(PDF) El ejercito prusiano en el reinado de Federico II de Prusia. | Victor Garcia Gonzalez - Academia.edu
EL EJÉRCITO PRUSIANO EN EL REINADO DE FEDERICO II Víctor García González Universidad de Málaga “Verdaderamente es un mal muy deplorable esa multitud de soldados mantenidos permanentemente por todos los príncipes; pero también ese mal produce un bien, como ya se ha hecho notar: los pueblos no se mezclan para nada en las guerras que hacen sus amos, los ciudadanos de las plazas asediadas pasan a menudo de un dominio a otro sin que ello haya costado la vida ni a un solo habitante; son solamente el premio de quien tenga más soldados, más cañones y más dinero”1. -Voltaire- 1 SAVATER, F. (ED.): Voltaire. Sarcasmos y agudezas, pp. 70-71. 1 Índice: 1. Introducción. 2. Contexto historiográfico: el reinado de Federico II. 3. El ejército prusiano a principios del reinado: la herencia del rey sargento. 4. La Guerra de Sucesión austriaca. 5. La Guerra de los 7 años. 6. El ejército prusiano en los últimos años del reinado de Federico II: las vísperas de Valmy. 7. Epílogo: el ejército prusiano en las guerras revolucionarias y napoleónicas. 8. Apéndice: Las relaciones y la imagen mutua entre Prusia y España en el reinado de Federico II. 9. Conclusiones. 10. Fuentes. 2 1. Introducción. El propósito de este artículo es analizar, contrastando obras de época con estudios actuales, el surgimiento de Prusia como potencia militar en las décadas centrales del siglo XVIII. Para ello, es necesario poner el foco de nuestra investigación en la figura de Federico II, rey de Prusia, aunque no será nuestro objetivo sumergirnos en profundidad en su vida y personalidad, sino estudiar su política militar, la estructura y organización de sus ejércitos y sus hechos de armas más destacados, con la idea de que éstos nos sirvan de evidencia para comprender el calado de la aplicación de sus decisiones. Este texto, asimismo, pretende estudiar el funcionamiento práctico del ejército prusiano, al tiempo que tiene como inquietud secundaria explorar los posibles nexos entre los ejércitos prusiano y español en el marco político europeo de la centuria que estudiamos. Antes de profundizar, debemos clarificar algunos aspectos. Para cualquier historiador que haya querido acercarse a Federico el Grande ha resultado imposible desentenderse de las batallas que protagonizó su ejército y que le dieron la fama, incluso para aquellos que plantearon sus tesis desde la historia cultural y del pensamiento. Por tanto, no pretendemos aquí andar otro camino: las batallas del reinado de Federico II serán algo omnipresente en nuestro relato. No obstante, no buscaremos una explicación sistemática de las mismas –fueron tantas que, incluso haciendo un alarde de síntesis, nuestro análisis quedaría incompleto y correríamos el riesgo de caer en la confusión-, sino utilizarlas como ejemplos para demostrar la manifestación sobre el terreno de las técnicas y tácticas planteadas en la teoría. De cualquier manera, sus hechos de armas más importantes –Rossbach, Leuthen, etc.- aparecen con frecuencia en esta narración, como no podía ser de otra forma tratándose de los momentos culminantes del reinado. Por otro lado, colocar el foco en la figura de Federico II no es óbice para no exponer la realidad del ejército prusiano desde una perspectiva más global. Cronológicamente, nuestro ámbito de estudio abarcará desde los reinados anteriores –especialmente el de su padre, Federico Guillermo I (1713-1740)- en los que toman forma la organización y funcionamiento que caracterizarán al ejército prusiano en tiempos de rey Grande, hasta los posteriores, en los que se pone de manifiesto la importancia que tiene una fuerte personalidad, como la de nuestro protagonista, para garantizar una correcta articulación del sistema. En otras palabras, tendremos como telón de fondo un arco temporal que va desde la Guerra de Sucesión española hasta la campaña de Napoleón contra Prusia de 1806 que, en mi opinión, evidencia el ocaso de la maquinaria perfeccionada por Federico en las décadas centrales del siglo anterior. Adiestramiento, logística, técnica, táctica u orden de batalla son los ejes de nuestro estudio. Partimos haciendo hincapié en las innovaciones llevadas a cabo en el reinado “pacífico” del rey sargento Federico Guillermo I y en cómo éstas respondieron a los requerimientos prácticos de la guerra sobre el terreno con Federico II. Pero, como indicamos anteriormente, nuestra intención ha sido que el trabajo tenga un alma dual, dos patas compatibles e interrelacionadas, lo que ha sido llevado a cabo mediante la inclusión de un apéndice final. Nos centramos aquí en la imagen mutua y en los elementos del otro que se creía necesario copiar o adoptar, sin dar la espalda a la diplomacia o a los viajes de los observadores militares. Con demasiada frecuencia, Federico II ha sido una personalidad mitificada, lo que ha tenido su reflejo en un gran volumen de obras en las que la admiración por el objeto de estudio era escasamente disimulada. Debemos observar más allá del barniz que la fama del personaje y el asombro que producían sus tropas han adherido a las fuentes, extrayendo visos de realidad, por ejemplo, de testimonios manuscritos de la época, 3 como los que elaboraban extranjeros que buscaban poner en prácticas en sus propios reinos las innovaciones prusianas 2. Federico II ha sido siempre un personaje atractivo que ha llamado la atención tanto de sus propios contemporáneos como de los más reconocidos historiadores de los últimos doscientos años, por lo que desarrollaremos el contexto historiográfico de su reinado y su ejército a continuación. 2. Contexto historiográfico: el reinado de Federico II. Este epígrafe pretende ofrecer un contexto general de los autores que han tratado la figura de Federico II, así como explicar la utilización de algunas de las fuentes seleccionadas para este artículo. Por razones obvias debemos acotar nuestras referencias, dejando en el tintero a autores clásicos extranjeros como Roussef, Bourdeau, C. Aubry, Rustant, el conde de Schlieffen, Vacca-Maggiolioni o Gerhard Ritter, y españoles como A. Espina. Las obras de Christopher M. Clark y H.W. Koch, pese a su reconocido prestigio, tratan a Prusia de una forma más general y nuestro objetivo era centrarnos en un reinado y unas problemáticas concretas. Cuando estudiamos el reinado de Federico II, no es difícil caer en la admiración que profesan las fuentes que tratan de él ya en vida del monarca. La historiografía posterior nunca le desprendió de la aureola heroica que, pese a la utilización manipulada de su figura en ciertos momentos de la historia, sigue teniendo hoy. La mayoría de las obras actuales a las que podemos acceder ofrecen un análisis basado en el hecho prusiano. Las demás potencias de la época no aparecen más que como secundarios del drama. Son escasas las obras que realicen un ejercicio de historia militar global de la guerra de los 7 años, por ejemplo. La consecuencia de todo ello es que, inconscientemente, uno acaba reproduciendo cierta Prusiomanía, como diría Duffy, haciéndose partícipe de la admiración por el monarca o dando excesiva importancia a Prusia en un contexto con muchos agentes distintos. Los autores coinciden en considerar a Carlyle 3 como el ejemplo clásico de historiador serio que termina por hacer una hagiografía de su objeto de estudio. Otro autor que desarrolló una parcialidad patética con respecto a Federico fue Macaulay, cuya visión del rey prusiano fue estudiada en España por Mas y Zaldúa 4. Sin embargo, un pasaje suyo es citado con frecuencia para hablar del discutido sentido de la moralidad de Federico, con motivo de la invasión de Sajonia que dio inicio a la Guerra de los 7 años: “…La codicia egoísta del rey de Prusia dio a sus vecinos la señal de ataque. Todo el mundo se precipitó sobre las armas. Sobre la cabeza de Federico recae toda la sangre vertida por doquiera en el mundo”. Christopher Duffy –probablemente el autor que más ha estudiado a Federico II en las últimas décadas, junto con Luvaas o McDonough- da la vuelta a esta sentencia. Para él, las guerras no declaradas en las colonias fueron las que llevaron al conflicto abierto I fa te ía y a alle ía p usia a…, anónimo del s. XVIII. CARLYLE, T. (1897-1898): History of Friedrich II of Prussia called Frederick the Great. 4 MAS Y ZALDÚA, L. (1900): Federico el Grande según Macaulay. 2 3 4 en Europa5. Este historiador, además, afirma que, pese a su parcialidad, la monumental obra de Carlyle sigue teniendo validez 6. En Reddaway encontramos un autor más ecuánime, que somete al juicio de la historia la conquista de Silesia y se plantea si, pese a proporcionarle para la posteridad el título de “el Grande”, se trató de algo necesario, justo o sabio 7. Aunque empapado de la idea de progreso ligada al protestantismo, el libro de Reddaway ofrece una interesante reflexión sobre la vida de Federico, crítica con la labor elegíaca de Carlyle y otros, poniéndolo en valor pero dentro de su contexto de virtudes, defectos, luces y sombras. Otro historiador que considera al rey de Prusia un personaje de claroscuros es Pedro Voltes, según el cual cabría definir a Federico como un estadista a caballo entre la ilustración y el inmovilismo del Antiguo Régimen8. No obstante, hasta hace relativamente poco muchos autores se dejaban llevar por tópicos inspirados por unas supuestas esencias prusianas que se reflejaban en la personalidad de Federico. Fuller –que, por otro lado, es un excelente narrador de batallas-, por ejemplo, exagera los componentes más pintorescos de la estricta rigidez prusiana, como cuando habla de las “cacerías de soldados” para engrosar las filas del ejército9. En realidad, bucear en la ingente cantidad de escritos sobre la figura de Federico II es cerciorarse de la incapacidad de los autores por procesar la interminable obra escrita conservada del monarca. Pese a sus contradicciones, Federico lo dejó todo por escrito. Al hacer un estudio limitado, como este, no nos queda otra opción que recurrir a intermediarios que hayan digerido por nosotros el pensamiento del rey Grande, pero lo ideal, si queremos profundizar en su persona, su ejército y su tiempo, es acudir a su correspondencia y a sus obras autógrafas, como los Principios Generales de 1748 o las Instrucciones secretas a sus oficiales, fundamentales para entender la concepción que Federico tenía del arte de la guerra. 3. El ejército prusiano a principios del reinado: la herencia del rey sargento. Las décadas que siguieron a la Guerra de Sucesión española contemplaron una serie de innovaciones que permitieron el desarrollo de la guerra de línea hasta su máxima expresión. Se produjeron cambios en las tácticas y métodos de disparo. Hubo también modificaciones graduales en la tecnología del mosquete de cañón liso. La centralización de la autoridad en manos del estado se mantuvo y perfeccionó, lo que permitió a su vez la imposición de niveles crecientes de uniformidad en los ejércitos del período, incluyendo normas estrictas de instrucción y disciplina. El ejército prusiano legado a Federico II en 1740 era el producto de años de trabajo de varias personalidades importantes: como no podía ser de otra manera, el llamado rey sargento, Federico Guillermo I, el príncipe Leopoldo de Anhalt-Dessau, conocido como el Viejo Dessauer, y el mariscal Schwerin, artífice de algunas de las victorias más importantes de Prusia aún en el reinado de Federico II –falleció en la batalla de Kolin en 1757-. Se trata de los tres ejemplos más señeros de una generación de oficiales dotados de una completa formación y una gran capacidad de innovación. La infantería prusiana, desarrollada bajo la tutela del Viejo Dessauer, adoptó un sistema que hacía que los ocho DUFFY, C. (1985): Frederick the Great: a military life, p. 298. Ibídem, p. 284. 7 REDDAWAY, W.F. (1904): Federico II el Grande. Rey de Prusia, p. 89. 8 VOLTES, P. (2006): Federico el Grande de Prusia. 9 FULLER, J.F.C. (1961): Batallas decisivas del mundo occidental, vol. II, p. 18-19. 5 6 5 pelotones de cada batallón dispararan por separado, uno tras otro, empezando por el situado más a la derecha –normalmente el más veterano- y seguido por el que estaba en el extremo contrario hasta llegar al centro del batallón. El proceso duraba en total entre 15 y 20 segundos, al menos en terreno de marcha, y, una vez que habían abierto fuego los ocho pelotones, el primero ya había recargado. Estas innovaciones tardaron en extenderse a los demás ejércitos: hasta mediados de siglo, el ejército francés mantuvo el sistema de fuego por filas, con 4 líneas de profundidad. Las mejoras técnicas ayudaron a hacer más fiable el armamento. Entre 1718 y 1738 se introdujeron la baqueta metálica y el cartucho, por ejemplo. Algo después de 1730, el Viejo Dessauer también introdujo la marcha rítmica en las unidades prusianas –sólo se había hecho antes en Suecia 10-, una medida que se extendería con gran éxito por toda Europa en las décadas siguientes. Con las marchas rítmicas los soldados avanzaban al unísono, al son de los tambores, permitiendo además que marcharan muy juntos dejando apenas espacio entre ellos. Ese mecánico espíritu influiría en la regulación de la conducta. La infantería prusiana alcanzó fama por su disciplinado comportamiento, que se mantenía mediante duros castigos. Según el propio Federico, el soldado “debía temer más a sus oficiales que a los peligros a los que estaba expuesto”11. Este duro sistema fue muchas veces imitado, pero conllevaba el riesgo de forzar a los soldados hasta convertirlos en presas del miedo y el odio. En lo que a instrucción respecta, supone un lugar común hacer referencia al énfasis puesto por los prusianos en la disciplina draconiana y la obediencia ciega. Lo que se pretendía con el entrenamiento era, en palabras del Viejo Dessauer, que los soldados “dispararan bien, recargaran rápido, fuera intrépidos y atacaran con vigor” 12 . El nivel aceptable para un soldado prusiano era disparar cuatro o cinco descargas por minuto, mientras que en cualquier otro ejército era impensable pretender más de dos o tres. Un anónimo oficial francés expuso así la política interna del ejército prusiano en 1788: “Les loix militaires sont ecrits avec la sang et ne peuvent se maintenir que pas le sang”13. Federico heredó un ejército listo para entrar en acción, y lo haría, porque el flamante monarca prusiano consideraba un error la política de neutralidad de su padre. Aceptando que el ejército iría a la guerra, surgieron dos corrientes con distintas perspectivas tácticas. Por un lado, Federico era partícipe del combate cuerpo a cuerpo con bayoneta, frente al protagonismo de la potencia de fuego. Por otro, el príncipe Leopoldo defendía que la mejor táctica para el ejército prusiano eran las descargas a corta distancia. Al poco de comenzar la guerra contra Austria en 1740 quedó claro que la potencia de fuego era la mejor baza prusiana, por lo que Federico cedió y adoptó la táctica del Dessauer. En 1740, mosqueteros, fusileros o granaderos no tenían grandes diferencias. Estas eran más de estatus que de funciones. El ejército prusiano supuso el perfeccionamiento de este soldado de tipo estándar. En lo que a tácticas se refiere, el orden oblicuo que simbolizó Federico II, considerado por algunos investigadores como una mera maniobra de flanqueo, consistía en reforzar uno de los extremos de las líneas –el atacante-, al tiempo que se minimizaba la situación expuesta del extremo más débil14. La táctica oblicua permitía proteger su flanco débil, pero requería una rapidez de movimientos sólo posible con tropas 10 CHANDLER, D. (1990): The art of warfare in the age of Marlborough, p. 106. Ibídem, p. 107. 12 Ibídem, pp. 105-106. 13 O se vatio s politi ues et ilitai es… (1788) Anónimo, p. 16. 14 BLACK, J. (2003): Op.cit., p. 119. 11 6 disciplinadas y muy bien adiestradas. Federico triunfó con esta táctica en Hohenfriedberg y Soor, por ejemplo, en la segunda guerra de Silesia (1744-1745), y los franco-austríacos fracasaron en Rossbach con un intento de utilizarla contra su creador. Según Black, podemos ver algunos precedentes de esta táctica en las teorías del Conde de Montecuccoli en el XVII, en las tácticas de Marlborough en la Guerra de Sucesión española y en las cargas escocesas de los jacobitas. El anónimo francés antes mencionado, en línea con una opinión generalizada entre historiadores y contemporáneos de Federico, hace hincapié en que las innovaciones del rey Grande se basaron en un aumento de efectivos, sin cambiar un ápice las tácticas que su padre había introducido15. Frente a la constante fiabilidad de la infantería, el ejército prusiano tuvo serios problemas con su caballería en los primeros años del reinado de Federico. En Mollwitz y Chotusitz la caballería austriaca superó ampliamente a la prusiana, y debió ser la infantería, menor en número que la de sus enemigos, la que, adoptando una formación cerrada, forzó la retirada austriaca a costa de graves pérdidas 16. Los desajustes con la caballería reaparecerían con frecuencia, como en Lobositz en 1756. La mala reputación también perseguía a los ingenieros, cifrándose su mejoría en un cambio en las ordenanzas17. Igualmente, se sospechaba de la calidad de los freikorps: tropas auxiliares que eran, con frecuencia, mercenarios. Hubo excepciones: en la Guerra de los 7 años, los freikorps de Friedrich Wilhelm Kleist operaron con éxito como un ejército en miniatura18 tras las líneas enemigas. El ejército de Federico Guillermo I y Federico II era el reflejo de la sociedad prusiana. La base del ejército era la baja nobleza de los Junkers. Tenían que ganarse su posición en base a una larga carrera de servicio. Pero el componente extranjero contaba con un gran peso específico. El ejército prusiano, como dijo Federico II en 1748, era mitad nativo, mitad mercenario. Los nativos se formaban en verano y eran llamados a filas en caso de guerra, constituyendo el núcleo del ejército al servir de reserva e integrar la infantería de depósito que creó Federico Guillermo I19. Las tropas prusianas, como vemos, se basaban en una rígida división clasista, lo que para Federico significaba poder contar con un contingente humano que no fuera germen de oposición. Gran parte de la rigidez prusiana atribuida a la personalidad del rey era debida, en realidad, a la dureza del ordenamiento estamental, que convertía cualquier ascenso social en una rara excepción, según Knopp20. Las diferencias iban más allá de la nacionalidad o el linaje. Por ejemplo, en 1740, el principal cuerpo de élite prusiano, los granaderos de Potsdam, recibía al día 1 sou -sol o sueldo, una moneda de origen medieval- y 6 dineros -monedas más pequeñas-, así como una ración completa, uniforme, formación rudimentaria y atención médica gratuitas, mientras que un soldado de línea debía conformarse con 1 dinero y medio al día y la ración básica 21. Para la Prusia de Federico Guillermo I se ha acuñado el concepto de estado burocrático-militar. Según H.C. Johnson, ningún estado ligó las funciones militares a las administrativas tan estrechamente. Centrado en un ejército defensivo que permaneció libre de compromisos bélicos, el rey sargento creó una amplia reserva con O se vatio s politi ues et ilitai es… (1788) p. 1. BLACK, J. (2003): Op.cit., p. 118. 17 O se vatio s politi ues et ilitai es… (1788) p. 5. 18 DUFFY, C. (1987): The Military Experience in the Age of Reason, p.273. 19 Ibídem, p.24. 20 KNOPP, W. (1986): En recuerdo de un rey: Federico II de Prusia, 1712-1786, p. 52. 21 CHANDLER, D. (1990): Op.cit., pp. 101-102. 15 16 7 miembros de todas las clases, a los que involucró en un proyecto común y con los que forjó una relación personal de lealtad a la Corona22. La historiografía ha convertido al padre de Federico II en un personaje controvertido. Reddaway señala que Carlyle, uno de sus mayores admiradores entre los historiadores, empieza dibujando un profeta y termina trazando la personalidad de un psicópata. De cualquier manera, fue un trabajador incansable. Centralizó la administración militar creando el Directorio General de Guerra y Finanzas -Generaloberfinanz, Kriegs, und Domänendirektorium 23 -e introdujo el sistema de conscripción cantonal –entre 1732 y 1733- que, de facto, convertía a los campesinos en soldados que debían acudir por turnos a filas, a una edad en la que se les podía moldear en la lealtad al Estado y al rey 24 . A cada cantón corresponderían 5000 potenciales reclutas: un regimiento propio. Frente a este planteamiento, los campesinos alemanes forjaron un conservadurismo que les llevó aceptar este servicio a cambio de su propia existencia, desentendiéndose de complicaciones el resto de su vida. Ello condicionó la mentalidad del funcionariado civil de clase baja, que permaneció estancado durante décadas. El conservadurismo acabaría esclerotizando las estructuras del Estado prusiano. El fruto de esta política, sostenida durante años, fue evidente. En 1756, cuando se rindió a los prusianos en Pirna, Sajonia tenía un pequeño ejército de 9000 hombres. Austria, hasta las reformas de 1750, mantuvo la administración civil y la militar separadas. A la muerte de Federico Guillermo I, Prusia –que había tomado Stettin a los suecos en 171425- contaba con una administración unificada y un ejército permanente de 83000 hombres26 que aumentaría progresivamente hasta más de 130000 (1756) en el reinado de Federico II. Curiosamente, aquel que debía dirigir la maquinaria bélica prusiana en sus años de esplendor, fue durante el reinado de su padre, Federico Guillermo I, un joven díscolo que trató de huir a Inglaterra, un ilustrado aficionado a la literatura y la filosofía, amigo de Voltaire, alguien que coqueteó con el pacifismo y criticó ácida e injustamente a un Maquiavelo al que superaría con creces en la puesta en práctica de aquello que denunciaba27 -P. Voltes señala que Voltaire consideró el colmo del maquiavelismo que Federico refutara a Maquiavelo, cuya obra no entendió, pues el florentino fue el primer denunciante, no seguidor, del maquiavelismo 28 -. Se trata sólo de un ejemplo de las contradicciones que jalonarían la vida del rey Grande y que convierten su personalidad en un objeto de estudio tan fascinante. Se muestra tan sincero y contradictorio en sus numerosos escritos, que se hace difícil, si no imposible, descubrir su verdadera personalidad, no ya respecto a sus contemporáneos, sino incluso a sí mismo 29. 22 JOHNSON, H.C. (1975): Frederick the Great and his officials, pp. 3, 5 y 24. VOLTES, P. (2006): Op.cit., p. 36. 24 Ibídem, 26. 25 BLACK, J. (2003): Op.cit., p. 112. 26 BLACK, J. (1994): European Warfare, 1660-1815, p. 102. 27 FEDERICO II, REY DE PRUSIA (1740): Antimaquiavelo o Refutación del Príncipe de Maquiavelo, p. 35. 28 VOLTES, P. (2006): Op.cit., p. 146. 29 FULLER, J.F.C. (1961): Op.cit., p. 219. 23 8 4. La Guerra de Sucesión austriaca. “Así como el toro debe embestir con sus astas, el ruiseñor cantar y el delfín nadar, yo debo hacer la guerra”30. –Federico II el Grande, rey de Prusia-. Recién subido al trono, el joven Federico II, con un formidable ejército a su disposición fruto de años de paz y adiestramiento, observa cómo se presenta ante sus ojos la oportunidad de alcanzar la grandeza a costa del Imperio austriaco de la desvalida y cuestionada emperatriz María Teresa, joven heredera del recientemente fallecido emperador Carlos VI. Como señala Knopp, sería la bienséance31, la situación favorable, la principal fuerza motriz que llevaría a Federico a dejar atrás el antimaquiavelismo del que hizo gala siendo príncipe y tomar personalmente la decisión de invadir Silesia. Jeremy Black32 defiende que el auge de Federico se debió en un principio y en gran parte a la suerte. En las guerras de Silesia no tenía otro enemigo que una Austria agotada por la guerra contra los turcos y enfrentada a Baviera, España y Francia, y sus victorias pueden parecen fáciles gracias a la dureza de su infantería. Pero no debemos llamarnos a engaño. En las primeras batallas como Mollwitz –ganada por Schwerin porque Federico debió huir con los restos de la caballería para no ser capturado- y Chotusitz se venció gracias a la disciplina. El orden oblicuo no se empleó, y las bajas prusianas fueron tantas o más –en Mollwitz, 300 más- que las austriacas. Además, se trataba de una época en la que los asedios, más predecibles y económicos en términos de bajas, eran la forma de guerra preferida por los generales 33. Por ello, el impacto de un ejército con la inclinación al combate directo del prusiano debió ser considerable. Las guerras de Silesia nos legaron el más completo y coherente tratado sobre el arte de la guerra de Federico, los Principes Généraux de 1748, en los que el monarca recogía las lecciones aprendidas en sus primeros ocho años de reinado. También sentaron las bases de las futuras mejoras técnicas: entre 1740 y 1745, la fábrica de armas de Spandau se convirtió en paradigma de la eficacia prusiana, de tal forma que el acceso quedó vedado a los extranjeros. La desconfianza hacia estos últimos, así como el miedo al generalizado fenómeno de la deserción, quedan patentes en los Principes Généraux: “Nuestros regimientos estaban compuestos mitad por nativos, mitad por mercenarios. Los segundos no tienen nada que los obligue con el Estado. Desertarán a la primera oportunidad, y ello convierte en importante para nosotros prevenir la deserción”. Por último, cabe mencionar que fue en las guerras de Silesia donde Federico II adquirió la experiencia administrativa de la que carecía en su etapa como príncipe. Tras la conquista de la nueva provincia, fue el artífice de la creación del Feldskriegcommisariat y del cargo de ministro para Silesia34. 30 VOLTES, P. (2006): Op.cit., p.59. KNOPP, W. (1986): Op.cit., p. 18. 32 BLACK, J. (2001): La Europa del siglo XVIII: 1700-1789, p. 372. 33 CHANDLER, D. (1990): Op.cit., p. 13. 34 JOHNSON, H.C. (1975): Op.cit., p. 135. 31 9 5. La Guerra de los 7 años. “Leyendo los periódicos se puede pensar que un grupo de reyes y príncipes se ha reunido para cazarme como a un ciervo, y que éstos están invitando a sus amigos a la cacería… Por mi parte tengo la determinación absoluta de no complacerles en este respecto. De hecho, confío en ser yo el cazador…” 35 –Federico II a su hermana Guillermina, el 7 de febrero de 1757Los años entre 1745 y 1756 permitieron al rey de Prusia centrarse en la formación de los oficiales y sistematizar las revistas y maniobras, como los ejercicios de otoño, que llegaron a reunir en septiembre de 1753, entre Gatow y Spandau, 44000 hombres36. Figuras como el general Hans Carl von Winterfeldt, el general de caballería Friedrich Wilhelm Freiherr von Seydlitz o el príncipe Moritz de Anhalt, el salvaje hijo del Viejo Dessauer –su padre decidió realizar con él el experimento de no darle ninguna educación- alcanzaron renombre de cara a la guerra que empezaría en 1756. Como evidencia la cita que incluimos al principio del capítulo, el desafío que Federico se disponía a acometer en 1756 era de proporciones titánicas. Gobernaba un reino de 4500000 almas y estaba a punto de enfrentarse a Austria, Rusia, Francia, Suecia y una serie de estados alemanes que reunían 90 millones 37 . Pero Federico el Grande, pese a humillaciones pasadas como Mollwitz, no rehuía la batalla. Sólo en 1757 combatió en cuatro grandes enfrentamientos directos: Praga, Kolin, Rossbach y Leuthen, mientras el príncipe Fernando de Brunswick, que actuaría de forma autónoma durante toda la guerra, derrotaba a los franceses en Minden con un ejército angloalemán en el que solo una pequeña parte de las tropas eran prusianas. Praga y Kolin –donde murió el mariscal Schwerin- muestran las carencias del ejército de Federico II, como la incapacidad de sostener grandes asedios con éxito o la incomprensión hacia el valor de la infantería ligera –los cazadores o jäger prusianos, incapaces de luchar en orden abierto con un fuego regular, nunca fueron rivales para los croatas de la emperatriz María Teresa en der kleine Krieg38. Por el contrario, Rossbach y Leuthen evidencian todas las virtudes prusianas que hemos mencionado anteriormente, así como los defectos de sus adversarios. En Rossbach es igual de relevante la falta de entendimiento entre los generales aliados Soubise y Hilburghausen que la presencia de subordinados experimentados y audaces como el prusiano Von Seydlitz 39. Las pérdidas prusianas fueron 165 muertos y 376 heridos, mientras las de los aliados ascendían a 3000 muertos y heridos, 5000 prisioneros, incluyendo 8 generales y 300 oficiales, 67 cañones perdidos, así como 7 banderas, 15 estandartes y numeroso equipaje 40 . En Leuthen se perdieron 6000 hombres, pero Federico provocó 10000 bajas, hizo 12000 prisioneros en la batalla y otros 17000 en Breslau. El escenario de guerra en Europa central fue más extensivo y menos civilizado. Federico nunca lideró un ejército tan grande como los 65000 que sitiaron Praga en 1757, y es significativo el hecho de que el combate escapó casi enteramente a su control. Sus fuerzas en sus otras batallas pueden ser consideradas en tres escalas de DUFFY, C. (1985): Op.cit., p. 111. Ibídem, p. 81. 37 Ibídem, p. 228. 38 La gue a pe ueña , e el se tido de gue a i egula o gue illa. 39 Té i as éli as… (2007) pp. 168-169. 40 FULLER, J.F.C. (1961): Op.cit., p. 235. 35 36 10 tamaño41: sobre 50000 –en Hohenfriedberg, Kunersdorf o Torgau-, entre 36000 y 29000 -Lobositz, Kolin, Leuthen, Zorndorf, Hochkirch o Liegnitz-, y sobre 23000 -Mollwitz, Chotusitz, Soor o Rossbach. Con respecto a las tropas ligeras, Duffy comenta que los prusianos Winterfeldt, Natzmer, Seydlitz y Zieten hicieron prodigios con los húsares prusianos: sólo dos escuadrones en 1740 –que Federico pronto convirtió en diez, pasando a ser el 10% de su ejército-, llegaron a ser ocho regimientos durante la guerra de los 7 años, y lucharon con la misma efectividad tanto en la guerra de línea –se destacaron en batallas como Krefeld, en 1758- como en las emboscadas e incursiones. Los Húsares Negros adquirieron una terrorífica reputación, en parte gracias a sus uniformes negros y sus gorros orlados de calaveras. Sin embargo, la calidad de los húsares prusianos declinó tras la guerra, de forma que para la nueva conflagración con motivo de la sucesión bávara (1778-1779), los húsares húngaros recuperaron la superioridad42. Aunque, en Rossbach, en 1757, la caballería desempeñó un papel más relevante, las batallas se convirtieron en combates basados en las ráfagas de disparos que intercambiaban las formaciones lineales de la infantería, en los que el flanqueo de la caballería producía enfrentamientos prácticamente separados. La infantería no solía avanzar con la caballería, aunque los británicos lo hicieron de manera imprevista contra los franceses en la batalla de Minden (1757)43. En Leuthen, la maniobra oblicua y la capacidad de concentrar la potencia de fuego en un punto resultaron letales para los austriacos. La batalla es un ejemplo de la excelente movilidad y disciplina de las tropas prusianas. En Leuthen queda clara, también, la capacidad de Federico de aprovechar el terreno en su beneficio. Los granaderos protagonizaron cargas célebres como el tercer ataque de la batalla de Flechthichen, el 24 de octubre de 1758, protagonizado por el mismo Federico, que sin embargo no evitó que fuera considerada una derrota prusiana frente a franceses y austriacos, debido a las numerosas bajas prusianas 44. Conservamos el manuscrito de un oficial anónimo español, presente en Berlín durante unas maniobras en tiempos de la Guerra de los 7 años, que relata con detalle cómo se formaban los diferentes órdenes de batalla prusianos de infantería y caballería. Afirma haber visto maniobrar en la capital prusiana a 30 batallones, de los que 2 eran de granaderos, y 6 escuadrones de caballería. El primer orden de batalla que vio lo formaban, en primera línea, 18 batallones, que dejaban entre sí un intervalo de siete pasos a ocho. La segunda línea se componía de 10 batallones, cuyo intervalo de separación era igual a su frente, por lo que ocupaban tanto terreno como la primera. Los 2 batallones de granaderos, formando un martillo doble, cubrían los flancos de las dos líneas, formando el todo de los 30 batallones un cuadrado 45 . Según este oficial, al principio de cada campaña los prusianos formaban batallones con las compañías de granaderos, dando el mando a oficiales de acreditado mérito para que sirvieran en puestos importantes y expuestos, al frente y en los flancos del ejército 46. La costumbre de cubrir los flancos de la infantería con granaderos era una forma de hacer a la primera menos dependiente de la caballería. En Mollwitz, de no ser por este orden, la infantería, DUFFY, C. (1987): Op.cit., p. 17. Ibídem, p. 270. 43 BLACK, J. (2003): Op.cit., p. 129. 44 Informe sobre la derrota del ejército prusiano en Flechthichen, París, 24 de octubre de 1758, p. 199. 45 Infantería y cavallería prusiana: método de desplegar sus columnas, manuscrito anónimo del s. XVIII, p. 1. 46 Ibídem, p. 2. 41 42 11 abandonada por su caballería, no habría podido mantenerse en el campo de batalla. En Czarlau, la caballería prusiana del ala derecha, habiendo arrollado a la izquierda austriaca, huyó a toda brida, presa de un injustificable pánico: este suceso nada sobresaltó a la infantería, cuya derecha, cubierta con granaderos, no tuvo qué temer 47. El anónimo se maravilla, asimismo, por la capacidad con que los gastadores son capaces de manejar los dos cañones de tres libras que lleva cada batallón en campaña. Con destreza y agilidad, las piezas siguen la línea y realizan todos sus movimientos, situándose al frente del intervalo de la derecha de su batallón. El segundo orden de batalla que contempló se diferenciaba poco del primero: toda la primera línea se componía de infantería pero con un mayor número de batallones. Seis o siete batallones y once escuadrones formaban la segunda línea, ocupando igual frente que la primera. Los batallones de granaderos cubrían los flancos. La teatralidad de las maniobras queda patente en su narración: “El modo con que fue formado el primer orden de batalla es sencillo y muy conocido: salía el ejército de un bosque y llegó por la izquierda del campo de batalla; las tropas de cada línea formaban una columna cuyo frente era una octava parte del batallón; los batallones de granaderos destinados para cubrir los flancos marchaban en batalla. A la señal del primer cañonazo todo hizo alto, al segundo cañonazo formaron en batallas convirtiendo cada división sobre la izquierda, quedando alineados en el instante”48. El segundo orden de batalla se formó de otra manera. El método con que las columnas se desplegaron pareció novedoso al oficial anónimo: el ejército desembocó en la llanura en dos columnas dirigiendo su marcha al frente que debía ocupar en la batalla: la columna de la derecha de la primera línea, seguida de la infantería y de la caballería de la derecha de la segunda línea. La infantería de la izquierda de la primera línea hacía de cabeza de la segunda columna de la izquierda, seguida también de la infantería y caballería de la izquierda de la segunda línea. Los batallones de granaderos hacían la retaguardia de ambas columnas, la infantería marchaba por octavas partes de batallón, y la caballería por cuartas de escuadrón. Todas las divisiones y unidades quedaban a dos o tres pasos de distancia. “Al primer cañonazo todo hizo alto. Al segundo, las columnas doblaron su frente sobre la izquierda después de cuyo movimiento estrecharon sus distancias a dos o tres pasos: en esta posición marcharon las columnas para desplegarse y formar el orden de batalla”49. Sobre el orden y las tácticas de la caballería comenta lo siguiente: “Los escuadrones, inclinando las cabezas de los caballos a la izquierda y derecha, ocuparon sus puestos: dragones y húsares destinados a formar una segunda línea, los primeros detrás de las infantería y los segundos de la caballería, giraron igualmente a la derecha y marcharon paralelos a la primera línea. Luego que la caballería tomó su distancias, y sobrepuso a la izquierda enemiga, se reformó, y sin detenerse atacó con intrepidez a galope: lo mismo hizo la infantería luego que sobrepasó el cortado de la Ibídem, p. 2. Ibídem, pp. 3-4. 49 Ibídem, p. 5. 47 48 12 contraria con el frente de un batallón formó con prontitud y atacó sin esperar que se formase el resto de la línea, pero sin hacer fuego: el resto de la línea se formó y mandó con paso regular haciendo gran fuego con los cañones de batallón”50. Una vez el enemigo estaba rodeado o en fuga, llegaba el turno de los dragones –que, como sabemos, eran unidades de infantería montada- que aprovechaban los claros abiertos por la infantería para pasar a la primera línea, evitando que el enemigo huyera o rehiciera su línea. “Todo lo referido se ejecutó con tanta ligereza y precisión que quedé admirado. El general Bandenbrek me dijo que en la batalla de Soor se había ejecutado casi lo mismo que acababa de ver. Los movimientos que el Rey prusiano hace ejecutar a una línea de infantería son muy pocos, pero su primor consiste en la exactitud y precisión con que se ejecutan. La línea siempre hace alto para rectificarse, y enmendar sus defectos, que son pocos, porque no sufre el menor descuido. Cuando todo está al gusto del Rey, hacen señal para marchar, entonces la línea se mueve al paso regular al ruido de cajas y música, pero siempre haciendo fuego los cañones de batallón. A la segunda señal hace la línea alto y ejecuta el fuego de pelotones a pie firme dando tres o cuatros descargas y a la voz de marchen del comandante de cada batallón lo ejecuta al paso regular y a la segunda voz de marchen dada por el mismo comandante presenta las armas y marcha al paso redoblado…”51. El oficial español también explica por qué el orden de batalla de la caballería prusiana consta de tres filas. Según él, Federico lo estableció así para poder atacar con dos y dejar una en reserva en caso de que cualquier escuadrón se abra, se desuna o quede superado en su flanco. El anónimo cree que una de las claves del éxito prusiano es que no hay separación entre líneas: seis o siete pasos como mucho, en caso de necesidad52. Al final de la Guerra de los 7 años, todos los ejércitos habían adoptado el mismo modo operativo: batallón de tres en fondo y formaciones de pelotones para la descarga de disparos. Fue lo que se denominó la división de la unidad en tres “grupos de disparo”. Los británicos, en cambio, mantuvieron un método de descarga basado en la en la división del batallón en tres filas de disparo, según el antiguo sistema holandés. Duffy53 advierte ciertos defectos en el orden oblicuo: las largas marchas de flanqueo hacían que los prusianos llegaran al enemigo sin aliento –el Zorndorf, Federico debió liderar el ataque cuando su infantería empezó a sufrir síntomas de cansancio-. Además, plantear el orden oblicuo era muy arriesgado cuando el rival conocía el terreno y esperaba la llegada de los prusianos, como en Zorndorf o Torgau. Cuando se abrían grietas en la disciplina, las comunicaciones fallaban por las circunstancias de la batalla – en Zorndorf o Kunersdorf, el polvo del verano y el humo de artillería dificultaban la visión- o el mismo Federico andaba menos lúcido que de costumbre, el resultado podía ser catastrófico, como la huida masiva de los prusianos en Kunersdorf, que estuvo seguida unos meses después por la rendición masiva de Maxen (1759). Fijémonos ahora en el plano económico. Ya en 1752, el rey se había propuesto dedicar anualmente cinco millones de táleros a atenciones militares y, al concluir la Ibídem, p. 6. Ibídem, p. 7. 52 Ibídem, p. 8. 53 DUFFY, C. (1985): Op.cit., p. 312. 50 51 13 Guerra de los Siete Años, había elevado tal dispendio a doce millones 54. Para aumentar el control sobre sus tropas, el 9 de febrero de 1763 fue creada la inspección 55 . La política económica de Federico nos maravilla aún más si nos fijamos en un dato contrastado: Prusia empezó la guerra con un tesoro de 13500000 táleros a su disposición, y la terminó, tras perder 180000 almas, con 14500000. Tal éxito se debe a diversos factores: los subsidios ingleses, que alcanzaron 27500000 táleros entre 1758 y 1761, lo conseguido en Sajonia, 48 millones, y las contribuciones en moneda y género de los estados alemanes vecinos56. Cabe preguntarse por qué las grandes victorias de Federico en la Guerra de los 7 años, como Rossbach o Leuthen, no fueron más decisivas. Ello se debió a que el rey se limitó a controlar el campo de batalla. Tenía demasiados enemigos como para iniciar una persecución –salvo excepciones, como Leuthen 57 - en la que parte de su ejército podía desertar. Además, solía tener más bajas que sus rivales, y no había conseguido que sus tropas realizaran asedios con éxito. De esto último el ejemplo más claro es su incapacidad para tomar Praga58. La costumbre de Federico de atacar sólo uno de los dos lados hizo que bastara con dar una respuesta adecuada una vez visto cuál flanco iba a ser el atacado. Incluso el orden oblicuo se convirtió en algo habitual. Al repetirse, Federico II permitió a rivales más fuertes derrotarle al tener mayores ejércitos y conocer sus tácticas. No todas las unidades prusianas estaban entrenadas perfectamente para maniobras tan difíciles, y únicamente con una resistencia imperturbable pudo Federico continuar en el trono y eludir una derrota definitiva 59. La disciplina, aún en la derrota, fue lo que salvó a la Prusia de la Guerra de los 7 años de la desaparición. Sólo uno de cada quince soldados prusianos en servicio en 1756 continuaba alistado en 1762 60… 6. El ejército prusiano en los últimos años del reinado de Federico II: las vísperas de Valmy. Tras años de paz, que consolidaron el mito de Federico el Grande en Europa, jalonados por éxitos de dudosa moralidad como el reparto de Polonia en 1772 con Austria y Rusia, un conflicto limitado como la Guerra de Sucesión bávara puede arrojarnos conclusiones engañosas si no prestamos la debida atención. Se trata de una conflagración con unos resultados cargados de simbolismo. Es de nuevo una guerra entre Austria y Prusia en la que está en juego un territorio concreto, pero esta vez el ejército austriaco ha evolucionado considerablemente, mientras que el prusiano, el que Federico II va a legar a su sucesor, contrasta negativamente con el que él heredó de su padre. Pese a la falta de suministros, la desmoralización de la tropa, la indisciplina de la caballería, los deficientes servicios médicos –la disentería y las deserciones hicieron estragos- y lo inadecuado del tren de artillería 61 –adoptar cañones más grandes, de diez libras y capaces de disparar a 4000 pies62, fue un error en el caso del ejército prusiano, VOLTES, P. (2006): Op.cit., p.125. DUFFY, C. (1987): Op.cit., p. 144. 56 DUFFY, C. (1985): Op.cit., p. 227. 57 FULLER, J.F.C. (1961): Op.cit., p. 235. 58 BLACK, J. (1994): Op.cit., p. 75. 59 Ibídem, p. 64. 60 DUFFY, C. (1987): Op.cit., p. 309. 61 BLACK, J. (2003): Op.cit., p. 131. 62 BLACK, J. (1994): Op.cit., p. 44. 54 55 14 pues la rapidez de movimientos era una de sus mayores virtudes-, la clave de las campañas de 1778 y 1779 está en la cabeza: un Federico II anciano que ha perdido la capacidad de reaccionar con rapidez a los imprevistos y que se enfrenta a un ejército ágil, numeroso y que conoce perfectamente el teatro de operaciones. No obstante, los esfuerzos prusianos siguieron teniendo utilidad. El éxito logístico austriaco arruinó su hacienda y precipitó la paz, paradójicamente 63 . Según Black, la Guerra de Sucesión bávara ha pasado injustamente a la historia como una “guerra de gabinete”, cuando pudo haber supuesto mucho más sobre el terreno de haber conseguido los prusianos una gran batalla, cosa que evitaron los austríacos con sus acertados contramovimientos64. Aunque desde el principio expusimos que no era objetivo de este texto profundizar en la vida y personalidad de Federico, autores como Reddaway65 o Duffy66 narran con tal tensión dramática sus últimos meses de vida que merece la pena dedicar un instante al fin de los días de nuestro protagonista, ya que éste no pudo ser más simbólico. Durante unas maniobras en Silesia en agosto de 1785, el rey decidió dar ejemplo a sus soldados permaneciendo en su caballo durante un aguacero que duró seis horas, sin capa ni abrigo. Las fiebres que le produjo el alarde de profesionalidad, aunque no paralizaron su actividad y su rutina de actos oficiales, activaron las dolencias que arrastraba desde hacía años con mayor vigor, como la gota, el asma y la hidropesía. Haciendo gala hasta el final de la dureza que le caracterizó toda su vida, aguantó una difícil agonía hasta agosto del año siguiente. A las 2:20 de la madrugada del 17 de agosto de 1786, abrazado a su perro Strützky y en plenas facultades mentales –había despachado por última vez el día anterior-, Federico abandonó calladamente este mundo. 7. Epílogo: el ejército prusiano en las guerras revolucionarias y napoleónicas. Por desgracia para las posibilidades futuras de Prusia, la Guerra de Sucesión bávara no se prestó a ninguna gran batalla que hubiera mostrado a Federico, con mayor crudeza, las deficiencias de su ejército. Las revistas y maniobras militares prusianas siguieron levantando admiración –dándose sólo alguna denuncia aislada, como la de Lord Cornwallis en 1785, que criticó la falta de flexibilidad de las tácticas prusianas-. Los sucesores del rey Grande, Federico Guillermo II (1786-1797) y Federico Guillermo III (1797-1840), fueron mucho menos brillantes que él. La intervención en campañas limitadas, como la invasión de Holanda en 1787 para aplastar el movimiento patriota, no ayudó en la tarea de renovar las estructuras. La Francia que emergía de la Revolución encontró enfrente a una oficialidad prusiana cada vez más anciana. Pese a que se introdujeron cambios, como la creación de veinte nuevos batallones de infantería –cuyos miembros serían llamados ya fusileros- y el aumento en ocho compañías de la capacidad del hotel de los inválidos de Berlín 67, la doctrina militar, que ha de ser una ciencia en crecimiento que se desarrolle y perfeccione sin cesar, en el caso prusiano había degenerado en puro dogma a la altura de la última década del siglo XVIII. Las posibilidades de sufrir una catástrofe habían crecido exponencialmente. Según el anónimo de 1788, las tropas del ejército prusiano de entonces podrían dividirse en tres clases, de mayor a menor prestigio y calidad: la primera contiene las Ibídem, p. 81. Ibídem, p. 74. 65 REDDAWAY, W.F. (1904): Op.cit., pp. 344-347. 66 DUFFY, C. (1985): Op.cit., pp. 279-281. 67 Observations politiques et militaires… p. 2. 63 64 15 guardias –como los granaderos de Potsdam y de Rhoolius-, la artillería de campaña – que en tiempo de guerra se veía aumentada en tres compañías a caballo 68: un invento de Federico en 1759 que fue monopolio de los prusianos durante tres décadas-, los minadores, los chasseurs a pie, la infantería –dividida en mosqueteros y fusileros- y la caballería –dividida en guardia de corps, coraceros o gendarmes, chasseurs, dragones, húsares y bosacken o caballería ligera-; la segunda clase integraría los batallones de depósito, la artillería de guarnición, los inválidos y los cadetes; y la tercera, las compañías o batallones francos conocidos como freïpartie, cuya existencia en tiempos de paz es difícil de rastrear en las fuentes conservadas 69. Estas compañías libres estaban compuestas por 64 nacionales y 100 extranjeros. Los primeros, conocidos como beurlaubten o freiwecks, eran enviados a casa cada 1 de junio hasta el 1 de abril del año siguiente, y no recibían paga salvo en caso de guerra. Éste era el ejército que marchaba hacia París en 1792 para acabar con la Francia revolucionaria, y que sería rechazado en el extraño encuentro de Valmy. Esta batalla fue el resultado de la hegemonía artillera francesa, fraguada por Gribeauval desde 1776, cuando es nombrado inspector general de artillería. El choque se limitó a un cañoneo mutuo que no provocó más de 184 bajas en los prusianos y 300 en los franceses. El barro, la niebla, la disentería o la proximidad del invierno no fueron las únicas causas de que la campaña prusiana no prosperara. Si Brunswick, el general en jefe prusiano, y Federico Guillermo acabaron por renunciar a la lucha se debió a que enfrente tenían un numerosísimo ejército en el que, incluso entre sus hombres, se prefiguraba la Francia imperial: una poderosa artillería, un generalato brillante y unos cuadros firmes. Además, en caso de invasión, las tropas de Brunswick se encontrarían en tierra hostil, en un estado de debilidad constante provocado por un pueblo en armas. El prusiano era un ejército acostumbrado a campañas fáciles, como la de 1787, o poco decisivas, como la de 1779. Una versión lenta y anquilosada del que se enfrentó al desafío de la Guerra de los 7 años. El lastre de un generalato viejo y una logística ineficaz impedían cualquier intento de campaña relámpago. Las diferencias entre Federico Guillermo y Brunswick, algo más realista pero con fobia a las batallas decisivas -según J. Black, no tenía estómago para la batalla 70-, sellaron el destino de una Prusia que en 1792 todavía hubiera podido frenar a la Francia que, catorce años después, con Berlín en sus manos, acabaría formalmente con el Sacro Imperio Romano Germánico. De la misma forma que el genio de Federico II había resultado decisivo para subsistir tres décadas antes, el carácter impulsivo de Federico Guillermo II, que se creía protagonista de una operación política más que de una campaña militar, determinó el fracaso de la campaña ante la impotencia de sus subordinados71. No deja de ser curioso que, en la época de mayor auge de la Francia revolucionaria y napoleónica, inspirada militarmente en los métodos y técnicas de Federico II, los ejércitos prusianos languidecieran en el inmovilismo. La complicada situación del embajador prusiano M. de Haugwitz tras la batalla de Austerlitz es una buena muestra del marasmo prusiano. En palabras de D. Chandler, “la actitud de Napoleón para con el país del Águila Negra era una curiosa mezcla de admiración y desprecio 72”. FULLER, J.F.C. (1961): Op.cit., p. 222. Ibídem, p. 28. 70 BLACK, J. (1994): Op.cit., p. 82. 71 FULLER, J.F.C. (1961): Op.cit., p. 395. 72 CHANDLER, D. (2005): Las Campañas de Napoleón, Madrid: La esfera de los libros, p. 488. 68 69 16 La incapacidad de un estado mayor prusiano esclerotizado se pone de manifiesto en el lamento de Scharnhorst: “lo que deberíamos hacer lo sé perfectamente; lo que acabaremos haciendo, sólo los dioses lo saben73”. Pero sería este mismo general, entre 1807 y 1813, el artífice de la reconstrucción, a través de una serie de reformas militares y astutos trucos jurídicos, como formar un enorme ejército de reservistas jubilando cada año parte de los militares de carrera 74 , lo que propició que el ejército prusiano que desafió a Napoleón en 1813 fuera netamente diferente al que fue aplastado en JenaAuerstadt. Tampoco hubiera sido posible sin el protagonismo de fuertes personalidades como el mariscal Gebhard Leberecht von Blücher, cuya participación en Waterloo resultó determinante para la victoria aliada. 8. Apéndice: Las relaciones y la imagen mutua entre Prusia y España en el reinado de Federico II. Como indicamos anteriormente, nos proponemos en este apéndice final realizar una aproximación a las relaciones hispano-prusianas durante el reinado de Federico II, haciendo hincapié en los aspectos militares, pero desde una perspectiva global. Estamos ante dos potencias entre las que no existía una tradición de relaciones diplomáticas, pese a los fluidos intercambios comerciales y militares. El norte de Alemania había sido un caladero tradicional donde reclutar mercenarios para los ejércitos del Rey Católico y, si nos remontamos al reinado de Carlos II, es habitual encontrar ejemplos de una estrecha colaboración militar entre españoles y brandeburgueses en el contexto de la guerra de la Liga de Augsburgo contra Luis XIV. Pero la formalización de las relaciones institucionales tendría lugar con Federico II. Las hazañas bélicas prusianas, cuyo eco llegaba a España principalmente a través de las fuentes francesas, forjaron el mito del rey Grande y crearon un poso de admiración que condicionaría décadas de reformas, ordenanzas y anhelos de importar la eficacia alemana a las armas españolas, habida cuenta de tener que comparar las diversas carencias de nuestros ejércitos con la superioridad técnica, la disciplina, el valor y el sacrificio palpables en las crónicas de las campañas prusianas. Como señala María Angulo Egea, en España se difundió la imagen de un monarca victorioso, orgulloso de su ejército, que esperaba en primera línea del frente al enemigo y se preocupaba por la situación de sus soldados. Fue ensalzado como militar ejemplar en numerosos escritos, considerándose ese aspecto como esencial para la configuración de la imagen del monarca ilustrado75. El investigador alemán Dietrich Briesemeister se hace eco de un informe anónimo fechado el 14 de diciembre 1757, cuyo autor, español, se encontraba de viaje por Alemania y que constituye uno de los ejemplos más tempranos del aprecio del que Federico II gozaba en España. Desde la admiración al monarca prusiano y a las fuerzas armadas de Prusia, medita sobre una España posible, sin el menor complejo de inferioridad frente a Prusia y los alemanes. Para el autor anónimo, Prusia es un ejemplo que demuestra cómo “se hace compatible la espada con el arado”76. Según Siegfried Jüttner, en la prensa española de la segunda mitad del XVIII la admiración y el elogio a Federico sobresalen. El acercamiento político entre Madrid y Berlín después de las guerras de Silesia, que Richard Konetzke y José María Sánchez Ibídem, p. 500. CHANDLER, D. (2005): Op.cit., p. 905. 75 LOPE, H-J. (2000): Federico II de Prusia y los españoles, p. 5. 76 LOPE, H-J. (2000): Op.cit, p. 37. 73 74 17 Diana han descrito de manera tan convincente, no fue necesario para conseguir una prensa tan favorable al protestante y librepensador Federico II en la España católica 77: la personalidad del monarca prusiano, plasmada en las crónicas, fue suficiente. El reconocimiento imparcial de la grandeza de Federico es uno de los rasgos constantes que caracterizan su imagen en España 78 . Se pone en valor sobre todo el papel de Federico como aquel que logra la consecución de la paz y como monarca austero, sufrido y justo79. Un interesantísimo episodio de las relaciones hispano-prusianas del XVIII lo constituyen los viajes de los observadores militares que se desplazaron al corazón de Europa con motivo de la Guerra de los 7 años. Estos oficiales, normalmente de naciones no beligerantes, acudían al frente para aumentar su experiencia y adquirir conocimientos profesionales, conscientes de que el arte militar estaba sufriendo grandes innovaciones. Pero, además, son informadores y mantienen una vivísima correspondencia con sus gobiernos 80 . Los observadores obtenían autorización para ser combatientes, siempre bajo el amparo de sus gobiernos y gracias a las actividades de sus diplomáticos. Iban con permiso de sus reyes y tenían autorización para luchar voluntariamente. En el caso español, los observadores tuvieron un importante papel en las reformas de Carlos III, en gran parte porque desempeñaron cargos señeros. Por ejemplo, Alejandro O’Reilly fue teniente general e inspector general de infantería durante diez años, capitán general de más de una región y, según F. Redondo, de no ser por el desastre de Argel habría llegado aún más alto. Prusia se convirtió en el modelo de las tácticas de infantería y caballería de España. En 1758 los observadores españoles se encuentran con franceses y austriacos en sus respectivos frentes, tratando el embajador de España en París Jaime Masones de Lima y Sotomayor, director general de artillería e ingenieros, que se intentara enviar observadores también al ejército prusiano, lo que intuía difícil 81. O’Reilly y Francisco de Estachería estuvieron presentes en el frente prusiano destacados en el ejército austriaco del general Daun –pudiendo presenciar, por ejemplo, la batalla de Hochkirchen- pero fueron los oficiales José de Vértiz y Salcedo –futuro virrey de La Plata- y Álvarez de Sotomayor aquéllos que pudieron entrar en territorio prusiano. Gracias a un salvoconducto del general sueco Lantighausen y a la benevolencia del príncipe de Bevern, comandante general de la Pomerania brandemburguesa, pasaron a Prusia, donde fueron atendidos obsequiosamente en Berlín por el mariscal Lewal y otros generales. Siguieron su viaje por Potsdam, Vitemberg y Leipzig, donde pudieron observar algunos de los mejores regimientos de infantería y otras tropas sueltas del rey prusiano82. En 1761, España mandó a Prusia otra de sus comisiones militares para estudiar sus técnicas83, pero al año siguiente, con motivo de la entrada de España en la guerra de los Ibídem, p. 71. Ibídem, p. 72. 79 Ibídem, p. 74. 80 REDONDO DÍAZ, F. (1983): Los obse vado es ilita es españoles e la Gue a de los “iete Años , e Temas de Historia Militar: ponencias del Primer Congreso de Historia Militar, tomo I, p. 373. 81 REDONDO DÍAZ, F. (1983): Op.cit, p. 375. 82 Ibídem, pp. 379-391. 83 VOLTES, P.: Op.cit., p. 132. 77 78 18 7 años, Carlos III mandó la repatriación de todos los observadores militares 84 , terminando con tan valiosa toma de información y experiencia. En conclusión, por el lado español, por encima de diferencias religiosas o políticas puntuales, el sentir general está claro: una sincera admiración por el monarca prusiano y su ejército. Pero, ¿qué pensaba Federico II de España? Relativamente alejada de Prusia en términos políticos, a Federico le preocupaba principalmente la situación económica de España –paradójicamente, 250 años después es un ámbito que sigue preocupando hondamente a los líderes alemanes, si se me permite la puntualización-. El rey prusiano consideraba que nuestro país seguía siendo pobre, aunque tuviéramos el oro de América, debido a que no disponíamos de voluntad para trabajar –siguiendo con la divagación anterior, desconozco si los contemporáneos españoles sospecharon que no serían suficientes tres siglos para acabar con el tópico… “Les espagnols ne sont pas aussi riches en l’Europe qu’ils pourraient l’etre parce qu’ils ne sont pas laborieux. Les trésors du nouveau monde, sont pour les nations étrangeres qui sous de noms espagnols se sont apropié ce commerce… L’Espagne est devenue un estrepot d’ou les richesses s’ecoulent et les plus hábiles les attirent en foule… Il n’y a pas assez d’habitants en Espagne pour cultiver les terres; la police a été négligée jusqu’ici et la superstition range ce peuple espiritual au rang des nations les plus faibles et les catholiques a ce que l’Espagne produit des plus fanatiques” 85. Es decir, que Federico, en principio, era partícipe de la extendida opinión europea que postulaba que los españoles, debido a su desidia, su fanatismo religioso y su incapacidad para valorar a los más capaces e innovadores, habían dejado el rico comercio americano en manos de extranjeros, mientras que eran incapaces de cultivar sus propias tierras debido a su escaso número. No obstante, parece que, con el paso de los años, empieza a ver ciertos aspectos favorables en la personalidad hispana, como confiesa a su consejero Lucchesini: “España, nación generosa, llena de honor, imaginación viva, sería apta a las ciencias si la superstición no retardase el progreso de la misma”. El mismo Lucchesini reflexiona sobre la evolución en el parecer del monarca con respecto a los españoles: “Este gran concepto en que tiene a España, yo pienso que le ha sido inspirado por Milord Maréchal que se había aficionado a los españoles después de la infausta expedición a Escocia en 1715”. Milord Maréchal no era otro que el jacobita escocés George Keith, conde-mariscal del clan Keith, que, tras el fracasado levantamiento jacobita de 1715 –el que se menciona en la cita debido a la participación de tropas españolas en apoyo del pretendiente Jacobo Francisco Eduardo Estuardo-, acabó exiliándose en Prusia y entablando una estrecha amistad con Federico II. Además, viajó con frecuencia a España. 84 85 REDONDO DÍAZ, F. (1983): Op.cit, p. 397. SÁNCHEZ DIANA, J. M. (1952): España en el sistema político de Federico II de Prusia, p. 148. 19 Por otro lado, las fuentes evidencian que Federico II tenía un gran conocimiento de la cultura española. Según Sabine Schmitz, Federico utilizaba referencias al Quijote en sus escritos pues, en la época, éste era visto como una sátira, obra de un ilustrado en una nación de fanáticos, que pretende hacer una apología de la Razón86. Asimismo, resulta interesante la numerosa correspondencia de Federico con diplomáticos españoles y prusianos solicitándoles tabaco español, su preferido para el rapé87. Contamos con otros testimonios de la buena opinión que España había granjeado al rey Grande. El conde de Aranda le conoció durante su estancia en Prusia. Rememorando en 1783, menciona que, treinta años antes, Federico le dijo que, entre todos los de Europa, sólo envidiaba el trono español, por el clima y las potencialidades de la nación, en la que la Ilustración, creía, podía lograr muchos éxitos. Pese a todo, las relaciones mutuas conocieron crisis difíciles de solucionar. En 1772, Carlos III se horrorizó ante la primera partición de Polonia, una nación católica, entre Austria, Prusia y Rusia. Pero se vio solo e impotente, ya que sus intentos de pactar una intervención o una condena con franceses e ingleses cayeron en saco roto88. En el contexto de la nueva conflagración con Inglaterra con motivo de la guerra de independencia de los Estados Unidos, los lazos hispano-prusianos se estrecharon de manera irreversible, llegando a formalizarse la presencia diplomática permanente entre ambas potencias 89 . En octubre de 1781, el conde de Nostitz fue nombrado primer embajador de Prusia en España 90. Ya desde antes, pero sobre todo con motivo de la muerte de Federico II en 1786, la prensa española se hizo eco de la trayectoria del monarca, proliferando retratos históricos y resúmenes de su vida. Las traducciones de obras extranjeras también alcanzaron gran auge. En 1789, Francisco Paternó, capitán del regimiento de infantería de Milán, publicaba una traducción de la obra de Ludwig Müller Colección de las guerras de Federico II el Grande en 26 planos –de la que se conservan tres ejemplares en la Biblioteca Nacional91-, donde se analizaban al detalle las estrategias militares del prusiano y se daba cumplida cuenta de sus victorias y derrotas. Era una traducción del francés, que a su vez venía de un original alemán escrito por Müller. Una obra anterior y mucho más ambiciosa que no llegó a concluirse, la “Historia de Federico el Grande, actual rey de Prusia”, de Ignacio López de Ayala (1768), reseñaba los planes de las principales batallas incluyendo los respectivos mapas de cada una. Solo llegaron a publicarse dos libros de los tres que componían originalmente la obra 92 . Asimismo, Bernardo María de Calzada tradujo y publicó obras sobre Federico II como la “Vida de Federico II”93 de 1788. Los autores que escribieron sobre Federico a finales del XVIII se dividen habitualmente entre aquéllos que opinaban que fue un rey ilustrado y los que, utilizando los mismos argumentos, veían en sus fases más ilustradas signos de debilidad. En ambos casos puede tratarse de una forma diferente de rechazo al Antiguo Régimen, LOPE, H-J. (2000): Op.cit, p. 127. VOLTES, P. (2006): Op.cit., pp. 98-99. 88 SÁNCHEZ DIANA, J. M. (1952): Op.cit., p. 198. 89 Ibídem, p. 207. 90 LOPE, H-J. (2000): Op.cit, p. 127. 91 BNE 2/20819, BNE 3/16177 y BNE 4/139529. 92 LOPE, H-J. (2000): Op.cit., p. 6. 93 Vida de Federico II Rey de Prusia, enriquecida con notas, piezas justificativas y memorias secretas cuya mayor parte no se ha publicado todavía, (1788-1789) Madrid: Imprenta Real. 86 87 20 siendo un ejemplo el conde de Guibert, en el segundo grupo, y su traductor Francisco Escartín 94 . Empero, siguiendo a la doctora Angulo Egea, fueron los dramaturgos populares, alejados de profundas reflexiones filosóficas, los que extendieron el conocimiento de la figura de Federico y sus hazañas militares entre los españoles 95 , dejando una huella perenne en la memoria colectiva. 9. Conclusiones. “Nuestra gloria militar luce muy bien, contemplada en la distancia. Pero si hubieras sido testigo de las angustias y apuros que ha exigido, de las privaciones y esfuerzos físicos, del calor y el frío, del hambre, de la porquería y la indigencia, entonces habrías aprendido a pensar diferente sobre esta ‘gloria’…”96. -Federico II el Grande, rey de PrusiaResulta difícil resumir cuarenta y seis años de vida militar. El de Federico fue un reinado de guerras cruentas y largas paces, pero un reinado de uniforme. Pese al enunciado de los epígrafes que estructuran este artículo, quizá resulta más propicio estudiar las décadas de paz entre guerras para conocer qué fue el ejército prusiano del XVIII. No obstante, he querido buscar la plasmación práctica de lo formulado en tiempo de paz: el invento en acción. Aunque se proponga huir de ello, al final uno no puede evitar acabar siendo, de algún modo, un maravillado espectador más de tantas batallas asombrosas. Federico II es un personaje histórico con miles de aristas, matices y perspectivas desde las que ser estudiado, pero el análisis de su persona no puede ser desligado del ejército prusiano, la institución con la que desarrolló su vida, aunque no fuera creación suya. Explicando la relación entre monarca y milicia explicamos el factor que condicionó la política europea y mundial durante casi medio siglo. En nuestra investigación ha quedado patente que el ejército que hereda Federico no es el que éste lega a su sucesor. El ejército prusiano de 1786 carga con una serie de problemas derivados del anquilosamiento que se produce en toda institución a la sombra de una figura mítica. Pero ello no debe llevarnos a error: el ejército de Federico Guillermo I nunca estuvo sometido a las presiones que vivió el de su hijo, con situaciones cercanas al colapso. Si no vemos una norma, una táctica canónica a la que se recurre automáticamente y que es la clave del éxito, es porque el ejército prusiano es un arma flexible dirigida por un líder capaz de adaptarse a cada contexto para, no ya triunfar, sino sobrevivir hasta la próxima batalla. El orden oblicuo o el papel de los granaderos en los flancos podían ser la especialidad, pero se contaba con múltiples recursos para cada situación. Podemos creer, con acierto, que un monarca que pone a su ejército contra las cuerdas en conflictos contra todos los enemigos posibles, dejando su país al borde de la desaparición con 200000 súbditos menos al término de una guerra, no merece ser llamado “el Grande”. Pero lo cierto es que Federico legó un reino mucho más extenso y próspero del que heredó, y aquí hemos tratado de explicar el funcionamiento, la organización y la evolución del elemento que lo hizo posible: el ejército prusiano. Dispersar las sombras que se cernían en el horizonte de Prusia en 1786 era tarea de los sucesores del rey Grande, de la misma forma que no podemos echar toda la culpa a 94 LOPE, H-J. (2000): Op.cit, p. 8. Ibídem, p. 11. 96 DUFFY, C. (1985): Op.cit., pp. 243. 95 21 Carlos III de los desastres que acaecieron a España en las décadas posteriores a su muerte. En lo que respecta a las relaciones hispano-prusianas, observamos una positiva evolución, en el sentido de que éstas cada vez son más fluidas y estrechas. En las fuentes se pone de manifiesto la buena opinión mutua que Federico II y España se granjearon, aunque existieran momentos de incomprensión. Si se me permite la licencia, no exenta de sorna, se daba una relación parecida a la que podemos ver en nuestros días –siempre desde una perspectiva superficial-: los prusianos –o alemanes- admiran el clima, las potencialidades del país y la cultura española; los españoles envidiamos la técnica, la disciplina y la eficacia prusianas. Estas virtudes que, como ha quedado demostrado en nuestra investigación, el ejército prusiano reunía, eran las que algunos preocupados españoles querían transmitir al ejército español. 10. Fuentes. Primarias: - Infantería y cavallería prusiana: método de desplegar sus columnas, manuscrito anónimo del s. XVIII. BNE: MSS/11224. Observations politiques et militaires sur la constitution des Armées Prusiennes, manuscrito anónimo de 1788. BNE: MSS/13880. Secundarias/Impresos de fondo antiguo: - - - - FEDERICO II, REY DE PRUSIA: Antimaquiavelo o Refutación del Príncipe de Maquiavelo, 1740, estudio introductorio, versión castellana y notas de Roberto R. Aramayo, Madrid: Centro de Estudios Constitucionales, 1995. FEDERICO II, REY DE PRUSIA: Instrucción secreta, que Federico II, Rey de Prusia dió á sus oficiales, principalmente á los de caballería y Dragones, en la ocasión de la guerra de Baviera, Madrid: oficina de don Gerónimo Ortega y herederos de Ibarra, 1793. Informe sobre la derrota del ejército prusiano en Flechthichen, París, 24 de octubre de 1758. BNE: MSS/11021. Instruccion militar del Rey de Prusia para sus generales, traducida del alemán al francés por M. Taesch y del francés al castellano por D. Benito Bails, Madrid: Joachin Ibarra, 1762. Vida de Federico II Rey de Prusia, Madrid: Andrés Peña, 1851. BNE: VC/2793/9. Vida de Federico II Rey de Prusia, enriquecida con notas, piezas justificativas y memorias secretas cuya mayor parte no se ha publicado todavía, traducida por D. Bernardo María de Calzada, Madrid: Imprenta Real, 1788-1789. Bibliografía: - AUBRY, CH.: Le ravitaillement des armées de Fréderic le Grande et de Napoleon, Paris: Henry Charles-Lavauzelle, 1894. BLACK, J.: European Warfare, 1660-1815, Londres: UCL Press 1994. BLACK, J.: La Europa del siglo XVIII: 1700-1789, Madrid: Akal, 2001. BLACK, J.: Akal Atlas Ilustrado. La Guerra: del Renacimiento a la Revolución, 1492-1792, Madrid: Akal, 2003. 22 - - - - CARLYLE, T.: History of Friedrich II of Prussia called Frederick the Great, Nueva York: AMS Press, 1980 Reprod. de la ed. de Londres: Chapman and Hall, 1897-1898. CHANDLER, D.: The art of warfare in the age of Marlborough, Nueva York: Sarpedon, 1990. CHANDLER, D.: Las Campañas de Napoleón, Madrid: La esfera de los libros, 2005. 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