Insidious: La puerta roja (2023), de Patrick Wilson

De niño, a Dalton Lambert le poseyó un espíritu demoníaco. Un hipnotizador consiguió que ni él ni los suyos recordaran lo ocurrido. A los 19 años ha muerto su abuela, Lorraine, y sus padres, Reinai y Josh, se han separado. Este último le lleva en coche a la facultad, pues está a punto de empezar su primer semestre como estudiante de Bellas Artes. La profesora Armagan propone en clase un ejercicio de meditación que provoca que Dalton tenga visiones en las que aparece una extraña puerta roja que conduce a un mundo demoníaco conocido como el Más Allá

La terrorífica y notable Insidious –de la compañía Blumhouse– tuvo una secuela más o menos a la altura, donde repetían James Wan como realizador y guionista, Leigh Whannell como el otro libretista, y Patrick Wilson y Rose Byrne como protagonistas. Después se rodaron dos precuelas, centradas en la parapsicóloga Elise Rainier, encarnada por Lin Shaye. De nuevo se recupera a los personajes originales en esta quinta parte, que supone la ópera prima como realizador de Patrick Wilson, que hasta canta un tema de la banda sonora que aparece en los títulos de crédito. Le apadrinan en tareas de producción Wan, Whannell y hasta Oren Peli, autor de Paranormal Activity.

Pese a su inexperiencia, Wilson logra un ritmo trepidante, y sobre todo se luce con la dirección de actores, con buenos trabajos de Ty Simpkins (Dalton) y la joven Sinclair Lewis (alegre compañera de habitación de Dalton). Aparecen brevemente la todoterreno Hiam Abbass (la profesora Armagan) y la citada Byrne. Y hasta logra algún susto eficaz, sobre todo la aparición de una espantosa anciana mientras Josh está atrapado en una máquina de resonancia magnética. Pero el guión aporta pocas ideas novedosas o que realmente funcionen, así que el film se va desinflando poco a poco hasta llegar a un final decepcionante. Quizás pueda atraer a los aficionados al terror que no esperen una gran maravilla, pero está muy lejos de las dos primeras entregas.