El rostro de Amanda Peet lleva desde los años 90 deambulando por la pequeña y la gran pantalla, pero por alguna razón la actriz nunca ha logrado ese reconocimiento ‘mainstream’ capaz de hacer que los fotógrafos sigan sus pasos y que todo el mundo visualice su rostro de forma inmediata al escuchar su apellido. Sí: te suena de ‘Seinfeld’ y la has visto junto a Jack Nickolson, pero es probable que al leer su nombre hayas tenido que buscar su imagen en Google.

Ha sido gracias a ‘Dirty John: The Betty Broderick Story’ cuando ha logrado un mayor empuje laboral, en gran parte a que nos encontramos en un momento en el que las actrices pueden interpretar a profundos y complejos personajes que no son satélites destinados a orbitar alrededor de los personajes masculinos ni a ser sus ‘manics pixie dream girls’. Quizás precisamente por eso Amanda Peet le ha dado ahora un nuevo (y definitivo) giro a su carrera, un ‘twist’ con el que por cierto ha conseguido por fin ese aplauso y reconocimiento que la actuación no le había llegado a aportar del todo, tal vez porque si a las mujeres se les exige el doble para ser valoradas, cuando son bellas, las exigencias se triplican. Lo sabemos: resulta paradójico que a las actrices se les exija un físico determinado para triunfar, pero también que cuando demuestran que su materia gris es tan atractiva como su físico, tengan que toparse con la sorpresa del público.

Amanda Peet forma parte de una creciente oleada de actrices que tras años presas de las imposiciones de la industria del cine y de la televisión, se han rebelado para demostrar que sus voces, sus opiniones y sus ideas no solo han de ser escuchadas, sino que el público quiere hacerlo

Con la serie de Netflix ‘La Directora’, que ha co creado, ha demostrado que no hace falta recurrir a grandes artificios ni a campañas de marketing hiperbólicas para conseguir capturar la atención de un público que entre sus empachos de violencia a prueba de calamares y sus sesiones de “porno para mamás”, parecía incapaz de prestar atención a una serie carente de adredalina, giros de guión recurrentes ni sexo como aderezo. Sin embargo, la audiencia y la crítica se han enamorado de esta mini serie, una comedia romántica que trata sobre la cultura de la cancelación, el racismo y la misoginia que rigen el ámbito educativo.

Su protagonista, Sandra Oh, se convierte en la primera directora femenina del departamento de inglés de la Universidad de Pembroke (si estás buscándola, déjalo: es ficticia), y a lo largo de sus capítulos, la serie debate acerca de las nuevas“mapaternidades”, los sueños y anhelos de diferentes generaciones, el activismo, el sexismo, los desafíos a los que se enfrenta una mujer al tener que transformar las estructuras de su nueva realidad e incluso lo tedioso que resulta en ocasiones tener que lidiar con una Generación Z ansiosa por luchar contra las injusticias. De hecho, la forma en la que te enfrentes a las diferentes reacciones de los estudiantes a lo largo de la serie ante una sucesión de tropiezos dejará bien claro cuál es tu edad. Lo decimos porque en alguna ocasión nos hemos sorprendido pensando “¡qué cansinos!” y nos hemos dado cuenta de que estamos mucho más cerca del profesorado que del grupo estudiantil. Pausa dramática para que una lágrima recorra nuestra mejilla…

amanda peet y su marido david benioff
Christopher Polk
Amanda Peet y su marido David Benioff.

La dueña del storytelling

Pero, ¿por qué no ha querido Amanda Peet formar parte de la trama, como sí han hecho muchas otras que han decidido tomar el control del contenido que protagonizan? La actriz, que ha creado esta divertida y aclamada serie junto a la guionista Annie Julia Wyman (que ha estudiado e impartido clases en Harvard) y que ha contado con los co creadores de ‘Juego de Tronos’, Daniel Weiss y David Benioff (marido de Amanda) como productores de la serie, asegura a ‘Variety’ que cuando se planteó hacerlo, “quería que el personaje tuviera acento inglés o llevara corsé sin razón aparente, o tuviera una escena en la que rompiera a llorar de forma histérica y luego se metiera heroína. Me di cuenta de que no podía lograr que mi ego se mantuviera al margen, y por eso pensé en que otra persona interpretara al personaje, porque es la forma en la que soy capaz de escribir una historia mejor”. Minipunto para Amanda, que ha sabido reconocer que en ocasiones, el papel perfecto no es el que se escribe para una misma, sino para las demás.

La brillantez de la serie reside en que no existen maniqueísmos y en la capacidad de Peet de bordar una comedia en la que se tratan temas profundos y actuales sin aparente esfuerzo y sin rastros de esnobismo.

Fue en 2013 cuando sorprendió por primera vez al mundo al mostrar sus habilidades como dramaturga al presentar ‘The Commons of Pensacola’, una obra teatral que fue bien acogida interpretada por Sarah Jessica Parker y Blythe Dqanner. Cinco años después repetía experiencia con ‘Our Very Own Carlin McCullough’, convirtiéndose así en una talentosa profesional que cansada de toparse con las barreras que Hollywood le pone a las actrices con el paso del tiempo, decidió convertirse en la creadora de las historias.

amanda peet
Daniele Venturelli
Amanda Peet

De esta forma el huracán Peet sigue el fenómeno de Olivia Wilde, otra actriz que demostró con la hilarante Super Empollonas ser mucho más que una cara bonita. Reese Witherspoon, Kaley Cuoco, Jennifer Aniston o Margot Robbie son otros ejemplos de cómo dominar una industria tan patriarcal como la de la universidad de la serie ‘La directora’, pues cansadas de que la industria les negara papeles interesantes o les impusiera una dirección ajena a sus voluntades, todas optaron por tomar los mandos de la producción de sus proyectos.

Con esta ‘workplace comedy’ Amanda Peet ha dejado claro que la clave para ser poderosa en la industria audiovisual es tener el control del relato, y ella ha decidido hacerlo escribiendo con una sensibilidad, delicadeza y sentido del humor que hacen que ‘La Directora’ se erija como la exitosa apuesta con la que Netflix intenta (y logra) resarcirse de su interior intento de ahondar en la dimensión política de los escenarios educativos, como lo fue ‘The Politician’, de Ryan Murphy.

Lo que queda claro es que Amanda Peet le ha demostrado a Netflix que se puede generar contenido interesante ajeno al gran data y, pese a todo, triunfar por todo lo alto. Eso, que no hace falta que los personajes de una serie lleven monos rojos para alcanzar el éxito y que el boca a boca sigue funcionando, claro.