Los Hohenzollern, la implacable casa prusiana que dominó Europa y casi reina en España

Los Hohenzollern, la implacable casa prusiana que dominó Europa y casi reina en España

La dinastía hizo que Prusia pasara de ser uno de los territorios más vapuleados y empobrecidos a alzarse como una de las grandes potencias

Los herederos del 'Kaiser' renuncian a 4.000 obras de arte e inmuebles expropiados después de 1945

El Telegrama que dio lugar al imperio prusiano

Federico II en 1763. ABC
César Cervera

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El jefe de la Casa Hohenzollern, dinastía que reinó en Prusia y luego en la Alemania unificada, ha anunciado esta semana que renuncia definitivamente a sus reclamaciones sobre miles de obras de arte e inmuebles, entre ellos numerosos objetos ubicados en Brandenburgo, que le fueron expropiados por la Alemania comunista, la RDA, al final de la Segunda Guerra Mundial. El objetivo del Príncipe Georg Friedrich de Prusia es aparcar para siempre el larguísimo proceso judicial, pero también cerrar heridas con un país que tiene a sus reyes escritos en mayúscula en los libros de historia.

Los Hohenzollern transformaron en cuestión de un siglo a Prusia, desde ser uno de los territorios más vapuleados y empobrecidos durante la Guerra de los 30 años a alzarse como una de las grandes potencias militares de Europa. Una serie de excepcionales monarcas de la dinastía Hohenzollern perfiló en el siglo XVIII esta maquinaría de hierro y dieron forma a un Estado puntero: la Ilustración en su máxima expresión.

Federico Guillermo I y su hijo Federico II fueron responsables directos de este salto, a pesar de que sus personalidades resultaban la noche y el día. Ambos consiguieron meter a Prusia en la liga de las grandes potencias europeas. El rígido padre creó las estructuras que convirtieron a Prusia en una mastodonte militar, pero fue, en verdad, el ligero hijo, aborrecido por su progenitor, quien elevó al siguiente nivel la infantería que destrozó a austriacos, rusos y franceses sin la menor piedad a mediados del siglo XVIII. La hormiga puso el trabajo y la cigarra se llevó la corona, aunque a costa de dejar a sus armas exhaustas.

Napoleón dio buena cuenta del desgaste al que sometió Federico II a su ejército. La fuerza prusiana que recibieron Guillermo Federico II y Guillermo Federico III estaba desfasada, dependía en exceso de las fuerzas mercenarias, los oficiales seguían obsesionados con las instrucciones de parada y apenas disponían de francotiradores como los franceses. Mientras Austria resistió gracias a lo rocoso de su estructura militar, Prusia fue barrida por Napoleón y tratada con desdén por en las mesas diplomáticas. Las armas prusianas no resurgirían completamente de sus cenizas hasta bien avanzado el siglo XIX, cuando su infantería volvería a ganar los mayores elogios durante el periodo de Otto von Bismarck al frente de esta superpotencia.

Ole-Ole Si Me Eligen

De la mano de Bismarck, la primacía política de los Hohenzollern los convirtió en protagonistas de todas las disputas europeas a lo largo del siglo XIX. Cuando los Borbones abandonaron el trono de España en 1868, la dinastía prusiana se atrevió a presentar a su propio candidato. El gobierno provisional sondeó a Leopoldo de Hohenzollern, un pariente católico de la familia real prusiana que, para fino lazo ibérico, estaba casado con una portuguesa. Ni Leopoldo ni Guillermo I de Prusia se mostraron a favor de estas ambiciones, pero Bismarck convenció a ambos de que la oportunidad no era el trono envenenado de España, sino el hecho de presentar combate a Napoleón III, que tenía sus propios planes para España.

Proclamación de Guillermo I como Emperador Alemán abc

Francia y Prusia se enzarzaron en la guerra de dimes y diretes que Bismarck tanto deseaba, mientras los españoles contemplaban resignados que, en verdad, ni a unos ni a otros les interesaba su trono. Algunos casi lo agradecieron dado el trabalenguas que suponía el apellido del alemán para los españoles, que con guasa le bautizaron con el nombre de Leopoldo 'Ole-Ole Si Me Eligen'. La renuncia de los Hohenzollern abrió el abanico a otros candidatos como Amadeo de Saboya, que sería quien finalmente reinaría en España.

El estadista prusiano terminó imponiéndose a Francia y cumpliendo el proyecto Hohenzollern de unificar los distintos reinos alemanes. Si bien estos reinos mantuvieron cierta autonomía con la creación del Imperio alemán en 1870, incluidas sus coronas, la Dinastía de los Hohenzollern situó a los Reyes de Baviera y Sajonia (los dos reinos más grandes después de Prusia) y otros príncipes menores camino de la extinción.

El estadista prusiano terminó imponiéndose a Francia y cumpliendo el proyecto Hohenzollern de unificar los distintos reinos alemanes

La Primera Guerra Mundial desató el belicismo alemán que Bismark, tirando de sutileza y de equilibrios cruzados, había contenido durante décadas. Guillermo II de Alemania, Emperador alemán y Rey de Prusia, emprendió una política exterior más agresiva destinada a reclamar su «lugar bajo el Sol» como nueva potencia mundial. Todo ello confluyó en el estallido de una guerra desconocida en Europa que, en última instancia, devino en una derrota alemana más en los despachos que en los campos de batalla. No obstante, el Monarca, dada su personalidad volcánica y su falta de mira política, no intervino tanto en el devenir de los acontecimientos como se suele entender por su hiper protagonismo. Día a día, semana a semana, fue progresivamente apartado por la cúpula militar de la toma de decisiones.

Hacia el exilio

Con el nombramiento de Hindenburg y Ludendorff como líderes del Estado Mayor, Alemania se elevó como una dictadura militar de facto. Tras una revolución obrera a principios de noviembre 1918, el Káiser Guillermo II huyó a los Países Bajos. El 28 del mismo mes abdicó formalmente, poniendo fin a más de quinientos años de historia Hohenzollern en Prusia. Vivió exiliado hasta su muerte en 1941.

Tras la Primera Guerra Mundial, la propaganda nazi mutiló la historia de los Hohenzollern para adecuarla a sus necesidades. En 1933, el Landtag prusiano (último símbolo de la independencia prusiana dentro de Alemania) fue disuelto después de que los nazis fueran incapaces de obtener una mayoría absoluta en esta cámara. La Ley de Reorganización del Reich de 1934 puso a los gobiernos regionales bajo la autorización directa del Ministerio del Interior del Reich y los ministerios prusianos fueron disueltos. Aunque Prusia fue el único estado alemán que no fue absorbido formalmente por el Reich, dejó de existir como Estado a partir de 1933. Apenas mantuvo entonces el nombre y la delimitación en el mapa (existieron planes sin materializar para la partición de sus territorios).

El militarismo, el tono varonil y la sobriedad prusiana encajaban con la idea que quería proyectar al mundo el Tercer Reich, no así la espiritualidad pietista tan característica de los primeros reyes prusianos, ni la tolerancia religiosa hacia las minorías como los judíos, ni el código civil progresista y admirado por el resto de reinos alemanes. Tampoco lo hacía el comulgar con la lucha encarnizada de algunos prusianos por defenderse del nacionalismo alemán.

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