"Francisco, repara mi Iglesia" - La conversi�n de San Francisco

 

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Vida de san Francisco de As�s

   
   


Nacimiento (enero-febrero 1182)

(Enero-febrero, 1182). Francisco naci� en As�s, ciudad umbra del centro de Italia, en ausencia del padre, Pedro de Bernardone, rico importador de tejidos franceses de calidad, que luego vend�a en los mercados de la regi�n. Su madre, madonna Pica, lo bautiz� con el nombre de Juan, pero su padre, al volver, empez� a llamarlo "Francesco" (franc�s). El m�smo d�a de su nacimiento un peregrino llam� a la puerta de su casa y recibi� de Pica una generosa limosna. Entonces �l, agradecido, bendijo al peque�o, anunciando que ser�a uno de los hombres m�s buenos del mundo.

Educaci�n y car�cter (1196-1198)

El ni�o recibi� de su madre una buena educaci�n. Fue a la escuela de su parroquia, San Jorge, y a los 14 a�os empez� a trabajar en la tienda del padre, demostrando ser un h�bil comerciante. El estudio grafol�gico de su escritura nos revela a un hombre con alma de artista, creativo, voluntarioso, altruista al m�ximo y con tendencia a imponerse sobre los dem�s. Los bi�grafos lo describen como un joven alegre y expansivo por naturaleza, con talla de l�der entre los amigos. Ten�a buenos sentimientos y, m�s que generoso, era derrochador, y muy vanidoso. Le gustaban las canciones de moda y vestir a la �ltima. �l mismo se dise�aba la ropa. La madre, recordando tal vez las palabras del peregrino, sal�a al paso de los comentarios de las vecinas diciendo: "alg�n d�a lo ver�is hijo de Dios". Un hombre muy simple de As�s, que al parecer presenci� tambi�n la escena del peregrino-, a veces extend�a la capa a su paso, anunci�ndole gloria y proezas.

Prisi�n y enfermedad de un joven so�ador (1198-1204)

As�s, perteneciente desde hac�a siglos al ducado longobardo de Espoleto, en 1198 pas� a depender del papa Inocencio III, ocasi�n que los asisanos aprovecharon para proclamar un r�gimen aut�nomo, el Comune o Comunidad, destruyendo la fortaleza de la Roca, s�mbolo del poder imperial, y las casas-torres de los se�ores feudales, y reconstruyendo de prisa las murallas de la ciudad.

Los nobles que no aceptaron el nuevo r�gimen tuvieron que emigrar a la cercana Perusa, secular enemiga de As�s. Entre ellos iba la familia de Clara de Favarone, que ten�a apenas 8 a�os, mientras Francisco, con 19, se alistaba en el ej�rcito asisano para defender los l�mites entre ambas ciudades. En noviembre de 1201 el ej�rcito asisano fue derrotado en Ponte San Giovanni, junto a Collestrada, y Francisco permaneci� un a�o prisionero en Perusa, antes de que un acuerdo de paz le permitiera regresar a su casa. Mas no por eso se desanimaba. A los compa�eros de prisi�n, que le reprochaban su incurable optimismo, les replicaba: "Alg�n d�a me ver�is honrados por el mundo entero".

Al volver de Perusa cay� gravemente enfermo. Cuando pudo levantarse y dar los primeros pasos con ayuda de un bast�n, se asom� con ansia a contemplar la inmensa llanura asisana, pero not� con asombro que las cosas ya no eran como antes. Estaba madurando.

El sue�o de las armas y la voz de Espoleto (verano, 1205)

El 15 de junio moria en Salerno el conde Juan de Brienne, luchando por los intereses del Papa y del peque�o emperador Federico II, que su padre Enrique VI hab�a encomendado al pont�fice antes de morir. Su lugar fue ocupado por el conde de Lecce Gentil de la Paleara, que combat�a en Puglia. �ste busc� enseguida refuerzos en el valle de Espoleto, y un noble de As�s quiso responder con un peque�o contingente, al que Francisco quer�a agregarse. Convencido de que llegar�a a ser un gran pr�ncipe, estaba dispuesto a todo.

Una noche so�� con un palacio lleno de riquezas, armas y trofeos de guerra y una bella esposa. Una voz le dec�a que todo ser�a suyo y de su ej�rcito, si luchaba bajo el estandarte de la cruz. Tom�ndolo como un presagio, contrat� un escudero y se encamin� hacia la Puglia, mas, al llegar a Espoleto, la voz le sali� al paso de nuevo: "�A d�nde vas, Francisco?", le dec�a; y �l, comprendiendo por fin qui�n era el que le hablaba, respondi�: �Se�or, qu� quieres que haga?". La respuesta fue: "Vuelve a As�s, porque el sue�o tienes que interpretarlo de otro modo. Yo te dir� lo que tienes que hacer".

Una dulzura interior (verano-oto�o, 1205)

Francisco ya no era el mismo. Segu�a haciendo vida normal, pero algo lo atra�a interiormente. Un d�a sus amigos lo nombraron, "jefe de cuadrilla". Seg�n costumbre deb�a pagarles un banquete. Lo nombraban a �l casi siempre, porque sab�an que no reparaba en gastos. Pero esa noche, cuando, comidos y bebidos, recorr�an cantando las calles y plazas de la ciudad, algo lo dej� absorto y clavado en el sitio. Los compa�eros. se asustaron al verlo tan inm�vil. Cuando volvi� en s�, alguno dijo, bromeando: "�En qu� pensabas Francisco? �En casarte?"; a lo que �l replic�, con tono misterioso: "S�, con la mujer m�s hermosa que os pod�is imaginar". Arrebatos de este tipo se le repetir�n en m�s ocasiones.

Inter�s por los pobres (verano-oto�o, 1205)

Francisco, siempre generoso con los pobres, ahora lo era mucho m�s. Un d�a despidi� de la tienda a un mendigo con malos modos, pero enseguida se dijo: "Si te hubiese pedido algo en nombre de un gran se�or se lo habr�as dado. �Cu�nto m�s deber�as darle, si te lo pidi� en el nombre del Se�or de se�ores!" Y se comprometi� a no negar nunca m�s una limosna a quien se la pidiera por el amor de Dios. Si no llevaba dinero, les daba el cinto, la gorra o la camisa. En casa, a la hora de comer, cortaba m�s pan del necesario, con la esperanza de que alg�n pobre llamara a la puerta para darle un trozo. La madre lo observaba y meditaba en silencio ese cambio tan repentino, sabiendo que antes s�lo viv�a pendiente de que los amigos vinieran a buscarlo, para irse con ellos. Y no eran s�lo los pobres, tambi�n le atra�a la pobreza. En cierta ocasi�n peregrin� a Roma y, despu�s de echar una generosa limosna en el cepillo del altar de San Pedro, cambi� sus ropas por las de un pordiosero y se puso pedir en franc�s -que no lo dominaba bien- tal vez para pasar inadvertido.

Busca lugares solitarios para orar (verano-oto�o, 1205)

En sus ratos libres se retiraba a orar en lugares solitarios. A veces iba a una cueva o "cripta" que, seg�n la tradici�n, estaba en las inmediaciones de la iglesia de Santa Mar�a la Mayor o del Obispado, no lejos de su casa. Al amigo que lo acompa�aba le explicaba, con mucho misterio, que hab�a descubierto un tesoro, en alusi�n, sin duda, al tesoro escondido del reino por el cual, seg�n la par�bola de Jes�s, un rico comerciante es capaz de venderlo todo. All�, en lo secreto, oraba con ansia, pidiendo al Se�or le revelase su voluntad, pero tambi�n tuvo que hacer frente a sus propios miedos, ya que tem�a que por ese camino podr�a terminar igual que una pobre paisana suya, horriblemente deforme. Ser�a lo peor que podr�a ocurrirle a un joven como �l, sensible, delicado, cuidadoso de su imagen y amante de todo lo bello.

Encuentro con el leproso (oto�o, 1205)

Lo que m�s le repugnaba a Francisco era ver leprosos. No los soportaba ni de lejos; pero un d�a le revel� el Se�or que, si quer�a conocer su voluntad, ten�a que cambiar, hasta el punto que lo amargo se le volviera dulce y lo dulce amargo. Al d�a siguiente se le cruz� un leproso en el camino, y quiso hacer la prueba: baj� del caballo, le bes� la mano y le dio una limosna. Tuvo que hacer un terrible esfuerzo, mas luego experiment� tal dulzura, que desde entonces empez� a frecuentar la leproser�a, para dar limosna a los enfermos y curar sus llagas purulentas.

San Dami�n: "Repara mi Iglesia" (noviembre-diciembre, 1205)

Un d�a sali� a dar un paseo y entr� a rezar en la vieja iglesia de San Dami�n, fuera de As�s. Y, mientras rezaba delante del Crucifijo puesto sobre el altar, tuvo una visi�n de Cristo crucificado que le traspas� el coraz�n, hasta el punto de que ya no pod�a traer a la memoria la pasi�n del Se�or sin que se le saltaran las l�grimas. Y sinti� que el Se�or le dec�a: "Francisco, repara mi iglesia; �no ves que se hunde?".

El Se�or se refer�a a la Iglesia de los creyentes, amenazada, como siempre, por mil peligros, mas �l entendi� que se refer�a a San Dami�n y, como era rico, pens� que era cuesti�n de dinero. Se fue a la tienda de su padre, carg� el caballo con las mejores telas y se fue a venderlas al mercado de Foli�o. Al regreso entreg� el dinero a messer Pedro, el cura de San Dami�n, m�s �ste no quiso aceptar, temiendo que fuese una burla, y por miedo a sus padres. Entonces Francisco decidi� quedarse all�, y reparar �l personalmente la iglesia y ayudar a los pobres, seg�n sus planes.

Renuncia a todos sus bienes (invierno, 1205-1206)

La brusca reacci�n de Pietro Bernardoni al saber lo ocurrido oblig� al hijo a permanecer escondido m�s de un mes en un s�tano, atendido en secreto por alguien de su casa. All� lloraba y rezaba, pidiendo al Se�or verse libre de las iras del padre; hasta que, un d�a, experiment� tal dulzura, que no dud� en salir a la luz y exponerse a las burlas de sus paisanos, que lo tomaban por loco, y a la violenta furia del padre, que lo encerr� sin contemplaciones en un cuarto oscuro de su casa. Pero la madre, viendo que nada pod�a hacer entrar en raz�n a Francisco, aprovech� una de las ausencias del marido para dejarlo libre. Cuando el padre regres�, viendo que no s�lo se manten�a en su prop�sito, sino que adem�s le hac�a frente, lo denunci� a los c�nsules de la ciudad, con intenci�n de desheredarlo y desterrarlo; mas Francisco se neg� a comparecer, alegando su prop�sito de consagrarse al Se�or. Entonces Pedro Bernardoni traslad� la denuncia al obispo y �ste cit� a ambos a juicio y logr� convencer al hijo para que devolviera el dinero, anim�ndolo a comportarse como un hombre y a confiar en el Se�or, que ya le dar�a los medios para reparar la iglesia. Dicho y hecho: Francisco entr� en la antec�mara del obispo, se quit� toda la ropa, la dobl� cuidadosamente y puso encima el dinero; luego sali� fuera y, ante el asombro de todos, devolvi� todo a su padre, diciendo: "Ya no dir� m�s padre m�o Pedro de Bernardone, sino, solamente, Padre nuestro que est�s en los cielos".

El obispo, que lo hab�a cubierto inmediatamente con su capa, pues era pleno invierno, trataba de descifrar el significado de todo aquello, que no era sino la consagraci�n improvisada y at�pica de un penitente. Poco despu�s le dejaron la t�nica corta del hortelano del obispado, y as�, desnudo, como explica San Buenaventura, se dispuso a seguir a Cristo pobre y desnudo, en una nueva vida radicalmente distinta a la anterior. El padre se march� furioso a su casa, dejando al hijo sin nada y a los testigos de la escena indignados y llorando de compasi�n. No se sabe cuando muri�, pero es seguro que fue antes de mayo de 1215, fecha en que al hermano de Francisco, en un acto notarial, lo llaman �ngel "de Pica", y no "de Pedro Bernardoni".

(Fratefrancesco.org - Fr. Tom�s G�lvez).


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