Anteo
Cuando me tiendo en el suelo
me alzo colorado como una rosa al alba.
En las peleas arreglo una caída en el campo
para frotarme con arena
lo que es revitalizante
como un elíxir. No puedo desprenderme
del largo perfil de la tierra, sus ríos-venas.
Aquí abajo, en mi cueva,
ceñido a raíz y a roca,
Me acurruco en la oscuridad que me engendró
y que nutrió cada arteria
como un pequeño montecillo.
Que venga un nuevo héroe
en busca de las manzanas doradas y de Atlas.
Debe luchar conmigo antes de adentrarse
en el reino de la fama
entre realeza y divinidades;
él podría arrojarme y así causar mi renacimiento
pero que no planee, al separarme de la tierra,
mi elevación, mi caída.
Hércules y Anteo
Nacido del cielo y real,
estrangula-serpientes, arroja-estiércol,
su mente llena de manzanas doradas,
su futuro colgado de trofeos,
Hércules tiene la medida
de resistencia y poderes negros
que nutren el territorio.
Anteo, el abraza-moho
es destetado al fin:
una caída era una renovación
pero ahora está alzado;
la inteligencia del rival
es una espuela de luz
una punta azul que lo remueve
de su elemento
hacia un sueño de pérdida
y orígenes: la oscuridad que arrulla
los ríos-venas, las secretas hondonadas
de su fuerza,
las tierras incubadoras
de la cueva y el subterráneo,
todo se lo ha legado
a los poetas. Balor morirá
y Byrhtnoth y Toro Sentado.
Hércules levanta sus brazos
en una V despiadada,
su triunfo sin quebrantar
por los poderes que ha sacudido,
y levanta y amontona a Anteo
alto como una cresta perfilada,
un gigante durmiente,
papilla para los desposeídos.
*
Seamus Heaney siempre se sintió atraído por el mito de Anteo, el gigante hijo de la Madre Tierra y de Neptuno, al cual enfrenta Hércules en su onceavo trabajo (obtener las manzanas doradas del jardín de las Hespérides). Algunos de sus críticos, como David Huerta y Helen Vendler, han identificado en este par de poemas un proceso de empatía y distanciamiento crítico ante la dimensión mitopoética de la tierra (como dadora de vida, como alegoría de la materialidad, como Heimat, etcétera). Luego de la buena recepción que tuvo Muerte de un naturalista, Heaney escribió “Anteo” en 1966, un monólogo dramático donde se identificaba con esta figura que toma su energía de la tierra. Aunque, en la mayoría de las versiones, el jardín de las Hespérides está custodiado por Ladón (un dragón de cien cabezas), y Hércules se encuentra a Anteo posteriormente, la tercera estrofa de este poema nos da a entender que, para Heaney, es el propio Anteo quien vigila el jardín. Sólo en la última estrofa vislumbra el gigante su final a manos del hijo de Zeus, que constituye el tema del segundo poema, “Hércules y Anteo” (escrito en la década de los setenta, cuando se recrudeció la violencia en Irlanda por motivos políticos). Los epítetos del segundo verso, «ahorca-serpientes» y «arroja-estiércol», se refieren a trabajos previos de Hércules (la hidra de Lerna y los establos de Augías). Balor es un rey gigante de la mitología céltica; Byrhtnoth fue un duque de Essex, protagonista del poema medieval anglosajón La batalla de Maldon, mientras que Toro Sentado fue elegido como jefe supremo de la nación Sioux ante el acoso del ejército estadounidense. Los tres personajes tienen en común ser líderes que a la postre fueron vencidos; con Anteo comparten el hecho de ser gigantes derrocados (literal o figuradamente). En su discurso de 70º aniversario, Heaney afirma que el mito de Anteo y Hércules nos enseña a vivir entre dos reinos, el de la realidad y el de la imaginación: “Debemos mantener nuestros pies en la tierra para significar que nada está debajo de nosotros, pero también debemos alzar la mirada y decir: ‘Nada está más allá de nosotros’”.