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Teoría del desarrollo Psicológico- Sigmund Freud

Sinopsis: 

Sigmund Freud, el creador de la Teoría del Psicoanálisis en su teoría del desarrollo psicológico, postula que el mismo inicia desde el primer año de vida del niño y termina la edad adulta, Freud menciona que el desarrollo psicológico es una necesidad vital que debe de ser satisfecha, de lo contrario se crean psicopatologías en cada una de las etapas del mismo.
Una región del cuerpo en que los procesos excitantes e irritantes (por ejemplo; tensiones) tienden a concentrarse, y cuyas tensiones pueden ser eliminadas mediante alguna acción sobre tal región, como puede ser chupar o acariciar, recibe el nombre de zona erógena.

Desarrollo:
Dentro de las zonas erógenas las principales son:
1. Zona erógena Oral (1 año de vida del niño)
2. Zona erógena Anal (1-3 años)
3. Zona erógena Genital (12 años a adulto)

Cada una de estas zonas se asocia con la satisfacción de una necesidad vital que desarrollare brevemente. 1. Zona erógena Oral
Esta zona es mejor conocida como la Fase Oral, y corresponde aproximadamente el primer año de vida del niño.
Características:
• Se conoce el placer erótico (chupar)
• Se conoce el placer oral agresivo (morder)

La boca tiene por lo menos cinco modos de funcionar que son:
1. Incorporar
2. Retener
3. Morder
4. Escupir
5. Cerrar

Cada uno de estos modos es un prototipo o modelo original de ciertos rasgos de personalidad. Por ejemplo, ingerir por la boca es el prototipo de la adquisitividad; retener, el de la tenacidad y determinación; morder, el de la destructividad; escupir, el del rechazo y desdén; el cerrar, el desaire y el negativismo.

Ahora bien, los rasgos de personalidad y el carácter de la persona (fijaciones) dependen en gran medida de la cantidad de frustración y angustia que se experimente en relación con la expresión prototípica.

La Fase Anal: 
Sucede aproximadamente durante el segundo año de vida. La zona erógena predominante es el ano. La expulsión de las heces proporciona alivio al niño al eliminar la fuente de tensión. Como consecuencia de experimentar una placentera reducción de tensión, puede emplearse tal modo de acción para deshacerse de tensiones que surgen en otras partes del cuerpo. La eliminación expulsiva es el prototipo de los estallidos emocionales, las pataletas, rabietas y otras reacciones primitivas de descarga.

Durante esta etapa ocurre el control de esfínteres. Por lo común, esta educación determina la primera experiencia sería de disciplina y autocontrol. La educación de esfínteres representa un conflicto entre una necesidad pulsional (el deseo de defecar) y una barrera externa (los padres). Las actitudes de los padres respecto a la defecación, la limpieza, el control y la responsabilidad dejan una huella inequívoca en la personalidad y su desarrollo. Si la interferencia con el placer de defecar es muy estricta y punitiva, el niño puede vengarse ensuciándose de manera intencional.

A medida que crezca, tal niño desplazara su rebeldía hacia los representantes externos de la autoridad, volviéndose irresponsable, desordenado o manirroto. Pero si el mecanismo de formación reactiva predomina, podrá engendrar actitudes de excesiva meticulosidad, pulcritud, orden compulsivo, frugalidad, miedo a la suciedad, estricta administración del tiempo y dinero, así como otros comportamientos supe controlados.

Según el Psicoanálisis, para un niño, las heces son muy valiosas, porque son las primeras “producciones” propias de sí mismo, su pérdida obligada puede generar un sentimiento de vacío y angustia, el cual, si se establece como estilo de personalidad, puede ocasionar un desplazamiento hacia otros objetos concretos de la realidad. El carácter ahorrativo tiene su origen en esta actitud.

La Fase Fálica: 
Se presenta aproximadamente entre los tres y los cinco años de vida. En ella adquieren importancia placentera los órganos sexuales, al mismo tiempo, existe una intensificación del anhelo sexual del niño por sus padres, que inicia una serie de cambios y conflictos importantes.

Ahora bien, como los órganos del sexo masculino son diferentes a los femeninos es necesario examinarlos desde dos puntos de vista que son:
La Fase Fálica Masculina: 
Antes de la aparición del periodo fálico, el niño ama a su madre y se identifica con su padre. Cuando el impulso sexual aumenta, el amor del niño por su madre se hace más incestuoso y, en consecuencia, se pone celoso de su rival, el padre. A este estado de cosas se le conoce como complejo de Edipo.
El desarrollo del complejo de Edipo crea un peligro imaginario para el niño: que su padre dañe su órgano sexual por el amor erótico que siente hacia su madre (angustia de castración). Como consecuencia de esta angustia, el niño reprime su deseo incestuoso por la madre y se identifica masculinamente con su padre. Es como si el niño dijera: “siendo como mi padre puedo acercarme a una mujer (mi madre) sin entrar en conflicto con mi padre, que ahora me aceptara porque soy como él”. Sin embargo, el complejo de Edipo puede resolverse de manera negativa, creando una identificación femenina con la madre, lo que significaría la formación de una actitud homosexual hacia el padre. Estas identificaciones también dan lugar a la formación del superyó, por lo cual se dice que el superyó es el heredero del complejo de Edipo.

La Fase Fálica Femenina: 
Al igual que en el caso del niño, el primer objeto amoroso de la niño es la madre. Pero a diferencia de lo que ocurre con el niño, no hay muchas probabilidades de una temprana identificación con el padre. Cuando la niña descubre que no posee los genitales externos del varón, se siente castrada. Culpa a su madre por tal condición y, por lo tanto, se debilita la investidura libidinal hacia la madre. La niña comienza a preferir al padre, que posee el órgano que a ella le falta.
El amor de la niña por su padre se mezcla con la envidia porque él posee algo de lo que ella carece. Esto se conoce como envidia del pene. Es el equivalente femenino de la angustia de castración del niño. Se supone que, eventualmente, la niña cambia su deseo de poseer el pene del padre por el deseo de tener un hijo de él, estableciendo con esto parte de su actitud femenina, la maternidad, lo cual la lleva a conciliarse con su madre.
El surgimiento del complejo de castración en el niño es la razón principal del abandono del complejo de Edipo, mientras que en la niña el complejo de castración (envidia del pene) es el responsable del inicio del complejo de Edipo.

Consideradas en conjunto, las tres etapas del desarrollo (la oral, anal y fálica) reciben el nombre de Periodo Pregenital. Este periodo abarca los cinco primeros años de vida.

La Fase de Latencia:
La fuerza de las pulsiones sexuales declina durante este periodo debido, sobre todo, a que el superyó ha adquirido una fuerza predominio y parece mantener dominadas las presiones pulsionales.

Al mismo tiempo, el yo se desarrolla mas ante la realidad externa. Se consolida el lenguaje (lo cual brinda solidez a la función anticipatoria, puesto que se puede planear con palabras), se incrementa la gratificación intelectual por medio de una mayor capacidad para la identificación, se adquieren intereses e ideales, etc.

Bertha Bornstein, sostiene que el Periodo de latencia se divide en dos etapas la primera, que abarca de los seis a los ocho años, el yo se halla todavía fuertemente arrastrado por pulsiones sexuales, por lo que la represión inhibe la conducta sexual.
El segundo periodo, que incluye desde los ocho años hasta el comienzo de la pubertad, se da una consolidación de las defensas. En esta etapa el niño muestra un mayor equilibrio y, por lo tanto, menos sufrimiento.
Durante la latencia, las experiencias escolares adquieren una gran significación dado que revelan el nivel de ajuste a la figura de la autoridad. Asimismo, adquiere importancia el contacto con los amigos y la forma en que esta relación se establece. El niño aprende al mismo tiempo el dolor de la competencia y el placer de la cooperación con los compañeros.

La fase Genital o adolescencia: 
Con el despertar de la pubertad, las pulsiones sexuales reviven y ocasionan las tensiones y vehemencias características de esta etapa. Durante esos años adolescentes, ocurren nuevas adaptaciones y transformaciones que, finalmente, culminan en la estabilización de la personalidad.

La pulsión sexual principia su evolución hacia el fin biológico de la reproducción. El adolescente empieza a sentirse atraído hacia miembros del sexo opuesto. Es un periodo de socialización, actividades colectivas, matrimonio, establecimiento de un hogar y una familia, desarrollo de un interés serio en la profesión y otras responsabilidades. Aparentemente en la adolescencia se establece un yo más fuerte y consolidado, pero que tiende sufrir frecuentes regresiones ante los embates pulsionales. Lo mismo puede señalarse del superyó, que aunque, por una parte, ha logrado establecer sus fundamentos, por otra, debe abandonar muchas de las normas morales inculcadas por los padres.

De esto es de donde el ello invade de demandas al yo buscando un gratificación desinhibida; otras, este sale victorioso y consigue moderar las necesidades más infantiles. Lo anterior da lugar a la diversidad de conductas que se han descrito en los jóvenes, como egoísmo o altruismo y generosidad, espíritu gregario o timidez y aislamiento; indulgencia y ascetismo; ignorancia o intelectualización.

Estas son los principales constructos de la teoría del desarrollo psicológico del niño según Sigmund Freud, por lo tanto cuando una necesidad de cualquier fase no es satisfecha genera psicopatologías en la edad adulta.

Referencia: Psicoterapias Contemporaneas – Luis A. Oblitas