Siglo IV - Edad Antigua


Historia de la Iglesia

Siglo IV - Edad Antigua


Autor: P. Antonio Rivero
Fuente: Catholic net

 


INTRODUCCI�N

El cristianismo segu�a difundi�ndose por todo el mundo conocido. Los primeros cristianos no empezaron proponiendo de antemano una filosof�a o una teolog�a. Dieron, m�s bien, testimonio de Jes�s, a quien consideraban como Maestro y Se�or. Pero al contacto con otras culturas se vieron estos primeros cristianos en la necesidad de explicar con lenguaje inteligible y racional lo que ellos viv�an por la fe. A este esfuerzo de la primera Iglesia por poner por escrito la fe o credo en lenguaje humano, sin traicionar lo esencial, lo llamamos inculturaci�n. No todo fue f�cil, ciertamente. Pero el Esp�ritu Santo era quien iluminaba las mentes de los obispos.

El siglo IV empez� con una gran persecuci�n, la novena, decretada por el emperador Diocleciano, en el a�o 303. Entre las regiones que m�s sufrieron est� Espa�a, Italia y �frica. Pero los cristianos daban testimonio de su fe en Cristo, y prefer�an morir antes que renegar de sus creencias.




I.SUCESOS

El Evangelio lleg�, por fin, al palacio imperial

El hecho m�s importante de este siglo fue la conversi�n al cristianismo del emperador Constantino, siguiendo el ejemplo de su madre santa Elena. El a�o 312, en el puente Milvio sobre el T�ber, vence a Majencio que quer�a arrebatarle el Imperio. Majencio huye y se ahoga en el T�ber. Eusebio, amigo y confidente del emperador, a�ade que en la v�spera Constantino y sus soldados vieron en el cielo una cruz luminosa con estas palabras: �Con esta se�al vencer�s�. Lactancio, escritor contempor�neo, dice que, convertido Constantino, hizo inscribir en el l�baro o bandera imperial el monograma de Cristo.

Y en el 313 public� un edicto de tolerancia para los cristianos e impuso la paz religiosa. As� terminaron las crueles persecuciones. Es lo que se ha llamado el Edicto de Mil�n, que reconoc�a plena libertad de culto a todos los ciudadanos del imperio de cualquier religi�n que fueran. Deb�an devolverse a los cristianos los edificios confiscados. Prohibi� que se obligara a los cristianos a celebrar ritos paganos; foment� la conversi�n al cristianismo; defendi� a los esclavos y prohibi� su matanza; prohibi� el adulterio; declar� que el d�a domingo fuera festivo para todo efecto. Se hablaba as� de la Iglesia constantiniana y del imperio cristiano. Constantino construy� iglesias, obsequi� al Papa Silverio el palacio de Letr�n y levant� en el Vaticano una bas�lica en honor del pr�ncipe de los ap�stoles. Restituy�, adem�s, los bienes eclesi�sticos confiscados por sus antecesores. Pero, �con qu� fin?


A la muerte de Constantino, Juliano, emperador de 361 a 363, trat� vanamente de restablecer el paganismo. Atac� el cristianismo y muri� como ap�stata, pronunciando la famosa frase: �Venciste, Galileo�. Con este emperador se extingui� la familia de Constantino.

Muerto Juliano, subi� al trono Teodosio que en el 380 proclama al cristianismo religi�n del estado. Persigue a los herejes y a los paganos. Derrumba los templos paganos. Religi�n y estado viv�an juntas. El evangelio iba poco a poco penetrando en la sociedad .

No todo era miel sobre hojuelas

Aunque este siglo proporcion� la paz oficial a la Iglesia y la misma Iglesia qued� reconocida y protegida, sin embargo, pronto se cernieron graves peligros de �ndole diversa, que comenzaron con el emperador Constantino, quien, siendo el due�o absoluto del imperio, cay� en la tentaci�n de adue�arse de la Iglesia o tenerla como aliada. Le dio primero libertad, luego protecci�n y culmin� entrometi�ndose en ella. Convoc�, sin estar todav�a bautizado, el concilio de Nicea (a�o 325). Estos fueron otros peligros graves que sufri� la Iglesia en este siglo:

a)El gobierno romano pretendi� manejar los asuntos eclesi�sticos para su conveniencia pol�tica. A esto se ha llamado cesaropapismo, y fue iniciado por Constantino, y caus� mucho da�o a la Iglesia, como veremos. Los emperadores cristianos se pusieron el t�tulo de �Sumo Pont�fice� y quisieron desempe�ar un papel semejante al de la Iglesia; se consideraban �igual a los ap�stoles�, �obispo de fuera�. Los cristianos aceptan el car�cter sagrado del emperador, a quien consideran naturalmente como jefe del pueblo cristiano: nuevo Mois�s, nuevo David. Incluso el emperador convocaba los concilios.

b)La Iglesia comienza a recibir inmensos beneficios de los emperadores cristianos y obtiene un op�paro patrimonio; al mismo clero le vienen regalados privilegios jur�dicos...y comienza la tentaci�n de la ambici�n terrenal. Los mismos obispos y cristianos apelar�n al emperador como �rbitro de sus disputas incluso teol�gicas.

c)Muchos quisieron ser admitidos a la Iglesia m�s por conveniencia y oportunismo que por convicci�n. Esto acarre� lamentable descenso en la pr�ctica fervorosa del Evangelio. Se bautizaban, pero no cambiaban sus costumbres. Se prohib�a el infanticidio, pero no la exposici�n de los ni�os. Segu�an las luchas de gladiadores. Incluso la justicia del estado recurri� a la tortura para poner orden �religioso� .

d)Al llevar Constantino la capital del imperio a Oriente, a una peque�a ciudad del B�sforo, a la que llam� Constantinopla, �sta quiso ser la �segunda Roma� y polariz� en torno a s� a los cristianos del Oriente. Esta ciudad posteriormente fue elevada al rango de patriarcado. Como es natural entre los hombres, las ambiciones y los intereses pol�ticos fueron creando de vez en cuando problemas entre Constantinopla y Roma, problemas que fueron el germen de la futura divisi�n de la Iglesia. Esta divisi�n se efectu� en 1054, cuando el patriarca de Constantinopla, Miguel Cerulario, y el delegado del Papa se excomulgaron mutuamente. Y todav�a estamos divididos. El patriarcado de Constantinopla, encabeza las iglesias ortodoxas, que no reconocen la autoridad ni el primado del Papa.

Nuevas herej�as

Como nos dice Cristo en la par�bola de la ciza�a: el enemigo nunca duerme. Y quiere poner su ciza�a en medio del campo de buen trigo. Y lo hace mientras la Iglesia duerme y descansa.

En este siglo se dieron las siguientes herej�as:

Donato, natural de Cartago, provoc� una dolorosa divisi�n entre los obispos africanos y atrajo a su bando a 270 de ellos y a numerosos seguidores. Sosten�a que el sacramento del bautismo, impartido por un obispo indigno �uno de los �lapsi�- no era v�lido; y que, por tanto, hab�a que rebautizarse para volver a la Iglesia; y, tambi�n, sosten�a que el cristiano que cometiera pecados graves, deber�a ser expulsado definitivamente de la Iglesia. Esta herej�a conceb�a a la Iglesia como una comunidad integrada tan s�lo por los justos.

Por su lado, Macedonio de Constantinopla neg� la divinidad del Esp�ritu Santo. Dec�a que era un ser situado entre Dios y la creatura.

Arrio vino a perturbar la paz interna de la Iglesia. Era un sacerdote de Alejandr�a. Neg� la divinidad de Cristo, diciendo que era una criatura, la m�s perfecta, una criatura superior. Esta herej�a fue muy peligrosa. No s�lo subordinaba el Hijo al Padre en naturaleza, sino que le negaba la naturaleza divina. Su postulado fundamental era la unidad absoluta de Dios, fuera del cual todo cuanto existe es criatura suya. El Verbo habr�a tenido comienzo, no ser�a eterno, sino tan s�lo la primera y m�s noble de las criaturas, aunque, eso s�, la �nica creada directamente por el Padre, ya que todos los dem�s seres habr�an sido creados a trav�s del Verbo. El Verbo, por tanto, no ser�a sino Hijo adoptivo de Dios, elevado a esta dignidad en virtud de una gracia particular, por lo que en sentido moral e impropio era l�cito que la Iglesia le llamase tambi�n Dios. Arrio expuso esta doctrina en su obra Tal�a, el Banquete. El arrianismo consigui� una r�pida difusi�n, porque simpatizaron con �l los intelectuales procedentes del helenismo, racionalista y familiarizados con la noci�n del Dios supremo. Contribuy� tambi�n a su �xito el concepto del Verbo que propon�a y que entroncaba con la idea plat�nica del Demiurgo, en cuanto era un ser intermedio entre Dios y el mundo creado y art�fice a su vez de la creaci�n.




II. RESPUESTA DE LA IGLESIA

La Iglesia, fiel a su Maestro

Las herej�as fueron muy duras. Pero Dios sigue conduciendo su barca a buen puerto.

Ante las herej�as que iban brotando, la Iglesia, queriendo ser fiel a su Maestro, se reuni� en Concilios para explicitar mejor y defender la doctrina cristiana. Nunca mejor dicho el refr�n: �No hay mal que por bien no venga�; es decir, las herej�as ayudaron mucho a la Iglesia para perfilar mejor el credo y la doctrina de Cristo. En relaci�n con los concilios la Iglesia ten�a una certeza: sin el obispo de Roma, sucesor de Pedro, no era posible un concilio ecum�nico. El Papa ten�a que convocarlo o dar su consentimiento y luego ratificar los decretos. As� se mostraba que la autoridad primera era la del sucesor de Pedro. As� lo quiso Jesucristo: �T� eres Pedro...�.

�Qu� concilios se celebraron en este siglo?

a)El concilio de Nicea (325), el primer concilio ecum�nico, convocado por el emperador Constantino . Este concilio conden� la herej�a arriana y proclam� a Cristo verdadero Dios consustancial al Padre, es decir, de la misma naturaleza divina. As� qued�: �...Creemos en un solo Se�or Jesucristo, Hijo �nico de Dios; Dios verdadero de Dios verdadero�. Tom� el pueblo parte activa en manifestaciones emocionales, pero nunca dej� de ser cat�lico. �Ni los obispos m�s arrianos se atrev�an a negar la divinidad de Jes�s ante el pueblo. Los o�dos de los fieles son m�s santos que los corazones de algunos obispos� (San Hilario de Poitiers, Contra Auxensium, cap. 6). Era necesaria la condena del arrianismo, pues afectaba a la esencia misma de la obra de la redenci�n: si Jesucristo, el Verbo de Dios, no era Dios verdadero, su muerte careci� de eficacia salvadora y no pudo haber verdadera redenci�n del pecado del hombre. La Iglesia de Alejandr�a se dio pronto cuenta de la trascendencia del problema, y su obispo, Alejandro, trat� de disuadir a Arrio de su error. Mas la actitud de Arrio era irreductible, y en el a�o 318 hubo de ser condenada su doctrina por un concilio de cien obispos de Egipto. Y en el 325, por el concilio ecum�nico de Nicea.

b)El concilio de Constantinopla (381) defini� la divinidad del Esp�ritu Santo. Fue convocado por el emperador cristiano Teodosio, quien influy� activamente en la marcha de las discusiones. El Papa no estuvo representado por ning�n delegado suyo. Sembrada estaba la semilla de la discordia: Constantinopla contra Roma. As� se ampli� el credo de Nicea: �Creemos en el Esp�ritu Santo, Se�or y dador de vida, que con el Padre y el Hijo recibe una misma adoraci�n y gloria, y que habl� por los profetas�. Se llam� a este credo S�mbolo niceno-constantinopolitano.

Aportaci�n de los Padres de la Iglesia

a)San Atanasio: Puntal del concilio de Nicea fue el di�cono Atanasio, secretario de san Alejandro, obispo de Alejandr�a. En�rgico, culto, piadoso. Fue el terror de Arrio y sus secuaces. En el 328 fue nombrado obispo de Alejandr�a. Los arrianos, con acusaciones y calumnias y poniendo a precio su cabeza, consiguieron desterrarlo cinco veces.

b)San Hilario de Poitiers escribi� acerca de la Trinidad, una historia eclesi�stica y comentarios de diversos libros de la Sagrada Escritura.

c)San Basilio y san Gregorio Nacianceno expusieron el dogma de la Trinidad.

d)San Gregorio de Nisa, m�stico, nos dej� tambi�n una gran s�ntesis de la doctrina cat�lica.

e)San Ambrosio de Mil�n fue excelente predicador y muy versado en la Biblia, escribi� tratados para favorecer la pr�ctica cristiana. Ambrosio en Mil�n y san Juan Crist�stomo en Constantinopla introducen las costumbres de oriente, la �monodia� y la �ant�fona�, que formar�n la base del futuro canto gregoriano. La comunidad oraba cantando. Las primeras comunidades adoptaron el sistema del canto alternado: un lector dec�a vers�culos de un salmo, la comunidad respond�a el estribillo.

El desierto y la soledad atrajo a algunos...

En este siglo comenzaron los primeros monjes .

La vida monacal y conventual est� basada en la frase que Jes�s dijo a un joven: �Si quieres ser perfecto, vende todo lo que tienes, dalo a los pobres, luego ven y s�gueme� (Mt 19, 21); es decir, desasimiento total, aun de los leg�timos placeres de la vida, por amor a Cristo. Hubo, pues, un n�mero de hombres que se retiraron a la soledad para dedicar su tiempo a la oraci�n y a la penitencia.

Comenz� el monacato en Egipto (siglo III). El ejemplo de Antonio en la Tebaida (356), llamado san Antonio abad, atrajo a muchos seguidores. San Pacomio (347) organiz� la vida cenob�tica, escribiendo una regla de c�mo vivir en comunidad; la m�s antigua regla monacal. Este monaquismo primitivo se extiende r�pidamente por Egipto, Palestina, Siria y Mesopotamia. No tiene formas jur�dicas muy concretas. El candidato se pone bajo la direcci�n de un maestro o padre espiritual, llamado abad, hasta volar por sus propias alas. Este monaquismo pone el acento en la lucha contra el demonio, contra las propias pasiones, por eso se dan a penitencias que nos parecen exageradas.

San Basilio redact� la primera regla formal para monjes, para ordenar un poco el monaquismo: les exige vivir en comunidad, les anima al estudio y al cuidado de los pobres. A Europa lleg� este estilo de vida monacal gracias a san Atanasio, que desterrado fue a ver al Papa Julio; en el viaje, lo acompa�aban varios monjes, y esto despert� por donde pasaba admiraci�n y atracci�n. Entre los pilares de la vida monacal en Europa est� san Mart�n de Tours (muerto en el 397), animador del movimiento mon�stico y del apostolado rural; san Ambrosio de Mil�n; y san Benito de Nursia, ya en el siglo V y VI, como veremos. Tambi�n en este siglo IV comienza la liturgia de consagraci�n de v�rgenes o de entrega de velo. San Ambrosio propone como modelo de las v�rgenes a la Virgen Mar�a. San Jer�nimo (347-419) es el propagandista de la vida mon�stica entre las mujeres de la aristocracia romana. Su alimento ser� la cultura b�blica. Jer�nimo ser� adalid del monje que pone su talento al servicio de la cultura cristiana.

La Iglesia continuaba profundizando en los sacramentos y en la disciplina

Primero el bautismo. Al ser el cristianismo la religi�n oficial del imperio, son muchos los que piden el bautismo. Contin�a siendo administrado sobre todos a los adultos, pero tambi�n a los ni�os. Algunos de ellos lo retrasaban hasta la hora de su muerte (bautismo cl�nico, del que ya hablamos), porque se sent�an d�biles para no pecar ; adem�s, porque la preparaci�n para recibirlo era larga: instrucci�n, confesi�n, ayunos y oraci�n. Los catec�menos comenzaban la catequesis al inicio de la cuaresma. Esta catequesis se divid�a en dos partes:

Catequesis bautismal, anteriores al bautismo: exorcismos, explicaci�n del credo, conversi�n moral.
Catequesis mistag�gica, posterior al bautismo, orientada a la comprensi�n del propio bautismo y de la eucarist�a.

Despu�s, la confesi�n. Ya hablamos extensamente sobre las etapas que tuvo este sacramento de la confesi�n en el ap�ndice del siglo II. Hagamos ahora un breve resumen. En este tiempo se permit�a una sola confesi�n en la vida, por eso los pecadores la retrasaban lo m�s posible, a menudo para la hora de la muerte. Hab�a tambi�n penitencias oficiales o can�nicas, que eran p�blicas, por pecados graves y escandalosos. El que ha pecado gravemente hace confesi�n de su culpa al obispo, secretamente. Este tambi�n pod�a pedir a los pecadores que acudieran a la penitencia .

El primado de Roma

El primado de Roma sobre la Iglesia universal ten�a un fundamento dogm�tico que los Papas , a partir del siglo IV, se esforzaron por definir con la mayor claridad. San D�maso, san Le�n I, Gelasio y san Gregorio Magno figuran entre los principales expositores de esta doctrina, cuya formulaci�n se volv�a cada vez m�s necesaria por las crecientes pretensiones de los patriarcas de Constantinopla.

No se funda esta primac�a romana sobre una raz�n de orden pol�tico, como suced�a en el imperio. Su fundamento hay que encontrarlo en la Sagrada Escritura, en el conferimiento del primado a Pedro por parte de Jes�s (cf. Mt 16,18). Los Papas, por ser los sucesores de Pedro en la c�tedra de Roma, tienen en la Iglesia la preeminencia y la autoridad que Cristo concedi� al Sim�n Pedro.

A lo largo de los siglos se le dieron al obispo de Roma t�tulos diversos: Papa, Vicario de san Pedro, Vicario de Cristo, para significar la naturaleza de su primado universal. Pero siempre se a�ad�a el humilde calificativo de �siervo de los siervos de Dios�.

Los Papas ejerc�an activamente su primac�a sobre las iglesias de occidente. En oriente, en cambio, aunque se consideraba a la Sede Romana como la primera, su influjo era menor. Pero cuando surg�an conflictos de fe o de disciplina recurr�an al juicio del obispo de Roma. Fueron numerosos los asuntos que los Papas resolvieron por medio de �decretales�. Tambi�n el mismo Papa enviaba sus legados para hacer llegar eficazmente la autoridad pontificia a las diversas iglesias.

�Sacerdotes casados?

Es un hecho que, durante los primeros siglos, gran parte de los sacerdotes estaban casados. Pero a medida que las comunidades crec�an y su atenci�n pastoral requer�a m�s tiempo y dedicaci�n, y a medida que fueron apareciendo esc�ndalos, la Iglesia de occidente comenz� a exigir el celibato a sus sacerdotes. El primer concilio conocido, que lo prescribe, es el de Elvira (Espa�a) en el a�o 306. Esta exigencia, aunque no siempre fue f�cil de cumplir, se fue extendiendo por toda la Iglesia de occidente. En ese modo de vivir se ve�a un reflejo del modo como Cristo mismo vivi� para cumplir su obra redentora.

El celibato para los sacerdotes cat�licos de rito latino es una perla preciosa, de la que habl� el Papa Pablo VI en una hermosa enc�clica �Sacerdotalis coelibatus�. Es un llamado de Dios a una consagraci�n total a �l y a la Iglesia, y al mismo tiempo es una respuesta libre del candidato al sacerdocio; no es una imposici�n. Todav�a en el siglo XX se levantan voces pidiendo su abolici�n . Pero el Papa Juan Pablo II ha zanjado la discusi�n afirmando que este modo de vivir, fundado en el ejemplo de Cristo mismo y una antiqu�sima tradici�n, es un don que Dios ha hecho a su Iglesia, y que �sta debe custodiar con fidelidad.




CONCLUSI�N

Nuestra fe sigue robusteci�ndose siglo a siglo. La fe es un don de Dios y vale m�s que la propia vida f�sica. �Por qu� no acabamos recitando el s�mbolo de fe del concilio de Nicea?

�Creemos en un Dios, Padre Todopoderoso, hacedor de todo lo visible e invisible, y en un Se�or Jesucristo, el Hijo de Dios, Unig�nito engendrado del Padre, es decir, de la sustancia del Padre, Dios de Dios, Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero, engendrado, que no hecho, consubstancial (homoousios) al Padre, por quien todo fue hecho, lo que est� en el cielo y lo que est� en la tierra, quien por nosotros los hombres y por nuestra salvaci�n baj� y se encarn�, se hizo hombre, padeci� y resucit� al tercer d�a, subi� a los cielos, vendr� a juzgar a los vivos y a los muertos, y en el Esp�ritu Santo�.