La casa (2024), de Alex Montoya

El escritor de éxito José viaja con su novia, Silvia, a la residencia cercana a la playa donde vivió los últimos días su progenitor, fallecido un año atrás, con el objetivo de deshacerse de algunos trastos viejos y adecentarlo todo para vender el inmueble. Pronto se le unen su hermano mayor Vicente, con su esposa Olga y su hija Laia, y la hermana Carla, con los suyos. Enseguida se darán cuenta de que no resulta nada fácil dejar atrás ese lugar, pues cada rincón u objeto les trae a la memoria momentos mágicos.

Tras dos largometrajes con presupuesto precario que pasaron desapercibidos (Asamblea, Lucas), el valenciano Alex Montoya sorprende con una emotiva adaptación de la novela gráfica de 2015 de Paco Roca, cuya obra ya había dado lugar a Arrugas, valiosa cinta animada. Este autor se inspiró en su propia experiencia personal, aunque la historia tiene muchos puntos en común con Las horas del verano, dirigida (siete años antes, en 2008) por Olivier Assayas, también sobre tres hermanos que se planteaban deshacerse de una casa estival que les trae gratos recuerdos.

La historia le sirve al realizador para hablar de las relaciones entre hermanos, terreno en el que pueden surgir envidias, discrepancias y hasta rencillas, pero donde al final domina el cariño. También está bien plasmada la sensación de culpa de los hijos adultos, que enfrascados en su propia vida y su trabajo, no le dedican todo el tiempo que deberían y que hubieran querido a sus progenitores ya ancianos, quizás se dan cuenta de eso cuando ya es demasiado tarde. El tal Montoya consigue la magia de que cualquier espectador se reconocerá a sí mismo en algunos puntos del relato, por lo que muchos momentos resultan emotivos.

Funciona a las mil maravillas el recurso de que el padre fallecido aparezca en imágenes filmadas en Super 8, formato que activa automáticamente la nostalgia. Quizás sobre el papel pueda parecer que estamos ante un dramón, pero aunque mucho de eso hay, queda espacio para golpes de humor, sobre todo por las apariciones de la nieta, a la que da vida Tosca Montoya, hija del realizador.

Desde luego, se ha acertado en el casting, encabezado por el siempre sorprendente David Verdaguer, mientras que los menos conocidos Lorena López y en su mejor trabajo, Óscar de la Fuente, dan vida a los otros hermanos. No están nada mal los secundarios Marta Belenguer (como Olga, a ver cuándo la ponen de actriz principal), Olivia Molina (Silvia) Luis Callejo (el progenitor) y Miguel Rellán (amigo de éste). Una secuencia de un abrazo está bastante lograda.