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Richard Kuklinski, el sanguinario 'hombre de hielo'

Actualizado jueves 23/03/2006 18:50 (CET)
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JULIO VALDE�N

Richard Kuklinski falleci� el 6 de marzo en la prisi�n estadounidense de Trenton (Nueva Jersey) a los 81 a�os de edad. All� cumpl�a varias cadenas perpetuas por asesinato. �l siempre presum�a de haber matado a m�s de 100 personas.

Richard Kuklinski. (Foto: EL MUNDO)

Richard Kuklinski. (Foto: EL MUNDO)

Su biograf�a carece de elementos glamourosos. Gastaba m�sculos rotundos, tatuajes, barba, y una crueldad inaudita. En Nueva York dec�an que el diablo estaba de su parte.

Padre de familia, soldado de la mafia y, sobre todo, 'killer' eficiente: incluso los Gambino, sus jefes, tem�an las reacciones del matarife y se hac�an cruces con un tipo que acumulaba muescas hasta batir cifras r�cord.

En un documental que permiti� realizar a la cadena HBO sobre su vida, cuando llevaba un lustro en prisi�n, declar� que, en su caso, "el asesinato era vocacional". Mataba por placer. Nunca dejaba testigos. Incluso los criminales que lo acompa�aban durante sus correr�as sudaban hielo. Cualquiera pod�a incorporarse a la lista negra.

Kuklinski naci� en 1935 en la ciudad de Jersey en 1935. Su padre, alcoh�lico, sol�a pegarle con frecuencia. Su hermano mayor fue sentenciado a cadena perpetua tras violar a una ni�a de 12 a�os, a la que arroj� despu�s al vac�o desde una torre, junto con su perro.

Durante su adolescencia, Kuklinski se deleitaba torturando animales. Uno de sus pasatiempos consist�a en arrojar gatos vivos al horno familiar. Con 14 a�os liquid� a otro muchacho de m�s o menos su misma edad para "proteger su territorio", como �l declarar�a posteriormente. Fue su primer asesinato.

En 1960 conoci� a B�rbara, su futura esposa, con la que tendr�a tres hijas. Su trabajo en la industria del cine, donde traficaba con pornograf�a que revend�a a los Gambino, le introdujo en los c�rculos mafiosos. En breve, fue contratado para cobrar deudas. Su nombre circulaba por las calles como un viento de muerte.

A las ordenes de Roy DeMeo, psic�pata y mat�n prominente, perfeccion� los m�todos de trabajo. La clave para ganarse al mafioso consisti� en matar a un hombre elegido al azar. La v�ctima paseaba a su perro por la calle y Kuklinski actu� sin dudarlo un instante. Roy DeMeo estaba impresionado: el chico "promet�a".

Durante casi 20 a�os, los dos hombres lideraron un grupo al que se le atribuyen m�s de 100 asesinatos. Kuklinski cobraba 50.000 d�lares por encargo. En palabras de su esposa, "nuestra vida era la t�pica de una familia americana".

Vida familiar

Compraron una casa lujosa y en ella organizaban barbacoas. Aunque la relaci�n con su esposa fue cualquier cosa menos id�lica. Trat� de ahogarla con una almohada, la amenaz� con una pistola, estuvo a punto de atropellarla, pero ella siempre achacaba estos sucesos al estr�s que padec�a su esposo y terminaba perdonando sus excesos.

Kuklinski alcanz� un enorme grado de sofisticaci�n en el empleo de cianuro para matar a muchas de sus v�ctimas. Lo hac�a con un inhalador nasal que emple�, por primera vez, con un viandante como conejillo de indias. El hombre muri� en 15 segundos. "Lo importante es sorprender a tu objetivo y aplicar la soluci�n en su rostro. As�, todo el mundo creer� que ha sufrido un infarto". Aparte del cianuro, cualquier instrumento le serv�a para sus fines, desde un picahielos a un mazo.

A Kuklinski le apodaban 'Iceman' (Hombre de hielo) por otro de sus experimentos. Mantuvo dos a�os congelado el cuerpo de una v�ctima. Durante meses us� como c�mara frigor�fica el cami�n de los helados de Pongray. Quer�a averiguar si, gracias al fr�o, lograr�a confundir a los investigadores. Cuando la polic�a encontr� el cuerpo, crey� que hab�a fallecido tan solo 24 horas antes. Sin embargo, durante la autopsia, los forenses hallaron restos de hielo. Aunque err� por poco —unas horas m�s hubieran bastado para que se derritiera del todo— Kuklinski se regocijaba porque hab�a coronado su curr�culum con un nombre rotundo. Poco despu�s se deshizo de Pongray.

Cuando le atraparon, en 1986, su familia sufri� un colapso. Jam�s hab�a sospechado del respetable marido y prominente hombre de negocios. Kuklinski no s�lo no neg� los cargos —en principio cinco asesinatos—, sino que a�adi� varias decenas. Sin eufemismos, demostraba un ego de proporciones superlativas.

En 1992, Tom Shales, del 'Washington Post', prometi� en una columna realizar un estudio de su psicolog�a. Tras visionar el documental de la HBO se retract�: "A veces es mejor no penetrar en ciertas mentes".

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