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Marjane Satrapi y la vida después de ‘Persépolis’

por Tommaso Koch

Satrapi
Marjane Satrapi, en París, el 8 de marzo de 2023. Foto: EFE.

Marjane Satrapi, reconocida internacionalmente por su novela gráfica 'Persépolis', ganó el Premio Princesa de Asturias de Comunicación y Humanidades 2024. La iraní dedicó el galardón a un rapero condenado a muerte por cantar a la libertad en Irán y a la revolución en su país.

Una niña iraní mira al frente, con los brazos cruzados. Lleva el velo y cierta firmeza en los ojos. Apenas dos viñetas después, se ven hombres y mujeres exaltados, protestando con el puño levantado: arranca la Revolución Islámica.

Aquellos dibujos, que dieron comienzo en el año 2000 a Persépolis, cambiaron la historia de esa chiquilla, de la novela gráfica y, tal vez, incluso de Irán. Tanto que durante años a Marjane Satrapi (Rasth, 54 años) le siguieron pidiendo que retratara a aquella joven, a lo que ella respondía una y otra vez: “Ha crecido”.

En estos 24 años, Satrapi se ha convertido en leyenda del tebeo. Cineasta. Franco-iraniana. Fiera opositora del régimen de su país. Y, ahora, Premio Princesa de Asturias de Comunicación y Humanidades.

El jurado del premio la destaca como “un símbolo del compromiso cívico liderado por las mujeres”, la califica como “una de las personas más influyentes en el diálogo entre culturas y generaciones” y recuerda que en “Persépolis plasma ejemplarmente la búsqueda de un mundo más justo e integrador”.

Y ella, en una rueda de prensa por videollamada, dedicó el galardón a la lucha por la libertad en su país y al rapero Toomaj Salehi, condenado a muerte hace unos días: “Es la voz de todo el país”.

'Marjane Satrapi'

Este Princesa de Asturias reconoce muchas cosas a la vez, justo lo que suponen las obras de Satrapi. Ante todo, el talento de una narradora capaz de aprender y dominar nuevos formatos. Apenas tenía experiencia, además de llevar poco tiempo en la Escuela de Artes Decorativas de Estrasburgo, cuando construyó su obra maestra.

Ella creía que nunca encontraría un editor, que todo terminaría en fotocopias para sus amigos, pero su libro se convirtió en un hito para el tebeo “solo comparable al Maus de Art Spiegelman”, según Reservoir Books, la editorial que la publica en castellano, euskera y catalán.

En Persépolis dibuja su infancia en Teherán durante la Revolución Islámica que, en 1979, derrocó al Sha de Persia y aupó al poder al ayatolá Jomeini, hasta el inicio de su vida adulta con su llegada a Europa, adonde la enviaron sus padres y en donde reside desde entonces.

La familia de Satrapi, acomodada y progresista, simpatizaba en principio con la revolución, pero se distanció cuando esta fue dominada por los sectores islamistas y derivó en un régimen teocrático que coartó las libertades individuales y se embarcó en una guerra con Irak en 1980, bajo la vigilancia de los Guardianes de la Revolución.

Todo ello se narra en Persépolis. El blanco y el negro del dibujo sirven además para trazar todos los grises de tan complejo suceso: la macrohistoria, entre éxtasis, represión, cárcel y muertes, junto con la vida cotidiana y la perspectiva de una adolescente que ansia tanto la libertad como un caset de Kim Wilde en el mercado negro.

“Funcionó porque fue un buen libro, honesto. Hay que hablar de lo que uno conoce. Si lo que hago ayuda, fantástico. Pero a menudo tengo la impresión de que estoy convenciendo a gente ya convencida".

A la vez, Persépolis contenía otras claves fundamentales para Satrapi: un retrato realista del país y sus gentes, lejos de los encuadres de “colinas y burros” o la imagen de una nación “atrapada en épocas oscuras” que los festivales occidentales buscan en el arte iraní, como lamentó hace un mes a The Guardian. 

Marjane Satrapi,

Más allá de 'Persépolis'

“El dibujo es la primera expresión del ser humano, anterior a la escritura”, afirmó Satrapi sobre la elección del cómic. Entre sus novelas gráficas, también están 'Bordados', que narra la vida de las mujeres iraníes, y 'Pollo con ciruelas', sobre los últimos ocho días de vida de un pariente llamado Nasser Ali, un conocido intérprete de tar, el laúd tradicional iraní.

Satrapi no sabía mucho de cine cuando se dejó convencer para adaptar Persépolis a la pantalla, a cuatro manos con Vincent Paronnaud. Recibió ex aequo el Gran Premio del Jurado en el Festival de Cannes de 2007 y, luego, la primera nominación de una creadora por el mejor filme de animación en la historia de los Oscar. Más adelante, filmó la road movie 'La banda de los Jotas', 'Las voces'sobre un asesino en los Estados Unidos.

Aunque sus gritos por la justicia y contra el poder opresor, tanto en sus entrevistas, como en su arte, se dirigen sobre todo hacia su país. Hace poco, Satrapi regresó al cómic por primera vez, en años, para coordinar 'Mujer. Vida. Libertad'antología donde ha reunido a estrellas como Paco Roca y Joan Sfarr -una especie de “brigada internacional” del cómic, en su definición- con autoras iraníes como ella misma o Shabnam Adiban, para apoyar las protestas que remueven a su país y denunciar la represión que sufren los ciudadanos.

Todo ello ha orientado su obra, su trayectoria y su vida. Con la misma decisión se opone a una dictadura, a que la fotografíen, o a que la encierren en una categoría. “Al crecer me decían: ‘Una señorita no haría eso o aquello’. Yo levanté un día el dedo y dije: ‘Igual no soy una señorita educada, pero soy libre’.

Siempre he rechazado ser dulce, lo soy cuando quiera, pero no por ser mujer. Cuando era niña quería ser Batman, porque no había modelos femeninos”. Puede que hoy ella misma suponga una referencia para muchas jóvenes. La niña de Persépolis ha crecido. Ha cambiado. Pero crea y lucha igual que entonces. O más.

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Artículo publicado el 30 de abril de 2024 en El País, de PRISA MEDIA. Lea el contenido completo aquí. Revista Mundo Diners reproduce este contenido con autorización de PRISA MEDIA

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