LA ESFERA DE PAPEL
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Moby Dick, la obsesi�n de la venganza de Herman Melville

Actualizado
Ilustraci�n de Gallego & Rey.
Ilustraci�n de Gallego & Rey.

Diez claves imprescincibles para conocer a fondo la figura de Herman Melville y el contexto y dificultades que vivi� durante la creaci�n de una de las novelas m�s importantes de la historia de la literatura moderna, considerada como una pieza memorable en la reflexi�n de las pasiones humanas

Una nueva novela

Nada hac�a presagiar, hacia 1850, que el marino Herman Melville, autor de dos novelas de turismo ex�tico (Taipi y Om�, la primera una sensual visita al para�so; la segunda, el descubrimiento de que en el para�so hay can�bales) y varias otras irregulares que tuvieron el m�rito de hacer caer en picado el n�mero de sus lectores (menos interesados en las duras condiciones de vida de los marinos que en las postales de las islas del Pac�fico), fuera a sacarse del tintero una obra tan corpulenta como Moby Dick.

Al principio se la propuso como una novela de aprendizaje de un muchacho, Ismael, que se embarca en un ballenero y cuenta c�mo es vivir all�, en una tripulaci�n donde se mezclan las razas, y en qu� consiste el arte de perseguir ballenas. Melville, adem�s de otros oficios varios, se hab�a embarcado joven en pos de las islas del Pac�fico y hab�a trabajado en alg�n barco ballenero -aunque no como arponero, seg�n gustaba de declarar: como grumete-. Le pareci� que hacer una narraci�n as�, donde contase las duras condiciones de vida en un barco ballenero, y la haza�a que supon�a la caza de una ballena, le devolver�a la atenci�n que hab�a ido perdiendo desde su estreno. Era decisivo que los ojos que narraran todo fueran los de un joven con ansias de descubrir el mundo.

De repente...Ahab

No hab�a rastro de Ahab en los primeros latidos de la novela, que iba a titularse -y se titul� en su versi�n inglesa La ballena-. Algo pas� entonces. Charles Olson tiene claro que lo que pas� es Shakespeare: una lectura detenida de Rey Lear inspir� a Melville. Otros estudiosos, como Andrew Delbanco, afinan m�s. Fueron varias cosas las que pasaron. La amistad de Melville con Hawthorne -una mezcla de afecto y rivalidad multiplicada en charlas y cartas- fue decisiva: Hawthorne apreciaba los colores de la paleta de Melville, pero le recomend� que se volviese m�s hacia los adentros de sus personajes.

La lectura de Frankestein de Mary Shelley (y esa extra�a exploraci�n al �rtico en pos de un ser maligno), la situaci�n pol�tica del pa�s, a punto de irse al garete en su pugna Norte/Sur, acentuada por la posici�n de los dem�cratas cuya cabeza m�s visible en el Sur, Calhoun, prest� a Melville la fr�a psicolog�a de su capit�n... Todo contribuy� a que la novela, despu�s de un par�n, virase hacia donde hoy sabemos. Melville se dio cuenta de su grandeza y en una carta parece consciente de que algo ha cambiado, y el libro que quiere escribir, y escribir� a velocidad de v�rtigo, es distinto al que se propuso: "Necesito plumas de c�ndores para escribirlo, mi tintero es el cr�ter del Vesubio".

Y de ese cr�ter sac� a Ahab, un capit�n de barco ballenero que perdi� una pierna en una pugna con un cachalote, ha jurado venganza, nadie lo ve durante el d�a, camina por la noche imponiendo la m�sica de su pata de palo en la tarima de cubierta... y acaba dejando de ser un fantasma para convertirse en un hechicero que hace de su cuita particular un asunto colectivo. Pero no se enga�a. Como Don Quijote, Ahab podr�a decir: s� qui�n soy, de ah� que en alg�n momento de la novela se defina: "Todos mis m�todos est�n regidos por la l�gica, mis motivos y objetivos son, sin embargo, descabellados".

Hechos reales

Es evidente que Melville record� el caso del Essex, un ballenero que, poco despu�s de que el novelista naciera, fue atacado por un cachalote blanco al sudoeste de Chile, en las cercan�as de la isla de Mocha. Sobre las desventuras de los marinos del Essex, Jeremiah Reynolds public� un reportaje en 1939. Ah� se contaba que el cachalote hab�a salido vencedor de m�s de cien enfrentamientos con balleneros y parec�a haber desarrollado una capacidad inveros�mil para retar a los barcos y destruirlos.

Por mucho que se diga que el relato impact� a Melville y lo llev� a inspirarse en �l para su novela, lo cierto es que no fue sino hasta mucho m�s tarde cuando lo record� para, sin duda, utilizar alguno de sus acordes y an�cdotas en la extravagante y rara sinfon�a que estaba componiendo. Un libro que por momentos parec�a querer ser la historia general de la cultura humana, como si fuera -seg�n se lee en el cap�tulo 82- una enciclopedia de "h�roes, santos y semidioses".

Torpezas

Melville escribi� su libro en aut�ntico estado de emergencia una vez que encontr� el sendero hacia su final apocal�ptico, de ah� que se le perdieran marinos a menudo -la tripulaci�n del Pequod constaba en principio de 30 integrantes, pero en algunas descripciones se llegan a contar 42, muchos de los personajes comparecen alguna vez, dan la impresi�n de que van a ser importante porque se les dedica alg�n cap�tulo �ntegro y luego desaparecen para siempre-. Su narrador, Ismael, es la viva imagen del narrador imposible, pues utilizando la primera persona con la que memorablemente se abre la novela, m�s adelante parece haber obtenido la capacidad de la omnisciencia porque da cuenta detallada de hechos en los que no puede haber estado, reproduce conversaciones que no ha podido escuchar, dibuja, como si las contemplase, situaciones que no contempl�.

Todas esas torpezas -culminada por la torpeza final pues en la escena �ltima, el barco queda destruido y el narrador hace sospechar que no hubo supervivientes con una imagen espl�ndida, y hubo de agregar precipitadamente una p�gina m�s para arreglarlo y hacer flotar a Ismael- no restan un �pice de fuerza a la narraci�n: en un taller literario se le podr�an sacar decenas de defectos, dar�a igual, su energ�a, su poes�a, su potencia se sobrepone -como en Shakespeare- a todas esas carpinter�as.

El libro de 'Moby dick' con ilustraciones de Rockwell Kent.
El libro de 'Moby dick' con ilustraciones de Rockwell Kent.

Fracaso

Para Melville el h�roe de la novela es el monstruo marino, ese misterio, de ah� que quisiera que su novela se titulase La ballena, y as� sali� en Inglaterra -donde en octubre apareci� la primera edici�n; la americana sali� un mes despu�s ya con el t�tulo con que ser�a conocida-. El fracaso de ventas fue lealmente acompa�ado de unas cuantas cr�ticas destructivas que tacharon de loco a Melville. La mayor�a de cr�ticas tom� al capit�n Ahab como un retrato favorecedor, e incluso t�mido, del propio Melville: un fantasma que se cree capaz de poder dar caza a la gran novela americana -la ballena- y que, naturalmente, es hundido por su propia ambici�n.

En efecto, no hubo muchos lectores que supieran medir la entidad de lo que se les ofrec�a. Un libro tan el�stico que empezaba como el relato de un joven aventurero, se demoraba enciclop�dicamente en la descripci�n de distintos tipos de ballenas, parec�a utilizar simbolog�a pol�tica como encriptar un mensaje -el n�mero de tripulantes se corresponde con el n�mero de estados de la Uni�n- y acaba en una persecuci�n absolutamente despiadada y catastr�fica propiciada por la obsesi�n del m�s terrible de los hombres no era un libro para ning�n p�blico precisamente por querer ser para todos.

Las mezclas eran constantes: de razas, de g�neros literarios, de tonos. Para escandalizar a la gente hab�a, incluso, una escena de evidente homoerotismo entre el narrador y el pagano Queequeg: "qu� el�sticos se vuelven nuestros r�gidos prejuicios una vez que el amor viene a doblegarlos", escribe Ismael despu�s de recibir el abrazo de su tatuado compa�ero de edred�n. El fracaso fue de tal envergadura que Melville escribi� a su editor prometi�ndole que se alejar�a del mar y se hundir�a en los conflictos de la urbe para escribir una novela que satisficiese m�s el gusto del p�blico (que Melville no ten�a idea de cu�l era el gusto del p�blico de su �poca lo prueba el hecho de que esa nueva novela fue Pierre o las ambig�edades, la m�s oscura y rebuscada de sus novelas).

Novelas cortas

Los continuos fracasos comerciales del escritor tuvieron algo de bueno: lo empujaron al relato para revistas. "Si Melville cree que recuperar� el cr�dito que una vez tuvo con unos cuentos para Putnam no puede estar m�s equivocado", escribi� un cr�tico. Se equivoc�. Dos de esos relatos eran Bartleby y Benito Cereno. Los reuni� con otros en su libro postrero The Piazza Tales, que no caus� la menor conmoci�n pero ir�an ganando fama de forma paulatina. La carrera narrativa de Melville dur� apenas 13 a�os -escrib�a a ritmo de v�rtigo, Redburn en tres meses, Chaqueta blanca en cuatro, el primer latido de Moby Dick se fecha en mayo de 1850 y en octubre de 1851 sali� la primera edici�n-. Despu�s se dedic� a la poes�a, con un libro sobre la guerra civil y otro sobre sus correr�as en el mar. Esos vol�menes los editaba en ediciones confidenciales financiadas con ayuda econ�mica de amigos y familiares. Al final de sus d�as regres� a la narraci�n para erguir otra obra maestra de la narrativa breve: Billy Budd. Aparecer�a p�stumamente en los a�os 20, cuando la editorial Constable, en 1922, decide emprender la publicaci�n de sus Obras completas. Sus novelas cortas Bartleby, Benito Cereno y Billy Budd, se convertir�an en sus obras m�s le�das con decenas de reediciones.

Interpretaciones

Fue en los a�os 30, precisamente, cuando a Melville le lleg� la hora -como a Ismael despu�s del hundimiento del Pequod- de emerger a la superficie despu�s de que se le diera por hundido. Su gran novela volvi� a editarse -en Random House, con ilustraciones de Rockwell Kent-, a leerse. Ahora, las interpretaciones acompa�aban al texto de modo inevitable convirti�ndolo en alegor�a prof�tica: Moby Dick se convirti� en una novela pol�tica. Melville hab�a avisado del gran peligro que se cern�a sobre la democracia -que hab�a sido una preocupaci�n suya desde Chaqueta blanca- con la creaci�n del iluminado Ahab, alguien cuyo poder de hechizo y fascinaci�n, su obsesiva sed de venganza, es capaz de llevar al desastre a quienes comanda. Era la contribuci�n de un dem�crata al peligro de dejar "destino Manifiesto" (que pujaba por extender los Estados Unidos de costa a costa) en manos de un l�der capacitado para convencer a todos de que una misi�n de pueblo elegido exig�a todo tipo de sacrificios por la obtenci�n de un fin.

Pero �de d�nde procede ese hechizo? No s�lo de su capacidad verbal de convicci�n, no s�lo de sus dotes de mando: en un cap�tulo indispensable, Ahab muestra muy claramente qu� mueve el mundo, qu� ayuda a que los l�deres hechicen. Se trata del cap�tulo 36, en el que ofrece un dobl�n de oro al tripulante que aviste la ballena que le arranc� la pierna. La mezcla ah� del rel�mpago del oro y de su propia confesi�n p�blica de que hay una raz�n de ajuste personal la que sirve de motor a su af�n, suscita ese hechizo que entonces se adue�a de una tripulaci�n que hasta ese momento lo tem�a m�s que lo respetaba. A partir de ese momento el Pequod est� perdido y la l�gica de la venganza -que merecer� recompensa- inicia una nueva singladura en la que el ballenero se vuelve la nave de los locos. Lewis Mumford aseguraba que quien mejor hab�a retratado la locura alemana de los a�os 30 hab�a sido Melville en Moby Dick. Julian Benda, al intuir que Europa se precipitaba a una guerra de nacionalismos, record� a Ahab para extraer este aforismo: "El odio se hace m�s fuerte cuanto m�s preciso se vuelva".

Im�genes de la pel�cula  'Moby dick' de John Huston protagonizada por Gregory Peck.
Im�genes de la pel�cula 'Moby dick' de John Huston protagonizada por Gregory Peck.

Alegoria

La novela consent�a f�cilmente esa interpretaci�n, y muchas otras, desde las tecn�filas -el af�n del hombre por dominar los misterios de la naturaleza quiere que Ahab sea un adelantado- hasta las ecologistas -el monstruo no es la ballena, el monstruo es Ahab, porque como todas las obras maestras se pod�a ajustar a cada �poca con exquisita eficacia. Pero su entidad aleg�rica no le resta un �pice a su poes�a y a su fuerza narrativa. Melville pod�a estar escondiendo mensajes vaticinadores o pol�ticos en sus narraciones, sin duda, pod�a estar atrevi�ndose a hacer profec�as, avis�ndonos del triunfo del populismo -siempre que un dobl�n de oro acompa�ara al discurso sentimental del l�der- pero lo que lo hace inmenso es su capacidad para dotar de vida todo lo que narra.

Pasa por ser un gran maestro en el retrato de psicolog�as enfermas -�l mismo era un hombre dif�cil con largas estancias en el s�tano del ensimismamiento- y sin duda lo es, pero tambi�n lo es del arte de hacer visible la vida, de ordenar el caos de la realidad -que al fin y al cabo, eso es contar-. Por eso, todas sus novelas est�n llenas de detalles de realidad cotidiana, de olores, de sonidos. En Melville, un marinero no se limita a subir por un palo: nos explicar� minuciosamente la manera en que ha de colocar pies y manos para no resbalar. Los cargos no se limitan a cenar en el camarote: se nos dir� las diferencias que hay entre las cucharas que ellos utilizan y las que utilizan los miembros de la tripulaci�n.

Genealog�a

�Cu�l es su genealog�a? Evidentemente Moby Dick tiene un ascendente b�blico innegable que le llega por el poeta que m�s le apasionaba, Milton, y por su personaje esencial, Sat�n. En alguna de sus novelas llama "mi juglar" a Virgilio. Sin duda Olson llevaba raz�n al se�alar la importancia de Shakespeare en Melville, aunque en el ejemplar de las obras de Shakespeare que se conservaba en la biblioteca de Melville no hubiera ninguna se�al ni subrayado ni anotaci�n, como s� las hab�a en otros muchos libros. Son todos grandes nombres, pero tambi�n beb�a en innumerables libros sobre historia, sobre vida marina, sobre lugares remotos. Era un lector, seg�n su propia expresi�n, poco met�dico y nada disciplinado. Su poca disciplina en el dise�o de estructuras narrativas fue, curiosamente, la que llev� a considerarlo como padre de la modernidad. Auden cit� Moby Dick como la primera de las novelas de la era contempor�nea, aunque por su condici�n de obra total, de poema-novela, m�s bien podr�a ser considerada como la �ltima obra maestra del mundo antiguo. En cualquier caso, el posmodernismo acept� que Moby Dick iniciaba una nueva era de la novela, pues como ninguna otra novela de la �poca pon�a a prueba la flexibilidad del g�nero.

Cine

Una novela tan poco le�da como Moby Dick, de esas de las que es f�cil saber algunas cosas, como el Quijote, sin necesidad de sumergirse en sus p�ginas, recibi� un imponente empuje popular gracias al cine. Fue adaptada en 1926 con el t�tulo de La bestia del mar. En 1930, con el t�tulo de Moby Dick y John Barrymore de protagonista, se estren� la primera versi�n sonora. En 1931, Michael Curtiz realiz� D�mon des Meeres. Pero la cinta que todos tenemos en la memoria es la de John Huston con Gregory Peck en el papel de Ahab. Aunque el guion lo firman Ray Bradbury y Huston, lo cierto es que es obra del primero, que acab� denunciando al director por comparecer como coguionista. Por buena que sea la pel�cula, es s�lo un charco comparado al oc�ano indomable que es la novela, o el poema, o el milagro que en 1851 publicara Herman Melville.

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