Maurice Blondel
y la filosofía de la acción
Santiago García Mourelo
Enviado: febrero de 2016
Versión definitiva: mayo de 2016
RESUMEN: El artículo se propone como introducción a la jornada de estudio del Departamento
de Filosofía del Seminario Diocesano sobre Maurice Blondel. Conocer la biografía del
filósofo de Aix-en-Provence nos permite situar su pensamiento en el contexto de su
época, y ayuda a explicar los acentos de su obra filosófica. Se presenta la idea fundamental de la acción, que sirve como hilo conductor de todas sus obras y proporciona
el título a su tesis doctoral: «L’Action» (1893). Junto con esta, se analizan otras obras
suyas, como «La Pensée», «L’Être et les êtres» and «Histoire et Dogme». La exposición
se completa con una breve presentación de los aspectos del pensamiento de Blondel
que más han influido en la filosofía y la teología contemporánea.
PALABRAS CLAVE: filosofía de la acción, Maurice Blondel, apologética
Maurice Blondel and the philosophy of action
ABSTRACT: This paper is proposed as an introduction to the study day of the Department of
Philosophy of the Diocesan Seminary on Maurice Blondel. Knowing the biography of
the philosopher from Aix-en-Provence allows us to situate his thinking in the context
of his time, and helps explain the accents of his philosophical work. The fundamental
idea of the action is presented, it serves as the guiding thread of all his works and
provides the title of his doctoral dissertation: «L’Action» (1893). Along with this one,
some of his other works are analyzed, such as «La Pensée», «L’Être et les êtres» and
«Histoire et Dogme». The exhibition is completed with a brief presentation of the
aspects of Blondel’s thinking that have most influenced contemporary philosophy and
theology.
KEYWORDS: philosophy of action, Maurice Blondel, apologetics
En el ex libris que presidía los libros de Maurice Blondel encontramos
una posible síntesis del método de su ilosofía y de su inquietud más proFacies Domini 8 (2016), 139-159
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funda: «Per ea quae videntur et absunt ad illa quae non videntur et sunt»:
por las cosas que se ven y no son, a las que no se ven y son1. Con ello se
signiicaba la intención en su investigación de perforar la realidad –a través
del análisis de los fenómenos–, para llegar a la esencia de las cosas, teniendo
la convicción de llegar a la ontología por el camino de la fenomenología,
alcanzando, así, una ilosofía integral que superase las corrientes criticistas
y racionalistas que obviaban la trascendencia y postulaban una ilosofía separada del resto de saberes, especialmente el saber religioso.
1. Vida familiar y primeros pasos académicos
Maurice Blondel nació el 2 de noviembre de 1861, día de difuntos, en
Dijon, en el seno de una familia de magistrados de la Borgoña de profunda
tradición católica. Era el benjamín de cuatro hermanos. Teresa, la hermana
mayor, alcanzó los cien años y se mantuvo soltera, pudiendo acompañar a
Blondel en los momentos en los que sufrió acusaciones injustas sobre su
ilosofía. Ella misma decía que bien le hubiese merecido la pena ser entomólogo que ilósofo, debido a su aición por los insectos, en especial, las
mariposas. Los otros dos hermanos siguieron caminos diversos. Eduardo se
hizo notario, como el padre, y siguió con sus negocios en Dijon. Fallecería,
relativamente joven, en 1923. George, en cambio, siguió un camino más
intelectual como germanista y economista en Paris. Defendería su tesis sobre economía alemana un año antes que lo hiciera Maurice en la Sorbona y
fallecería, también, un año antes que su hermano, en 19482.
El ambiente en el que se crio era cálido, sereno y sencillo, con relativas facilidades y comodidades por el status familiar. Siendo inteligente, tardó en aprender a leer y a escribir, aunque en pocos años era de los alumnos
que recibía menciones por su buen rendimiento. Estudió en el colegio de los
jesuitas y en el Liceo de su ciudad natal. A los trece años recibió la primera
comunión, momento que vivió con especial intensidad y del que recoge bellos recuerdos: «Llevo dentro de mi corazón al Hijo de Dios, el Hijo de Dios
vivo, pues Él es el mío ahora»3 y, quince años después, cuando rememora
1 Referencias indirectas en M. BLONDEL, Carnets Intimes I, Cerf, Paris 1961, 362 y 523. Una
reproducción del ex libris en Carnets Intimes II, 193. En adelante Carnets.
2 Estos y otros detalles posteriores de su vida, Cf. O. BLANCHETTE, Maurice Blondel. A Philosophical Life, Eerdmans, Grand Rapids/Cambridge 2010.
3 Testimonio recogido en O. BLANCHETTE, Maurice Blondel, 30. Otros recuerdos de su primera comunión en una tesis defendida en Lyon en 1979: J. P. RANGA, L’Eucharistie chez Maurice
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este acontecimiento: «¡Cómo es esto de hermoso! Ser junto a Ti, sin cesar
junto a Ti, sin división, sin pérdida; ser todo y ser así junto a Ti, quien eres
todo: “totus toti”»4. En ese mismo año, el 5 de febrero, padecería su primera pérdida familiar, su abuela materna, que recordará toda su vida. Tanto
por el vacío que dejó en la familia, como por recordarla como la primera que
le enseñó el catecismo y a tener buena conciencia.
Años más tarde (1878-1879) obtendría el Bachillerato en letras y el
Grado en Filosofía. Fue en el Liceo donde, de la mano de Alexis Bertrand
(1850-1922), se introdujo en el pensamiento de Maine de Biran, de quien
recogería sus estudios sobre el esfuerzo y la voluntad para inspirar su gran
obra, L’Action (1893), y donde estudiará a Leibniz, de la mano de H. Joly,
en quien encontró, en su hipótesis del vinculum, una de las células madre
–cellules-mères–, de su pensamiento.5 Junto a ellos, también se acercó a
los representantes del espiritualismo francés, a Aristóteles, a Descartes y a
Kant, ilósofo entonces de moda. Después del Liceo, se matriculó en la Universidad de Dijon, donde obtendría la Licenciatura en letras, el Bachillerato
en Ciencias y el Bachillerato en Derecho. Lo más relevante de esa época fue
su orientación fundamental hacia la ilosofía, de ahí que solicitase el ingreso
en la École Normale Supérieure de Paris, donde terminó la Filosofía en los
tres años siguientes (1881-1884); una decisión que sus padres no recibieron
bien, pero que, según cuenta en su Itinerario Filosóico, fue apoyada por el
obispo de Dijon6. Este fue un periodo fundacional el desarrollo ilosóico
de Blondel, pues de las experiencias allí vividas y de la enseñanza recibida,
tomaría las líneas e inquietudes fundamentales de su pensamiento.
Allí se encontró en un ambiente de incredulidad y escepticismo, todavía lastrado por E. Renan que con su obra la Vie de Jésus (1863), había
difundido una fuerte indiferencia religiosa. Era un contexto donde imperaba
el positivismo, el diletantismo y el pesimismo de Schopenhauer. En el Itinerario Blondel narra alguna conversación con alguno de sus compañeros
donde se releja ese ambiente hostil a la fe: «¡Oh! ¿Cómo un chico que parece inteligente puede llamarse tala (católico)?» a lo que respondió Blondel:
Blondel: des Carnets intimes à l’Action, 1882-1894: la vie eucharistique dans l’élaboration d’une
pensée philosophique, inédito, Lyon 1979, Anexo II, 8-38.
4 M. H. WILMER, Mystik zwischen Tun und Denken. Ein neuer Zugang zur Philosophie
Maurice Blondels, Herder, Freiburg 1992, 195-196.
5 Cf. M. BLONDEL, L’itinéraire philosophique, Spes, Paris 1928. Nouvelle édition, Aubier,
Paris 1966, 30. En adelante L’itinéraire.
6 Ibidem, 15.
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«Gracias por el cumplido y las novatadas adicionales, me voy: Inteligente
no quiero parecerlo, sino serlo»7. Lejos de un interés apologético a Blondel
la situación le motivó a proponer una doctrina integral del pensamiento, el
ser y la acción; una ilosofía que no fuese ni separada –como desarrollaba el
criticismo kantiano–, ni dependiente de la ciencia, como tampoco de la religión positiva. Una ilosofía en la que cohabitasen las exigencias más críticas
en el terreno racional con el catolicismo más auténtico. Estas ideas se fueron
reforzando con el inlujo de los profesores L. Ollé-Laprune y E. Boutroux,
de reconocido prestigio y con un pensamiento abierto a la trascendencia. El
primero acercándole al pensamiento de Pascal y el segundo, director de su
tesis, de quien adquiriría mayor rigor ilosóico.
2. La idea de la acción
Fueron años en los que germinó la genial idea de encontrar en la acción ese vínculo capaz de restablecer la unidad entre el pensamiento, la realidad y Dios. Como el mismo Blondel indicó, «la acción me parecía ser este
‘lazo sustancial’ que constituye la unidad concreta de cada ser asegurando
su comunión con todos»8. Para ello era necesario penetrar la mentalidad
laicista, adquirir su método para, desde dentro y ateniéndose al rigor ilosóico demandado, mostrar la racionalidad de la praxis de la fe católica. A esta
empresa le ayudó la inspiración del –mal llamado–, «espiritualismo francés»
iniciado por Maine de Biran. Este consideraba que no había conocimiento ni
idea intelectual que no estuviesen originariamente ligados a una acción de la
voluntad. En ella estaba misteriosamente inscrita la acogida de la revelación,
como dos piezas que esperan encajar independientemente de las evidencias
o demostraciones históricas o racionales. La acción se mostraba como aquel
vínculo que años antes le había atraído en sus estudios sobre Leibniz y que
era capaz de uniicar el pensamiento y la realidad, la inmanencia y la trascendencia. Sin duda, y así lo vivió, un auténtico apostolado en el contexto
en el que se encontraba9. Con estas inquietudes y demandas, encontramos
en una entrada de sus Carnets, el 9 de marzo de 1884, la primera idea sobre
7
Ibidem, 20-21.
Ibidem, 36.
9 El discernimiento de su vocación no fue sencillo. Estuvo tiempo con una fuerte atracción
hacia al sacerdocio y se resolvió después de la defensa de su tesis. Algunos testimonios están
recogidos en sus Carnets, así como la carta a Monsieur Bieil, párroco de Saint-Sulpice en 1893,
donde expone sus incertidumbres. Cf. Carnets I, 545-558. Con todo, en no pocas ocasiones,
sentirá nostalgia de su vocación sacerdotal. Cf. Carnets II, 73.
8
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el estudio de la acción: «La acción es eminentemente sintética, nutrida de
ideas y sentimientos. La acción es una deinición concreta, no un análisis
abstracto de la idea»10. Años más tarde, después de suspender en dos ocasiones el examen de Agrégation y hacer una breve sustitución de dos meses
en el Liceo de Chaumont (1985), consiguió la agregación como profesor
en el Liceo de Aix-en-Provence, comenzando sus clases el 25 de octubre de
1886, donde se hizo, con buena pedagogía, con unos alumnos nada fáciles.
Apenas quince días antes encontramos en sus Carnets la decidida empresa, anunciada años antes, de estudiar la acción, que le ocuparía hasta
1893:
Me propongo estudiar la acción, puesto que me parece que en el
Evangelio se atribuye a la sola acción el poder de manifestar el amor
y de ganar a Dios. Estudiaré la acción puesto que en este tiempo no
sabemos ya sufrir para actuar y producir. Falta corazón. Se sabe, se
comprende, se sutiliza, se contempla, de disfruta; no se vive. In ipso
vita erat el vita erat lux hominum. Vida ante todo; vivir y actuar con
el corazón, para ver con el espíritu. Quiero hacer ver que la más alta
manera de ser es actuar, que la más alta manera de actuar es sufrir y
amar, que la verdadera manera de amar es adherirse a Cristo11
3. La Acción (1893)
La redacción de la tesis fue muy laboriosa. De ello ha dado cuenta R.
Saint-Jean, en su Genèse de L’Action12 y el mismo Blondel, en numerosas
entradas en sus Carnets13. Redactó un primer borrador en 1988, pidió una
excedencia en 1889 de la que resultaría el llamado Dictée, donde exponía
el plan inicial de la obra, terminando el proyecto deinitivo el 19 de abril
de 1891. La redacción inal le ocuparía desde el 14 de noviembre de 1891,
hasta el 28 de octubre de 1892, texto que presentaría para la defensa el 7 de
octubre de 1893. Manuscrito diverso al publicado con posterioridad al que
añadió el último capítulo que se maneja en la edición actual. El título de la
tesis marcaba sus líneas estratégicas y sus intenciones futuras: La Acción.
Ensayo de una crítica de la vida y de una ciencia de la práctica. Crítica,
porque asumía el rigor cientíico del criticismo kantiano y, también, porque
10
Carnets I, 43-44.
Ibidem, 85.
12 R. SAINT-JEAN, Genèse de L’Action. Blondel 1882-1893. Museum Lessianum-Desclée de
Brower, Paris 1965.
13 Cf. Carnets I, 148, 341, 351, 360, 401, 432, 466.
11
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se proyectaba como los prolegómenos de un proyecto ontológico futuro,
desarrollado con matices y añadidos en su tetralogía. Así expresó él mismo
el carácter incompleto de su primera obra14.
Comenzando por la inscripción del mismo título de la tesis, su defensa no estuvo exenta de diicultades, como él mismo recuerda en su Itinerario, y cuyo testimonio encontramos en la defensa de la tesis recogida por
J. Wehrlé15. El mismo E. Boutroux, le aconsejó visitar de manera particular
a los miembros del tribunal la víspera de la defensa, para calmar los ánimos
que habían nacido en su primera lectura. Con todo, le reprocharon su falta
de claridad en algunos pasajes, su hibridación con el problema místico y,
sobre todo, el cuestionamiento del método ilosóico. En la base estaba la
sospecha de que Blondel había introducido un postulado secreto desde el
inicio –el vouloir l’inini– al que llega como conclusión. Cuestión a la que
Blondel reaccionó enérgicamente exponiendo su intención ilosóica y su
método estricto bajo el auspicio de la razón. Por estas razones y por posteriores interpretaciones, su obra fue mirada con escepticismo y con suiciencia por el mundo cultural laico como si tuviera un déicit de rigor racional.
3.1. Método y estructura de la Acción
Siguiendo el análisis de P. Henrici16, La Acción está dividida en cinco
partes, de las cuales, la tercera ocupa más de la mitad de la obra. Como en
imágenes contrapuestas, la primera parte se corresponde con la quinta y la
segunda con la cuarta, siendo la tercera el punto de inlexión que muestra
la insuiciencia de los fenómenos estudiados y da paso a la ontología. Así, la
tercera parte tiene por título «El fenómeno de la acción» y la cuarta, «El ser
necesario de la acción».
Metodológicamente la respuesta a la famosa obertura de la obra: «¿Sí
o no? ¿Tiene la vida humana un sentido y el hombre un destino?»17, puede
14
Cf. L’itinéraire, 63-64.
Cf. J. WHERLÉ, Une soutenance de Thèse, en J. PALIARD-P. ARCHAMBAULT, Études Blondeliennes, PUF, Paris, 1951, 79-97; M. BLONDEL, Œuvres complètes. 1893, Les deux thèses, T. 1,
P.U.F., Paris 1995, 691-745.
16 Cf. P. HENRICI. «Maurice Blondel (1861-1949) y la ilosofía de la acción», en E. CORETH–
W. NEIDL –G. PFLIGERSDORFFER (ed.), Filosofía Cristiana en el pensamiento católico de los siglos
XIX y XX, I, Encuentro, Madrid 1993, 528-545.
17 M. BLONDEL, L’Action. Essai d’une critique de la vie et d’une science de la pratique, en
IDEM, Œuvres complètes. 1893. Les deux thèses, T. 1, P.U.F., Paris 1995. En adelante utilizaremos la traducción española de J. M. Isasi y C. Izquierdo (BAC, Madrid 1996). Sus referencias
15
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y debe buscarse en dos planos. El primero en la acción misma, en la vida
vivida por cada uno, en la que hay que decidirse y apostar –a la manera de
Pascal–, cuestión que puede resolverse en el plano personal atendiendo a
sus Carnets. Junto a ello, se hace necesario un método indirecto que vaya
descartando las soluciones que se han ido dando como preconcebidas, hasta
dar a luz al necesario y a la vez indisponible destino de renunciar a todo lo
que se rige bajo las condiciones de la existencia y abrirse a lo sobrenatural.
Este método, llamado de «residuos», también «crítica inmanente», hace que
La Acción no avance linealmente, sino que discurra por los diversos planos
de los problemas hasta mostrar al lector «que lo real, lo verdadero está más
allá de todo discurso ilosóico y tampoco se deja expresar por este, sino que
solo puede ser experimentado en la vida realmente vivida»18. Resuena aquí
la máxima de su ex libris donde Blondel no busca tanto mostrar lo que se
muestra en la volición y en la acción, cuanto lo que en ellas hay de necesario.
Con esta metodología de fondo, el primer paso que da Blondel pasa
por mostrar el carácter necesario de la acción y su problematicidad. Para
ello dialoga en la primera parte con el diletantismo, actitud representada
en sus contemporáneos Renan y Barrés. El diletantismo se muestra como
aquella actitud que toma la vida como un juego supericial, que huye de
toda opción deinitiva y va probando todas las opciones posibles al alcance
de la mano sin entregarse a ninguna de ellas. A esta actitud responderá en la
quinta parte de la Obra, donde mostrará el valor de la práctica religiosa y la
necesidad de una auténtica y deinitiva decisión de la voluntad. En esta parte solo pondrá de maniiesto la incoherencia de esta postura atendiendo a
la estructura interna de la voluntad. Es aquí donde expone una de sus ideas
fundamentales: la desproporción –«contradicción secreta»19–entre la voluntad querida –volonté voulue– y la voluntad queriente –volonté voulant. La
segunda es la base de la volición concreta y se maniiesta en ella, pudiendo
solo inferirse a partir de ella. Por ello, en contra de quienes repusieron en la
defensa de su tesis la existencia de un postulado oculto, Blondel expone que
aquello postulado como hipótesis desde un inicio, se va mostrando realmente a lo largo de su investigación, siguiendo el tenor del método cientíico, al
vendrán indicadas con la primera parte del título de la obra: La Acción y con las páginas del
original entre paréntesis. En esta ocasión, La Acción, 3 (15).
18 P. HENRICI, «Maurice Blondel», 531.
19 La Acción, 40 (53).
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exponer las contradicciones concretas de la voluntad querida. El diletante,
por lo tanto, no da respuesta con su actitud a las exigencias de la voluntad y
se imposibilita a sí mismo la consecución de satisfacer esa necesidad siempre presente.
En la segunda parte de La Acción expone la insuiciencia de la postura nihilista, representada por Schopenhauer. El nihilista plantea que la nada
es el destino del sentido humano de la vida, su meta última. Blondel mostrará como esa «nada» solo se puede postular como negación de «algo». Toda
negación, en este caso de sentido y de destino de la vida, solo se construye
desde la airmación previa: «para concebir la nada hay que comenzar por
airmar y por negar algo diferente de ella»20. Cuestión que tiene su contrapunto en la cuarta parte de la Obra, donde muestra, desde una ilosofía de
la mortiicación y de la experiencia metafísica, la imposibilidad de la muerte
de la acción, aun eligiendo la nada y su inevitable trascendencia.
Para mostrar la veracidad de los postulados expuestos en las dos primeras partes, se dedicará en la tercera a realizar una serie de prospecciones
en diversos ámbitos de realización de la voluntad. Este despliegue fenomenológico no hay que entenderlo de manera lineal, al estilo hegeliano,
sino como una serie de exploraciones o calas que se yuxtaponen de forma
heterogénea y solidaria, teniendo como denominador común el carácter, a
la vez, necesario e indisponible de la acción. De manera telegráica debido
a la naturaleza de esta presentación, simplemente exponemos los ámbitos
estudiados del fenómeno de la acción: en la primera etapa se acerca al conocimiento de las cosas sensibles y a la incoherencia e insuiciencia de los
métodos cientíico-positivos para su estudio que, en su praxis, resuelven
sabiendo de su propia inconsistencia teórica: «hagamos lo que hagamos,
nunca viviremos de las solas ideas cientíicas, y, a pesar de tantos progresos
recientes, por esta vía no se ha dado ni se dará nunca un paso hacia el fondo
íntimo de los seres y de sus operaciones»21.
El siguiente fenómeno atenderá a la estructura de la conciencia que
sustenta la acción. Partiendo de la hipótesis de un determinismo psicológico, extrae el origen necesario de la libertad como base de toda decisión de
la voluntad. Todo querer es libre, necesariamente libre, y la libertad tiene
como ámbito de manifestación los contenidos concretos de cada elección.
De ahí, aun no siguiendo un desarrollo lineal, Blondel se detiene en la ac-
20
21
La Acción, 56 (66).
La Acción, 116 (119).
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ción viva, en la encarnación de la voluntad. Siguiendo a Maine de Biran,
desarrolla una auténtica ilosofía de la pasión y de la ascesis que resuelve
las múltiples fuerzas contrapuestas del organismo a la hora de decidirse. La
cuarta etapa de esta tercera parte señala el paso de la acción individual a
la acción social y colectiva. Con el término de «coacción» indica, no solo la
unión de diversas voluntades convergentes, sino el condicionamiento externo que ejercemos y que se ejerce en nosotros. Es la búsqueda de algo otro y
la responsabilidad de nuestra inluencia sobre aquello: «Lo que yo he hecho
por mí mismo con el concurso del otro, ya no es solo para mí y para el otro.
El acto realizado tiene necesariamente un alcance más grande»22. La última
parte atiende a las diversas formas de voluntad colectiva pues, en su expansión, la voluntad no busca solo otras voluntades, sino otros agentes, de ahí
el origen de la sociedad en sus diversos grados –familia, patria, humanidad.
La realización de la voluntad en este ámbito pasa por la integración de la
vida moral colectiva, solo resuelta en la solidaridad de la teoría y la práctica común, pues la acción no puede ser parcial, abstracta y provisoria. En
esta última prospección termina acercándose al fenómeno religioso, en su
forma negativa, en la primitiva forma de superstición e idolatría. El sujeto,
consciente de que en las diversas realizaciones de la voluntad en el ámbito
personal y social hay algo que le excede, puede caer en la tentación de atribuir a un objeto, tan insuiciente como él mismo, un carácter supersticioso,
mágico o cultual. Esto puede suceder, no solo con creencias especíicamente
religiosas, sino con variantes religiosas hacia la militancia de ideales o hacia
la misma profesión cuasi-religiosa del agnosticismo o del ateísmo. En la
contradicción interna de la idolatría supersticiosa, es donde se sintetizan
las investigaciones precedentes, pues en ella se muestra, de manera preclara, la pretensión de otorgar a un objeto, y a la propia opción hacia él, la
satisfacción y el término último de la acción voluntaria. Es la contradicción
enunciada al inicio entre la querencia ininita de la voluntad y su realización
parcial. Es pues, a la vez, necesaria la realización plena de la voluntad y, a la
vez, indisponible para el hombre con sus solas fuerzas otorgarle descanso.
Después del fracaso de la acción en su realización concreta, la cuarta
parte aborda el ser necesario de la acción. La insuiciencia de los fenómenos
plantea la cuestión metafísica que quedó pendiente en la segunda parte. El
conlicto se ha mostrado en toda su crudeza y realidad: «En nuestro conocimiento, en nuestra acción subsiste una constante desproporción entre el
22
La Acción, 269 (261).
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objeto mismo y el pensamiento, entre la obra y la voluntad»23. El hombre
ha fracasado, pues lo realizado siempre queda por debajo de su querer. Se
constata la presencia en nosotros de un irreductible que no se detiene en
ninguna realización y que abre a la alternativa de la solución trascendente
del «único necesario»: «para incluir en nuestra vida ese carácter de trascendencia, sea siempre necesario discernir la presencia o reconocer claramente
la acción de Dios en nosotros»24. Aquí Blondel pone a la acción humana
ante la alternativa de realizarse ante la opción positiva por la trascendencia,
por el ser necesario de la acción y por Dios, o de condenarse en el sinsentido
inmanente de una falsa respuesta. Todo su análisis concluye en la necesidad
y capacidad en nosotros de acoger la revelación, el sobrenatural que, si bien
viene de la exterioridad, encuentra en nosotros las estructuras de acogida
ininitas que se maniiestan en la concreción de nuestros actos. Sin duda
nos encontramos con uno de los puntos que tuvo mayor repercusión en el
ámbito teológico, cuyas diversas interpretaciones no carecen de diicultades: sostener a la vez el carácter absoluto del don y a la vez la necesidad
absoluta de lo sobrenatural. Compleja cuestión que, quizá fue ajena a los
intereses del mismo Blondel, cuyas preocupaciones eran estrictamente ilosóicas mostrando, rigurosamente desde este ámbito, la imposibilidad del
hombre de llegar a la perfección. El concepto teológico que más se puede
asemejar, como el mismo Blondel propuso, fue el «desiderium naturale vivendi Deum» de santo Tomás.
El quinto y último capítulo es la respuesta al rechazo a todo dogma y
a la práctica religiosa expuesta en el primero. En él analiza los dogmas como
reveladores de la respuesta esperada por nuestra inquietud más profunda
y reinterpreta la práctica literal como la mediación externa en la que se
resuelve la respuesta anhelada: «Lo que no podemos conocer ni, sobretodo,
comprender claramente, lo podemos hacer y practicar: en esto consiste la
utilidad, la razón eminente de la acción»25. Ahí llega al inal de la argumentación que expuso en la defensa de su tesis, mostrando cómo la praxis
religiosa corresponde al deseo necesario y, a la vez, indisponible de la acción
humana. El último capítulo de la quinta parte fue un añadido posterior a
la defensa, debido a las confusiones que podía provocar. En él expuso su
metafísica a la segunda potencia a la búsqueda de fundamento metafísico de
la concatenación de los fenómenos que originan la acción. En esa búsqueda
23
24
25
La Acción, 392 (378).
La Acción, 400-401 (386).
La Acción, 460 (442).
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introduce la hipótesis de un mediador que aúne actividad y pasividad, el
vínculo sustancial que desarrolló en su tesis latina. Este vínculo que aúne los
entes, este mediador que muestre, en sí mismo, la solidaridad de lo heterogéneo. En deinitiva, un mediador que integre lo humano y lo divino: Cristo.
Por eso, el «Existe» con el que se cierra La Acción, es una airmación de
la pregunta inicial de la obra y una conirmación del hecho cristiano como
capaz de dar respuesta.
4. Reacciones y periodo apologético
Las reacciones a su obra no se hicieron esperar. Como él mismo recuerda en su Itinerario26, de un lado le acusaban de ausencia de rigor ilosóico y de sobrenaturalizarlo todo, de otro, todo lo contrario, de naturalizar
la gracia y el orden sobrenatural. A la clariicación y precisión de su tesis se
dedicó los años siguientes. Años convulsos que se enturbiaron con el modernismo, fenómeno «complejo, viscoso y vidrioso»27, como la caliica O.
González de Cardedal en su última obra. Este movimiento, desarrollado sobretodo en Francia, con resonancias en Italia, Inglaterra y Alemania, surgió
con la inquietud de afrontar una serie de problemas intelectuales surgidos
en el siglo XIX que afectaban a la vida católica. Conectaba con el protestantismo liberal –representado por A. Harnack–, y reaccionaba ante la ilosofía
tomista, centrando su interés en cuestiones epistemológicas y devaluando
la impronta ontológica de la ilosofía. Trasladado al ámbito teológico, la
fe dejaba de ser una forma de conocimiento, siendo relegada a mera experiencia subjetiva que podía ser estudiada por las ciencias sociales. De fondo
resultaba ser una aplicación de un kantismo que separaba el ámbito teórico
y el práctico, el dato histórico y la fe, llevando su escisión al ámbito católico
entre la autoridad del Magisterio y la libertad del investigador. Junto a este
difuso movimiento, C. Izquierdo recuerda la extensión de la actitud modernista a otros pensadores, entre los que encontramos a Blondel28. Estos
buscaban solución a los problemas emergentes, así como profesaban una
clara conciencia católica y adhesión eclesial. Sus intentos pretendían buscar
puntos de unión entre las corrientes ilosóico-epistemológicas y la fe. Entre
26
Cf. L’itinéraire, 52.
O. GONZÁLEZ DE CARDEDAL, Cristianismo y mística, Trotta, Madrid 2015, 140.
28 Cf. C. IZQUIERDO, «La intervención de Blondel en la crisis modernista», Estudio introductorio de M. BLONDEL, Historia y dogma. Sobre el valor histórico del dogma, Cristiandad,
Madrid 2004, 9-78, aquí, 12; IDEM, Blondel y la crisis modernista. Análisis de Historia y Dogma,
EUNSA, Pamplona 1990.
27
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tanto Blondel contrajo matrimonio (1894) con Rose Royer y comenzó su
docencia en Aix hasta su jubilación (1927). En los años sucesivos, en medio
de disputas y clariicaciones, nacerían sus tres hijos, Charles (1896), Elisabeth (1899) y Andrés (1902).
4.1. Carta sobre Apologética
Expresión en nuestro autor de esta inquietud de renovación, diálogo
y idelidad la encontramos en la llamada Carta sobre Apologética (1898),
cuyo título original es Carta sobre las exigencias del pensamiento contemporáneo en materia de apologética y sobre el método de la ilosofía en el
estudio del problema religioso29. En ella quiso salir de los malentendidos
metodológicos de La Acción, siendo mejor acogida que ésta en el ámbito de
la ilosofía. En ella explica el método de la inmanencia y lo presenta como
el único método que es capaz de responder a las exigencias de la razón y de
integrar en la relexión ilosóica el problema religioso.
La segunda parte de la Carta es la destinada a presentar el método de
la inmanencia, proponiendo tres cuestiones: el modo de plantear la cuestión
religiosa dentro de la ilosofía, para que esta no quede absorbida en la religión y para que la religión no sea solamente una ilosofía; el método para
encontrar el punto precisamente ilosóico del problema religioso y, por último, el carácter y el alcance de las únicas conclusiones ilosóicas y teológicas que son legítimas para proponer ante el cristianismo. El método propio
consiste «en poner en ecuación, en la conciencia misma, lo que parece que
pensamos y queremos y hacemos con lo hacemos, queremos y pensamos»30.
Ecuación que revela la inadecuación permanente de la misma voluntad –no
son dos voluntades–, que se maniiesta entre la diástasis permanente de lo
que quiere –volonté voulue– y que quiere –volonté voulant. Esto último es el
objeto de la relexión metafísica y lo que constituye el determinismo de la acción humana pues, dentro de la acción realizada, siempre se exige una nueva
realidad como condición de posibilidad: «la noción misma de inmanencia
no se realiza en nuestra conciencia más que por la presencia objetiva de la
29 M. BLONDEL, Carta sobre las exigencias del pensamiento contemporáneo en materia de
apologética y sobre el método de la ilosofía en el estudio del problema religioso, Universidad
de Deusto, Bilbao 1991; IDEM, Lettre sur les exigences de la pensée contemporaine en matière
d’apologétique et sur la méthode de la philosophie dans l’étude du problème religieux, en IDEM,
Œuvres complètes. 1888-1913. La philosophie de l’action et la crise moderniste. T. 2, PUF, Paris
1997, 97-173. En adelante Carta, con el número de su edición original entre paréntesis.
30 Carta, 47 (128).
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151
noción de lo trascendente»31. Esta constatación, pese a ser formalmente
religiosa, no lo es materialmente, por lo que el rigor ilosóico queda intacto
y situado en una postura adecuada para el diálogo fecundo con la teología.
Por eso puede deinir lo sobrenatural «como indispensable al mismo tiempo
que inaccesible»32. Filosóicamente indispensable, según el método de la
inmanencia y, por su mismo límite epistemológico, inaccesible, porque entra
dentro del ámbito teológico que salvaguarda la gratuidad del don, y porque
es en el orden práctico donde solo se demuestra su realización.
Estas aclaraciones, si bien tuvieron buena acogida en el ámbito ilosóico, fueron recibidas no sin revuelo en el teológico. Schwalm, Gayraud,
Gardiel fueron los primeros en poner en cuestión su ortodoxia malinterpretando desde la neoescolástica su ilosofía.
4.2. Historia y Dogma
En el mismo contexto, aunque en la vertiente teológica, tuvo lugar
su controversia con A. Loisy, a raíz de su publicación L’Évangile et l’Église
(1902). En ella, tratando de responder a Harnack, y debido a la reductiva
interpretación histórico-crítica de los evangelios, ponía en cuestión datos
dogmáticos de primer orden, tales como la naturaleza de la Iglesia y la conciencia de la divinidad de Cristo. La respuesta de Blondel al exegeta no se
hizo esperar. Primero, con diversas cartas en los primeros meses de 1903
y de manera completa en la publicación de un largo artículo en tres entregas en La Quinzaine, en 1904: Historia y dogma. Las lagunas ilosóicas
de la exégesis moderna33. Si la Carta puede entenderse como el momento epistemológico o teórico de La Acción, Historia y Dogma puede verse
como el momento práctico. Su pretensión será mostrar una «síntesis de
historia y dogma que respete su independencia y su solidaridad igualmente necesarias»34. Para ello mostrará la insuiciencia del extrinsecismo y del
historicismo para poner de maniiesto el valor de la Tradición. El primero
de ellos se caracteriza por relativizar el dato histórico, buscando en él la
comprobación del dogma. Lo que importa aquí es la autoridad divina so-
31
Carta, 48 (129).
Carta, 50 (131).
33 Cf. M. BLONDEL, Historia y dogma. Sobre el valor histórico del dogma, Cristiandad, Madrid 2004; IDEM, Histoire et Dogme. Les lacunes philosophiques de L’exégèse Moderne, en IDEM,
Œuvres complètes. 1888-1913, 387-453. En adelante Historia y dogma, con el número de su
edición original entre paréntesis.
34 Historia y Dogma, 84 (392).
32
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brenatural que respalda y autoriza, no teniendo los hechos más signiicación
que la de una justiicación exterior:
Así, pues, es extrínseca la relación entre el signo y la cosa signiicada,
es extrínseco el vínculo entre los hechos y la dogmática que se les superpone, y es extrínseco el nexo entre nuestro pensamiento y nuestra
vida con las verdades que se les propone desde fuera: aquí está en
toda su desnudez el extrinsecismo35.
El historicismo, por su parte, es incapaz de salvar el hiato entre el
dato histórico y el dogma, creyendo que el primero tiene validez y que el
mismo método utilizado puede emplearse liberado de presupuestos subyacentes. Convierte el dato histórico en realidad profunda. Sin embargo, la
historia no alcanza por sí misma lo sobrenatural, ofreciendo dos soluciones
insuicientes: un escepticismo racionalista o un ideísmo.
La solución que ofrecerá Blondel será el valor de la Tradición, entendida como «experiencia siempre en acto»36 que «resume en sí misma los
datos de la historia, el esfuerzo de la razón y las experiencias acumuladas
de la acción iel»37. La Tradición será la mediación, el vínculo, que salve
el hiato entre la historia y la fe, entre Cristo y la Iglesia. Precisamente por
la presencia de Cristo en su Iglesia y la de ambos en la Escritura. Así las
formulaciones dogmáticas se muestran en continuidad con el dato histórico
que la Tradición ha ido garantizando en el mismo despliegue de la Iglesia
en la historia.
La recepción de Historia y dogma, fue la que más hizo sufrir al Blondel, pudiendo defenderse de las críticas en los Annales de Philosophie Chrétienne, que había adquirido junto a L. Laberthonnière. Poco tiempo le duró
este foro al incluirse en el índice (1912). Años antes, aconsejado por su
amigo J. Wehrlé, había decidido guardar silencio, sobre todo a raíz de la
publicación de la encíclica Pascendi, en la que se condenaba el modernismo
y la doctrina de la inmanencia. Con todo, como el mismo Blondel recuerda
en su Itinerario, de los tres sentidos de la palabra inmanencia aportados en
la Encíclica, uno es correcto y es el que Blondel quiso poner de maniiesto
en su método38. Conirmación de ello tuvo por mediación del arzobispo de
35
Historia y Dogma, 90 (397).
Historia y Dogma, 138 (434).
37 Historia y Dogma, 140 (436).
38 «La Encíclica Pascendi distingue tres sentidos de la litigiosa palabra inmanencia. Dos de
estos son condenados, el que se remite a la doctrina inmanentista, el que designa un método que
aspira tirar de la naturaleza lo sobrenatural. El tercer sentido concierne a la presencia en nosotros
36
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153
Aix, quien, en un viaje a Roma, se interesó por la opinión personal de Pío
X sobre Blondel. En respuesta el Papa le comunico de la seguridad sobre su
ortodoxia (1912). Años después, en 1924, admitido a audiencia por Pío XI,
le conirmaría en su docencia diciéndole: «¡Que sus estudiantes se inspiren
en su espíritu!»39.
5. Escritos intermedios
Al comienzo de esta época, el 4 de marzo 1915, según recoge P. Archambault en Vers un realismo integral. L’Œuvre Philosophique de Maurice
Blondel, Blondel le expresó la intención de re-elaborar su obra de juventud:
La Acción no es una ilosofía completa, (como un tratado de Spiritu
Sancto no sería un tratado De Verbo, De Patre, De Trinitate, aunque
en un sentido y por un aspecto esencial se hable allí de todo ello) […]
No me parecería a mí más que un capítulo de una doctrina general que
tendría que suponer primero una Unidad congénita, una inmediación
primigenia, un realismo original, pero unidad implícita que, por el
mismo progreso de la vida y del pensamiento, se analizaría en una trinidad real del pensamiento, de la acción y del ser, antes de acabar en
la unión inal y explícita […] En suma, debería poder, para compensar
el unilateralismo de La Acción y calmar las inquietudes nacidas de lo
que se cree que mi tesis forma un todo suiciente, tendría que publicar
dos obras de contrapeso: una teoría del conocimiento, “la Pensée”,
obra en la que tendría que contemplar un punto de vista contrario,
pero correlativo, todo el objetivismo de la ciencia y de la metafísica;
una teoría de la realidad, “l’Etre”, obra en la que tendría que restituir
la ontología tradicional, el realismo integral40.
En los años siguientes sufrirá la pérdida de su mujer (1919), teniendo
una presencia discreta en discusiones públicas. Se centró en su docencia, en
las abundantes colaboraciones en el Vocabulaire de A. Lalande, en una serie
de artículos que publicará bajo pseudónimos, siempre que pudieran ser motivo de controversia, y en otros donde profundizará y perilará cuestiones ya
de una gracia presente o inhabitante sin la cual no podemos nada en el orden de la fe y de la salvación, y que implica toda conversión, toda la vida cristiana: infusa en lo más hondo de nuestra
“inmanencia”, nunca desde arriba, desursum. […] Es del último sentido que me serví, así como
se había servido de eso el cardenal Dechamps» (L’itinéraire, 59).
39 L’itinéraire, 60.
40 P. ARCHAMBAULT, Vers un réalisme intégral. L’Œuvre Philosophique de Maurice Blondel,
Bloud & Gay, Paris 1928, 5, nota 1.
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enunciadas, así como en la aplicación de su método al estudio ilosóico de
la mística, volviendo a tener confrontaciones con el modernismo41.
Aquí encontramos escritos signiicativos como Le procès de l’intelligence (1922), Léon Ollé-Laprune (1923), Le «Vinculum Substantiale»
d’après Leibniz (1924), Le problème de la mystique (1925), L’itineraire
philosophique de M. Blondel (1928) y Le problème de la philosophie catholique (1932).
En estos escritos se fue fraguando la maduración epistemológica de
su obra alcanzando nuevos hitos en su pensamiento. Así, años antes, en Le
point de départ de la recherche philosophique42 (1906), queriendo diferenciarse del bergsonismo, desarrolla su concepción personal de la ilosofía
desde un análisis del conocimiento. De manera similar a otras paradojas
planteadas, Blondel señala la distinción entre el «conocimiento por relexión», vuelto hacia los resultados obtenidos o los procedimientos empleados, y el «conocimiento por prospección», atento siempre a la totalidad de
la operación hacia la que tiende. En otras palabras, entre el «conocimiento
conocido» y el «conocimiento conocedor y actuante»43.
Después de señalar su propuesta inicial, Blondel indicará planteamientos inadecuados en el método ilosóico: la exclusividad de la relexión,
la actitud exclusivamente crítica y la intuición psicológica. Será en la segunda parte cuando supere las aporías, mostrando, como en otras ocasiones,
su solidaridad: «la relexión se hace estrictamente ilosóica sólo cuando
inicialmente se propone como tarea la elucidación de la síntesis integral de
la prospección»44.
Aspecto sobre el que volverá en Le procès de l’intelligence (1922)45.
En él, Blondel comienza mostrando la inadecuación de cinco formas de
comprender la inteligencia y, por ende, el conocimiento, para mostrar, a
continuación, su propuesta.
41
Cf. M. LECLERC (ed.), Blondel entre L’Action et la Trilogie, Lessius, Bruxelles 2003.
M. BLONDEL, El punto de partida de la investigación ilosóica, Encuentro, Madrid 2005.
43 M. BLONDEL, El punto de partida, 22. Esta distinción recuerda otras ya planteadas en
diferentes momentos de la obra blondeliana: connaissance réelle – pensé notionnelle; cognitio
per connaturalitatem – connaissance abstractive et argumentative; pensée pneumatique – pensée
noétique, o la clásica de La Acción, volonté voulue – volonté voulant.
44 M. BLONDEL, El punto de partida, 46.
45 M. BLONDEL, «Le procès de l’intelligence», en P. ARCHAMBAULT, Le procès de l’intelligence,
Bloud & Gay, Paris 1922, 217-306.
42
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Las posturas que rechaza el ilósofo de Aix son el «inmanentismo»,
que identiica la inteligencia con lo inteligible, resultando una concepción
del conocimiento como mera representación de la realidad, obviando que la
naturaleza del pensamiento tiende a la unión y a la compenetración. La «inteligencia política o práctica», que consiste en saber adaptarse a las necesidades del momento, reduciendo el pensamiento a la conveniencia. El «empirismo organizador», considerado como una extensión del inmanentismo. El
«conceptualismo», que no solo reduce la formación de una síntesis general
sobre una serie de hechos, sino que también da por supuesta la aprehensión
de esencias. Y, por último, el «relacionalismo», que no aspira a comprender
las esencias, sino la red de relaciones que establecen.
Para describir el proceso del «conocimiento real», diferente del «conocimiento nocional», Blondel utiliza la metáfora del explorador. El verdadero conocimiento se reiere a la experiencia vital del explorador, mientras
que el segundo es identiicado con las notas de sus descubrimientos –meros
instrumentos útiles, mnemotécnicos, que nunca alcanzan la realidad que las
sostiene. En un sentido más profundo, el «conocimiento real» es deinido en
términos de «presencia». Una «presencia» que perfora a través de la percepción de quien conoce.
Para explicar la relación entre ambos estadios del conocimiento
y mostrar su proceso, el ilósofo de Aix, sorprendentemente, acude a la
doctrina tomista, aunque no obvia las convergencias con Agustín, Pascal
o Newman46. Recoge las distinciones del Aquinate expuestas en la Summa
Theologiae: conocimiento por ainidad, juicio por inclinación, conocimiento
por compasión, conocimiento por pasión, conocimiento por acción y conocimiento por connaturalidad. En función de estas distinciones Blondel
describe un proceso marcado por la descripción de las paradojas y su superación, hacia modos más altos de comprensión. En este proceso existen
dos polos que continuamente se conjugan: por una parte, la inclinación,
ainidad, apertura, semejanza, etc., entre el sujeto cognoscente y aquello
por conocer y, por otra, la continua diferenciación entre uno y otro. El grado
sumo es el conocimiento por connaturalidad, que implica una entrada en lo
otro, como un establecimiento en su centro –aspecto que tendrá sus repercusiones en el estudio de la mística47.
46
Cf. M. BLONDEL, «Le procès de l’intelligence», 251.
Cf. S. GARCÍA MOURELO, «El “problema místico” en Maurice Blondel: últimas aportaciones a la investigación», Estudios Eclesiásticos 89 (2014), 433-469.
47
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Blondel termina su artículo mostrando la conjunción entre heterogeneidad y solidaridad de las posturas y comprensiones enunciadas. Mostrando la diversidad de fases del conocimiento o la diversidad de usos de
la inteligencia, aboga por la unidad total en el conocimiento, fundada en la
unidad del ser cognoscente. No es que renuncie a algún tipo de modo de
conocimiento, –p. e., lo conceptual o nocional–, sino que, dentro de su necesidad para alcanzar la universalidad a partir de la experiencia subjetiva, es
insuiciente para el conocimiento integral de la realidad y para el despliegue
pleno de la inteligencia.
6. La Trilogía
Después de su jubilación (1927) y coincidiendo con las discusiones
en torno a la ilosofía cristiana (1931-1933), Blondel –ya iniciada su ceguera
progresiva–, se dedicará por entero a completar su proyecto. Con setenta y
tres años (1934), y en un corto espacio de tiempo, publicará los cinco volúmenes de su trilogía, destinando dos a La Pensée (1934), uno a L’Être et
les êtres (1935) y dos a L’Action (1936-1937). Debido a sus problemas de
salud su lectura resulta farragosa y en ocasiones repetitiva. En ellos quiso
abordar las cuestiones centrales de la ilosofía, ya anunciadas en su primera
obra, esforzándose ahora en darle anchura y profundidad metafísicas. Bien
por el reposo de su pensamiento, bien por las discusiones con Tonquèdec o
Garrigou Lagrange, el tono de la trilogía bajó en intensidad, valorado por
algunos de sus comentaristas como un decaimiento de la inspiración inicial.
Esta vuelta metafísica a las intuiciones originales, exigía un estudio
profundo del pensamiento. Así, recogiendo lo alcanzado en Le point de départ de la recherche philosophique y en Le procès de l’intelligence, en La
Pensée trataría de renovar la clásica problemática epistemológica entre el
sujeto y el objeto, entre el pensamiento y la realidad. Para ello, de manera
similar a La Acción (1893), partiría de los grados inferiores del pensamiento –sus bases cósmicas–, hasta las formas más elevadas del pensamiento
pensante. Este no se reduce a la mera datación de objetos, sino que apunta
al misterio supremo al enfrentar su dinamismo con la idea de Dios. Cuestión
con la que termina el primer volumen. En esta ascensión del pensamiento se
muestra su dualidad, caracterizada con los términos noético y pneumático,
cuyo ritmo alternado sitúa ante la disyuntiva interna entre la autosuiciencia
del pensar y el ininito, reclamando su responsabilidad en el acabamiento en
la inmanencia o en la trascendencia.
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El siguiente estudio, L’Être et les êtres, lo dedicará a la ontología o,
siguiendo su esquema de desarrollo, a la ontogénesis. En el desarrollo de
las formas más simples de ser –la materia, los organismos vivos, la persona,
el universo, la realidad social, el devenir en su totalidad–, observamos que
cada etapa se muestra insuiciente, surgiendo la cuestión, en la segunda
parte de la obra, de si puede airmar el ser como un absoluto, como Dios
mismo. Este capítulo constituye un nuevo tipo de argumento ontológico que
trata de percibir cómo, la constatación de las formas deicientes de ser, es
solo posible por su vinculación con una realidad plena de la que participan.
Dios, de esta manera aparece como concreto e inmanente a la vez que universal y trascendente. Blondel concluye, en el tercer capítulo, introduciendo
un tema original: la normativa. Por ella entiende la estructura interior a todo
viviente que le impulsa a su completa y verdadera realización; inmanente a
todos, otorgándolos consistencia y, a la vez, trascendente, impulsándolos a
lo que están llamados a ser en el designio creador.
La tercera obra de la trilogía, desarrollada en dos volúmenes, La Acción (1936), comienza con una elucidación de la «auténtica acción», situándose en el estudio del actuar divino y de los nombres que le dan acceso:
pensamiento, amor, causa primera, etc. Es en el actuar puro –el divino–, de
donde se puede extraer la idea y la energía para actuar. Es una acción teogónica, pues su secreto consiste en realizar en sí mismo el ininito. El segundo
volumen retoma la primera edición de 1893, aunque con notables modiicaciones. Ahora, sin atenuar la exigencia de lo sobrenatural, airmando con
mayor claridad la consistencia del pensar, del ser y del actuar.
Con posterioridad, después de la publicación de los dos volúmenes de
La Philosophie et l’esprit chrétien (1944-1946), sin tener tiempo para el tercero proyectado, dictó la víspera de su muerte dos prólogos para cada uno
de los volúmenes, que serían publicados en 1950 bajo el título, Exigences
philosophiques du Christianisme –opus ultimum in exsecutione porque era
primum in intentione, como Blondel indica. En ellos aclarará el objetivo y
la conclusión de la trilogía:
Es imposible aniquilar este orden de cosas que se impone invenciblemente a toda conciencia y que constituye un universo coherente
en todas sus partes; es imposible también, sin embargo, conducir a
la unidad inteligible y a la satisfacción de las aspiraciones humanas
a este conjunto de esbozos, movimientos y deseos que constituyen el
dinamismo de la naturaleza y del espíritu, esa perpetua inquietud de
los miembros que se precipitan no se sabe dónde, y de las almas que
sólo viven por aquello que no saben todavía ni deinir, ni alcanzar ni
poseer.
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Si ésa es la conclusión de la trilogía, se ve que requiere un complemento que plantee el problema de un posible acabamiento48.
De esta manera quería presentar los volúmenes de La Philosophie et
l’esprit chrétien que convertirán la trilogía en una tetralogía. Justiicando la
inteligibilidad del cristianismo al analizar, en el primer volumen, los dogmas
cristianos, a saber, la Trinidad, la creación, la vocación sobrenatural, el pecado original, etc., para alcanzar, en el segundo volumen, la inteligibilidad de
los misterios gloriosos, la Iglesia, los sacramentos, las bienaventuranzas y la
escatología. En el tercer volumen quería estudiar «el deber del ilósofo en el
progreso de la civilización para la sobrenaturalización de la humanidad»49,
pero no pudo llevarlo a cabo.
Con este acercamiento no quería ni menospreciar el carácter absolutamente sobrenatural de la revelación, ni abandonar el rigor ilosóico. No
trataba de mostrar la conquista racional de lo divino, ni menoscabar la gratuidad del don, sino, rememorando a Newman, si el ilósofo emprende esta
comprobación, es para encontrar en esas pruebas «razones para adherir a la
explicación de la vida y a la solución del problema del destino que le ofrece
el cristianismo»50.
Con semejante inquietud intelectual hasta el inal de sus días, Maurice Blondel falleció el 4 de junio de 1949.
7. Influencia
Es, sin duda, llamativo cómo, especialmente La Acción (1983), texto
con apenas quinientos ejemplares en su primera edición, agotada en los dos
primeros años, haya ejercido tanta inluencia en la historia reciente del pensamiento. Si bien es cierto que, tanto Blondel como su obra son más citados
que leídos, y que en el ámbito ilosóico tuvo serias reservas por los motivos
que hemos expuesto, no lo es menos que teólogos católicos que aportaron
su investigación para la renovación eclesial del Concilio Vaticano II, quedaron profundamente marcados por la impronta blondeliana51.
48
M. BLONDEL, Exigencias ilosóicas del cristianismo, Herder, Barcelona 1966, 288.
Ibidem, 22. Estas inquietudes fueron expresadas tres días antes de su muerte.
50 Ibidem, 289.
51 Cf. C. IZQUIERDO, De la razón a la fe. La aportación de M. Blondel a la teología, EUNSA,
Pamplona 1999. P. RODRÍGUEZ PANIZO, «Teología fundamental», en A. CORDOVILLA (ed.), La
lógica de la fe, U. P. Comillas, Madrid 2013, 17-86.
49
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La renovación de la apologética, la concepción de los milagros, la superación del esquema dualista –monoforista, en terminología blondeliana–,
para entender la relación entre Dios y el hombre, el papel de la Tradición,
son hitos de la teología actual alcanzados gracias a los esfuerzos de Blondel.
En menor medida, en el ámbito ilosóico, tanto la recuperación del desiderium tomista y del conocimiento por connaturalidad, provocaron una vuelta
a Santo Tomás, superando la neoescolástica. De igual manera, marcó los
límites del criticismo kantiano que provocaba separaciones y escisiones en
la ilosofía y en sus objetos de estudio. La ilosofía integral que desarrolló
puso de maniiesto el carácter dinámico del pensamiento, la conveniencia de
métodos y momentos diversos en el único acto de conocimiento. Sin haber
tenido relación con Husserl y otros representantes de la fenomenología, desarrolló a su modo esta epistemología, renovando la ontología y mostrado la
insuiciencia del saber ilosóico para la cuestión religiosa. Con todo, sí mostró su conveniencia y la necesaria relexión sobre los datos de la fe, abriendo
caminos fecundos para el diálogo con la teología.
Todavía hoy siguen quedado cuestiones abiertas y discutidas en torno
a los más de seiscientos títulos de la obra blondeliana, tanto en su conjunto
como en temáticas particulares. Expresión de ello es la constante producción literaria que se puede consultar en la Université Catolique de Louvain
y en la de Freiburg, aunque esta última cesó de recoger publicaciones en
2013. De igual modo quedan pendientes desarrollos sobre el pancristismo, la cuestión del vinculum –tanto a nivel ontológico como teológico–, el
desarrollo de la experiencia religiosa y la vida mística, el valor de la praxis
religiosa, entre otros52.
Por estos motivos y la por misma vivencia de Maurice Blondel, encontramos estímulos suicientes para seguir profundizando su pensamiento y
para recoger el testigo de una razón, audaz y rigurosa, que ponga en diálogo
las cuestiones fundamentales de hombre hodierno, con los datos y la vivencia de la fe, en una continua idelidad creativa a la Iglesia.
SANTIAGO GARCÍA MOURELO, SDB
Universidad Pontificia Comillas
52
Cf. R. VIRGOULAY, Philosophie et Théologie chez Maurice Blondel, Cerf, Paris 2002.
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