario.

El primero de ellos llegó a Vergara en noviembre de 1778 y, muy poco tiempo después, exponía en una Introducción al Curso de Física su programa educativo. Además de las nociones de os cuerpos, Chavaneau incluyó en el temario el estudio de la materia, movimiento, mecánica, aire, sonido, luz, fuego, electricidad y astronomía física según el sistema newtoniano. Muy innovadoras resultaron sus actividades de observación y análisis de materiales sobre el terreno, el impulso al uso docente del laboratorio y el proyecto de formar un mapa mineralógico español, presentado a las autoridades en compañía de Proust. Chavaneau realizó una notable labor docente, pero no consiguió adaptarse al régimen de internado y tuvo diversos enfrentamientos con la jerarquía académica así que, en el verano de 1781, abandonó el Seminario.

La cátedra de química, mineralogía y metalurgia estuvo a cargo de Proust, que se incorporó al Seminario en 1778. Aunque el famoso químico apenas permaneció en Vergara dos años, consiguió montar un excelente laboratorio químico en la Casa-Torre Zabala, impartió lecciones públicas y preparó una Introducción al curso de Química que superaba la de su colega Chavaneau por su carácter marcadamente analítico, en detrimento del enfoque basado en métodos de síntesis del anterior. En su último curso, Proust efectuó estudios del cobalto, el espato y la resina de la bilis. Recientemente se ha señalado que fueron varias las causas por las que abandonó Vergara: el retraso en percibir su sueldo y la forzada postergación de su profunda vocación investigadora en favor de la docente, pero no hay que olvidar que llegó a tener incoado un proceso inquisitorial por comportamientos considerados poco ortodoxos en materia de lectura y costumbres.

Jerónimo Mas era un formidable matemático. En su regulación inicial de 1776 el contenido de la asignatura englobaba la enseñanza de aritmética, álgebra, geometría, trigonometría, estática, hidrostática, esfera y elementos de astronomía. En 1779, Mas elaboró un nuevo plan de enseñanza de Matemáticas, al que iba unido otro proyecto que adaptaba su contenido a los estudios cursados en la Armada, a la cual iban a parar un buen número de alumnos al finalizar los estudios. Su vasto proyecto planteaba la enseñanza de "La aritmética, geometría, trigonometría plana y esférica, las reglas fundamentales del álgebra con algún uso del cálculo literal, la álgebra con sus aplicaciones a la aritmética, geometría y trigonometría. Las secciones cónicas, el cálculo diferencial e integral con sus respectivas aplicaciones a la geometría sublime y trascendente, la mecánica estática, hidráulica, hidrostática, óptica, dioptría, catóptrica, perspectiva, astronomía, geografía, hidrografía o náutica, gnomónica, cronología, arquitectura militar y civil y la artillería". Estas materias se cursaron sobre los textos de los mejores autores, el Compendio de Benito Bails, las obras de Jorge Juan, "Alambert, Eulero, Fontaine, le marquis de Condorcet, Bougainville, Reynan, Bouguer y Muller". El tiempo de formación requerido era de cuatro años, a razón de cuatro horas diarias, y se recalcaba la necesidad de usar como apoyo a la docencia instrumentos científicos, globos y mapas, modelos de máquinas simples y compuestas e incluso un observatorio astronómico.

Como se dijo, la educación seminarista no estaba al alcance de todos. Los aspirantes debían ser alumnos de la Sociedad Bascongada, huérfanos, hijos o sobrinos de socio contribuyente. La edad de admisión estaba entre los siete y los catorce años. Cumplidas las formalidades de rigor, la revisión médica y el pago de cuotas, el aspirante se convertía en alumno externo, huésped o pensionista. El nuevo seminarista debía llevar en su equipaje el Catecismo Diocesano, el Catecismo Histórico de Fleury, un devocionario para la misa, confesión y comunión, la Ortografía española, la Gramática castellana, un cubierto completo, media docena de servilletas, un mantel, colchones, sábanas, mantas, uniforme y ropa. Tras la lectura de las Ordenanzas se le entregaba la divisa de alumno, que contenía en el anverso la leyenda "Del Rey y de la Patria" y en el reverso las letras A y B, de "Alumno Bascongado”. Luego se le presentaba a la Junta General y a sus compañeros. Se integraba entonces en un grupo de edad y en una sala o trozo, esto es, una división según su especialidad y dormitorio. A pesar de la existencia de abundante personal subalterno dedicado a labores de preparación de comida, lavado, calefacción y cuidado doméstico, la vida de un seminarista no era fácil. El horario por el que se regía iba desde las 6.30 de la mañana (media hora antes los festivos) hasta las 10 de la noche. Diariamente había siete horas de clase, dos horas y media de práctica religiosa (ofrecimiento de obras a Dios, misa, rosario, lección espiritual y examen de conciencia), además del tiempo de repaso, velas o servicios, recreo y comidas. Los jueves, fines de semana y festivos tenían menos clases, pero el tiempo se ocupaba con experimentos en el laboratorio, paseos, lectura, escritura y la celebración de juntas de ordenanza.

Tras la Guerra de la Convención la suerte del Seminario fue nefasta. Aunque fue abierto de nuevo en 1798, en 1804 el gobierno lo convirtió en Seminario de Nobles y en 1808 fue cerrado definitivamente. Con todo, el recuerdo del Seminario vergarés estuvo presente en la fundación de instituciones de formación técnica e industrial, algunas de las cuales perduran hasta nuestros días.

Temas relacionados

Bibliografía

  • FELIPE, E. de "El Real Seminario y sus alumnos de Ultramar", en Presencia Vasca en América. (Gobierno Vasco, 1991).

  • LARRAÑAGA ELORZA, K. Las manifestaciones del hecho ilustrado en Bergara. (Ayuntamiento de Bergara, 1991).

  • MARTÍNEZ RUIZ, J. Filiación de los seminaristas del Real Seminario Patriótico Bascongado y de Nobles de Vergara. (San Sebastián: Real Sociedad Vascongada de los Amigos del País, 1972).

  • RECARTE BARRIOLA, M. T. Ilustración vasca y renovación educativa: la Real Sociedad Bascongada de los Amigos del País. (Universidad Pontificia de Salamanca-Real Sociedad Bascongada de los Amigos del País, 1991).

M. Lucena Giraldo.