Comercio marítimo

El Canal de Suez, un proyecto milenario

La idea de conectar el Mediterráneo con el Mar Rojo empezó a gestarse en tiempos de los faraones, pero no fue hasta el siglo XIX cuando se realizó definitivamente.

Canal de Suez

Canal de Suez

Foto: Kristopher Wilson (CC)

El 17 de noviembre de 1869, el mundo vio materializarse un sueño de casi 4.000 años de antigüedad: la apertura de un canal que conectara los mares Mediterráneo y Rojo, abriendo una nueva era en el comercio marítimo. A lo largo de la historia fueron varias las potencias que quisieron abrir este paso, pero solo en la era industrial fue posible hacerlo de manera permanente con la creación del canal de Suez.

El Canal de los Faraones

Diversos autores de la Antigüedad hablan de los primeros intentos de abrir esta vía de comunicación marítima. Aristóteles es el que da una fecha más antigua, durante el reinado de un faraón llamado Sesostris, el cual se suele identificar como Sesostris III de la dinastía XII, que reinó durante el siglo XIX a.C. Otros como Heródoto sitúan su construcción bastante más tarde, bajo el reinado del emperador persa Darío el Grande (siglos VI-V a.C.). Sin embargo, en ambos casos no se tiene certeza de que se llegara a realizar dicha obra; el primer intento documentado de forma fiable data del reinado de Ptolomeo II, en el siglo III a.C.

El llamado Canal de los Faraones no conectaba directamente ambos mares, sino que enlazaba los Lagos Amargos -unos cuerpos de agua hipersalina situados al norte del golfo de Suez- con uno de los brazos orientales del delta del Nilo, pasando a través de ellos para llegar al Mediterráneo. El emperador romano Trajano lo amplió posteriormente y estuvo en funcionamiento hasta el siglo VIII d.C. Su cierre fue deliberado por parte de los gobernantes del Califato Abásida para cortar los suministros a los alides, una dinastía chií que se había rebelado en Arabia.

El Canal de los Faraones enlazaba los Lagos Amargos con uno de los brazos orientales del delta del Nilo, pasando a través de ellos para llegar al Mediterráneo.

Durante un milenio el canal cayó en el olvido general, a pesar de algunos intentos poco exitosos de recuperarlo, primero por parte del califa egipcio Al-Hakim alrededor del año 1000 y más tarde por un visir otomano en el siglo XV. El problema, por aquel entonces, era que el clima del delta del Nilo había cambiado mucho: el gran río había perdido la mayoría de los brazos que tenía en la antigüedad y el desierto había ganado terreno, por lo que el mantenimiento del canal habría sido muy costoso al tener que retirar continuamente sedimentos y arena.

El canal de la discordia

Fue Napoleón Bonaparte, que encontró las ruinas del canal durante su expedición a Egipto, quien tuvo la idea de recuperar una vía de comunicación entre ambos mares, pero nunca llegó a realizarla. A pesar de ello la idea fue madurando y finalmente se puso en marcha en 1854, cuando el diplomático francés Ferdinand de Lesseps obtuvo del gobernador otomano de Egipto el permiso para construir un canal en el istmo de Suez, abierto al tránsito internacional pero bajo explotación francesa. Los trabajos duraron diez años a pesar de la introducción de maquinaria moderna y finalmente el Canal de Suez fue inaugurado con gran pompa el 15 de noviembre de 1869; dos días más tarde, las primeras naves lo atravesaron por primera vez.

Se abría una nueva era en el comercio marítimo, pero esta era una obra pagada con sangre. Lesseps consiguió la colaboración del gobernador para “reclutar” trabajadores egipcios para la obra, que en realidad fueron forzados a hacerlo: las cifras de muertes rondan desde las 20.000 hasta más de 120.000, aunque es posible que ni un extremo ni el otro sean veraces, ya que el primero fue proporcionado por la compañía constructora y el segundo fue esgrimido por el presidente Gamal Abdel Nasser en 1956 como argumento para nacionalizar el canal.

Monumento a Ferdinand de Lesseps en Port Said, extremo norte del canal de Suez

Monumento a Ferdinand de Lesseps en Port Said, extremo norte del canal de Suez

Foto: Museum of African Art (Belgrade)

Desde el momento de su apertura, el Canal de Suez cobró una importancia económica de primer orden, ya que a través de él pasaban los productos que las potencias europeas -especialmente Francia y el Reino Unido- obtenían de sus colonias en Asia; y posteriormente, también el petróleo de Arabia. A los pocos años, los británicos consiguieron hacerse con el control del canal y los beneficios que generaba, hasta que en 1956 el presidente Nasser lo nacionalizó como respuesta a la negativa de Gran Bretaña a apoyar la construcción de la Gran Presa de Asuán. Entre 2014 y 2015, el canal fue ampliado hasta doblar su capacidad de tránsito diario.

El control de ese paso estratégico seguiría causando conflictos en las décadas venideras. Episodios recientes como el del buque Ever Given han puesto de relieve la gran dependencia que existe todavía en la actualidad: en marzo de 2021, este buque portacontenedores encalló en el canal de Suez, bloqueando el paso de naves durante una semana, trastocando el mercado del transporte internacional y causando pérdidas millonarias a Egipto en los pocos días que el canal estuvo cerrado.

El canal de Suez ha sido el origen de muchos conflictos de todo tipo por su posición estratégica e importancia económica.

Los problemas no se limitan al ámbito político o económico. A causa de la apertura del flujo de agua entre el Mar Rojo y el Mediterráneo, cientos de especies animales y vegetales han migrado del primero al segundo, especialmente al Mediterráneo oriental y meridional. Este ha sido el origen de uno de los mayores episodios de fauna invasora de la era moderna, conocido como la migración lessepsiana. El calentamiento del agua marina a causa del cambio climático ha agravado aún más la situación, haciendo que algunas especies invasoras prosperen mejor que las nativas al encontrarse en un entorno parecido a su hábitat original. Igual que sucede con los humanos, el canal de Suez ha sido una bendición para algunos y la perdición para otros.