Críticas de Y el mundo marcha (1928) - FilmAffinity
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Y el mundo marcha

Drama Un joven solitario impulsado por la ambición y el idealismo se enfrenta a la vida en el Nueva York de principios del siglo XX. Las duras condiciones que impone esta realidad desmitifican el mítico sueño americano. (FILMAFFINITY)
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Críticas 36
Críticas ordenadas por utilidad
28 de febrero de 2014
12 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
John y Mary… nuestros Juan y María, nombres que simbolizan, y simbolizarán siempre, al hombre del común, a aquellos seres que llevan una vida con muy escasas sorpresas porque, cotidianamente, viven el acoso de la rutina, de la escasez, de la falta de oportunidades; y su particular adaptabilidad a lo que la vida les brinda, hace que se comprometan poco, que luchen sin mucho ímpetu, pues quizás confían –así se los han enseñado las clases dominantes- en que, en la otra vida, va a hacérseles justicia.

La multitud camina entonces como si cada ser humano hiciera parte de un cardumen: hacen lo mismo, repiten lo mismo día tras día, y tienen procesos tan parecidos que pareciera una sola historia que se repite y repite incesantemente como las manecillas del reloj dando la vuelta al eterno círculo que las encierra. Pero esto sucede en general, porque los acaparadores de riqueza, los monopolistas, los explotadores, los grandes capitalistas, se aprovechan de su liviandad y de sus necesidades para usarlos como ovejas de un rebaño a las que se puede pagar con migajas y a las que se puede exprimir hasta que estén a punto de reventar, momento en que basta con deshacerse de ellas.

En, “The Big Parade” (1925), el director King Vidor, quiso plasmar a un hombre que observa las cosas que lo hacen feliz. Cuando el productor, Irving Thalberg, encantado con el éxito que el filme obtuvo, le preguntó cómo iba a hacer para superar lo alcanzado, a Vidor se le ocurrió sugerirle: “recrear ahora a un hombre que observa objetivamente la vida cotidiana”. Aceptada la idea, Vidor empezaría a escribir esta historia que encaja de manera prístina con el ideal que ya tenía bien claro con respecto al cine: “Este debe servir para mostrar la verdad de las cosas que nos rodean, sin fábulas de ningún tipo (…). La gente está cansada de oír, quiere ver, y el cine debe saber explicarle con honestidad todo cuanto ve”. (1)

Así, <<Y EL MUNDO MARCHA>>, se convierte en una de las más bellas, veraces y punzantes recreaciones de una sociedad enmarcada en falsos valores y en la explotación del hombre por el hombre, mientras alardea de “democracia pluralista”, de “tierra de las oportunidades” y de otras frases muy bien acuñadas para manipular la verdad y mantener adormecido al pueblo; y pese a la brillantez cinematográfica con que fue realizada, conservando aún algunos de los más bellos planos que hayamos visto en la historia del cine; y no obstante que sus valores humanos son de una trascendencia absoluta por su enorme comprensión y su perfecto acogimiento, pocas salas de cine le abrieron sus puertas a esta maravillosa película; pocos espectadores la acogieron como se merecería porque no cumplía con la “cualidad” Enajenante, que para la mayoría es sagrada… y en los premios Oscar, tan solo obtuvo dos nominaciones (Mejor Director y Mejor Película) sin que se llevara ninguno, no obstante ser uno de los tres o cuatro títulos imperecederos que había en aquella gala.

Piénsese tan solo en la técnica con la que se contaba en 1928; compárela con la que se tiene al día de hoy… y entonces, quizás se entienda que los logros alcanzados por esta película, sumados sus magníficos aportes argumentales, llevan irremisiblemente a la conclusión de que, <<Y EL MUNDO MARCHA>>, es una obra maestra. Uno de los más bellos filmes de la historia del cine.

(1) "El cine de los grandes maestros" Gian Luigi Rondi.
Luis Guillermo Cardona
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31 de julio de 2013
11 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
"The Crowd" -La multitud- es una de esas joyas del cine que, si bien en su momento fracasaron o cayeron en el olvido, se reivindican para la posteridad merced a las mismas virtudes que otrora las condenaron a tan irreverente ostracismo.

En esta película Vidor, con una dirección sencillamente APABULLANTE, nos embarca en un film que lo tiene prácticamente todo. Cargada de un profundo mensaje, este melodrama -con mucho, muchísimo, de comedia dramática- nos muestra el gran sueño americano de los "felices" 20 desde una perspectiva tan realista como distante de lo que por dicho sueño se nos suele dar a entender. Esto último es el primer -y fundamental- motivo por el cual la cinta fue un fracaso en su día. La sociedad americana no iba al cine para verse retratada bajo un halo de mediocridad, su propia mediocridad.

Por otra parte "Y el mundo marcha" es una película sumamente moderna. Su ritmo trepidante y su particular estilo narrativo en poco o nada se parecen a lo habitual por aquella época y lo imperante en el cine mudo por lo general. Este es, en mi opinión, el segundo gran motivo de su inicial fracaso. Y es que al igual que decimos que algunos negativos envejecen mal, The Crowd es el paradigma de todo lo contrario.

Mención especial, para terminar, merece Eleanor Boardman -esposa de Vidor- quien lo borda en un papel en el cual actúa con la mirada. Una interpretación, para mí, a la altura de Lillian Gish en "El Viento" -por citar a otra gran actriz de la época.-
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
albertoADC
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21 de marzo de 2011
12 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
Al ser una película muda y sobre todo tan antigua, habrá muchos reacios a verla, y sólo puedo decir que no saben los que se pierden. Para mí una obra maestra, este director, liberal, siempre defensor del individuo ante lo colectivo, tiene en esta película una de sus mejores obras de su carrera. Desde el principio nos enseñan muchísimos planos en los cuales aparece la multitud, los edificios llenos de gente trabajando en lo mismo, con cientos de sillas y mesas iguales, edificios iguales, gente igual; y también nos enseña el sueño de un joven o de la gente en general por ser alguien diferente o que destaque entre los demás. Hasta en la escena del ascensor en la que es el único que está vuelto del revés le hacen ponerse de frente; siempre luchando contra lo estipulado, si todo el mundo mira a un lado tú también tienes que hacerlo. En el Manantial se ve como esta lucha es ganada por el arquitecto; en esta película, más real tal vez, nos enseñan el sueño que nunca llega, pero también la esperanza que nunca se pierde, el inexorable paso del tiempo que hace que tengas tus prioridades y que hacen aun más adversos nuestros sueños, pues tenemos todo en contra, la socidad en sí, lo estipulado, lo que es bueno y malo ya está decidido de antemano, la carga de la familia, la de los familiares y es muy dificil salir ahí. Todo esto está plasmado magistralmente; que cada uno saque sus conclusiones, y preste atención a los innumerables matices. Obra maestra reitero.
Coverdale1987
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23 de noviembre de 2012
11 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
A primera vista las escenas iniciales de esta película, que muestran escenas de la gran urbe de Nueva York, parecen algo así como la respuesta americana a Dziga Vertov y Walter Ruttmann. Pero la visión que ofrece The crowd es muy diferente: no estamos ante un documental épico con protagonismo colectivo, sino ante una película esencialmente intimista, el retrato lúcido de un personaje carente de toda lucidez.

Podría decirse que John Sims, el protagonista, es una especie de versión masculina, prosaica y capitalista de Madame Bovary: sueña con ser alguien especial, pero no a través de la vivencia de un gran amor (que poseerá, aunque ignorándolo en cierto modo), sino en el ámbito empresarial de la Norteamérica emergente. Un niño que nació, simbólicamente, con el siglo, y que sueña con el éxito en esa pujante Nueva York de los felices e inconscientes años 20.

La trama progresa de forma implacable, como la de la novela de Flaubert, hundiendo al personaje en su propia medianía: sigue los principales hechos de su vida desde su nacimiento, la muerte de su padre, el primer trabajo, el noviazgo, la noche de bodas, el nacimiento de su primer hijo... Los intertítulos, abundantes, y las imágenes, contundentes y expresivas por sí mismas, van mostrando, a lo largo de estos momentos de clímax y de otros que evocan el curso de la vida cotidiana, la confrontación entre sus sueños de grandeza y la realidad de ser uno más entre la multitud. Supongo que Billy Wilder tuvo muy en cuenta esta película (no sólo la escena de la oficina) al concebir la mucho más famosa El apartamento.

La película es crítica con la figura de John Sims, pero no por su incapacidad para alcanzar el éxito, sino por el sentimiento de superioridad frente a los demás que le produce el sueño de que un día lo logrará; no porque sea mediocre, sino porque se permite burlarse de la mediocridad de los otros. Como una premonición de la gran depresión que se iniciaría un año después de su estreno, The crowd parece una advertencia sobre los excesos del sueño americano. En un momento dado, cuyos detalles no hace falta revelar, muestra con toda crudeza cómo el éxito económico no conduce necesariamente a la felicidad personal, sino quizá a todo lo contrario. De forma simétrica, la evidencia final del fracaso del personaje permite su redención moral.

El cine evolucionó de forma asombrosa en el corto plazo de unos 15 años, desde ser poco más que un espectáculo de feria hasta conseguir evocar, en esta época final del mudo, la amplitud y la ambición de la novela burguesa, a través de una visión sintética, capaz de expresar una amplia gama de circunstancias y emociones.

La concepción y sentido del relato, que he tratado de resumir, no agota ni mucho menos la película, que es como una concha con una perla inesperada: la conmovedora interpretación de Eleanor Boardman como la mujer de John Sims (de hecho, era la mujer del director, King Vidor). En general, el grado de matización y veracidad de los intérpretes, que nada tienen que ver con los truculentos e irreales que poblaban las pantallas unos años atrás, da espesor a la película y la aleja de ser una mera representación de disquisiciones sociológicas, o un cuento moral más o menos pasado de moda.

Pocas veces en películas posteriores se ha retratado mejor la intimidad de una pareja, su vida cotidiana, sus discusiones y reconciliaciones. La comedia se transforma abruptamente en drama, y viceversa, y la película consigue perfectamente lo que su director pretendía: que las cosas que muestra, aunque no sean reales, tengan la vibración de lo real.

Para ello, se desprende de toda retórica y, en una suerte de anticipación del posterior neorrealismo europeo, escoge actores anónimos para encarnar a personas comunes con problemas ordinarios: el resultado es tan certero que, a pesar de las diferencias superficiales, nos seguimos reconociendo en ellos.

The crowd fue (si se me permite el apunte personal) una de mis primeras películas favoritas cuando, en mis inicios como cinéfilo, empecé a grabar las películas que daban por televisión en la madrugada de los sábados; vista ahora, muchos años después, se sigue manteniendo apasionante e intemporal; con perspectiva histórica, junto con Tabú de Murnau y El cameraman de Keaton, constituye la corona fúnebre de ese joven soñador que murió prematuramente, el cine mudo de Hollywood.
el pastor de la polvorosa
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27 de octubre de 2010
10 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Pareciera ya lejano aquel 1928. Pero al ver el filme de King Vidor “The Crowd” me siento como inmerso en ese mundo casi neorrealista, casi futurista. Un mundo Art Decó.
Y claro que es un gran merito para Vidor. El haber plasmado ese correr de gentes en una gran urbe. Casi como espectros, casi como androides, casi como entes que lleva el ritmo frenético de la gran ciudad. Ríos de gente como hormigueros del concreto. Esas escenas no distan mucho del mundo de hoy. Donde el cosmopolitismo nos ha atrapado.
Las grandes urbes como Nueva York siempre han sido lugares donde el ritmo acelerado de sus gentes las lleva al borde del colapso. Destrozando sus sistemas nerviosos llenándolos de una neurosis que en el último grado del mal carácter los lleva a pensar en autodestruirse.
Un entomólogo en los cielos de Nueva York ha observado este mundo agitado y nos lo ha compartido. Quizás desde el aire solo se ven arterias que son abastecidas por diminutos seres que avanzan entre el concreto. King Vidor por primera vez nos ha invitado a observar ese mundo desde lo más alto del Empire State. Y nos preguntamos como es posible que se pueda habitar esa jungla de asfalto, y no morir en el intento.
RAMON ROCEL
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