Phoenix canariensis - Arbolapp

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Phoenix canariensis

Palmera canaria

Palmera canaria, palma (cast.); Canary Island date palm, pineapple palm (ing.).

Autóctona

«(...) como cuando era un niño / y me asomaba a tu postigo abierto: / dintel de tilos y palmeras».

Cipriano Acosta

DESCRIPCIÓN

Planta hasta de 20 m de altura que presenta un tronco recto, grueso (de 70-80 cm de diámetro) y sin brotes en la base, y una copa más o menos redondeada y frondosa (con 70-100 hojas). Estas características la diferencian de la palmera datilera (Phoenix dactylifera), a menudo con brotes en la base y de copa muy abierta (con 20-50 hojas). Las hojas son de gran tamaño, hasta de 7 m de longitud, en general arqueadas, coriáceas y compuestas por unos 150-200 pares de hojuelas flexibles y con ápice puntiagudo. En la base están armadas con espinas afiladas, cortas, muy duras y de color marfil amarillento. A diferencia de las de su congénere, son de color verde intenso, no azulado, y menos rígidas. La palmera canaria tiene ejemplares macho, que producen inflorescencias muy apretadas, con numerosas flores blancas que liberan abundante polen, y ejemplares hembra, con inflorescencias más grandes (a veces casi de 1,5 m de longitud) y ramificadas que las masculinas, y con flores amarillentas dispuestas de forma más espaciada. Los frutos se conocen popularmente como támaras y son como un dátil pequeño (unos 2 cm de longitud), con poca pulpa y una única semilla con un profundo surco lateral. Al madurar adquieren un color amarillo anaranjado. Hay ejemplares híbridos de palmera canaria y datilera en los que resulta difícil establecer claras diferencias morfológicas.

ECOLOGÍA

La palmera canaria es una especie muy rústica y resistente que aguanta bien la sequía y los aires salinos, no así el frío, y se desarrolla mejor en climas suaves y con algo de humedad. Todavía se pueden encontrar magníficos palmerales naturales y seminaturales en fondos de barranco, laderas, riscos y lomos. Suele crecer mejor en la zona baja de las islas, pero pueden encontrarse ejemplares hasta los 1000 m de altitud.

DISTRIBUCIÓN

Especie endémica de Canarias que crece de forma natural en todas las islas.

MÁS INFORMACIÓN

Las palmeras no son verdaderos árboles —en un sentido estrictamente botánico— sino plantas arborescentes, ya que carecen de auténtico crecimiento secundario en grosor. El tronco casi nunca se ramifica a media altura y está formado por grupos de tejidos fibrosos.

La palmera canaria es uno de los más bellos emblemas de las islas y, junto al drago, constituye el símbolo vegetal de Canarias más reconocido internacionalmente. Por su alto valor ornamental, la palmera canaria es posiblemente el mejor embajador botánico de las islas en el exterior, dado que ha viajado a jardines y bulevares de lugares tan dispares como Oslo o Niza (Europa), San Francisco o Nueva Orleáns (Estados Unidos) y Adelaida o Sydney (Australia).

De la llamada princesa del reino vegetal se ha aprovechado tradicionalmente todo. Ya los aborígenes canarios, según cuentan las crónicas de la época y los testimonios arqueológicos, emplearon estas fibras vegetales para la elaboración de trajes, sogas, mochilas, cestas, redes de pesca, embarcaciones y exvotos rituales, entre otros. En las crónicas locales de Antonio Sedeño se lee que «navegaban con vela de palma alrededor de la costa de la isla» y que «hacían vino, miel i vinagre de las palmas i esteras de sus ojas i petates para dormir».

Con los troncos, cuyo interior es fácil de vaciar, se preparaban colmenas para las abejas y recipientes para guardar sal. Las casas solariegas apoyaban su piso superior sobre traviesas de palmera canaria.

Las hojas, además de servir de forraje para el ganado o para elaborar estiércol, se utilizaban como escobas y como soporte de la techumbre de la vivienda campesina. Con las hojuelas todavía se realiza la ‛empleita’ o trenzado con el que posteriormente se elaboran esteras, ‘genas’ —especie de mochila tradicional grancanaria— y ‘sendajas’ para rodear y comprimir el queso. Las hojuelas también han sido empleadas para confeccionar sombreros y cestos.

Aun hoy, las hojas más vistosas continúan cortándose para adornar casas, pórticos de iglesia, carretas de romería y ventorrillos en las fiestas tradicionales. Las hojas más tiernas y delicadas, sin trabajar o bien entrelazadas en finas filigranas para elaborar el ‛Ramo’, son portadas por los fieles en la procesión del Domingo de Ramos.

El eje central de las hojas —conocido como pírgano, pirguan o penca— ha sido utilizado, una vez limpio, como palo de escoba o para confeccionar cestas.

El uso más llamativo de la palmera canaria es la extracción artesanal de su savia, el guarapo. El origen de esta práctica, que actualmente solo se conserva en La Gomera, se pierde en el tiempo. Los guaraperos suben hábilmente hasta el cogollo de la palmera, cortan las hojas más jóvenes e insertan en la incisión unos canalillos por los que fluye gota a gota la savia (de 6 a 12 litros diarios por planta). El guarapo se puede consumir fresco, fermentar para elaborar aguardiente, o guisar lentamente para obtener la exquisita ‛miel de palma’, muy popular en repostería y como edulcorante.

Los frutos se pueden comer, pero tienen un sabor algo amargo y áspero. A diferencia de los dátiles de la palmera datilera, las támaras son poco apreciadas por los canarios y carecen de interés comercial. Se suelen usar para alimentar a los animales, sobre todo a los cochinos.

A pesar de que la palmera canaria cuenta actualmente con un gran número de ejemplares, se ve afectada por plagas y enfermedades capaces de mermar las poblaciones de forma drástica. Al conocido picudo rojo (Rhynchophorus ferrugineus) se suman otros como un coleóptero polífago (Diocalandra frumenti)o el hongo Fusarium oxysporum, que están ocasionando grandes daños a esta especie.

Phoenix fue el nombre elegido por Linneo para nombrar a las palmeras comunes. El epíteto específico canariensis hace referencia a las Islas Canarias.