La visión de la estructura de la persona humana en Viktor Frankl
Lic. María Melania Suárez
Pontificia Universidad Católica Argentina
Tomando como hilo conductor la ponencia Diez tesis sobre la persona, que
Frankl expuso en una ponencia en las Jornadas de Escuelas superiores de Salzburgo1, se
analiza cada una de las características de la persona humana enlazándola con distintas
obras principales y secundarias. Se indican las influencias del pensamiento de
Hartmann, Scheler, Heidegger y Jaspers, las diferencias con el pensamiento de Sartre y
la distinción del visión antropológica de la logoterapia con la del psicoanálisis y la
psicología individual.
En la primera y segunda tesis, el psiquiatra vienés sostiene que: “La persona es
un individuo; no puede ser fragmentada, dividida, separada: es una unidad. La persona
es una totalidad”. Frente a la visión positivista de la Ciencia que conduce a una
concepción reduccionista del ser humano, Frankl busca rehumanizar la psicoterapia, dar
los fundamentos antropológico-metafísicos de la práctica clínica. Para explicar qué es el
hombre, quién es, recurre a la metafísica, poniendo sobre la mesa un tema tan arcaico
como la misma filosofía, tal es de la unidad y la multiplicidad del ser. Quiere mostrar
que el hecho de que existan diferencias ontológicas en el ser humano no quiere decir
que la unidad antropológica sea impensada. Sostiene entonces que la multiplicidad no
impide la unidad. “…la marca característica de la existencia humana es la coexistencia
entre su unidad antropológica y sus diferencias ontológicas, entre la forma unitaria de
ser que tiene el hombre y las modalidades diferenciables del ser, de las que participa
aquella. En dos palabras, la existencia humana es una unitas multiplex (múltiple
unidad), para usar la expresión de Santo Tomás de Aquino”2.
En este punto puede verse la influencia del pensamiento de Max Scheler y
Nikolai Hartmman. Para Scheler, las distintas dimensiones o “capas concéntricas” de la
1
Frankl, V.E., La voluntad de sentido, 2002, págs.106-115.
2
Frankl, V.E., Psicoanálisis y existencialismo, FCE, México, 1997, pág.49.
persona (biológica y psicológica) tienden hacia el centro personal, que es espiritual; de
esta manera la unidad prima sobre la multiplicidad. El hombre es un ser definido
esencialmente por su espiritualidad; actúa desde su centro, que es metafísico. Para
Hartmann, las diferencias ontológicas del ser humano son llamadas estratos (físico,
orgánico, anímico, espíritu), y están jerárquicamente organizados.
En este sentido, Luis Guillermo Pareja Herrera señala que el hecho de que
Hartmann y Scheler entiendan al ser humano en estratos o capas, puede derivar en una
idea de ver al hombre como un ser fragmentado. Por eso, el psiquiatra vienés, tomando
de Scheler la idea de unidad antropológica y de Hartmann la de diversidad ontológica,
introduce la tesis de “ontología dimensional”. Utiliza el recurso de las dimensiones
geométricas para expresar de manera gráfica y análoga que las diferencias ontológicas
del ser humano no anulan su unicidad. Busca superar la visión del hombre como ser
estratificado, señalando que es menester separar estas dimensiones en sentido
ontológico, pero que resulta imposible hacerlo en sentido antropológico.
“Ninguna unidad psicosomática en el hombre por muy íntima que sea consigue
constituir su totalidad; a esta última pertenece lo noético, lo espiritual…”3. La
dimensión espiritual/noética resulta ser la dimensión específicamente humana. Por ello,
cuando se quiere entender al hombre separado de esta dimensión, se está ante la
presencia de los distintos tipos de determinismos: psicológico, biológico, sociológico.
Para Frankl, el psicoanálisis presenta un esquema reduccionista al ver al hombre
solamente como un ser impulsado, instintivo, y destruye la tríada “eros-logos-ethos”,
quedándose sólo con el eros; por ello, él propone desde la logoterapia una concepción
totalizadora del ser humano, ya que ve al hombre más allá de su esfera instintiva: “…la
psicoterapia debería integrar precisamente la totalidad del ser hombre, la imagen del
hombre dada previamente como unidad cuerpo-alma-mente, para así – y sólo así –
poder satisfacer en cierta manera a las exigencias de la crítica del conocimiento”4.
En este contexto, Mario Caponnetto comenta que el reconocer a la dimensión
espiritual como la dimensión propia del ser humano, superior respecto de las otras, no
debe entenderse como si una dimensión estuviese supeditada a la otra de modo
jerárquico, o como si se estuviese haciendo una apreciación valorativa de cada una de
3
Frankl, V.E., Logoterapia y análisis existencial, pág.69.
4
Ibidem, pág.41.
ellas; sino que el significado de superioridad es el de mayor “amplitud de ser, de
posibilidad ontológica, de mayor espacio existencial”5. Sostener entonces la inferioridad
de las dimensiones biológica y psicológica respecto de la noética, es lo mismo que decir
que incluyen, contienen, abarcan, en menor medida, la realidad de la existencia humana.
Así lo expresa el psiquiatra vienés en Psicoanálisis y Existencialismo: “En el sentido de
la ontología dimensional, una dimensión superior denota más bien que nos enfrentamos
a una dimensión que abarca más y engloba e incluye a una dimensión inferior. Por
tanto, la dimensión inferior está, en el sentido polivalente de Hegel, aufgehoben
(abolida/ conservada/ elevada) en la dimensión superior. Y así, también el hombre, al
llegar a ser hombre, de alguna manera sigue siendo animal y planta”6. De esta manera,
referirse al hombre como un ser cuya unidad es solamente psicosomática, implica quitar
no sólo una de sus dimensiones (la espiritual), sino precisamente su dimensión
específica. Aquí se aprecia la similitud con la visión aristotélica de los grados de vida: el
hombre es un microcosmos, una síntesis de los tres grados de vida: vegetativa, sensitiva
y racional.
Como consecuencia de la “ontología dimensional”, el ser humano no es un ser
fragmentado, sino un individuo espiritual, caracterizado por su totalidad y unicidad; su
existencia personal es indivisible e insumable. Sus distintas dimensiones no deben ser
entendidas a modo de piezas separadas que uniéndolas forman una figura, “pues el
hombre no es un ser aditivo sino integral”7. En este contexto, Frankl, que entiende al ser
humano como una persona espiritual, es decir, como una unidad consciente e
inconsciente, advierte de la parcialidad del psicoanálisis y de la psicología individual, ya
que Freud ve al hombre sólo como un aparato psicológico/psique.
Ahora bien, no es posible, para el psiquiatra vienés, entender al hombre en su
totalidad, unicidad e integridad fuera de estas tres dimensiones, ya que, la reducción a
una sola dimensión provoca como consecuencia proyecciones: “…la esencia de lo que
llamamos proyección la constituye el hecho de que en cada caso se sacrifique una
dimensión, que precisamente se proyecta en la dimensión inferior”8. Esto da
5
Caponneto, M., Viktor Frankl, una antropología médica, Instituto Bibliográfico Antonio Zinny, Buenos
Aires, 1995, pág.172.
6
Citado por Caponnetto, M., Ibidem, pág.171.
7
Frankl,V.E., El hombre doliente, Herder, Barcelona, 1987, pág.142.
8
Citado por Caponnetto, op. cit., pág.172.
surgimiento a las dos leyes de la “ontología dimensional”. La primera, la ley de la
contradicción, sostiene que “una misma cosa proyectada desde su propia dimensión a
otras distintas inferiores, se dibuja de manera que las figuras se contradicen”. La
segunda, la ley de la ambigüedad, dice que “(No siempre la misma sino) distintas cosas
proyectadas desde su dimensión (no a distintas dimensiones) que sea inferior, se dibujan
de tal manera que (no son contradictoras entre ellas sino) son polivalentes9”.
La tercera tesis, enuncia que “Cada persona es un ser nuevo. La existencia
espiritual no puede transmitirse genéticamente”. En Teoría y terapia de la neurosis,
Frankl sostiene que los seres humanos no pueden saber cuál es el origen de lo espiritual,
cómo adviene al ser corpóreo-anímico organísmico el espíritu personal. Sin embargo,
pueden tener la certeza de que “el espíritu no procede de los cromosomas. (…) el niño
es carne de la carne de sus padres, mas no espíritu de su espíritu. Es hijo corporal en el
sentido más propio del término: el sentido fisiológico; en sentido metafísico, todo niño
es niño adoptivo. Lo adoptamos en el mundo, en el ser”10.
Aquí aparece la idea de incomunicabilidad ontológica: el ser humano es
individual porque lo más profundo de su ser es espiritual; esta dimensión noética resulta
ser incomunicable. En esto Frankl se diferencia claramente de Freud, quien en
Introducción al Narcisismo afirma que lo más profundo del hombre es el ello: “El
individuo vive realmente una doble existencia, como fin en sí mismo y como eslabón de
un encadenamiento al cual sirve independientemente de su voluntad, si no contra ella.
Considera la sexualidad como uno de sus fines propios, mientras que, desde otro punto
de vista, se advierte claramente que él mismo no es sino un agregado a su plasma
germinativo, a cuyo servicio pone sus fuerzas, a cambio de una prima de placer, que no
es sino el substrato mortal de una sustancia inmortal quizá. La separación establecida
entre los instintos sexuales y los instintos del yo no haría más que reflejar esta doble
función del individuo”11.
9
La voluntad de sentido, 1994, págs.139-140.
10
El hombre doliente, 1987, págs.143-146.
11
Citado por Roldán, J.P., en “Consideraciones filosóficas sobre el amor a sí mismo en la obra de
Freud”, Revista de Psicología, UCA, Buenos Aires, 2006, Vol. 2 Nº 4, pág.78. Este tema será retomado
más adelante al hablar de la incondicionalidad del espíritu frente a la condicionalidad de lo psicofísico.
La cuarta tesis reza: “La persona es espiritual”. El psiquiatra vienés ve necesario
hacer una “noología”, es decir, una teoría acerca del espíritu, frente a las antropologías
psicologistas de la época que, a su entender, no podían dar cuenta de lo auténticamente
humano. “La ciencia ve únicamente el organismo psicofísico y no la persona
espiritual”12; por ello, dice, ella puede perder de vista que el ser humano posee una
autonomía espiritual por encima de la dependencia psicofísica. Afirma que la persona
necesita de su cuerpo como instrumento a través del cual poder expresarse,
comunicarse; depende de él, está limitado por él, pero es la dimensión espiritual, tal
como fue presentada anteriormente, la dimensión superior, la más abarcativa del
hombre.
Ahora bien, la visión antropológica que subyace al psicologismo es para Frankl
una consecuencia del nihilismo. La posibilidad de negación del sentido él la ve palpable
en el nihilismo. Este, dice, no es propiamente la negación del ser, sino “la negación del
sentido del ser”. Esta negación implica para el psiquiatra vienés reducir la realidad a
cosas concretas, a meros efectos. “Cuando sólo se ve el efecto, no puede verse la
intención, y si no se ve la intención, tampoco puede verse el sentido” 13. Habría así
propiamente tres formas de nihilismo, según a qué aspecto quede reducida la realidad: el
fisiologismo, que reduce todo a lo corporal, entiende al hombre únicamente como homo
sapiens; el psicologismo, que reduce todo a lo anímico, por lo cual el hombre es visto
como un haz de instintos; y el sociologismo, que reduce todo a lo social, el hombre es
propiamente un Zoón Politikón. Estas tres formas de nihilismo tienen como punto en
común que desatienden al ser espiritual, dimensión en la que puede darse la
intencionalidad. “Sólo en la consideración del ser espiritual, en su tendencia al sentido y
al valor, puede revelarse el sentido de la realidad, puede hacerse patente el sentido del
ser”14. De este modo, caricaturizan la imagen verdadera del hombre. Frankl está
convencido de que necesitan ser superadas para poder dar paso a una interpretación
adecuada acerca del hombre y el anhelo de sentido15.
En concordancia con esto el psiquiatra vienés sostiene que el psicologismo no
reconoce la independencia de lo espiritual frente a lo psíquico; es por ello que confunde
12
Logoterapia y análisis existencial, pág.92.
13
El hombre doliente, 1990, pág.201.
14
Ídem.
15
En este caso, se analizará únicamente el psicologismo, dejando de lado las otras formas de nihilismo.
lo que puede llamarse una dolencia espiritual, una angustia existencial, con un estado
patológico. De esta manera, las psicosis responderían a enfermedades somatógenas, esto
es, originadas en lo corporal, y las neurosis a enfermedades psicógenas, es decir,
originadas en lo psíquico. En cambio, las dolencias espirituales, por decirlo de algún
modo, se originan, para Frankl, en la dimensión noológica de la persona, en su
necesidad de sentido.
El hecho de que existan estas dolencias espirituales independientemente de los
estados patológicos, no quiere decir que no puedan ir acompañadas de una
sintomatología similar a la de un neurótico; y esto, afirma el psiquiatra vienés, debe ser
tenido muy en cuenta a la hora de realizar un diagnóstico en un paciente. “¿O tiene algo
de extraño que una persona que siente el agobio de problemas espirituales y se
encuentra en la tensión de un sentimiento de absurdo se comporte como un neurótico en
sentido estricto, es decir, que una persona, sin hallarse en estado anímico patológico,
sino en crisis espiritual, padezca insomnios, sudores y temblores como un neurótico?”16.
Se trata, pues, de distinguir lo espiritual y lo humano de lo patológico y anímico. Negar
esta dolencia espiritual reduciéndola a un estado patológico, confundir las categorías, es
dejar al hombre en una “frivolidad metafísica”, dice Frankl, utilizando una expresión de
Scheler17; es quitarle la posibilidad de enfrentar esa tensión que acontece en su yo,
tensión que le permitiría una maduración espiritual personal, un desarrollo de su
individualidad y una confrontación con lo potencial de su destino. “Nosotros creemos
que el hombre tiene también derecho a sufrir su dolor. El presupuesto para ello es que
sea realmente ‘su’ dolor, que sea el sufrimiento inevitable y necesario, cargado de
sentido existencial”18.
El psiquiatra vienés sostiene que “El psicologismo, pues, cosifica, objetiva a la
persona”19. Esto implica ignorar la realidad personal del sujeto, su propia existencia
individual. Esta existencia es inobjetivable; es, en última instancia, un misterio, y por
ello no puede ser abordada sólo desde un análisis psíquico. Requiere de un análisis
existencial. Frankl afirma que el psicologismo no sólo cosifica a la persona, sino que
también olvida la intencionalidad de los actos espirituales, siempre dirigidos hacia
16
El hombre doliente, 1987, pág.205.
17
Cfr. Frankl,V.E., Psicoanálisis y existencialismo, 2013, pág.176
18
El hombre doliente, 1990, pág.207.
19
Ibidem, pág.208.
objetos. “Esta doble falta necesita un doble correctivo: el olvido de la existencialidad
del sujeto espiritual exige la autorreflexión sobre la existencia; y el olvido de la
intencionalidad hacia lo objetivo-espiritual exige la reconsideración del mundo de los
valores, del cosmos de los valores: una reconsideración del logos”20.
Despojando al acto de su intencionalidad, vaciando el sentido, sólo queda el
placer, cuando por lo general, en una experiencia primitiva no es el mero placer lo que
el hombre busca a través de sus actos, sino en última instancia un sentido. Así, hay una
desvirtuación: el placer que originariamente debiera ser un efecto, se convierte en el fin,
en intención; no se está ya frente a algo capaz de causar placer, sino ante el placer
mismo. Éste termina deshaciéndose. Puede verse en sentido contrario lo sostenido por
Freud en El malestar en la cultura: “…se produce una innegable limitación de las
posibilidades de placer, pues el sentimiento de felicidad experimentado al satisfacer una
pulsión instintiva indómita, no sujeta por las riendas del yo, es incomparablemente más
intenso que el que se siente al saciar un instinto dominado. Tal es la razón económica
del carácter irresistible que alcanzan los impulsos perversos y quizá de la seducción que
ejerce lo prohibido en general”21. Frente a esto, la alternativa que propone la logoterapia
es una psicoterapia que vea la intencionalidad de lo espiritual, ya que “la vida espiritual
no consta de placer y de instintos”22.
Asimismo, otro aspecto que Frankl critica al psicologismo (y que percibe
también en la psiquiatría en general) es “el poder sobre los seres humanos a través del
rodeo del poder sobre sus almas”23. El psicólogo puede, por así decirlo, acceder a la
profundidad del yo de un individuo, a tal punto que puede llegar a saber de éste más de
lo que éste sabe de sí mismo. “Es el afán de no respetar a los demás como seres
humanos, de despojarlos de su dignidad humana. Es la degradación del tú en el ello: el
alma del ser humano se desvirtúa, se desesencia”24. No sólo accede a su alma, sino que
accede a él mismo. Para el psicologista, este conocimiento del otro es sinónimo de
poder, de un poder calculador y manipulador; deja de ser un psicólogo para convertirse
en un técnico.
20
Ibidem, pág.209.
21
Freud, S., El malestar en la cultura, Alianza, Madrid, 1998, pág.23.
22
El hombre doliente, 1990, p.220.
23
Ibidem, pág.225.
24
Ibidem, pág.224.
…designamos como espiritual en el hombre aquello que puede confrontarse con todo lo social,
lo corporal e incluso lo psíquico en él. Lo espiritual es ya por definición sólo lo libre en el
hombre. Desde un principio llamamos persona sólo aquello que puede comportarse libremente,
cualesquiera que sean las circunstancias. La persona espiritual es aquella parte del hombre que
puede confrontarse siempre y en cualquier momento25.
Lo espiritual es entonces lo creativo en el hombre. A través del cuerpo y el alma,
el espíritu otorga un rostro. Sin lo espiritual, el ser humano tiende a ser cosificado, a ser
considerado como un objeto que responde a causas. Es la dimensión espiritual la que
permite ver al hombre como sujeto.
En la quinta tesis, Frankl afirma que “La persona es existencial (…) como
persona, no es un ser fáctico, sino facultativo”. Toma el concepto “existencial” del
existencialismo: “…existencial significa una forma de ser y en especial el carácter
propio del hombre. Para esta forma especial de la existencia (Da-sein) la filosofía
contemporánea reserva la expresión existencia (Existenz), y nosotros, en el análisis
existencial y en la logoterapia, hemos tomado prestada esta expresión con este
contenido”26. Para el existencialismo, la existencia es la única realidad, el sitio en el que
el ser se manifiesta; es, además, sinónimo de libertad. Así, el ser humano goza de una
libertad absoluta con la cual va configurando su existencia a modo de proyecto. El
análisis existencial, entonces, busca la “explicación de la existencia óntica”, y, además,
la “explicación ontológica de lo que es la existencia”27; teniendo en cuenta, dice el
psiquiatra vienés, que el ser humano puede explicarse a sí mismo en el despliegue y
desarrollo de su vida.
Aquí puede apreciarse la gran influencia del pensamiento de Martin Heidegger y
su analítica existencial: “… ¡el espíritu nunca está ‘afuera’ en sentido óntico, sino que
en cada caso está casi afuera en sentido ontológico!”28, dice Frankl, haciendo referencia
a la distinción heideggeriana entre el ser humano existente (realidad ontológica) y los
demás entes que simplemente existen (realidad óntica). De modo particular, con el
25
Logoterapia y análisis existencial, pág.100.
26
Ibidem, pág.62.
27
Ibidem, pág.63.
28
Logoterapia y análisis existencial, pág.78.
concepto de “existenciario poder ser”, Heidegger hace referencia a la capacidad
proyectiva que caracteriza al hombre: un ser cuya existencia puede entenderse como un
sinfín de posibilidades a realizar en el futuro, quien puede elegir el modo de su ser
propio a través de sus decisiones. Sin embargo, esta existencia puede llegar a ser
inauténtica, en el caso del hombre que se olvida del ser y se deja guiar por cosas
superficiales, llevado por la sociedad masificada. Este hombre se conforma con lo que
es y pierde así su dimensión proyectiva, olvidándose de lo que él podría llegar a ser,
perdiendo la oportunidad de escogerse a sí mismo. En varias oportunidades, el
psiquiatra vienés hace referencia al filósofo alemán, como puede verse en el siguiente
pasaje: “…una vida a partir de la conciencia es siempre una vida absolutamente
personal orientada a una situación absolutamente concreta, a lo que puede importar en
nuestra existencia (Dasein) singular y peculiar: la conciencia incluye siempre el ‘aquí’
(Da) concreto de mi ‘ser’ (Sein) personal”29.
Por otro lado, puede verse también la influencia del pensamiento de Karl
Jaspers, quien sostiene que el ser humano existe de modo verdadero en la medida en que
se decide y se elige a sí mismo. A diferencia de Heidegger, Jaspers sostiene que para
que el hombre pueda tener una existencia auténtica, es necesario que elija aceptar quien
ya es, con su finitud e historicidad. Así, considera que la inautenticidad de la existencia
le acontece a quien rechaza su condición existente tal cual ya es. También Frankl hace
referencia reiteradas veces a este autor: “Hay que reconocer a la filosofía existencialista
el mérito de haber destacado la existencia como una forma de ser sui generis. Así,
vemos que Jaspers califica al ser del hombre como un ser ‘que decide’, que no ‘es’ pura
y simplemente, sino que, además, decide en cada caso ‘lo que es’”30.
Ahora bien, por su parte, el psiquiatra vienés sostiene que el ser humano actúa
realmente como tal cuando es capaz de salir del ámbito de la facticidad de su ser
psicofísico y orgánico, para poder así encontrarse consigo mismo. Frente a las distintas
posibilidades que la realidad le presenta, el hombre tiene siempre la facultad de poder
decidir. “…mi ser persona significa libertad, libertad para ‘convertirme en’
personalidad. Ésta es la libertad de la propia facticidad y libertad para la propia
existencialidad. Es libertad de ser así y libertad para convertirse en algo diferente. (…)
29
Ibidem, pág.84.
30
Psicoanálisis y Existencialismo, 2013, pág.42.
la existencia ‘está dentro de’ su facticidad respectiva, pero no se consume en la propia
facticidad. Es que ‘ex-siste’ y esto quiere decir que siempre está por encima de su
propia facticidad”31.
En concordancia con esto Frankl entiende que está en la naturaleza del hombre
el ser autónomo, independiente y libre. “…desde el punto de vista negativo se halla
libre de…; en el sentido positivo es libre para… Es decir, es la libertad de ser así y la
libertad para la existencia. Esta existencia del hombre equivale en último término a ser
responsable. Y así como la libertad real del hombre significa – en contraposición con la
fatalidad del ser así – las disposiciones internas, una capacidad de poder disponer del
destino, así también significa – igualmente enfocado desde una posición más elevada –
lo positivo, un poseer responsabilidad”32. Esta libertad, entonces, no puede separarse de
la responsabilidad; implica un ser libre “para” (responsabilidad ante las propias
decisiones) y un ser libre “de” condicionamientos.
“El existencialismo contemporáneo ve generalmente sólo la ‘libertad de algo’,
ve al hombre desde el punto de vista de su existir, y este existir como posible
contraposición al destino. Pero ha pasado por algo que el existir es, en su último y más
profundo significado, ser responsable”33. Así como anteriormente se ha señalado la
influencia del pensamiento existencialista en la visión frankliana, puede apreciarse aquí
que el psiquiatra vienés difiere en algunas ideas existencialistas: “Como ser libre, el
hombre es un ser que decide libremente, con lo cual volvemos a apartarnos de la
concepción existencialista habitual del hombre como un ser simplemente libre; pues en
el hecho de ser libre no está contenido ningún para qué de la libertad…”34.
Frankl considera que el hombre, por así decirlo, “tiene” un “yo fáctico” y un “yo
facultativo”. El primero se refiere a lo que el sujeto es actualmente; el segundo, a lo que
puede llegar a ser, a su potencialidad. Este yo facultativo vendría a ser, pues, el sentido
del yo fáctico. Y esto es, porque el hombre no es “el que es”, (como Dios) sino que es
“el que llega a ser”, es en devenir. “…y así como la libertad real del hombre significa –
en contraposición con la fatalidad del ser así – las disposiciones internas, una capacidad
31
Logoterapia y análisis existencial, pág.101.
32
La voluntad de sentido, 1988, págs.47-49.
33
La voluntad de sentido, 2002, pág.75.
34
Logoterapia y análisis existencial, pág.106
de poder disponer del destino, así también significa – igualmente enfocado desde una
posición más elevada – lo positivo, un poseer responsabilidad”35. El hombre es capaz de
dar una respuesta frente a aquello que no puede modificar. Frente a su ser condicionado
por
su
destino
biológico
(físico-temperamento),
sociológico
y
psíquico
(posicionamiento ante la vida) él puede decidir qué hacer. Su conducta no es fruto de
unas fuerzas inconscientes que entran en corto circuito; sino que brota desde su interior
profundo, y no por eso oscuro.
Si quisiéramos definir al hombre habíamos de hacerlo como un ser que va librándose en cada
caso aquello que lo determina (como tipo biológico-psicológico-sociológico); es decir, como un
ser que va trascendiendo todas estas determinaciones al superarlas o conformarlas, pero también
a medida que va sometiéndose a ellas (…) su realidad es siempre una posibilidad y su ser un
poder: el hombre no se agota nunca en su facticidad. Ser hombre, podríamos decir, no consiste
en los hechos sino en las posibilidades36.
En este sentido, el psiquiatra vienés recurre a la metafísica e introduce en la
psicoterapia el concepto de “metaclínica”: detrás de los fenómenos clínicos, de aquellos
hechos frente a los cuales el médico se enfrenta cotidianamente, se encuentra implícita
una metafísica que es necesario explicitar. Así, los principales problemas metaclínicos
pueden resumirse en dos: el problema cuerpo-alma (perteneciente a la Antropología
Filosófica) y el problema de la voluntad libre (perteneciente a la Ética). Estas dos
cuestiones resultan ser eternas; pertenecen a la llamada Filosofía perennis37. Y el
análisis de estos problemas conduce a Frankl a una tesis fundamental en su
pensamiento, y es que “el hombre puede permanecer incondicionado a pesar de toda
condicionalidad”38. Considera que se puede, por un lado, acceder al hombre a través de
todo aquello que lo condiciona (política, conocimiento, arte, religión, etc.) que se
manifiesta en todos los adjetivos que se le puedan adjudicar (animal político, etc.). Es
en las dimensiones biológica y psicológica donde se encuentra la condicionalidad
humana. Pero, por otro lado, detrás de todas estas atribuciones, el psiquiatra vienés
afirma que puede hallarse al “hombre incondicionado”, “el hombre como tal: homo
humanus”39. Este hombre no pertenece al ámbito de la física, sino al de metafísica: el de
35
La voluntad de sentido, 1988, págs.47-49.
36
Psicoanálisis y existencialismo, 2000, pág.129.
37
Cfr. Caponnetto, op. cit., pág.72.
38
El hombre doliente, 1987, pág.88.
39
Ídem.
los problemas eternos de la humanidad, el de aquellas preguntas que todo ser humano se
ha hecho (relación cuerpo y alma; mortalidad e inmortalidad; libertad y
responsabilidad). Consecuentemente, para el psiquiatra vienés, este mundo físico debe
ser trascendido; el hombre debe poder trascender todas aquellas condiciones que lo
rodean, ya que es en la dimensión espiritual donde se encuentra el núcleo de la
incondicionalidad.
Ahora bien, Frankl afirma que no se pude dar prueba de lo incondicionado, ya
que del espíritu es más lo que no se sabe que lo que se sabe. Por ello, resulta ser una
decisión personal la de aceptar que el hombre tiene un espíritu. La facticidad humana es
entendida por el psiquiatra vienés como todo aquello que constituye un destino
(sociológico, psíquico, biológico); agrupa aquellas condiciones que no pueden ser
evadidas por el hombre. A la existencialidad, en cambio, la entiende como una toma de
posición frente al destino. Si el hombre puede reconocerse como dueño de su destino se
debe a su ser incondicionado. “…la ontología del hombre conoce, más allá de la
facticidad humana, la existencialidad del hombre…”40.
La incondicionalidad del hombre se manifiesta en la libertad humana frente a
tres aspectos, condicionamientos, destinos: los instintos (“destino biológico”), la
herencia (“destino psicológico”) y el medio ambiente (“destino social”). Respecto del
primer aspecto, Frankl afirma que “El hombre posee instintos, pero los instintos no le
poseen a él”41. A diferencia del animal de quien puede identificarse su ser con los
instintos, del hombre puede decirse que es algo que le pertenece, con lo que no se
identifica. No puede separarse la dimensión instintiva humana de la espiritualidad. Es la
persona espiritual la que dirige esos instintos. Respecto de la herencia, el psiquiatra
vienés hace alusión a los estudios de índole genético que han podido demostrar la
libertad que el hombre posee frente a ella, la cual no puede determinarlo. La
condicionalidad humana está dada tanto por su existencia corporal (resultado de la
unión de sus progenitores) como por su modo de ser corporal (la herencia genética
recibida). Frente a estos condicionamientos hereditarios, que repercuten en la dimensión
psicofísica del hombre, la libertad se manifiesta en la incondicionalidad del espíritu
humano; éste, tal como se ha explicado anteriormente, no se recibe genéticamente.
40
Ídem.
41
Logoterapia y análisis existencial, pág.94.
Respecto del medio ambiente, esto es, la cultura y la sociedad en la que el individuo se
encuentra inmerso, Frankl señala que, en el fondo, lo que realmente cuenta es la actitud
que el ser humano elige tener para con él, a pesar de las influencias.
Tal como se anticipaba, el psiquiatra vienés busca preservar la unidad del ser
humano a través de la tesis de “ontología dimensional”. Estas tres dimensiones, la
corporal (que proviene de lo genético), la psíquica (que proviene de lo aprendido; objeto
de la psicología) y el espíritu (nous, que proviene de afuera; objeto de la logoterapia)
forman una unión tripartita en el hombre. Para Frankl el cuerpo es lo que realmente
enferma, nunca el espíritu. De esta forma, “sano” y “enfermo” son conceptos médicos.
Puede afirmarse entonces que, aún en el psicótico hay algo a lo que puede apelarse que
es incondicionado: el espíritu, que se oculta en silencio. Es el espíritu el que maneja las
categorías de verdad y falsedad. Sin el espíritu, el hombre no sería tal.
El hombre, se ha dicho ya, es un ser responsable, orientado al sentido, aspirante
a la realización de valores. Es en este contexto, que el psiquiatra vienés introduce el
concepto de “antagonismo psiconoético facultativo”, para referirse a que el ser humano
es espiritualmente libre ante cualquier circunstancia y en cada momento de su vida42.
Esto no significa que sea una necesidad, sino sólo una posibilidad: el hombre tiene la
potencialidad para enfrentarse a los condicionamientos, pero el llevarlo a cabo es
resultado del uso de su libertad. Por el hecho de ser espiritual es capaz de enfrentar todo
lo fáctico, de enfrentarse a los “destinos”. “…la libertad del hombre no es una libertad
de condicionamientos, sean biológicos, psicológicos o sociológicos; no es de ninguna
manera una libertad de algo, sin una libertad para algo, a saber, libertad para tomar
posición ante todos los condicionamientos. Y así, también el hombre sólo se manifiesta
como verdadero hombre cuando alza el vuelo a la dimensión de la libertad”43.
Esta libertad humana no puede ser absoluta, no puede identificarse con la
omnipotencia ni con la arbitrariedad. Cuando se deja de lado la responsabilidad, en ese
momento la libertad se convierte en arbitrariedad. Es una libertad que está atada a la
finitud, a los condicionamientos/destinos mencionados anteriormente; estos influyen al
42
Cfr. Sáenz Valiente, S., “La libertad espiritual del hombre: el antagonismo psiconoético facultativo”, en
García Pintos, C., Frankl por Definición: Consultor temático de Logoterapia y Análisis existencial, San
Pablo, Buenos Aires, 2007, págs.408-414.
43
Psicoanálisis y existencialismo,1997, págs.13-14.
hombre, pero en modo alguno lo determinan. El psiquiatra vienés afirma que no es
posible separar al destino de la libertad: el hombre es libre frente a algo, frente a un
destino del cual puede liberarse a través del uso de su libertad, ya sea un destino
biológico, psicológico o sociológico; puede trascender todos esos condicionamientos,
ante los cuales no podría decirse que es libre si no los tuviera. Al respecto, Pareja
Herrera comenta que puede verse una similitud entre los condicionamientos planteados
por Frankl, frente a los cuales el espíritu humano puede libremente oponerse, y los
“existenciarios” heideggerianos, es decir, aquellas determinaciones o estructuras de la
existencia en las que el hombre puede hallar signos del ser44.
Es interesante ver en este tema la diferencia del pensamiento frankliano con el
sartriano. Para Sartre, la libertad del hombre es absoluta, indeterminación pura; la
existencia humana no está determinada por una esencia o naturaleza, sino que es
puramente un proyecto y una posibilidad. La libertad es además un “factum”, puesto
que el hombre siempre se halla en tal o cual situación, la cual cercena sus posibilidades,
siendo inevitable la desproporción entre éstas y sus deseos. Ser en situación implica
tener consigo toda una historia, un pasado que el sujeto posee e implica también ser en
un cuerpo. Ser libre entonces quiere decir “existir”, quiere decir “ser consciente de”.
Esta libertad es vivida por el sujeto como una condena. No puede escapar del hecho de
tener constantemente que decidir por su propia vida. Esta existencia suya en sí misma
carece por completo de sentido. Es el hombre quien debe inventar el sentido, dar el
sentido a su propia vida. Para Sartre los valores no existen, y mucho menos existen una
naturaleza humana dada y una moral inscrita en el corazón del hombre. Esta concepción
trágica de la existencia, el estar arrojado, abandonado, desamparado, en última instancia
se debe a que el hombre quiere llegar a ser ese ser que termina negando y rechazando:
Dios.45
44
Pareja Herrera, L.G., Viktor Frankl, comunicación y resistencia, San Pablo, Buenos Aires, 2016,
pág.105.
45
“Emerjo solo y, en la angustia frente al proyecto único y primero que constituye mi ser, todas las
barreras, todas las barandillas se derrumban, nihilizadas por la conciencia de mi libertad: no tengo ni
puedo tener valor a que recurrir contra el hecho de ser yo quien mantiene a los valores en el ser; nada
puede tranquilizarme con respecto a mí mismo; escindido del mundo y de mi esencia por esa nada que
soy, tengo que realizar el sentido del mundo y de mi esencia: yo decido sobre ello, yo, solo, injustificable
y sin excusa”. Sartre, J.P., El ser y la nada, Losada, Buenos Aires, 2008, págs. 86-87.
En la sexta tesis, se afirma que “La persona es yoica”.
…el tener responsabilidad es la base fundamental del ser hombre en cuanto que constituye un
algo espiritual, y no meramente impulsivo; el análisis existencial tiene por objeto el ser hombre
precisamente no como ser impulsado, sino como ser responsable: dicho de otro modo, la
existencia ¡espiritual!46.
A diferencia de Freud, quien entiende al ser humano como un ser “elloificado”,
el psiquiatra vienés sostiene que la persona humana no se encuentra bajo el mando del
ello, y por eso mismo, dice que es yoica y no instintiva. En su visión psicodinámica, el
psicoanálisis freudiano sostiene la existencia de un inconsciente personal libidinal, en el
que habita una energía que es una fuerza instintiva básica, es decir, la libido. Freud
entiende al hombre como un ser impulsado, tal es así que considera al yo consciente
como a un yo impulsado. Para Frankl, como ya se ha mencionado, hay en el hombre un
“inconsciente espiritual” que subyace a este y que nunca enferma; entiende al ser
humano como un ser libre y responsable: el yo consciente y responsable que apunta a la
consumación del sentido de la vida. “…el inconsciente no se compone únicamente de
elementos impulsivos, tiene asimismo un elemento espiritual; el contenido del
inconsciente aparece así fundamentalmente ampliado, y el inconsciente mismo
clasificado en impulsividad inconsciente y espiritualidad consciente”47.
Para el psiquiatra vienés, forma parte de la espiritualidad del hombre la
“espiritualidad inconsciente”, la cual implica una ausencia de la autoconciencia
reflexiva. “…la espiritualidad inconsciente es la fuente y la raíz de toda espiritualidad
consciente. (…) el yo no es dominado por el ello; sin embargo, el espíritu es sustentado
por el inconsciente”48. De esta manera, concibe a la conciencia como pre-lógica,
irracional y pre-moral. Sostiene que la conciencia moral abre al hombre al ámbito de la
posibilidad, de lo realizable en potencia; esta capacidad espiritual de anticiparse es la
intuición. “…para anticipar lo que se ha de realizar, la conciencia debe primero intuirlo;
y en este sentido, la conciencia, el ethos, es de hecho irracional y sólo posteriormente se
puede hacer racional”49. Este “inconsciente espiritual” no es capaz de autopercibirse, no
es capaz de reflexionar sobre sí mismo. El espíritu tiende a salir de sí, con
46
Frankl, V.E., La presencia ignorada de Dios, Herder, Barcelona, 1988, pág.20.
47
La presencia ignorada de Dios, 1977, pág.21.
48
Logoterapia y análisis existencial, pág.82.
49
Ibidem, pág.83.
intencionalidad hacia algo distinto de sí mismo. “…el inconsciente religioso, o lo que
viene a ser lo mismo, el inconsciente espiritual, es un estado inconsciente con capacidad
decisoria, más que un estado obligado a seguir el impulso del inconsciente. Tal y como
lo vemos nosotros, el inconsciente espiritual y más aún, sus aspectos religiosos (es
decir, lo que nosotros hemos llamado el inconsciente trascendente) es un agente
existencial más que un factor instintivo”50.
El psiquiatra vienés señala que, a diferencia de Sigmund Freud, quien entiende
al inconsciente como pura impulsividad (“almacén de impulsividad reprimida”), la
logoterapia concibe en el inconsciente no sólo una dimensión impulsiva, sino además
una dimensión espiritual. “…en el psicoanálisis viene a hacerse consciente, o a traerse a
la conciencia, lo impulsivo, mientras que en el análisis existencial es hecho consciente
un elemento esencialmente distinto de lo impulsivo, a saber, lo espiritual. (…) lo que
aquí, en el análisis existencial, se me hace a mí consciente no es un algo impulsivo,
relativo al ello, sino mi propio yo (…) al querer delimitar el concepto de ‘inconsciente’
… no se trata ya de un mero inconsciente impulsivo, sino también de un inconsciente
espiritual…”51. Así, dado que “lo espiritual puede ser tanto consciente como
inconsciente”, afirma que el límite entre “consciente e inconsciente” resulta ser difuso,
pero que el límite entre “espiritual e impulsivo” es claro: “El ser hombre propiamente
comienza por tanto allí donde deja de existir el ser impulsado, para a su vez cesar
cuando cesa el ser responsable. Se da allí donde el hombre no es impulsado por un ello,
sino que hay un yo que decide”52.
Frankl indica que la llamada “psicología profunda” no se ha dedicado a estudiar
en profundidad la dimensión espiritual humana sino la dimensión impulsiva
inconsciente, caricaturizando la imagen verdadera de la persona. La define como “una
psicología del ello inconsciente, y no una psicología del yo inconsciente”, cuyo objeto
de estudio consiste en “la llamada persona profunda (en el sentido de la facticidad
psicofísica)”, y no “la persona propiamente dicha (centro de la existencia espiritual)”53.
Lo que el psiquiatra vienés propone es lo siguiente: “La persona profunda, y en concreto
la persona profunda espiritual… es irrefleja por ser irreflexionable, y en este orden de
50
Frankl, V.E., El hombre en busca del sentido último, 2005, págs.86-87.
51
La presencia ignorada de Dios, 1984, págs. 20-21.
52
Ibidem, págs.23-24.
53
Ibidem, pág.28.
cosas también puede llamarse inconsciente. Así pues, mientras la persona espiritual
puede fundamentalmente ser tanto consciente como inconsciente, debemos decir que la
persona espiritual profunda es forzosamente inconsciente, y por tanto, por ejemplo,
meramente facultativa; en otras palabras: en su profundidad, ‘en el fondo’, lo espiritual
es necesario por ser inconsciente (…) en otros términos, el espíritu es, precisamente en
su origen, espíritu inconsciente”54.
En la séptima tesis, se afirma que “La persona no es sólo una unidad y totalidad
en sí misma, sino que la persona brinda unidad y totalidad”.
…sólo la persona espiritual viene a fundar la unidad y totalidad del ente humano. Y la funda
como totalidad corpóreo-anímico-espiritual. (…) Con lo dicho respecto a la estructura ontológica
del ser humano hemos dado preferencia a una conformación estratificada más que a una
escalonada, es decir, que en vez de una especie de escalonamiento vertical (‘inconscientepreconsciente-consciente’) ponemos estratos concéntricos (…) deberíamos hablar de un eje de
una persona, un eje que, junto con las capas psicofísicas que lo rodean, va atravesando el
consciente, el preconsciente y el inconsciente55.
Tal como se mencionaba líneas arriba, el hombre puede tomar distancia de su
dimensión física y psíquica, a través del antagonismo psiconoético facultativo. El
hombre puede con su libertad enfrentar todo tipo de circunstancias y condicionamientos,
aún los más arduos, a través de la “la capacidad de espíritu para hacer resistencia”56.
En la octava tesis, se afirma que “La persona es dinámica”. Tal como se
anticipaba, por ser espiritual, el ser humano tiene la capacidad de distanciarse también
de sí mismo y de las situaciones, de los distintos tipos de condicionamientos, de la
dimensión psicofísica. De esta manera Frankl sostiene que “existir” significa que la
persona es capaz de salir de sí misma y enfrentarse consigo misma. “Sólo este
autodistanciamiento de sí mismo como organismo psicofísico constituye a la persona
54
Ibidem, pág.30.
55
La presencia ignorada de Dios, 1988, pág.26ss.
56
Psicoanálisis y existencialismo, 1997, pág.48.
espiritual como tal, como espíritu. Únicamente cuando el hombre entabla un diálogo
consigo mismo, se desglosa lo espiritual de lo psicofísico”57.
La novena y décima tesis hablan acerca de la trascendencia de la persona. El
psiquiatra vienés considera que la persona es capaz de trascenderse y enfrentarse a sí
misma; y que sólo se comprende a sí misma desde la trascendencia: “...es sólo persona
en la medida en que la trascendencia lo hace persona: resuena y reverbera en él la
llamada de la trascendencia. Esta llamada de la trascendencia lo recibe en la
conciencia”58.
Frankl señala una de las diferencias esenciales entre el animal y el hombre: la
realidad exterior con la que el primero se relaciona puede llamarse “medio ambiente”;
en cambio, el segundo se vincula con un “mundo”, un mundo de valores y sentido. Esto
es posible, porque el ser humano es capaz de enfrentarse, de trascenderse a sí mismo,
acciones que el animal conforme a su naturaleza no puede realizar. El animal no tiene la
facultad para poder comprender el mundo humano. De igual modo, el hombre no tiene
la capacidad para entender lo que está por encima del él, el mundo ‘superior’; no puede
llegar a captar su sentido trascendente, sólo puede intentar llegar a él a través de la fe59.
57
La voluntad de sentido, 1988, pág. 113.
58
La voluntad de sentido, 2002, pág.114.
59
“Cuando la psicoterapia considera el fenómeno de creer no como una fe en Dios, sino de una manera
más amplia como fe en un sentido, entonces le es enteramente legítimo ocuparse de este fenómeno. (…)
la logoterapia – que no deja de ser primariamente una psicoterapia y de pertenecer como tal a la
psiquiatría, a la medicina – está en su derecho de ocuparse no sólo de la voluntad de sentido, sino también
de la voluntad de un último sentido, un ‘ultra sentido’, como yo suelo llamarlo, y que la fe religiosa es en
último término una fe y una confianza en ese ultrasentido”. La presencia ignorada de Dios, 1984,
págs.94-95
Bibliografía
Bibliografía principal.
Obras de Viktor Emil FRANKL
-
El hombre doliente, Herder, Barcelona, 1987.
Herder, Barcelona, 1990.
-
El hombre en busca del sentido último, Paidós, Buenos Aires, 2005.
Paidós, Buenos Aires, 2017.
-
La presencia ignorada de Dios, Herder, Barcelona, 1977.
Herder, Barcelona, 1984.
Herder, Barcelona, 1988.
-
La voluntad de sentido, Herder, Barcelona, 1988.
Herder, Barcelona, 1994.
Herder, Barcelona, 2002
-
Logoterapia y análisis existencial, Herder, Barcelona, 1994.
-
Psicoanálisis y existencialismo, FCE, México, 1997.
FCE, México, 2000.
FCE, México, 2013.
Bibliografía secundaria.
Libros
CAPONNETTO,
Mario,
Viktor
Frankl,
una
antropología
médica,
Instituto
Bibliográfico Antonio Zinny, Buenos Aires, 1995.
FREUD, Sigmund, El malestar en la cultura, Alianza, Madrid, 1998.
PAREJA HERRERA, Luis Guillermo, Viktor Frankl, comunicación y resistencia, San
Pablo, Buenos Aires, 2016.
SARTRE, Jean Paul, El ser y la nada, Losada, Buenos Aires, 2008.
Artículos
ROLDÁN, Juan Pablo, “Consideraciones filosóficas sobre el amor a sí mismo en la
obra de Freud”, Revista de Psicología, UCA, Buenos Aires, 2006, Vol. 2 Nº 4,
págs.75-110.
SÁENZ VALIENTE, Sofía, “La libertad espiritual del hombre: el antagonismo
psiconoético facultativo”, en GARCÍA PINTOS, Claudio, Frankl por Definición:
Consultor temático de Logoterapia y Análisis existencial, San Pablo, Buenos Aires,
2007, págs.408-414.