Rubens y María de Médicis, arte y poder en la corte de Francia - Revista de Historia

Rubens y María de Médicis, arte y poder en la corte de Francia

La mitología clásica, junto al cristianismo, es uno de los pilares fundamentales sobre los que se asienta la cultura de Occidente, por ello no es extraño encontrar en cualquier manifestación de arte alusiones a ella a lo largo de la historia, ya sea con fines religiosos, puramente artísticos o incluso políticos.

Y precisamente en el contexto político de la Edad Moderna vemos algunos de los casos más claros de la utilización del arte como ejercicio de poder. En el siguiente artículo, “Rubens y María de Médicis, arte y poder en la corte de Francia”, analizamos cómo la reina de Francia encarna un cristalino ejemplo del hábil manejo propagandístico de la iconografía clásica, a través del famoso ciclo de Pieter Paul Rubens.


María de Médicis, Reina Regente de Francia

Las guerras de religión que tuvieron lugar en el país entre 1559 y 1562 habían enfrentado a las incipientes iglesias protestantes, de confesión calvinista, y a la católica. Esto, junto a los enfrentamientos con Felipe II de España, hacen que la Francia de finales del siglo XVI viva inmersa en una crisis financiera, política y religiosa. Enrique IV de Borbón había ascendido al trono de Francia en 1594 y, pese a haber gobernado con el firme propósito de mantener la paz, las tensiones no se habían disipado, muriendo finalmente asesinado en París, en 1610, a manos del extremista católico Ravaillac, contrario a la política tolerante del rey hacia los calvinistas. Es entonces cuando queda como heredero su hijo, el futuro Luis XIII, que tan sólo cuenta con nueve años de edad. Su madre, María de Médicis, se convierte en la encargada de su tutela, como Reina Regente, hasta 1614, fecha en la que el rey alcanza la edad legal para gobernar, aunque se mantendrá hasta 1617 en la presidencia del Consejo. Pronto, el ministro de mayor confianza de la reina que había logrado ascender rápidamente, Concino Concini, suscitó el recelo, no sólo de la nobleza, sino de su propio hijo, al que además su madre mantenía alejado de las tareas de gobierno.

Tras participar en un golpe de estado en el que resulta asesinado Corcini en 1617, el joven Luis XIII destierra a su madre al Castillo de Blois, en la región central del Valle del Loira, pero esta consigue escapar dos años después. En 1620 la Reina Madre llega a organizar una rebelión contra su hijo, aunque finalmente no se llevará a cabo gracias a la mediación del entonces obispo Richelieu.

En este contexto, la reina deberá afianzar la legitimidad de su posición y autoridad, y no sólo fuera de la corte, sino, como hemos visto, ante la mirada de su propio hijo, el rey de Francia. Y María de Médicis ya conocía lo eficaz que podía resultar la política artística, recordemos que su familia, los Médicis, consolidaban el poder a través del arte en Florencia desde hacía décadas.

Arte y poder en la Edad Moderna

Durante la Edad Moderna fueron muy comunes los encargos artísticos por parte de las cortes reales europeas para enaltecer la figura de los reyes y de sus familias, del mismo modo que se dieron durante el Renacimiento entre los nobles italianos para hacer lo propio con sus linajes. Tras la Edad Media, el Renacimiento había rescatado el mundo clásico, y con él su mitología, por lo que aquellos antiguos dioses y héroes, que sentían y sufrían como los hombres, podían exaltarlos a ellos, pero también a sus valores y a sus virtudes a través de alegorías cargadas de simbolismo, resorte que se continuó utilizando a lo largo de toda la Edad Moderna. Sin alejarnos de la corte francesa, existen paralelismos en la utilización de las insignias alegóricas de Rubens en las pinturas en la Escalera de los Embajadores y la Galería de los Espejos de Charles Le Brun, encargadas por Luis XIV para el Palacio de Versalles.

El encargo

En 1620 María de Médicis ordenó la construcción del Palacio de Luxemburgo en París para trasladarse allí y salir de la corte que entonces se alojaba en el actual Museo del Louvre. Poco después, María de Médicis encargó a Pieter Paul Rubens empezar a inmortalizar su vida y la de su marido para decorar una de las galerías del palacio. Para lograrlo, realizó un cuidado y elaborado programa iconográfico de veinticuatro composiciones, de los que veintidós de ellos giran en torno a acontecimientos de la vida de la propia reina o de su matrimonio, que actualmente se encuentran en el Museo del Louvre. Los dos restantes narran dos hechos importantes en la vida de Enrique IV, “Enrique IV en la batalla de Ivry” y “Entrada triunfal de Enrique IV en París”.  Cosme III de Médicis compró estos dos últimos en 1686 y por es por eso que pueden contemplarse actualmente en la Galería de los Uffizi, en Florencia, donde permanecen desde el año 1773.

Dioses al servicio de una reina

El impacto que la reina perseguía con tan magnífico encargo sobre sus valores y virtudes fue de tal magnitud, que incluso el propio Rubens tuvo algunos problemas para cobrar al final del trabajo, en 1625, pues Luis XIII no terminaba de estar conforme con la imagen que se había conseguido plasmar de la soberana y de los acontecimientos narrados.

Aún hoy, cuando se recuerda a María de Médicis, su imagen está indiscutiblemente asociada a la que refleja Rubens en sus lienzos.

Autora: Davinia Heras Cubillo para revistadehistoria.es

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