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Christian Wulff

© Unión Europea (2010)

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Actualización: 25 enero 2023

Alemania

Presidente federal de la República (2010-2012)

  • Christian Wilhelm Walter Wulff
  • Mandato: 30 junio 2010 - 17 febrero 2012
  • Nacimiento: Osnabrück, Baja Sajonia, 19 de junio de 1959
  • Partido político: Unión Cristiano Demócrata (CDU)
  • Profesión: Abogado

Presentación

Christian Wulff, un candidato de perfil estrictamente político, al tratarse del ministro-presidente del land de Baja Sajonia y el vicepresidente de la CDU, fue proclamado el 30 de junio de 2010 por la Asamblea Federal presidente de la República Federal de Alemania para sustituir al dimitido Horst Köhler. La elección de Wulff, que necesitó tres votaciones para imponerse a su contrincante propuesto por socialdemócratas y verdes pese a la mayoría absoluta del centro-derecha, llega en un momento de gran debilidad de la canciller Angela Merkel y su número dos en el Gobierno de coalición salido de las elecciones de 2009, el liberal Guido Westerwelle. Wulff procede del ala liberal-conservadora de la familia cristianodemócrata y, pese a sus reiterados mentís, ha sido visto como un rival potencial de Merkel y un aspirante silente a la Cancillería.

(Texto actualizado hasta agosto 2010)

Biografía

1. Barón de la CDU en Baja Sajonia
2. La opción de Merkel para suceder a Köhler en la Presidencia Federal


1. Barón de la CDU en Baja Sajonia

Hijo de un hogar fracturado por el abandono del padre y la enfermedad incapacitante –una esclerosis múltiple- de la madre, tras completar la secundaria en el Ernst Moritz Arndt Gymnasium de su Osnabrück natal cursó la carrera de Derecho en la Universidad de la ciudad a orillas del Hase. Una vez superados los dos exámenes jurídicos del estado, en 1987 y 1990, comenzó la práctica de la abogacía.

Con 16 años ingresó en la militancia de la Unión Cristiano Demócrata (CDU), partido conservador que entonces, bajo el liderazgo del renano Helmut Kohl, se hallaba en la oposición en Bonn al Gobierno socialdemócrata-liberal del canciller Helmut Schmidt, y a los 19 se convirtió en el presidente federal de la Schülerunion, organización estudiantil estrechamente vinculada a la CDU. Al año siguiente, en 1979, fue elegido miembro de la Ejecutiva Nacional de la Junge Union, la rama juvenil conjunta de la CDU y su partido hermano de Baviera, la Unión Social Cristiana (CSU), cuya sección de Baja Sajonia pasó a encabezar en 1983, luego de apoderarse Kohl de la Cancillería Federal merced a su alianza con los liberales del FDP.

En 1984 Wulff entró en la Ejecutiva del partido en el land y en 1986, el año de su licenciatura, salió elegido concejal en el Ayuntamiento de Osnabrück. En 1989 ascendió al liderazgo cristianodemócrata en el consejo municipal. El gran salto en la política del estado lo protagonizó en 1994, cuando el partido le designó candidato a diputado por Osnabrück y a ministro-presidente regional en las elecciones al Landtag de Hannover. Se trataba de un envite complicado, ya que Wulff era un treintañero con escaso bagaje en la política representativa y debía batirse con el ministro-presidente socialdemócrata desde 1990, Gerhard Schröder, quien contaba con una dilatada experiencia legislativa y ejecutiva. El 13 de marzo Wulff fracasó ante Schröder, que revalidó su Gobierno con mayoría absoluta, pero el fiasco, matizado porque la CDU al menos retuvo sus 67 escaños, no le impidió convertirse en el líder del grupo cristianodemócrata en la Asamblea, sustituyendo a Jürgen Gansäuer, y en el presidente del partido en Baja Sajonia, tomando el relevo a Josef Stock.

Cuatro años después, en las votaciones del 1 de marzo de 1998, la decepción resultó aún más dura al sufrir la CDU un retroceso de cinco escaños y acrecentar el SPD su mayoría absoluta, catapultando al popular Schröder a la candidatura a canciller federal en las elecciones de septiembre al Bundestag, escenario que Kohl y sus lugartenientes habían esperado abortar, precisamente, con un frenazo electoral de los socialdemócratas en Hannover. Con la subida de Schröder y Los Verdes al Gobierno Federal en octubre, Wulff pasó a ejercer la oposición al nuevo ministro-presidente, Gerhard Glogowski, al que sucedió Sigmar Gabriel al cabo de un año.

Aunque su historial electoral dejaba bastante que desear, el dirigente sajón, con una imagen moderna y renovadora a cuestas, no perdió la confianza de la cúpula cristianodemócrata. En el congreso extraordinario celebrado por el partido el 7 de noviembre de 1998 en Bonn, Wulff fue promovido a una de las cuatro vicepresidencias orgánicas y se integró en el equipo de los dos nuevos máximos dirigentes, los ex ministros Wolfgang Schäuble, sucesor de Kohl en la presidencia, y Angela Merkel, flamante secretaria general.

Su tercera tentativa de conquistar el Gobierno regional, en las elecciones del 2 de febrero de 2003, la lanzó Wulff en un ambiente francamente propicio por la crisis económica, el aumento del paro y la impopular batería de medidas fiscales y tributarias adoptada por los ejecutivos de Gabriel y Schröder para ajustar sus malparadas cuentas. Aunque su programa anticrisis no era muy diferente del de los socialdemócratas –profundos recortes en el gasto público para reducir el déficit estatal, aunque él se resistía a subir los impuestos-, esta vez Wulff acertó a convencer al electorado de que ellos lo harían mejor. Como resultado, la CDU logró una resonante victoria con el 48,3% de los votos (12 puntos más que en 1998) y 91 diputados (en un hemiciclo ampliado a los 183 miembros). El triunfo en Baja Sajonia, el cuarto land más populoso de Alemania, alborozó especialmente a la CDU, presidida por Merkel desde abril de 2000, porque se tradujo en una firme mayoría opositora en el Bundesrat, la Cámara alta del Parlamento Federal.

El 4 de marzo de 2003 Wulff juró como ministro-presidente de Baja Sajonia, el primero de su partido en trece años, al frente de un gabinete de coalición mayoritario con el FDP. En su primera legislatura de gobierno, el abogado aplicó una política fiscal conservadora encaminada a liquidar el déficit de las arcas del estado, ajuste que halló una fuerte contestación política y sindical al tocar muchas partidas sociales, y que a la postre no consiguió atajar los problemas presupuestarios.

Ubicado en el ala liberal del partido, Wulff fue citado en estos años como un potencial aspirante a canciller en las próximas elecciones federales, máxime porque el liderazgo de Merkel no terminaba de convencer a algunos representantes de la vieja guardia cristianodemócrata y en particular al líder de la bávara CSU, Edmund Stoiber. Sondeos de opinión pusieron de relieve una notable aceptación popular del político sajón, que se hizo notar en el ámbito federal con sus participaciones televisivas y sus comentarios periodísticos sobre un abanico de cuestiones de interés nacional. A últimos de 2004 el 86% de los delegados asistentes al congreso de Düsseldorf le reeligió vicepresidente del partido. Sin embargo, en este mismo congreso, Merkel vio revalidada su presidencia con un porcentaje similar, disipando las dudas que había sobre su jefatura. Luego Merkel fue proclamada candidata a la Cancillería en las elecciones anticipadas del 18 de septiembre de 2005 y, celebradas éstas con un embarullado resultado –un empate entre la CDU/CSU y el SPD que complicó extraordinariamente la formación del nuevo Gobierno-, alcanzó la Cancillería, aunque atada a los socialdemócratas en una incómoda gran coalición.

Ni antes ni después de los históricos comicios de 2005 Wulff envío una señal clara de que tenía el ojo puesto en los mandos del partido y el Gobierno federales, ambición que daban por cierta multitud de colegas y comentaristas; al contrario, en mayo de aquel año, tras el anuncio por Schröder del adelanto electoral, negó que quisiera disputar a Merkel la nominación de la candidatura a canciller y subrayó su lealtad a la presidenta. La suposición entonces era que Merkel daría un puesto a su fiel barón regional en el Gobierno de coalición que confiaba en formar con los liberales, pero la decepción en las urnas habría frustrado ese plan.

Wulff se mantuvo concentrado en sus responsabilidades de gobierno en Hannover. El 27 de enero de 2008, al cabo de una campaña favorecida por el escaso tirón de su adversario del SPD, Wolfgang Jüttner, el dirigente sajón aguantó el desgaste sufrido en el primer mandato y con el 44,7% de los votos pudo seguir gobernando en coalición con los liberales. El 14 de junio siguiente entregó la presidencia de la CDU estatal a David McAllister, quien venía siendo el líder del grupo en el Landtag desde 2003.

En esta campaña electoral, el socialdemócrata Jüttner sacó a colación aspectos supuestamente criticables de la vida privada de su contrincante, que los medios no dejaban de airear. Así, Wulff mantenía una relación sentimental con una asistente de su oficina ministerial, Bettina Körner, 14 años más joven. La pareja compartía sendos matrimonios con hijos terminados en divorcio: él había estado casado entre 1988 y 2006 con una abogada y antigua compañera de estudios –amén de tocaya-, Christiane, quien le había dado una hija, Annalena, en 1993; en cuanto a ella, había tenido con su primer marido un niño, Leander Balthasar, en 2003. Wulff y Körner se casaron en marzo de 2008 y dos meses después alumbraron su primer retoño en común, Linus Florian.


2. La opción de Merkel para suceder a Köhler en la Presidencia Federal

En su segundo ejercicio como ministro-presidente de Baja Sajonia, Wulff siguió en el candelero con una serie de decisiones y posicionamientos que terminaron de perfilar su condición de cristianodemócrata escorado al liberalismo, más conservador que la mayoría de sus conmilitones en materia de ingresos y gastos, pero más progresista que los tradicionalistas de los länder sureños en cuestiones de alcance religioso, donde su actitud era esencialmente laica, no obstante su fe católica. Un moderado proclive al consenso, su Gobierno de coalición con el FDP en Hannover era un modelo de estabilidad que servía de referencia a una alternativa con esos colores a nivel federal, donde la CDU/CSU ansiaba sustituir a los socialdemócratas por unos socios más afines y, teóricamente, más llevaderos. Sin embargo, insistía, él no era una sombra acechante de Merkel. En 2008 afirmó en una entrevista: "carezco de deseos absolutos de poder y de la voluntad para subordinar todo a eso".

Las elecciones federales del 27 de septiembre de 2009 sonrieron al binomio CDU/CSU, aunque sin alharacas, ya que sólo ganaron 13 escaños y en términos porcentuales incluso perdieron votos, el 1,4%: su victoria descansó en el hundimiento del SPD. Conforme a su pacto preelectoral, Merkel y el líder de los liberales, Guido Westerwelle, formaron el 28 de octubre un Gobierno de coalición que incluyó al segundo como vicecanciller y ministro de Exteriores. El programa del Gobierno contemplaba una reducción de impuestos directos por valor de 24.000 millones de euros a partir de 2011, cuando se suponía que el país ya estaría plenamente recuperado de la recesión tras la aplicación de los costosísimos planes de estímulo. Sin embargo, Wulff advirtió contra un excesivo recorte de los ingresos tributarios, que podría retrasar los objetivos de reducción del déficit.

La opinión discrepante del gobernante sajón se interpretó en clave de desafío interno y fue vinculada a su reciente propuesta de separar el liderazgo de la CDU de la Cancillería, alegando que los trabajos de organización interna del partido consumían mucho tiempo y que el actual sistema, moldeado por Kohl y continuado por Merkel, concentraba demasiado poder en el canciller cristianodemócrata. De nuevo, se rumoreó que Wulff escondía pretensiones cimeras, pero el interesado se abstuvo de hacer ningún movimiento inequívoco.

A finales de mayo de 2010 Wulff, apodado el Kennedy del Leine por su porte telegénico, continuaba destacado como uno de los principales dirigentes de la CDU, con un pie en Hannover y el otro, estrictamente partidista, en Berlín, cuando una mudanza imprevista en la más alta institución republicana, la Presidencia Federal, puso en marcha una cadena de consultas políticas que imprimió un giro inesperado en su carrera. El 31 de ese mes, el presidente federal, Horst Köhler, un estadista de la CDU que desde su elección en 2004 había protagonizado varios inusuales episodios de inconformismo político –a través de discursos críticos y bloqueos de proyectos de ley elaborados por los gobiernos de Merkel que le parecían inconstitucionales- presentó la dimisión fulminante e irrevocable saliendo al paso de la enorme polémica desatada por unas declaraciones en las que había dado a entender que la misión de la Bundeswehr en Afganistán respondía no sólo a exigencias de seguridad, sino a los intereses comerciales alemanes.

Cogida por sorpresa, como el conjunto de la clase política y la opinión pública alemanas, Merkel se lanzó a la búsqueda de un sustituto de Köhler, cuya partida lamentó, en un momento complicado para ella por el mal arranque del Gobierno negro-amarillo, que afrontaba una cascada de críticas por la gestión de la crisis especulativa del euro, las impopulares ayudas financieras a Grecia para impedir la quiebra del socio comunitario y las repercusiones negativas de las muertes de civiles en la guerra de Afganistán. La coalición oficialista acababa de perder el control del Bundesrat como resultado de la fuerte derrota sufrida en las elecciones de Renania del Norte-Westfalia, tras lo cual la canciller había anunciado la cancelación de las previstas rebajas fiscales en 2011 y 2012.

Entre tanto, correspondió al presidente rotatorio del Bundesrat, ahora mismo el socialdemócrata Jens Böhrnsen, alcalde de la ciudad-estado de Bremen, desempeñar las funciones del jefe del Estado de acuerdo con el artículo 57 de la Ley Básica, que se aplicaba por primera vez desde 1949 porque hasta ahora todos los presidentes federales, ocho antes que Köhler, habían concluido sus mandatos sin novedad. El nuevo titular del cargo debía ser elegido en el plazo de 30 días por la Asamblea Federal o Bundesversammlung, colegio electoral formado por los diputados del Bundestag (en esta legislatura, 622) y otros tantos delegados seleccionados por los landtag de los estados, que enviarían a Berlín delegaciones proporcionales a la situación de fuerzas en sus hemiciclos, si bien cierto número de asambleístas regionales iban a ser personalidades públicas sin cargo representativo e incluso ajenas a la profesión política, aunque con adscripción partidista.

Primeramente, Merkel apostó por su ministra de Trabajo y Asuntos Sociales, Ursula von der Leyen, pero esta opción presidencial concitó el rechazo de varios pesos pesados del partido. Entonces, la canciller, de común acuerdo con Westerwelle, el líder socialcristiano y presidente bávaro Horst Seehofer, y la plana mayor de la CDU, se decantó por Wulff. La propuesta fue lanzada por los tres cabezas de facción el 3 de junio y no dejó de causar sorpresa, ya que el dirigente sajón era un peso pesado de la política que podría sentirse tentado a sobrepasar el estrecho marco formal del cargo presidencial, con funciones esencialmente ceremoniales y representativas, y lanzarse a valorar conductas de la clase política con tono fiscalizador.

Sin embargo, ahora mismo, Merkel, más que un presidente anodino o de bajo perfil, a quien necesitaba en la otra oficina del poder ejecutivo era a un potente correligionario que actuara como eficaz correa de transmisión institucional de las decisiones de un Gobierno debilitado y acusado de falta de liderazgo. Además, como no dejó de señalar la prensa germana, su colocación en la jefatura del Estado, donde se esperaba que ejerciera la condición de árbitro moral de la nación pero con comedimiento, era para Wulff como una "jaula de oro" que le impediría, al menos en los próximos cinco años, tomar cualquier paso para realizar sus atribuidas ambiciones de poder en la CDU. Al mismo tiempo, el ala conservadora del partido, últimamente molesta con la canciller por sus guiños centroizquierdistas al electorado, quedaba satisfecha.

La sesión de la Bundesversammlung, integrada por 1244 asambleístas, tuvo lugar el 30 de junio y en ella Wulff necesitó tres votaciones para imponerse a su principal contrincante, Joachim Gauck, un respetado opositor anticomunista de la extinta RDA y hasta 2000 comisionado federal para los archivos de la Stasi, que era postulado por el SPD y Los Verdes, aunque ser trataba de un independiente sin filiación. En la primera ronda, el cristianodemócrata sacó 600 votos, 23 menos de los necesarios para proclamarse presidente con mayoría absoluta. Gauck obtuvo 499 votos, la socióloga Luc Jochimsen, por el partido La Izquierda (Die Linke), 126, y el cantante Frank Rennicke, por el ultraderechista Partido Nacional Demócrata (NPD), sólo tres.

En la segunda ronda las cuotas fueron 615 votos para Wulff, 490 para Gauck y 123 para Jochimsen. Finalmente, en la tercera votación, donde ya bastaba la mayoría relativa, Wulff salió elegido con 625 apoyos. Puesto que la coalición gobernante partía con una ventaja de 644 asambleístas, el resultado de las rondas puso de manifiesto el voto rebelde de un número significativo de representantes del oficialismo. Definitivamente, en las filas cristianodemócratas y liberales había descontento, lo que arrojaba dudas sobre la autoridad de Merkel y Westerwelle.

Inmediatamente después de proclamarse ganador, Wulff tomó posesión de la Presidencia Federal y su puesto en Hannover fue asumido en funciones por Jörg Bode; al día siguiente, David McAllister se convertía en ministro-presidente de Baja Sajonia. El 2 de julio Wulff prestó juramento del cargo, donde era el décimo titular desde 1949 y el segundo católico desde Heinrich Lübke, presidente en 1959-1969. Con 51 años recién cumplidos, Wulff era también el más joven jefe del Estado en la historia de la RFA.

(Cobertura informativa hasta 1/8/2010)