Cerrar los ojos no va a cambiar nada – Instituto Humanitate

Cerrar los ojos no va a cambiar nada

«Nada va a desaparecer simplemente por no querer ver lo que está pasando». Haruki Murakami

Hace unos días me decía un religioso amigo mío “desde la Fundación nos tenéis que ayudar a morir como Congregación después de 97 años de historia”. Esta petición es dura, lo reconozco, pero responde con realismo a lo que año a año tenemos encima de la mesa. Como podéis ver no es una entelequia, sino un hecho contrastable con los datos. Según los datos disponibles, al finalizar el año 2023 se confirma la tendencia a la disminución global de los religiosos desde hace tiempo, ahora sois 10.588 menos de un total 608.958. Los aumentos se registran de nuevo en África (+2.275) y en Asia (+366), y las disminuciones en Europa (-7.804), América (-5.185) y Oceanía (-240)[1].

En comparación con el año 2013, en el 2023 hay un 39% menos de institutos religiosos y sociedades de vida apostólica, un 23% menos de monjas y monjes de clausura, un 18% menos de misioneros, un 15% menos de catequistas y un 14% menos de sacerdotes. En ese tiempo el número de parroquias en España se mantuvo bastante estable (solo cerraron 110 de las casi 23.000 existentes), pero la cantidad de monasterios activos también se redujo en un 15%.

Son datos, sí, pero los datos nos hablan de la realidad. Ante esa realidad sigue habiendo religiosos que prefieren taparse los ojos y no querer ver. Haruki Murakami (famoso escritor japonés) ya lo anunciaba: “Cerrar los ojos… no va cambiar nada. Nada va a desaparecer simplemente por no querer ver lo que está pasando. De hecho, las cosas serán aún peor la próxima vez que los abras. Cerrar los ojos y taparse los oídos no va a hacer que el tiempo se detenga,” solamente provocará que tú (con tus resistencias al cambio o tus resistencias a los que otros proponen para ayudar al Instituto) ganes tiempo para morir, antes que tus ojos vean y sufran estos cambios.

Miedos

Muchas veces las religiosas/os resistentes, manifiestan de esta forma sus propios miedos, un miedo atroz a lo desconocido, a perder la identidad, a tomar decisiones drásticas, y ejercen una defensa numantina de la tradición, de lo que “siempre hemos sido” o de lo que “siempre han querido para nosotros nuestros fundadores”. Quizás es una forma de supervivencia condicionada. Quizás por eso, en algún momento, todos cerramos los ojos. Así pasan los días, en los que nunca cambia nada o donde todo se mantiene en tensión o en incertidumbre. Por eso no creamos un mundo diferente y nuestras Congregaciones siguen parecidas a hace 10 años, solo que diez años más mayores, con más debilidades y un mismo futuro. Solo tocamos flecos, maquillamos nuestra propia realidad, polvoreamos nuestra mejilla palidecida.

Cerrar los ojos a la realidad es construir nuestros propios espacios, ausentes de todo aquello que no puede ignorarse o que duele. Y es esta democracia interna la que sigue llevando a que estos Institutos no avancen. Los responsables Generales no quieren pasar a la historia como quienes echaron la llave, o quienes dieron un giro de timón buscando sumarse a otras Congregaciones carismáticamente similares que les permita “tirar unos años más” bajo un paraguas similar al que les venía protegiendo.

Ser valientes

¿Por qué no aprender a morir y hacer este camino con preparación y dignidad? Agradecer lo que hemos sido y vivido, lo que hemos aportado a la Iglesia y a la sociedad, con orgullo por todos los pasos dados, nuestras obras y misiones levantadas, pero también arrodillándonos por aquellos fallos cometidos, con los ojos vidriosos pero limpios que recuerdan con fe las palabras del profeta Isaías y ponen su confianza en el Señor cuando decía “no temas, porque yo estoy contigo; no te angusties, porque yo soy tu Dios. Te fortaleceré y te ayudaré; te sostendré con mi diestra victoriosa” (Is. 41, 10) o cuando el Señor le decía a Josué: “ya te lo he ordenado: ¡Sé fuerte y valiente! ¡No tengas miedo ni te desanimes! Porque el Señor tu Dios te acompañará dondequiera que vayas” (Josué, 1,9). Si realmente confiamos en Él, ¿qué miedo podemos tener? ¿Qué perdemos? ¿Qué dejamos en el camino?

Estimados hermanos, la Iglesia continuará, seguirá su camino, desaparecerán Congregaciones, parroquias, entidades religiosas y aparecerán otras, muchos creyentes dejarán de serlo y otros muchos seguirán los pasos de Jesús, la Iglesia no está en peligro; si fuese por nosotros, los seres humanos, ni tan siquiera hubiese existido, no hay más que recordar nuestros orígenes cuando el mismo día de la muerte de Jesucristo en la cruz la cuestión era “¿Seguimos juntos como grupo, o nos disolvemos?” La solución fue juntarse en oración con María. El Espíritu de Jesús los animó y fortaleció para seguir siendo una comunidad estable y durable de discípulos de Jesús. Pasados 2023 años aquí seguimos, después de guerras, escisiones, cruzadas, pecados abominables de todo tipo, de hacer todo lo posible por destruir lo que Dios había creado, por creernos dioses y querer suplantarlo en nuestra vida, aquí seguimos, y sin entender cómo, El sigue sosteniéndonos.

Hermana/o, cerrar los ojos sólo te añadirá más dolor. Sirve para crear un punto de anclaje que no te lleva a ninguna parte. Pero las cosas no se resuelven solas. A veces hay que abrir los ojos, aún con miedo, con vértigo y aunque te tiemblen las piernas. Sólo así vendrá el primer paso para avanzar hacia algo nuevo, diferente sí, pero donde el Señor hará camino contigo y no te dejará solo, y donde la Congregación quizás se transforme también en algo nuevo, alentador, germen de un nuevo carisma que siga dando luz, o simplemente donde se haya muerto en tierra fértil y con ello hará brotar algo, no sabemos el qué, pero algo que el Señor siempre ha querido que fuese. A veces hay que pedir ayuda para dar el paso y solicitar un adecuado acompañamiento a personas expertas en acompañar estas realidades de la Iglesia.

Levanta la mirada, abre los ojos, arriésgate, acepta lo que tus superiores o Consejos provinciales o Generales han visto como reto, y no tengas miedo, no seas cobarde, como nos recuerda Timoteo cuando nos dice que “el Espíritu de Dios no nos hace cobardes” (2 Timoteo 1,7).

“Confía en el Señor de todo corazón, y no en tu propia inteligencia. Reconócelo en todos tus caminos, y él allanará tus sendas”

Proverbios, 3, 5-6

Por José Ramón López
Director operativo
Fundación Summa Humanitate


[1] Anuario de la Iglesia Católica 2023

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Suscríbete a nuestro boletín

Por favor, activa JavaScript en tu navegador para completar este formulario.
Nombre