Luces y sombras de Anna Nicole Smith, la penúltima promesa maldita: “Gano más dinero contando historias tristes que felices” | Gente | EL PAÍS
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Luces y sombras de Anna Nicole Smith, la penúltima promesa maldita: “Gano más dinero contando historias tristes que felices”

Quince años después de la muerte de la modelo, el documental de Netflix ‘Anna Nicole Smith: Tú no me conoces’ es la enésima obra que pretende reparar los errores que medios y espectadores cometen al juzgar con excesiva malicia a las celebridades

La modelo Anna Nicole Smith en un evento en Los Ángeles en el año 2004.Foto: JEFF KRAVITZ (FILMMAGIC, INC) | Vídeo: Netflix

“Aconsejo a la gente que persiga sus sueños. Pueden hacerse realidad. Soy la prueba viviente de ello”, dice con una encantadora sonrisa una jovencísima Anna Nicole Smith al inicio del documental Anna Nicole Smith: Tú no me conoces, dirigido por Ursula Macfarlane y recién estrenado en Netflix. A continuación, se suceden los titulares que aparecieron en la televisión estadounidense el 8 de febrero de 2007, cuando la modelo y personalidad televisiva fue encontrada muerta en la habitación 607 del Seminole Hard Rock Hotel & Casino en Hollywood, Florida, a los 39 años, a causa de una sobredosis de psicofármacos. “Adorada por muchos, querida por pocos”, dice uno de los presentadores. “¿Cuál es la verdad sobre Anna Nicole Smith?”, cuestiona otra de las voces. Es esta pregunta a la que el documental pretende dar respuesta, en un ejercicio reparador que busca acercar la imagen que en su día proyectaron los medios frente a la imagen real.

Sucedió con Framing Britney Spears, el documental de The New York Times sobre la estrella del pop, su tutela y el consiguiente movimiento #FreeBritney, pero, especialmente, sobre el excesivo escrutinio al que la cantante fue sometida por parte de los medios y una audiencia deseosa de conocer todos los detalles íntimos de su vida. Sucedió de forma póstuma con el trágico documental sobre Amy Winehouse (Amy, 2015), que también relataba la excesiva persecución mediática y cómo su alcoholismo se convirtió en negocio para los tabloides y en chiste para la audiencia. Y hasta sucedió con Pamela Anderson y su reciente documental, Pamela Anderson, una historia de amor, donde la ex vigilante de la playa dejaba claro que no necesitaba el perdón de nadie, como jamás necesitó el permiso. Quizás quienes buscan el perdón, en tiempos en los que la salud mental se considera un problema nacional, son los medios y espectadores de una cultura del espectáculo hambrienta de historias que, durante décadas, se ha alimentado de las mayores miserias de las celebridades. Ahora le toca el turno a Anna Nicole Smith.

Nacida el 28 de noviembre de 1967 como Vickie Lynn en Mexia (Texas), un pueblo de menos de 7.000 habitantes, Anna Nicole Smith ya soñaba con la fama desde muy pequeñita. Hija de una agente de policía llamada Virgie Mae, el padre les abandonó (a ella, a su madre y a su hermano Donnie), y sobre su propia infancia la futura conejita Playboy se mostraría misteriosa hasta casi el final de sus días. Lo que se sabe es que dejó el instituto, comenzó a trabajar en un restaurante especializado en pollo frito como camarera y se casó con 17 años con el cocinero del local. Tuvieron un hijo, Daniel, y seis meses más tarde, ella se marchó del pueblo en busca de gloria. “Quiero dinero. Quiero tierras. Quiero diseñar mi propia casa y construirla. Y tener un cuartito para el bebé para tener otro hijo”, dice Anna Nicole Smith en una de sus primeras entrevistas, y que recoge el documental.

Estos orígenes rurales serían importantes a la hora de construir su personalidad pública, y también uno de sus mayores lastres cuando empezó a tener problemas con el abuso de sustancias. Anna Nicole Smith creó una imagen de chica buena de pueblo, inocente e ingenua aunque muy sexy, que poco tenía que ver con la verdadera Anna Nicole Smith. De Mexia se mudó a Houston, donde comenzó a trabajar en un club de striptease. Su mejor amiga de la época, trabajadora en el mismo club, cuenta en el documental las enormes ambiciones de Smith, que le hablaba de sus fantasías de convertirse en una modelo mundialmente famosa. Según ella, lo único que se interponía en aquel sueño era no tener más pecho, así que se operó. El dolor producido por esa intervención fue lo que llevó a la joven Anna Nicole a comenzar a tomar analgésicos, pero también ansiolíticos.

Anna Nicole Smith y su hijo Daniel en 1995.
Anna Nicole Smith y su hijo Daniel en 1995. United Archives / Frank Hempel (Frank Hempel/United Archives via)

En 1991 sucederían dos cosas que cambiaron para siempre la vida de Vickie Lynn. La primera de ellas fue que conoció a J. Howard Marshall II (Pensilvania, 1905 - Texas, 1995), empresario del petróleo que amasó una fortuna que Forbes valoró en 2016 en 12.000 millones de dólares (unos 9.700 millones de euros), lo que situaba a la familia Marshall en el puesto número 21 de las más ricas de Estados Unidos (por encima de los Rockefeller). Ella entonces tenía 23 años, él 86. Ella era stripper, él acababa de enviudar y se sentía muy solo. Marshall se hizo cargo de ella y de su hijo Daniel. Le compró un coche y tres casas, la retiró de su trabajo como bailarina erótica y le ayudó a buscarse la vida en Los Ángeles. También le pidió matrimonio en varias ocasiones, pero ella se negó. Según confiesa su amiga íntima: “No quería casarse con él hasta ser famosa, no quería que la llamasen cazafortunas”.

“Las chicas querían ser playmates, era como ser Miss America”, explica en el documental Marilyn Grabowski, la legendaria editora de fotografía de la revista Playboy. Cada año, Grabowski recibía sobre su mesa imágenes de miles de chicas de todo Estados Unidos que aspiraban a salir en las páginas de la emblemática publicación. Un conocido de Texas que había fotografiado a Anna Nicole Smith le pasó sus fotos. A Grabowski no le convencieron: “Buscábamos a mujeres naturales y Anna aparecía en todas las fotos con los labios excesivamente rojos, los ojos pintados de negro... Aun así, la llamé para una prueba”. Apareció con la cara lavada y cohibida ante lo que estaba a punto de suceder. Grabowski hizo poner un disco. Sonó Diamonds Are a Girl’s Best Friend, interpretada por Marilyn Monroe. “Se transformó, se convirtió en una persona diferente”, explica la fotógrafa. “Desnudarme fue duro para mí. Lo hice, y no me avergüenzo. Playboy es una revista de ensueño. Mi sueño se hizo realidad”. Vickie Lynn se transformó para siempre en Anna Nicole, un nombre que le sonaba más chic, y empezó a interpretar el papel de la reencarnación de Marilyn Monroe. Su carrera estaba a punto de despegar. Y despegó.

Entre 1991 y 1993, se convirtió en The next big thing. Paul Maciano, dueño de la firma Guess, se interesó por ella. La definían como “la nueva Claudia Schiffer” y pronto se convirtió en imagen de la marca. En 1992, aparecería en la película El gran salto, dirigida por los hermanos Coen, en el papel de la seductora Za-Za. Pronto los paparazis comenzaron a buscarla, y ella se mostraba encantadora con ellos. “Anna Nicole era una mina de oro, los tabloides nos compraban cualquier cosa suya, un vídeo suyo a la salida de una discoteca podía costar entre 5.000 y 7.000 dólares”, comenta un paparazzi en el documental. Y entonces todo se empezó a desmoronar.

En un artículo publicado en la revista Variety, afirmaban que Smith fue una estrella que vivió tres años de fama y 13 de infamia. Aquellos tres años dorados de la modelo llegaron a su fin cuando se puso en contacto con su padre y le invitó, tanto a él como a su hermano Donnie, a viajar con ella a California y conocerla. Fueron juntos a Disneylandia, a la mansión Playboy, recorrieron Los Ángeles en limusina... y nunca más se volvieron a ver. La mejor amiga de Anna Nicole cuenta en el documental que esta le confesó que su padre había tratado de mantener relaciones sexuales con ella. Su hermano, que aparece en el documental, define a su padre como “un monstruo”, quien en una ocasión anterior le había confesado que había violado a una mujer. Cuando le preguntan si cree que su padre pudo haber abusado de su hermana, no parece sorprendido.

Pocos días después de aquella visita, Anna Nicole Smith fue hospitalizada a causa de una mezcla explosiva de pastillas y de alcohol. Su imagen de chica buena de campo se vio muy dañada, y las marcas que hacía unos meses la habían solicitado empezaban a rescindir sus contratos con ella. Quizás por estos motivos, el 27 de junio de 1994 y tras años negándose, Anna Nicole se casó con J. Howard Marshall II. Ella tenía 26 años, él 89. Él se casó con un traje blanco y en silla de ruedas. Ella lucía un ostentoso vestido de novia con un pronunciado escote, velo y un ramo de flores silvestres. 14 meses después de la boda, el 4 de agosto de 1995, Marshall murió con 90 años, y Smith, que parecía tener el futuro solucionado, de pronto, y tras una serie de procesos judiciales mediáticos, se quedó sin nada.

(Original Caption) Anna Nicole Smith y J. Howard Marshall, hijo de su marido, en octubre del año 2000 en los juzgados por el juicio por la herencia de Howard Marshall.
(Original Caption) Anna Nicole Smith y J. Howard Marshall, hijo de su marido, en octubre del año 2000 en los juzgados por el juicio por la herencia de Howard Marshall.F. Carter Smith (Sygma Getty Images)

Anna Nicole Smith se mantuvo un tiempo con perfil bajo. Ya no era noticia, ya no tenía interés. Hasta que, de pronto, le ofrecieron protagonizar su propio reality show. Pero algo había cambiado. Había engordado y ya no era aquella rubia explosiva de portada de revista, sino el hazmerreír de las tertulias de televisión y los tabloides. “Anna nunca fue capaz de verse tan bella como en realidad era”, confesará uno de sus amigos íntimos. Smith firmó un contrato con una marca de pastillas adelgazantes llamada TrimSpa y se sometió a unas dietas tan estrictas que terminarían llevándola al hospital. Sus problemas de estrés y de ansiedad y su adicción a una gran cantidad de analgésicos no dejaban de agravarse. Sus amigos dejaron de reconocerla y muchos se apartaron de ella.

En su última etapa, adelgazó y volvió a presentarse al mundo como una bomba sexual. Sin embargo, estaba al borde de la cuarentena y, aunque seguía siendo una mujer atractiva, los medios la trataban como si fuera un chiste. En 2006 volvió a quedarse embarazada, esta vez de su fotógrafo, Larry Birkhead, quien sin embargo tardaría años en ver reconocida su paternidad, puesto que ella quería que el padre de su hija fuese el abogado Howard K. Stein.

Anna Nicole Smith y su hijo Daniel en Los Ángeles, California, en 2004.
Anna Nicole Smith y su hijo Daniel en Los Ángeles, California, en 2004.Gregg DeGuire (WireImage)

El 7 de septiembre de 2006 sería el último día alegre en la vida de Anna Nicole Smith. Fue el día que nació su hija Dannielynn, mientras ella y su pareja, el abogado Howard K. Stein, se encontraban en las Bahamas para asegurarse así que él obtuviera la paternidad. Esa misma noche, su hijo Daniel viajó a conocer a su hermana. Con tan solo 20 años y siempre considerado un hijo modélico, había comenzado a consumir drogas. Algunas eran las mismas sustancias legales que también consumía su madre. Al día siguiente, el 8 de septiembre de 2006, murió. “Daniel era la razón por la que Anna había hecho todo. La razón por la que se marchó de Mexia”, confiesa un miembro de su círculo íntimo en el documental. Cinco meses más tarde, Smith apareció muerta.

En la última entrevista que concedió, tan solo unas semanas antes de morir, habló sobre su infancia. Reveló una historia de abusos y de maltrato infantil, retrató a su madre como una mujer malvada, que la ataba con las esposas para que no saliera de casa. Su amiga de la juventud confiesa en el documental que esa no era la historia de la exmodelo, sino la suya propia, la que tantas veces le había confesado en las largas noches en que ambas trabajan en el club de striptease de Houston. Quizá esta es la mayor revelación del documental, y el que mejor responde a qué le sucedió a Anna Nicole Smith. En un vídeo en el que aparece su madre, fallecida dos años atrás a causa de un cáncer, revela lo que Anna Nicole le contaba por teléfono cuando ella le preguntaba sobre por qué contaba todas esas historias terribles, por qué hablaba tan mal de su infancia: “Gano más dinero contando historias tristes que contando historias felices”, le confesó. No hay frase que explique mejor la cultura del espectáculo en la que se zambuyó de cabeza una jovencísima Vickie Lynn, deseando salir convertida en una superestrella. Nunca supo salir del agua.

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