Supernova (2020), de Harry Macqueen

Sam, pianista, y Tusker, escritor, son pareja sentimental. Hombres maduros, educados y sensibles, tienen una conexión profunda y se profesan un sincero afecto. Realizan un viaje solitario en caravana, antes del recital que ha prometido interpretar Sam. Pero un velo de tristeza pesa sobre la pareja, pues Tusker está enfermo y día a día sus facultades mentales van disminuyendo. Ambos saben que pronto los días juntos ya no serán lo mismo.

El sentido y triste ocaso de una relación amorosa homosexual es la propuesta arriesgada de Supernova, una historia mínima del director y guionista Harry Macqueen, que debutó siete años atrás con la desconocida Hinterland. Asistimos al viaje que realizan los protagonistas con una caravana, en busca del encuentro con algunos lugares y personas –familiares y amigos– que han sido importantes en sus vidas. Serán leves momentos de vida en la naturaleza, de conversaciones, camaradería y recuerdos, islotes en medio del mar de fondo que inunda en pesadumbre el corazón de los protagonistas, que poco a poco irán aireando entre ellos el estado de sus almas, las dudas, las decisiones tomadas.

En realidad Supernova es una road-movie a ninguna parte y aunque la historia de amor rezuma autenticidad y el guión procura no discurrir por caminos facilones o frívolos, es casi seguro que al espectador experimentado no sorprenderá hacia dónde se dirige tanta desesperanza. Por lo demás se agradece el comedimiento del director, que huye con acierto de excesos sentimentales. Ha sabido además sacar mucho partido de dos actorazos como la copa de un pino, Colin Firth y Stanley Tucci, capaces por sí mismos de sostener una historia mínima con muy pocos elementos.