Presidentes del Consejo de Ministros durante la Regencia del General Francisco Serrano: Juan Prim i Prats
Juan Prim i Prats, catalán, nacido en Reus en 1814, muerto a los 56 años en Madrid víctima de un atentado siendo Presidente del Consejo de Ministros, en 1870. Militar y político, Conde de Reus, Marqués de los Castillejos y vizconde del Bruch. Gobernador de Puerto Rico, Ministro de la Guerra y Presidente del Consejo de Ministros.
Empieza su carrera militar como soldado combatiente en la Primera Guerra Carlista. Al terminar la guerra, con 26 años y después de haber tomado parte en 35 acciones de combate, había sido ascendido a Coronel y condecorado con dos Cruces Laureadas de San Fernando.
Entró en política, en 1840, de la mano del partido progresista de José María Calatrava y Juan Álvarez Mendizábal. Diputado en las elecciones de 1841 por Tarragona, el Regente Espartero lo nombró Subinspector de Carabineros en Andalucía.
Encabezó el levantamiento de Reus, junto con Milans del Boch, que dio lugar a la caída del regente Espartero en 1843. Ascendido a teniente general, fue nombrado Capitán General de Madrid por los vencedores. Nombrado Gobernador de Barcelona, terminó con la sublevación conocida como la “Jamaica” después de mantener sitiada a Barcelona durante un mes.
Acusado de estar implicado en el atentado a Narváez, fue condenado por conspiración y desterrado seis años a las Islas Marianas, entonces colonia española en el Océano Pacífico, aunque no llegó a cumplir la condena. Amnistiado volvió a España en 1847 y fue nombrado Capitán General y Gobernador de Puerto Rico.
Desplazado a la Guerra de Crimea como jefe de la comisión militar que debía informar al gobierno de las operaciones militares y del aspecto político del conflicto.
Combatiente en la primera guerra con Marruecos en 1859. Vencedor en la batalla de los Castillejos lo que le valió el título de Marqués de los Castillejos.
General en Jefe del contingente español componente de la fuerza internacional que invadió Méjico en 1861 y de cuyo conflicto se retiró, con las fuerzas españolas, cuando los franceses crearon el Segundo Imperio Mejicano nombrando Emperador a Maximiliano de Austria. La retirada, sin autorización del Gobierno de O´Donnell, supuso el fin de la colaboración entre ambos generales y su vuelta al partido progresista.
El 3 de enero de 1866, el fracaso del pronunciamiento de Villarejo de Salvanés contra el Gobierno de O´Donnell, hizo que se exiliara, primero en Portugal y luego en Francia y en los Países Bajos.
En agosto de ese mismo año, firmó en Ostende el pacto para acabar con los borbones de España, fue nombrado jefe militar de dicho pacto.
La Revolución de septiembre de 1868, la Gloriosa, comenzó el 16 con su llegada a Cádiz desde el exilio.
Con la promulgación de la Constitución de 1869, en sesión extraordinaria de las Cortes Constituyentes celebrada el 18 de junio, el general Serrano fue nombrado Regente y el general Prim Presidente del Consejo de Ministros. Su mandato duro 18 meses hasta su muerte como consecuencia de un atentado el 17 de diciembre de 1870. Durante éste período de tiempo hubo una interrupción de 27 días, entre el 25 de agosto y el 21 de septiembre de 1869, en los que fue Presidente Interino del Consejo de Ministros Juan Bautista Topete por ausencia del titular, Juan Prim.
Al día siguiente de su nombramiento, Prim presentó a su nuevo Gobierno. En él continuaban los mismos ministros que en el gobierno anterior. Estaba formado por miembros de los partidos unión liberal y progresista. Los demócratas no quisieron formar parte del mismo.
La tarea principal del Gobierno era la búsqueda de un rey para la Corona Española entre las diversas familias reales europeas, además, seguir las tareas de desarrollo de la Constitución, no olvidar los problemas derivados de la economía, la guerra de Cuba, la inquietud que los carlistas mostraban y sus esperanzas de que el pretendiente fuera elegido rey y los problemas con la oposición.
Las Cortes Constituyentes suspendieron sus sesiones el 15 de julio de 1869.
Las primeras medidas que se vio obligado a tomar el Ministro de Hacienda, Figuerola, ante la situación crítica de la Hacienda Pública (donde no había recursos y la deuda ascendía a dos mil quinientos millones) fue solicitar un empréstito, crédito que toma el Estado especialmente cuando está representado por títulos negociables o al portador, por dos mil millones y la emisión de deuda pública exterior.
La no eliminación de las quitas, debido a la necesidad de soldados para la guerra de Cuba, dio lugar a motines populares urbanos.
La desaparición de Isabel II creo nuevas esperanzas en los carlistas y a los alfonsinos. Los carlistas pensaban que era una nueva oportunidad para recuperar la línea dinástica que representó Carlos María Isidro en 1833 y que, en 1869, se encarnaba en el pretendiente Carlos VII. El sufragio universal había permitido el triunfo de los carlistas en el País Vasco y en Navarra y la libertad de prensa permitió la existencia de periódicos de la misma ideología. Pero los carlistas se dividieron en dos tendencias, los que querían actuar en la legalidad (Cándido Nocedal y los neocatólicos) y los que optaban una sublevación militar. Estos últimos iniciaron, en 1872, la Tercera Guerra Carlista.
Los alfonsinos pretendían la restauración de los borbones en la Corona españolas a través del hijo de la Reina Isabel II, Alfonso de Borbón futuro Alfonso XII. Sus partidarios procedían de las filas del moderantismo y, en parte, de los unionistas.
Además, el régimen constitucional recién implantado era rechazado por el partido democrático y por los primitivos socialistas.
El partido republicano democrático federal empezó a firmar pactos regionales encaminados a construir una República Federal desde abajo. El primer pacto firmado con estas características fue el Pacto de Tortosa, el 18 de mayo de 1869, entre los territorios de la antigua Corona de Aragón. El pacto fue un manifiesto ideológico, y un proyecto de organización de los republicanos federales de Cataluña, Valencia, Aragón y Baleares, firmados por los representantes del partido republicano democrático federal de los territorios de la antigua Corona de Aragón. Pactos parecidos se firmaron en Córdoba entre andaluces, extremeños y murcianos, Valladolid, Santiago de Compostela y Éibar. Se completó el proceso con la firma en Madrid, el 30 de junio, del Pacto Nacional que agrupaba los diversos pactos regionales y que creaba el Consejo Federal que reivindicó la República Federal.
En julio, tuvo lugar la primera crisis en la coalición que apoyaba a Prim. Éste remodelo el Gobierno dando entrada, por primera vez, a demócratas en el mismo.
El verano de 1869 fue conflictivo con disturbios carlistas y republicanos en Cataluña, Andalucía, Valencia y Zaragoza que obligaron al Ministro de Gobernación, Sagasta, a proporcionar poderes extraordinarios a los gobernadores civiles para su control.
El 27 de septiembre de 1869, el comité republicano federal de Barcelona hizo un llamamiento a la insurrección que fue seguido en toda Cataluña y en múltiples lugares fuera de ella. La sublevación fue fácilmente controlada por el ejército, aunque rebotó con fuerza con el anuncio de un nuevo sorteo de quintas previsto para realizarse en abril del año siguiente. La sublevación fue un fracaso. La causa de la revuelta fue el intento de llevar a la práctica la implantación de la República Federal desde abajo y del mantenimiento, por necesidades de la Guerra de Cuba, de las odiadas quintas.
Paralelamente, la crisis de subsistencias que los españoles habían vivido los dos años anteriores dio lugar a sublevaciones en el campo andaluz. Las rebeliones fueron duramente reprimidas, pero la conflictividad se mantuvo en Andalucía en forma de bandolerismo y bandidaje, actividades que eran consecuencias, además, de la crisis de supervivencia que se estaba dando en el campo andaluz, de la expropiación de las tierras comunales de los ayuntamientos por la desamortización de Madoz. El considerable incremento del bandolerismo en Andalucía exigió medidas de extrema dureza para su control.
El fracaso de las sublevación federal y campesina, llevó a algunos grupos de obreros a separarse de los partidos políticos y a organizase en sociedades obreras en defensa de la revolución social. El desencanto con los políticos de las clases trabajadoras llevo, años más tarde, a facilitar la introducción entre ello de las ideas de la Primera Internacional de los Trabajadores en su versión más anarquista, apolítica, anti estatal, atea y colectivista.
Después de casi un año de insurrección cubana, el ejército no había sido capaz de suprimirla, es más, los sublevados se había hecho fuerte en las provincias orientales de la isla. Era una guerra de guerrilla. En enero de 1869, el Capitán General de la Isla cuando estalló la insurrección, Lerchundi, fue sustituido por el Teniente General Domingo Dulce.
Dulce, casado con una cubana, trató de aplicar medidas liberales y menos duras que su predecesor, más en consonancia con lo que estaba ocurriendo en España con la llegada de la Revolución de 1868. Trató de llegar a un acuerdo con el líder de los insurrectos, Carlos Manuel de Céspedes.
Las medidas llegaron tarde y la situación era irreversible por lo que Dulce se dispuso a organizar la resistencia. Los peninsulares y canarios se organizaron en cuerpos de voluntarios dando lugar a una cruel guerra civil entre cubanos que degeneró en una escala de violencia que obligó al gobernador a actuar sumariamente.
Los combates, las confiscaciones de propiedades y su destrucción se endurecieron de tal forma que se empezó a ejecutar a los prisioneros en el lugar de su apresamiento.
Los rebeldes, por su parte, proclamaron, el 10 de abril de 1869, la Constitución de la República de Cuba inspirada en la misma Constitución española de 1869.
Pronto se puso de manifiesto que los españoles, con la escasa guarnición de la isla, no podían enfrentarse con éxito a la insurrección, era necesario ampliar la cifra de soldados destinados a la isla.
En agosto de 1869, Prim se convenció de la incapacidad de España para mantenerse en la isla por la fuerza. Propuso la independencia de Cuba si así el pueblo cubano lo decidía en un referéndum, una amnistía para los patriotas cubanos y una compensación a España garantizad por los Estados Unidos. Se iniciaron conversaciones para negociar la independencia de Cuba pero no se alcanzó ningún acuerdo, entre otras cosas, por la oposición del resto de miembros del Gobierno y de la mayoría de la opinión pública española a hacer concesiones a los independentistas cubanos.
La guerra continuó durante otros nueve años hasta la Pacto del Zanjón en 1878. Prim no aceptó, en cambio, la solución al problema por medio de la venta de la isla a Estados Unidos respondiendo, a la propuesta de compra de éstos: “La isla de Cuba no se vende porque su venta sería la deshonra de España y a España se la vence pero no se la deshonra”.
Los combatientes cubanos eran llamados mambises. Éste nombre tuvo su origen en la isla de Santo Domingo y procede de un oficial negro español, llamado Juan Eutinio Mamby, que desertó uniéndose a los revolucionarios dominicanos durante su guerra de independencia de 1846.
Las Cortes abrieron sus puertas para el segundo período de sesiones, el 1 de octubre de 1869, periodo que abarca hasta su finalización el 23 de junio del año siguiente.
Pero la principal preocupación del Gobierno, y en especial del general Prim, fue la búsqueda de un nuevo rey para la corona española. Buscar un rey era un problema complejo desde el punto de vista diplomático, la elección de uno u otro podía alterar el equilibrio político y militar de Europa.
Los progresistas proponían como candidato al trono de España a Fernando de Sajonia –Coburgo – Gotha, padre del Rey Luis I de Portugal, esposo que fue de la Reina María II y Rey de Portugal con el nombre de Fernando II. Su candidatura fue propuesta por los progresistas en su anhelo de unir, al igual que estaba sucediendo en Italia y Alemania, a los dos Estados peninsulares en una Unión Ibérica. Inicialmente propusieron al propio Luis I, pero la oposición que encontraron en Portugal le llevó a defender la candidatura de su padre Fernando. Era una solución lógica, pero las intrigas la hicieron imposible. En abril de 1869, Fernando de Coburgo comunicó el rechazo al trono español ante el temor de que lo que se pretendía era la pura y simple anexión de su país.
Por su parte los unionistas, con Serrano y Topete a la cabeza, defendían la candidatura del duque de Montpensier, Antonio María de Orleans, hijo de Felipe de Orleans y casado con la hermana de la Reina Isabel II, Luisa Fernanda de Borbón. Su candidatura era rechazada por el Emperador Francés Napoleón III, por ser un Orleans, y por el general Prim. Era un hombre que había matado en un duelo a Enrique de Borbón, hermano del ex Rey consorte Francisco de Asís. Hombre intrigante, poco querido por el pueblo español y del que se sospecha fuese el instigador del asesinato del general Prim.
Una vez confirmado el rechazo de Fernando de Coburgo, Prim ofreció la Corona de España al siguiente candidato, Tomás de Saboya, Duque de Génova y sobrino del Rey de Italia Víctor Manuel II. Su candidatura fue rechazada por los unionistas, el candidato solo tenía 13 años de edad lo que obligaba a prolongar el periodo de interinidad por otros cinco años hasta que Tomás alcanzase la mayoría de edad. El 1 de enero de 1870, su madre frustró la candidatura por temor a la situación de violencia que se vivía en España.
A continuación el Gobierno ofreció la candidatura al General Baldomero Espartero, pero era un anciano y la rechazó.
El siguiente candidato fue Leopoldo de Hohenzollern-Sigmaringen, sobrino del Rey de Prusia Guillermo I y que contaba con el apoyo del canciller prusiano Otto Von Bismarck. La oposición provenía del Emperador francés Napoleón III, se sentía rodeado si la Corona española pasaba a estar en manos de un miembro de la dinastía prusiana. Napoleón exigió al Rey de Prusia que obligara a su sobrino a rechazar la candidatura, a lo que Guillermo I se negó. La tensión entre Francia y Prusia creció y, a pesar de que Leopoldo renunció a la candidatura al trono de España, desembocó en la Guerra Franco Prusiana de 1870 que se saldó con una contundente victoria militar de Prusia, el nacimiento del II Imperio Alemán (II Reich), la reunificación de Alemania, la creación de la Tercera República Francesa, la desaparición del II Imperio Francés y el derrocamiento del Emperador Napoleón III.
La situación del general Prim era delicada después del último fracaso, tanto que el Regente, General Serrano, pensó en sustituirlo, pero desistió de ello al no encontrar ningún político capaz de alcanzar los apoyos necesarios en los tres partidos revolucionarios: los unionistas, los progresistas y los demócratas. Cada partido jugaba sus cartas apoyando a sus candidatos, proponiendo pasar directamente a la República o iniciar las reformas necesarias para el País en la situación presente de interinidad sin esperar al nombramiento del nuevo rey.
Además, la situación internacional acababa de cambiar con la derrota del II Imperio Francés en la guerra Franco – Prusiana y la proclamación de la III República Francesa.
Prim consiguió salvar la situación proponiendo a Amadeo de Saboya, Duque de Aosta e hijo segundo del Rey Víctor Manuel II de Italia. Víctor Manual aceptó la candidatura siempre que su pretensión fuese aceptada por las potencias europeas, cosa que fue posible por la desaparición de la oposición del Emperador Francés derrotado en Sedán.
La situación era tal que la aceptación de Amadeo llegó dos días antes de la apertura de las Cortes para el tercer período de sesiones, el día 31 de octubre de 1870. Sesión en las que probablemente se habría votado la destitución de Prim como Presidente del Consejo de Ministro y, una de las dos alternativas: la proclamación Montpensier como Rey de España o la República. El mismo día 31, Amadeo confirmó oficialmente la aceptación de la Corona de España.
Prim reunió a los tres partidos que apoyaban el Gobierno, unionistas, progresista y demócratas para que apoyaran su propuesta. La aprobación significo la división del partido unionista entre los que apoyaban a Amadeo y los que se oponían encabezados por Ríos Rosas.
Amadeo se identificaba por completo con el liberalismo y presentaba un cierto matiz anticlerical, por el conflicto de la Monarquía Italiana con el Papado, muy del gusto de los partidos españoles que contribuyeron a la revolución del 68.
El 16 de noviembre de 1870, las Cortes Constituyentes eligieron a Amadeo de Saboya como Rey de España con el nombre de Amadeo I en una votación donde su candidatura obtuvo 191 votos a favor, 100 en contra y 19 abstenciones. Los progresistas y los demócratas, fusionados en el partido radical, fueron los que votaron a favor de Amadeo, los unionistas disidentes de Ríos Rosas votaron a favor de Montpensier, los republicanos federales a la República, 8 votos obtuvo el general Espartero y 2 votos Alfonso de Borbón. Al final de la jornada las Cortes Constituyentes cerraron su tercer período de sesiones.
La solución fue bien aceptada por los progresistas y admitida, con enorme frialdad, por la opinión pública española que nunca llegó a identificarse con el nuevo Rey.
Amadeo fue proclamado Rey, después de jurar la Constitución, el día 2 de enero de 1871. Su reinado empezó con mal pie, su principal valedor, el general Prim, había muerto días antes, el 30 de diciembre como consecuencias de las heridas recibidas en el atentado que sufrió en la calle del Turco (hoy calle del Marqués de Cubas) el día 27 del mismo mes cuando regresaba al Palacio de Buenavista (sede del Ministerio de la Guerra) desde el palacio de las Cortes.
Las Cortes Constituyentes, convocadas para el cuarto periodo de sesiones el 15 de diciembre de 1870, fueron disueltas después del juramento de la Constitución por el nuevo Rey el día 2 de enero de 1871.
El proceso de la búsqueda del nuevo rey causo la ruptura de la coalición revolucionaria. Por una parte los progresistas y los demócratas cimbrios se unieron formando el partido radical, formalmente partido demócrata –radical, para dar cohesión a su propuesta de apoyo al candidato Tomás de Saboya, Duque de Génova y sobrino del Rey de Italia Víctor Manuel II.
Por otra parte, la ruptura definitiva de la coalición se produjo en la llamada “Noche de San José”, el 19 de marzo de 1870 cuando, como consecuencias de la presentación de una enmienda a un proyecto económico del Ministro de Hacienda, Laureano Figuerola, dio lugar a la salida del gobierno del Almirante Topete y la ruptura de la coalición.
Durante el año 1870, además de resolver el principal problema de España con la búsqueda de un rey, el país seguía en marcha y el Gobierno aplicando medidas políticas.
Así, en junio de 1870, en el primer congreso de sociedades obreras celebrado en Barcelona, se constituyó la Federación Regional Española de la Primera Internacional. La línea marxista de ésta federación era la revolución obrera y la instalación de la dictadura del proletariado. La línea anarquista aspiraba a la disolución del Estado y su sustitución por una confederación de comunas o cooperativas auto gestionados.
El Gobierno prosiguió en el desarrollo legislativo de la Constitución de 1869, así, durante el año 1870 se aprobaron las siguientes Leyes: en junio la Ley de matrimonio civil, en julio la Ley de reforma del Código Penal, en agosto la Ley de democratización de los municipios y en septiembre la Ley de la reorganización de la Justicia.
El Código Penal recogió con amplitud las circunstancias que permitían perseguir como ilícitas a las asociaciones obreras.
Por la Ley de democratización de los municipios se establecía que los concejales fueran elegidos por la totalidad de los residentes en el municipio. Los concejales, a su vez, elegían al alcalde.
Desde el Ministerio de Hacienda, Laureano Figuerola, promulgó en julio la Ley Arancelaria por la que se abría el mercado español a los productos extranjeros.
La Ley electoral de 23 de junio, y de 20 de agosto de 1879, suprimió la exigencia de la acreditación de la vecindad y las condiciones para ser elector eran las mismas que para ser elegido para la Cámara de Diputados. Los senadores eran elegidos por sufragio universal pero solo a mayores de 40 años que hubieran ocupado determinados cargos en la administración, el ejército o en la Iglesia.
Las Cortes Constituyentes abordaron la abolición de la esclavitud, pero ésta abolición se limitó a la libertad de vientre ( Ley Moret de 4 de julio de 1870), es decir, la otorgación de la libertad a los hijos nacidos de esclavas. Hasta entonces, los hijos de las esclavas pasaban a formar parte del patrimonio del amo de su madre como esclavos. La supresión total de la esclavitud hubo de esperar hasta 1873 en Puerto Rico y 1886 en Cuba.
El nuevo gobierno surgido de la revolución nombró como Gobernador de Filipinas a Carlos María de la Torre Navacerrada. Su mandato comenzó el 23 de junio de 1869 y duró hasta el 4 de abril de 1871. Acompañándolo, llegaron a Manila un grupo de liberales que trataron de hacerse con todos los cargos del gobierno con el consiguiente malestar entre los desplazados. Concedió un indulto general y decidió acabar con el poder de los frailes dominicos y agustinos. Estos, que en las Filipinas que se habían convertido en terratenientes, explotaban la mano de obra indígena en nombre de la Iglesia y de su Orden.
La figura del fraile era muy importante en Filipinas, en muchas ocasiones era el único blanco del poblado y hacia funciones propias del gobierno, además de las de párroco. Eran los interlocutores de las autoridades con los filipinos, pues eran los únicos capaces de hablar el lenguaje de los indígenas ya que, en contra de lo ocurrido en América, no se enseñó español a los indígenas para así mantener el control en poder de los frailes, de hecho es la única ex colonia española donde no se habla castellano.
De la Torre creó una Junta de Control de los Bienes Eclesiásticos que procedió a su desamortización. Decidió expulsar de Filipinas a todos los soldados y funcionarios puestos por el partido moderado. Puso el control del orden público en manos de la Guardia Civil.
Joaquín de la Santa Cinta, Ingeniero aeronáutico, economista e historiador