Una bonita mañana (2022), de Mia Hansen-Løve

Sandra Kienzler es una joven viuda, madre de una niña y traductora de profesión, que cuida a su anciano padre Georg, que fue profesor de filosofía, y que se está volviendo cada vez más dependiente. Todo su entorno arrima el hombre para atenderle, lo que que incluye a su ex mujer, a su nueva compañera, y a la otra hija. Pero esto no hace las cosas más fáciles, es triste ver su declive, y se hace necesario llevarle a una residencia. Y en las públicas hay largas listas de espera, y en alguna de las privadas el ambiente es muy deprimente. Mientras aguardan a dar con una solución, le ingresan en un hospital. Sandra está especialmente sensible, pero va a encontrar consuelo en un viejo amigo al que no veía desde hace tiempo, Clément, que atraviesa dificultades en su matrimonio, y con quien va a iniciar una relación de la que no está claro su futuro.

La parisina Mia Hansen-Løve se ha labrado una sólida filmografía con historias cotidianas de personajes muy humanos. Aquí escribe y dirige un film que muestra a las claras cómo la vida se nos escurre entre las manos a velocidad de crucero, sin darnos cuenta podemos encontrarnos con nuestra salud física deteriorada, y anegados en lágrimas ante las penalidades cotidianas, que pueden verse intensificadas con acciones como la de recoger los objetos de una casa, libros y todo tipo de recuerdos. También de pronto puede acometer incontenible el vértigo de la pasión, la recuperación de una capacidad de amar, de desear y ser deseada, que se antojaba desaparecida para siempre. Pero todo envuelto en una capa de tristeza, de dificultad a la hora de encontrar sentido a las cosas, de trazar en el propio mapa existencial una ruta hacia alguna parte.

Porque Hansen-Løve juega a las paradojas y contradicciones de los personajes, buena gente en el fondo, pero... Así, Sandra cuida amorosamente a su padre, pero confiesa a Clément que si un día la ve así a ella, que por favor, antes de que la cosa vaya a más, recurra a la eutanasia; o se puede mantener una relación adúltera, oculta a los ojos de otros, y verse sacudido uno y otra entre el sentido de responsabilidad de tratar de salvar unos muebles rotos, o lanzarse a algo que no se sabe en qué puede ir a parar, dejando por el camino corazones rotos en todas las direcciones.

La cineasta dirige bien a un grupo de actores estupendamente seleccionados, Léa Seydoux, Pascal Greggory, Melvil Poupaud y Nicole Garcia, pero también los que tienen menor presencia, como los que asumen los roles sanitarios y de cuidadores en hospitales y residencias, la antigua alumna de Georg o la pequeña actriz infantil que hace a la hija de la protagonista. Es encantador cómo funcionan todas las escenas, incluso las más pequeñas, como la visita de Papá Noel en Navidad.