Mitologia clásica

Tras las huellas del mítico caballo de Troya

Gracias a la astucia de Ulises, el ingenioso rey de Ítaca, los griegos, desmoralizados por una larga y penosa guerra que ya duraba diez años, idearon un plan para tomar Troya. Construyeron un gigantesco caballo de madera, en cuyo interior se escondieron algunos guerreros, que fue llevado al interior de la ciudad por los confiados troyanos. Una treta que permitió al ejército invasor conquistar la legendaria ciudad.

Fotograma de la película Troya, estrenada en el año 2004, en el que aparece el famoso caballo de Troya.

Foto: Cordon Press

Cuenta la leyenda que el 24 de abril del año 1124 a.C. (aunque hay autores clásicos que sitúan la efeméride en otras fechas), tras diez largos años de asedio que habían minado su moral y causado enormes bajas entre sus filas, los griegos penetraron en la inexpugnable Troya valiéndose de un enorme caballo de madera que los troyanos, en su inocencia, introdujeron en la ciudad. Los primeros relatos que hacen referencia a este acontecimiento, mítico o histórico, los hallamos en la literatura, concretamente en la Odisea de Homero: "Canta sobre el caballo de madera (de olivo) que construyó Epeo junto con Atenea y que el divino Odiseo llevó hasta la acrópolis a manera de engaño, llenándolo de los hombres que destruyeron Troya…".

La ciudad de Troya se alzó en la colina de Hissarlik, que domina el estrecho de los Dardanelos, en la actual Turquía, y su primer asentamiento se remonta al año 2.700 a.C., cuando los griegos colonizaron la costa oeste de Asia Menor. Tras ser rescatada de las nieblas del tiempo por el aventurero alemán Heinrich Schliemann en 1872, los escépticos que dudaban de su existencia tuvieron que reconocer, aunque fuera a regañadientes, que, en efecto, la mítica ciudad cantada por Homero realmente existió. Pero ¿fue tomada tal como cuenta el poeta en la Odisea? De hecho, el caballo de Troya se ha convertido en uno de los mitos más famosos y perdurables de la Antigüedad clásica y ha hecho correr ríos de tinta. Muchos estudios se han centrado en si realmente el caballo fue real o por el contrario fue solo un mito. Esos mismos estudios se hacen asimismo muchas preguntas, como por ejemplo cómo pudo haberse construido un caballo de tan colosales proporciones en tan poco tiempo y de donde salió la madera con la que los griegos presuntamente lo fabricaron.

Ni rastro del caballo de Troya

La legendaria guerra de Troya se narra en la Ilíada, el inmortal poema épico compuesto por Homero que, según la opinión mayoritaria de los expertos, fue escrito durante la segunda mitad del siglo VIII a.C. (aunque otros especialistas sitúan la acción en el siglo VI a.C.). Tras el rapto de la hermosa Helena, esposa de Menelao, rey de Esparta y hermano de Agamenón de Micenas, los espartanos formaron una liga con otras ciudades griegas para atacar Troya y rescatar a su reina. Según Homero, la flota invasora estaba compuesta por más de mil barcos, que asediaban Troya durante el verano y regresaban a sus ciudades el resto de año.

Muros de Troya en la colina de Hissarlik, en la actual Turquía.

Foto: PD

Pero tras diez años de infructuoso sitio, la ciudad sólo pudo ser tomada mediante un engaño concebido por uno de los héroes griegos más ingeniosos: Ulises, rey de Ítaca. Para lograr tomar de una vez Troya, ideó un enorme caballo de madera donde se introdujo un grupo escogido de guerreros. El astuto Ulises hizo creer a los troyanos que los griegos, hartos del conflicto, habían abandonado Troya y regresado a sus casas. Y que para tener una buena travesía habían dejado en la orilla un regalo para los dioses, un gigantesco caballo de madera que los confiados troyanos introdujeron en la ciudad a pesar de las advertencias del sacerdote Laocoonte. Durante la noche, y aprovechando los festejos que se estaban llevando a cabo para celebrar el fin de la guerra, los griegos salieron del caballo y abrieron las puertas de la ciudad para dejar entrar al ejército. El resto es historia.

Para lograr tomar de una vez Troya, Ulises, el rey de Ítaca, ideó la creación de un enorme caballo de madera donde se introdujo un grupo escogido de guerreros.

Retrato de Heinrich Schliemann, el descubridor de Troya, tomado por Schultze Hofphotograph.

Foto: PD

Miles de años después de que presuntamente tuvieran lugar esos terribles acontecimientos, las excavaciones llevadas a cabo por Heinrich Schliemann, el descubridor de Troya, en Hissarlik, en el siglo XIX, permitieron conocer más sobre los habitantes de Troya y su forma de vida. Aunque de lo que no quedó ni rastro fue de los restos del famoso caballo, y tampoco es de extrañar, porque si realmente existió alguna vez un artilugio de esas características, y estaba hecho de madera, sería bastante difícil que se hubiese conservado. Pero, en caso de haber existido, ¿cómo era el famoso caballo? De hecho, ha sido el poeta Trifiodoro en su obra La toma de Ilión quien ha dejado la descripción más extensa que se conoce sobre el caballo de Troya. En el poema, el autor, que narra un sinfín de detalles tanto de la construcción como de su aspecto, dice de él que era una obra impresionante, dotada además de una gran belleza. Por ello suscitó una gran admiración entre los troyanos, que no sospecharon que la muerte se escondía en su interior. Sea como fuere, el misterio de su construcción sigue aún vigente, ya que de haber existido este artefacto se especula con que los griegos podrían haber utilizado la madera de sus propios barcos para construirlo.

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¿Un caballo o un mascarón de proa?

En los últimos años, diversos autores han puesto en tela de juicio la existencia del colosal caballo dentro del cual los griegos lograron traspasar los inexpugnables muros de Troya. Y no solo eso. Arqueólogos como Joaquín Ruiz de Arbulo dudan de que lo que venció a los troyanos fuera realmente un caballo. El investigador propone que los griegos, sabedores de la predilección que sentían los troyanos por los equinos (de hecho el epíteto que Homero aplica al príncipe troyano H��ctor es "domador de caballos"), dejaron varado en la orilla un barco en el que habían tallado un mascarón de proa en forma de cabeza de caballo, algo, por otra parte, muy propio de la cultura fenicia.

Ruiz de Arbulo propone que los griegos, sabedores de la predilección que sentían los troyanos por los equinos, dejaron varado en la orilla un barco en el que habían tallado un mascarón de proa en forma de cabeza de caballo, algo muy propio de la cultura fenicia.

Así, para lograr el éxito de la misión, Ulises convenció a Agamenón, el líder del ejército griego, de que ordenara a toda la flota ocultarse tras la isla de Ténedos. Allí, los carpinteros tallarían un mascarón en forma de cabeza de caballo en una de las naves griegas y la transformarían hasta darle la forma de un híppos fenicio, una embarcación ligera y rápida impulsada por velas y remos, en cuyo interior se esconderían los guerreros griegos. De este modo, los troyanos, creyendo que el navío con el mascarón en forma de cabeza de équido era una una ofrenda para Poseidón (el caballo era el animal sagrado de este dios), aceptaron el regalo y se lo llevaron a la ciudad. Por otra parte hay autores que achacan la destrucción de Troya a un seísmo, y que el caballo sería una metáfora de esa catástrofe, teniendo en cuenta que Poseidón también era el señor de los terremotos.

Cuadro de Henri-Paul Motte titulado Los griegos saliendo del caballo de Troya.

Foto: PD

Maqueta del caballo de Troya utilizada para rodar la película Troya.

Foto: PD

Pero el caballo de Troya no ha sido solamente objeto de descripciones literarias. La fabulosa máquina ha sido, asimismo, representada en innumerables obras de arte. De hecho, una de las representaciones más antiguas del caballo puede verse en el llamado Vaso de Mikonos, que data del siglo VII a.C., y en una fíbula de bronce procedente de la región griega de Beocia. También existen cerámicas atenienses y de la isla de Tinos que muestran un peculiar caballo para cuya construcción los griegos podrían haberse basado en modelos más antiguos de otras culturas, como las máquinas de guerra asirias, las cuales tenían un diseño zoomórfico y permitían a los guerreros guarecerse en su interior para escalar con seguridad las murallas de las ciudades a conquistar. Cont todo, y a la luz de las últimas investigaciones llevadas a cabo sobre el tema, es imposible afirmar que el caballo de Troya existiera de verdad. En realidad es muy posible que nunca lo hiciera y que, como propugnan algunos investigadores, ciertamente se tratase de una de las naves del ejército griego transformada en un équido "tuneada" ex profeso para engañar a los troyanos, "domadores de caballos".