LA TELEVISIÓN COMO HERRAMIENTA EDUCATIVA
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LA TELEVISIÓN COMO HERRAMIENTA EDUCATIVA

Por: Mónica E. Pérez García*

 

Es conocido desde hace décadas que la televisión reproduce  (¿o reproduce?) mensajes “dañinos” para los niños y las niñas que dedican sus tardes a estar sentados frente al aparato. Por algo se le denominó en algún momento la “niñera electrónica”.

 

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Hoy en día se dice que la televisión es responsable de los “efectos negativos” en los receptores; por ejemplo cuando se habla de violencia. Los niños y jóvenes repiten los patrones de conducta de las propuestas televisivas sin criterios de discriminación.

 

Sin embargo, si ese fuera el caso, la solución sería muy sencilla, prohibir los programas violentos.

 

Pero el problema es más complejo, no basta con prohibir determinados programas o contenidos, es necesario conocer cómo se relacionan los receptores con los medios de comunicación y con los mensajes y/o contenidos que transmiten.

 

Por otro lado, es indudable que la televisión ocupa un lugar preponderante en cada uno de los hogares, conviviendo de manera armónica y contradictoria, pero siempre significativa con todos. Se usa incluso como mecanismo de control del tiempo libre de los menores condicionando su uso al cumplimiento/incumplimiento de las labores escolares.

 

En las escuelas, es común escuchar a los alumnos hablar por la mañana de lo que ha sucedido la tarde anterior en el programa de moda. Las alumnas comentan lo que sucedió en la telenovela o serie del momento. Ambas situaciones son un universo de significantes. Es decir, quien no conoce el  contenido y desarrollo de al menos uno de estos universos, queda fuera de él de manera automática, es decir, ve comprometida su vida social al no poseer los elementos que le ayudan a pertenecer a él, signos y códigos para comunicarse con sus semejantes. El pase de regreso se consigue desde luego poniéndose al corriente durante las tardes siguientes. De lo contrario, puede llegar el aislamiento, la no-pertenencia a este universo al que, para el buen desarrollo social, es imprescindible pertenecer.

 

Ante esta perspectiva es importante cuestionarse ¿La televisión puede educar? La respuesta común de educadores y padres de familia es un no contundente. Pero hay que preguntarse de nuevo y revalorar las opciones.

 

Primero, es de gran importancia desarrollar en los menores una “visión crítica” de los programas de televisión y sus contenidos. Labor que queda en manos de educadores y padres de familia por igual. En el ámbito educativo, es imprescindible el desarrollo de programas educativos que permitan el generar ésta visión a la vez que faciliten el uso didáctico de la televisión, es decir, que enseñen a los maestros y maestras a recuperar las situaciones y propuestas de la televisión y utilizarlas para el aprendizaje de los niños y niñas.

 

Para llegar al desarrollo de estos programas es necesario investigar (entendiendo la investigación como un proceso crítico, creativo y sistemático) cómo se están relacionando los niños con la televisión, es decir, partiendo de los gustos televisivos de los niños y niñas, cómo influye esto en su lenguaje oral y  corporal,  cómo influye en sus formas de juego y a la larga en sus vidas, etc.

 

Es labor de los padres de familia estar al tanto de lo que miran los menores, lo que están entendiendo y cómo lo están viviendo para, a partir de esta perspectiva, formar juntos los criterios que permitirán discriminar y criticar lo que se ve, no aceptarlo sin filtros.

 

Como sociedad es necesario mirar lo que sucede en las casas y las familias alrededor de la televisión y preguntarnos, ¿Puede existir una televisión educativa? ¿Puede el maestro o maestra utilizar la televisión y trabajar a partir de ella, para complementar la formación educativa y al mismo tiempo, proyectar la docencia a una nueva área de acción, es decir, la de la televisión como herramienta didáctica? ¿Podrían los padres de familia asumir la responsabilidad de generar esta visión crítica y discriminadora en los hijos?

 

Las respuestas están en cada casa, en cada aula y en cada maestro (a) al tomar un poco de tiempo para asumir la importancia de estos contenidos en el desarrollo de los menores, así como desarrollar las estrategias (que no son sencillas) para filtrar estos contenidos.

 

Empecemos por hablar con nuestros niños, por preguntarles qué es lo que ven, que les atrae y por qué. Así podremos conocer cómo funciona su imaginación, su fantasía, sus expectativas y podremos aproximarnos a su visión y entender ese mundo en que viven inmersos y del que es imposible extraerlos sin comprometer su desarrollo socio-emocional. Poco a poco lograremos apertura de estos grupos que dejarán de ser receptores vulnerables para convertirse en audiencias críticas que no reproducen lo que han asimilado de los medios. La televisión puede ser una gran herramienta de enseñanza-aprendizaje o un elemento que se contrapone a la educación como ha llegado a suceder a través de la historia. Está en manos de nosotros, como sociedad darle el mejor uso posible.

 

Referencias:

 

PEÑA RAMOS, A.V., (1999) Tv y escuela ¿amigos o enemigos? D.F. SEP, Educación para los medios.

 

ALONSO ERAUQUIN, M. V. (1988). Los Teleniños. México, D.F. Fontamara.

 

CORONA, S. (1984). El genio en labotella. Terra Nova.

 

PRIETO CASTILLO, D. (1988). La fiesta del lenguaje. México D.F.UAM-Xochmilco.

 

* Mónica E. Pérez García es licenciada en Psicología egresada de la UAM-Xochimilco y estudiante de la maestría en Educación en la Universidad Marista.

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