Alexander Pope

Nació en Londres el 21 de mayo de 1688 y murió el 30 de mayo de 1744 en Twickenham. Aunque gustara de describirse como perteneciente a un linaje del que era jefe el conde de Downe, lo cierto es que P, formaba parte de una familia de burgueses comerciantes y era hijo de un acaudalado mercader e impidiéndole su re­ligión católica asistir a escuelas regulares, se aplicó con fervor a los estudios y a los doce años se puso a aprender por sí mismo el griego y el latín, y hacia los quince deci­dió marchar a Londres para aprender el francés y el italiano. A causa de su exce­siva dedicación al estudio, al parecer se arruinó su salud, comprometida por una tuberculosis que lo deformó y le dio la apariencia de un jorobado maligno, sobre cuya deformidad cargaron la mano sus enemigos. Pope vivió siempre preocupado por su aspecto físico. En especial un ataque violento contra él del crítico John Dermis, motivado por ciertos versos del Ensayo so­bre la crítica (V.)» cuando apenas contaba Pope veintitrés años, desarrolló en él aquella preocupación hasta convertirse en idea fija y provocar reacciones rencorosas y vene­nosas que no parecen haber sido propias de su índole.

Tal vez contribuyó a su desdicha física una desgracia que le ocurrió de niño: fue volteado de mala manera cuando tenía tres años por una vaca. Los literatos bajo cuya influencia se encontró colocado Pope fueron los que adoptaron en Inglaterra la preceptiva del Arte poética (v.) de Boileau: de todos ellos, el poeta William Walsh se convirtió en el confidente y crítico de las primeras composiciones de Pope, las Pastorals (publicadas en 1709, pero compuestas años antes), escritas de acuerdo con los preceptos relativos a la naturaleza ideal que Pope había extraído de Rapin y de Fontenelle: una nota más personal se encuentra en el poemita sobre el Bosque de Windsor (v.), compuesto al mismo tiempo que las Pastorals y publicado en 1713. Al período de estancia en el bosque de Windsor se remonta una amistad, destinada a tener una enorme importancia en la vida de Pope: la que tuvo con las hermanas Teresa (nació en 1688) y Marta (nació en 1690) Blount: al principio, sintió Pope igual amistad por entrambas, y el romántico sentimiento que alimentó por ellas pudo quizá hacerle olvidar entonces su infelicidad física; más tarde, se dio cuenta de que amaba a Marta.

Probable­mente antes de que vieran la luz las Pasto­rals, había dado comienzo Pope a un poema más importante y de naturaleza muy distin­ta, el Essay on Criticism, con el que daba a Inglaterra aquel poema didáctico que mu­chos literatos se habían esforzado en pro­ducir. En la segunda mitad de 1711 vivió Pope retirado en el campo, en el Windsor Forest, consolado en parte de los ultrajes de Dennis por nuevas amistades que le pro­curó aquel feroz ataque, y sobre todo, por la vecindad de las hermanas Blount; y allí se dedicó a componer su obra maestra, El rizo robado (v.), en la que aparece mani­fiesta la influencia de Voiture. A fines de 1713, mientras se dedicaba Pope a ampliar The Rape on the Lock, daba comienzo a su «magnum opus», la traducción de la Ilíada (v.) que debía hacer de Pope uno de los más eminentes literatos de la época y asegurarle la completa independencia económica de los mecenas y del público: acontecimiento me­morable porque ésta fue la primera vez que un escritor conquistaba tal independen­cia.

El éxito de la versión de la Riada constituyó el episodio más sensacional de la carrera de Pope: se cree que percibió de esta versión de 5.000 a 6.000 libras esterlinas, suma enorme para aquellos tiempos. Expli­ca este éxito, sobre todo, la posición clave que tenía entonces Homero en la pugna entre antiguos y modernos, pugna que había pasado de Francia a Inglaterra. Homero era el prototipo de aquella grandeza sencilla y severa de la edad primitiva, que animará idealmente el neoclasicismo del siglo XVIII. Pope trató sin embargo de suprimir o ennoble­cer los aspectos rústicos de Homero y de subrayar sus héroes, difundiendo por todo el poema un uniforme colorido de gran­diosidad heroica. El primer volumen de la Riada apareció en 1715 y la obra se completó en 1720; en 1725-26 apareció la versión de la Odisea (v.) confiada, sin embargo, por Pope a sus colaboradores. Durante los años en que Pope atendía a su versión de la Riada, es decir, alrededor de 1716, buscó mucho la compañía de las mujeres y aprendió así a interpretar de un modo muy sutil sus afa­nes.

Su fealdad hacía vana su admiración hacia las mujeres en cuanto a una corres­pondencia efectivamente amorosa, y le co­municaba aquella sensación de fracaso que constituye el tema fundamental de las dos composiciones más patéticas que escribió, los Verses to the Memory of an Unfortunate Lady y la epístola Eloísa a Abelardo (v.). Utilizó esta epístola para un doble servicio en sus confidencias con las amigas; dio a entender a Marta Blount que ella había sido quien la había inspirado, y el mismo cumplimiento hizo a lady Mary Wortley Montagu, la cual parece que tenía más derecho a ser llamada la inspiradora del poema. Pope había de enemistarse más tarde, hacia 1725, con esta espiritual dama, autora de algunas de las más brillantes cartas del siglo (v. Cartas de M. W. Montagu). El bienestar que le procuró la versión de Ho­mero permitió a Pope instalarse, en 1719, en una quinta en Twickenham, en la que pasó el resto de su vida, alternando el estudioso retiro con la intimidad de la alta sociedad, y hallando en la amenidad de su morada (sobre todo en la decoración de la famosa gruta incrustada de minerales) una com­pensación a la ausencia de pasión amorosa en su vida.

En la segunda parte de su carrera literaria se nos presenta Pope casi exclusivamente como satírico y moralista, siguiendo las huellas de Horacio y de Boileau (v. Dunciadas, Ensayos morales, En­sayo sobre el hombre), puliendo y corri­giendo sus versos al modo francés y pro­curando su acercamiento a la naturaleza de la prosa: gracias a estos caracteres la obra de Pope encontró entusiasta acogida en Fran­cia y abrió el camino a la introducción de la literatura inglesa en el continente. No se rendiría justicia a la poesía de Pope mi­diéndola con el mismo rasero que se aplica a la poesía romántica, de sensibilidad y gusto totalmente distintos; sería mejor com­pararla a la música del XVIII, a la de un Händel, por ejemplo, y mejor aún a la arquitectura grecista de Inglaterra, a todo el majestuoso aparato del Vitruvius Britan­niens: lo que Vitrubio y Palladio fueron para los arquitectos, lo fue Horacio para Pope : a la simetría de los elementos arquitectó­nicos hace juego la simetría de los dísticos heroicos; el «lucidus ordo» confiere a las ideas agudeza y serenidad, un equilibrio cristalino que es también una forma de la alta poesía.

M. Praz