La historia del Raval, uno de los barrios con más mala fama histórica de Barcelona.

Hubo un tiempo en el que la suciedad y la lujuria se concentraban entre La Rambla, Paral·lel y el carrer Hospital. Es más, podías recorrerlo saltando de prostíbulo en prostíbulo. Eran los tiempos del Barrio Chino, denominación que provocó rechazo y terror entre los barceloneses hasta la década de los 90.

El Raval nunca gozó de buena fama. El mismo nombre viene de arrabal, sinónimo de suburbios. Desde sus orígenes, a mediados del siglo XIV, acogió a la población enferma o indeseable que no era bienvenida en la ciudad. Quizá esa marginalidad fue la que fascinó a los bohemios del siglo XX. Se valieron de la cara menos amable de Barcelona para inspirarse y, de paso, dar rienda suelta a sus deseos más oscuros. Mucho dieron que hablar las juergas de Pablo Picasso o Ernest Hemingway. Entre chupito y chupito de absenta, El Raval también se alzó contra el orden establecido quemando conventos (1835) o enfrentándose a las autoridades (Semana Trágica de Barcelona). Al Raval se le pueden colgar muchos Sambenitos pero el de barrio tranquilo no es uno de ellos.

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En el Barrio Chino vivía la población más pobre y marginal de Barcelona | Margaret Michaelis-Sachs.
El Chinatown de Barcelona

En todo este ajetreo, el 22 de octubre de 1925, un periódico le bautiza con el mote que le acompañará durante setenta años. Era el primer número de un semanario de crítica teatral y literaria llamada El Escándalo. Incluía una serie de relatos titulada ‘Los bajos fondos de Barcelona’, que estrenaba el periodista y dramaturgo Francisco Madrid. Hacía referencia a un bar popular de entonces, La Mina, que describía como  “la gran taberna del barrio chino. Porque el distrito quinto, como Nueva York, como Buenos Aires, como Moscú, tiene su barrio chino».

Lo de Barrio Chino viene, simplemente, por una comparación con el Chinatown de Manhattan. Al igual que El Raval, abarcaba los bajos fondos de la ciudad. La prensa sensacionalista y las habladurías se encargaron de que el barrio olvidase su nombre. La droga, el sexo y la pobreza continuaban siendo el pan de cada día.

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El Raval en la década de los sesenta | Fotografía de Joan Colom.
Renovación urbanística

Y entonces llegaron los Juegos Olímpicos. Barcelona siempre aprovecha los grandes acontecimientos mundiales para hacer planes urbanísticos y aquel evento no iba a ser menos. El Ayuntamiento quería que aquel Barrio Chino se convirtiera en una zona comercial, de conciertos al aire libre y lofts céntricos. Para ello se levantaron instituciones culturales como el MACBA, la Filmoteca de Catalunya o el CCCB. Se proyectó la Rambla del Raval donde, en 2003, se asentaba un gato gordo diseñado por un tal Fernando Botero. El Barrio Chino desapareció. La marginalidad no. En unos casos se transformó en street art, subcultura y reivindicación. En otros, en un permanente foco de conflicto. El Raval, con sus más y sus menos, se convirtió en el barrio multicultural que es hoy.

P.D: Si queréis conocer como era el Raval en tiempos de Barrio Chino, te recomendamos que eches un vistazo a los reportajes fotográficos de Joan Colom y Margaret Michaelis-Sachs.