El Vino, Alban Berg

[Der Wein]. Aria de concierto para voz y orquesta del compositor alemán Alban Berg (1885-1935), tomada de una poe­sía de las Flores del mal (v.), de Charles Baudelaire, compuesta en 1929 con dos ver­siones vocales: una sobre el texto francés y otra sobre la traducción alemana de Stefan George.

De los cinco poemas que componen El vino de Baudelaire, Berg ha puesto en música «L’âme du Vin», «Le vin des amants» y «Le vin du solitaire». La música de esta obra nace de un estado de ánimo de penosa y cerrada melancolía, casi patológica; la realidad que intenta ale­jarse, aparece más penosa y triste en Berg que en Baudelaire; el himno al vino libe­rador no tiene tampoco la serenidad que tenía en la poesía: «Entends tu retentir les refrains des dimanches/Et I’espoir qui gazouille en mon sein palpitant?». Mientras el poeta mira en torno suyo, oyendo voces y canciones, y la pena que pesa en su corazón se hace ligera y se disuelve, la pena que pesa sobre el músico es más grave y dura, y la embriaguez a la que eleva su canto no es rica en resonancias, ni en voces, ni tiene les colores y gestos que alegran el paraíso de Baudelaire.

La mú­sica de Berg surge de una experiencia más áspera y dolorosa; y la evasión es más violenta. En el paraíso del vino el músico no busca sueños ni criaturas que rezumen alegría, sino sólo el olvido, que al caer sobre el alma alivia toda herida. El canto de Baudelaire resurge a una luz mágica, en una atmósfera de dolor baja y pesada.’ Este sentido se produce a través de un melodizar encerrado en estrechas evoluciones cromá­ticas, en una armonía fundamentalmente disonante con notas fijas y una instrumen­tación muy dividida que fracciona la mate­ria sonora.

A. Mantelli