Crítica: Lou Reed - The Blue Mask | El Portal del METAL

Lou Reed - The Blue Mask

Enviado por stalker213 el Jue, 08/09/2011 - 19:57
2187

1. My House (5:25)
2. Women (4:57)
3. Underneath the Bottle (2:33)
4. The Gun (3:41)
5. The Blue Mask (5:06)
6. Average Guy (3:12)
7. The Heroine (3:06)
8. Waves of Fear (4:11)
9. The Day John Kennedy Died (4:08)
10. Heavenly Arms (4:47)

Aquí se habla de Metal ¿verdad? Bien ¡Muy bien!

Eso me parece estupendo, pero es que resulta que hoy y aquí NO SE VA A HABLAR de Metal. Repito: No se va a hablar de Metal. Punto. No obstante, tampoco se va a hablar de severas cagadas de bisonte empotradas contra la pared, con lo cual -entiendo- hacerlo de una de las mayores obras que jamás dio el Rock contemporáneo justificará sobradamente el porqué hoy no me haya salido de la bolsa el hablar, como cansinamente acostumbro, de nuestro amado e incombustible género, aunque algunos hagan por exterminarlo (disculpad la jodida digresión).

Con todo lo anteriormente apuntado -creo- es ya, cuanto menos obligado, tiempo de empezar a largar sobre el disco en cuestión (¡Atentos! Uno de esos pocos que no sólo es un disco), y es que aunque sé positivamente que lo hago con muchísima gracia, igualmente veo sin apenas dificultades como a menudo mi ortodoxo discurso resulta al final algo repetitivo y tedioso; Eso sí, que nadie eche todavía las campanas al vuelo, porque más pronto que tarde volveré por mis fueros. ¡Ha!

No en vano, y como trataba de decir hace tan solo unos instantes -justo antes de volver a interrumpirme a mí mismo- hoy nos hemos reunido aquí para diseccionar un inconmensurable y titánico coloso de álbum que no deja sino en meras heces de babuino a las sandeces con las que abría hoy este humilde escrito, y es que hoy nos subimos a la mesa de operaciones nada menos que al undécimo trabajo de estudio de un señor que ahora resulta que va a grabar un disquito con los cowboys más durotes de la Costa Pacífico y tal ¡Pero tranquilos! Nadie va a tener que cambiarse o recomponer la disposición de su pañal porque aquí mismo dejo el comentario. Como ya todos sabéis, estoy hablando del señorito Lou Reed, y la verdad: si aquí y ahora hay que presentar a este hombre a alguien, debo apuntar como el problema ante el cual no hallamos es como poco ciclópeo.

Para cuando ‘The Blue Mask’ vio la luz en aquel invierno de 1982, Reed era ya sobradamente conocido, gozando de una enorme popularidad a ambos flancos del business (las víboras y la gentecilla que simplemente disfruta de este maravilloso invento) y habiendo quemado ya por lo menos tres o cuatro de las siete vidas que dicen tienen los gatos. Y es que para cuando el ’81 había girado la última hoja de su calendario, resulta obvio como el tipo había jugado ya hasta un poco más allá del límite la carta del rollo rocanrolero autodestructivo endémico entre las auténticas luminarias del género. Y es que hay que ser sinceros: ¡Coño! Si solo bebes Colacao y deglutes magdalenas (aunque sea como un poseso) y pretendes cantar con un mínimo de credibilidad sobre el lado más oscuro de la vida, algo no terminar de carburar del todo ¿no os parece, muñecos? Efectivamente, Reed es un tipo que se ha asomado al borde del precipicio en más ocasiones de las que posiblemente sean aconsejables, siendo ello en sí mismo algo poco recomendable y mucho menos un motivo de orgullo, pero justo como decíamos antes: cuando uno lleva en la sangre el apostar al límite, poco o nada se puede hacer al respecto. Los excesos -por lo común- no son algo bueno, eso está claro. Sin embargo, cuando estos son canalizados a través de la expresión artística y encima lo hacen mediante la escogida cocorota de un loco iluminado como Reed, es cuando algunos damos las gracias por su existencia a pesar sus peligroso daños colaterales (refiriéndome con esto, claro está, a los malos hábitos y la mala vida, en definitiva).

Los cinco cuernos que ya directamente dejo caer aquí mismo, no se deben únicamente a que el disco me guste mucho y punto, porque eso sencillamente sería tan estúpido como cagarme la cara entera haciendo el pino. Luego no. Rotundamente no, porque hablar de Lou Reed y al punto simplificar los argumentos es algo que no debiéramos permitirnos a menos que fuéramos unos supinos gilipollas. Sin embargo, la paradoja (maravillosa, por otra parte) se da justo en el mismo instante en que nos percatamos de la apabullante e insultante simpleza de la música de este hombrecillo. ¿Y qué decir de sus letras? ¡Claro! Cogemos un lápiz, nos ponemos a darle candela y ya está ¡Fácil! ¿Ah? Pues mucho me temo que no. No, porque justo como me decía siempre un profesor en la facultad “escribir en modo llano y al punto hacerlo bien es una de las cosas más complicadas que existen” ¡Y cuánta razón tenía!

En este sentido, Reed es un verdadero genio y discutirlo o ponerlo en tela de juicio entraña al punto la misma inteligencia implícita a limpiarse el culo con las manos justo antes de sacarse uno las legañas ¡Pero que nadie se preocupe! Alguien saldrá contradiciendo mi argumento; Aunque eso sí: Dejadme que os recuerde como el luchar contra la lógica supone en sí un acto del todo estúpido. Fútil. Vacuo. Carente de sentido, y hasta si me apuráis: propio de un auténtico y genuino imbécil. Pero ‘The Blue Mask’ es infinitamente más importante que todo eso, y es por ello que justo a continuación vamos a empezar desgranar un poquito que es lo que trae consigo.

El disco incluye diez temas de los cuales cuatro son verdaderas obras de arte de esas que ponen los pelos de punta ¿entendido? ¡Entendido! Luego poco cuesta comprender como un alumno/a que tenga otras tantas matrículas de honor haya aprobado con un ruinoso notable alto alguna de las otras seis asignaturas que cursaba ¿verdad? ¡Pues claro! Poco plausible, ciertamente. El problema, no obstante, radica a menudo en saber discernir la finísima línea que separa a la excelencia de aquello otro que va mucho más allá, y en este sentido, es cierto como ‘Women’ se antoja algo lejana al resto, pero claro, es que todo el resto es tan, tan, pero tan poderosamente sublime que apenas si da de sí el saco para calzar a la susodicha en el mismo continente que a todas las demás. Y es que las cosas hay que decirlas muy claras: De los tres primeros cortes, dos son sendos dieces rayando en la más salvaje perfección bajo la forma de la majestuosa -aunque increíblemente sencilla- ‘My House’ y por supuesto la automáticamente ganadora y cautivadora oda al más furioso delirium tremens ‘Underneath the Bottle’ (letal el tono de la guitarra ¡Oye!) con un Reed cantando a tumba abierta todas y cada una sus miserias.

‘My House’ ¡Ya ves tú! ¿Qué va a hablarnos el chalado éste? ¿De su casa? ¿Qué interés puede tener eso para nosotros? Más bien poco ¿no os parece? Pues igual sí, pero si uno rasca un poco más sobre la superficie verá al punto como esta sobrecogedora maravilla no es otra cosa que un sentido homenaje de Reed al poeta, también neoyorquino, Delmore Schwartz (profesor suyo durante su etapa universitaria en Syracuse) y en definitiva la primera piedra sobre la cual se sustenta esta monumental obra de incalculable alcance. Justo como apuntaba antes, las letras y las guitarras de Reed suenan como nada que hayáis escuchado antes, aunque eso sí: Lo más importante no es lo que aparentemente parece más obvio (que la música está excelentemente escrita y ejecutada) sino muchísimo antes lo que ésta te hacer sentir, y es que escuchando cantar uno a Reed no puede por menos que sentir como quien realmente le está hablando es un viejo amigo que jamás le vendería, antes que no un lejano artista millonario al que jamás te cruzarás en persona. El merito de eso, amigos, sobrepasa con creces a la burda palabra “enorme”, y es que hoy no estamos hablando aquí de un cualquiera, sino de uno de los mayores talentos de nuestro tiempo.

Aquí dejo una perla:

"I've really got a lucky life,
My writing, my motorcycle and my wife"

¿Simple? ¡Claro! Simple, pero lo mismo avasalladoramenete real.

Evidentemente, el corte que sigue a ‘My House’ es ‘Women’, con lo cual ‘Underneath the Bootle’ es la segunda carga de profundidad a la cual hacía referencia cuando hablaba de dos joyas absolutas sobre tres respecto al primer tercio del álbum, y es que de nuevo nos hallamos ante el mejor y más inspirado Reed. Las letras, como resulta imposible de cualquier otro modo, son una vez más excelentísimas. Directas, sinceras y llanas pero también llenas; Como poca gente más sabe escribir, y es que este ‘Blue Mask’ es un díscolo ejercicio de luces y sobras en el que muy a menudo ambas se conjugan abordando los fantasmas del poeta, aunque con una ligera pátina de optimismo pasajero y también ¿por qué no decirlo? esperanza, que después de todo te hace sentir hasta bien. Una tenue esperanza insuflada temporalmente por la que entonces fue su amada esposa Sylvia (artífice de la siniestra portada, perfilando a un críptico Reed en pose Karloff total), pero que al punto se ve ocasionalmente amenazada por un ominoso y enigmático halo macabro como el que flota por encima de ‘The Gun’, la amable aunque también decadente ‘The Heroine’ o incluso el estruendoso tema-título donde la banda al completo acomete el corte más contundente y poderoso del conjunto.

Ni qué decir tiene el cómo Reed no anduvo solo ni un solo minuto durante la confección de tamaña obra, y es que tanto a nivel instrumental como de producción ‘The Blue Mask’ es un triunfo rotundo que sobresale insultantemente desde el primer segundo de su escucha. La adición de Robert Quine al cuadro como segunda guitarra es sencillamente espectacular (atentos al altavoz izquierdo, pues Reed navega por el derecho), pero ojo porque la aportación de Fernando Saunders al bajo y sobre todo la de Doane Perry (JETHRO TULL) a las percusiones no hacen sino redimensionar un trabajo que ya de per se hubiera sido de escándalo. Al hilo del comentario, simplemente apuntar como el sonido de las percusiones de este ‘Blue Mask’ es fácilmente uno de los mejores que he oído en la vida, y os aseguro que no han sido pocos que se diga.

La cínica y corrosiva ‘Average Guy’ es otra de las perlas incrustadas en esta grotesca mascara, y en ella se aprecia no solo de nuevo la sobrehumana capacidad del poeta yonqui para vomitar los versos más rematadamente geniales que uno puede imaginar, sino también la faceta más ácida y mordaz del mejor Reed. Por su parte, ‘The Heroine’, anteriormente citada, y la sombría ‘The Day John Kennedy Died’ nos remiten irremisiblemente a los ya entonces distantes ecos vanguardistas de la VELVET, pero aún siendo dos tremendas composiciones no hallan modo posible de hacer sombra a las otras dos bombas de relojería que bautizadas como ‘Waves of Fear’ y ‘Heavenly Arms’ no hacen sino terminar de conformar a uno de los buques insignia en la desigual y camaleónica discografía del loco de Brooklyn y por ende a una de las obras más brillantes e irrebatiblemente relevantes de la música Rock durante la casposa década de los ochenta.

De nuevo la cosa va de contrates (exageradamente acentuados ¿Por qué no?) en tanto en cuanto la primera vuelve a la carga con el indeleble fantasma del alcoholismo militante de Reed y la segunda constituye un hermoso tributo del cantautor a su esposa Sylvia, donde si algo queda claro es que el amor quizás no dure para siempre, pero sí la magia, el gancho y la devastadora emotividad de esta aplastante canción. Es cierto que denota melancolía, anhelos de felicidad que si viene seguro partirá pronto e incluso hasta algo de ñoñismo (del bueno y del que no empalaga), pero amigos: Si alguien escucha esta canción y no siente un gélido escalofrío corriendo por el cogote es que no tiene sangre en las venas. El sentimiento se hace extensivo al grueso del disco, donde un tímido e inocente optimismo (siempre provisional) se tiñe permanentemente de latiguillos y puntillas que te hacen pensar en aquello de “no, si ya lo decía yo…”, pero que en definitiva no hace nada más que agrandar la descomunal magnitud de esta superlativa obra.

A Reed le estaremos infinitamente agradecidos por la ingente retahíla de maravillosos himnos que ha dejado tras de sí su tormentosa existencia; Eso sí, tampoco olvidaremos nunca a Sylvia, aunque solo sea por lo que entonces hiciera sentir a Lou, impulsándolo a escribir semejante cacharrazo de tema como ‘Heavenly Arms’. Y es que ya lo dice Reed en su letra “In a world full of hate, love should never wait” ¡Pero cuidado! Al enemigo ni agua ¿estamos?

Lo hemos dicho algunas veces antes, aunque quizás no las suficientes: Suerte que no solo vive uno del Death o el Thrash Metal más burro y primitivo, porque aunque al principio cueste lo suyo, a un disco como ‘The Blue Mask’ y a un artista como Lou Reed no puedes (ni debes) perdértelos antes de dar con los huesos en tu tumba.

Obra de arte sin paliativos.

Valoración: 9.8

Lou Reed: Voz & Guitarra
Robert Quine: Guitarra
Fernando Saunders: Bajo
Doane Perry: Percusiones

Sello
RCA