(DOC) ESCUELA ESCOCESA DE PENSAMIENTO | Jonathan Santiago Ferreiro - Academia.edu
ÍNDICE MARCO HISTÓRICO........................................................................................2 PRINCIPALES FIGURAS.................................................................................4 ADAM SMITH....................................................................................................6 VALORACIÓN FINAL....................................................................................10 El conocimiento de la escuela escocesa de pensamiento resulta indispensable para la comprensión del sistema económico europeo actual. Este trabajo pretende analizar, por tanto, el marco histórico en el que surgió dicha escuela y a sus principales representantes, centrándose fundamentalmente en la figura de Adam Smith, a quien se le considera como el padre del liberalismo económico, sobre todo, a raíz de la publicación de su obra cumbre, La riqueza de las naciones. MARCO HISTÓRICO. El nacimiento de la escuela escocesa se encuentra íntimamente ligado a los procesos revolucionarios que tuvieron lugar en la Inglaterra del XVII. La concepción absolutista de la monarquía que manifestaron gobernantes como Jacobo I (1603 – 1625) Quien antes de acceder al trono de Inglaterra, como rey de Escocia, en el año 1598, publicó una obra titulada Verdadero Derecho de las Monarquías Libres, en la que defendía el origen divino del poder real, considerando además que la ley debía emanar de los reyes y no al revés, en contraposición a teorías de autores como Edward Coke, que alegaban que eran las leyes quienes hacían al monarca. Véase: GARCÍA GALLEGO, Elio A., Common Law. El pensamiento político y jurídico de Sir Edward Coke, Ediciones Encuentro, Madrid, 2012, p. 27. , pronto chocó con los intereses del Parlamento inglés, que ante los intentos por parte de este monarca de reformismo religioso, y sobre todo, de creación de nuevos impuestos destinados a gravar sobre una sociedad empobrecida como consecuencia de las crisis económicas que afectaron a toda Europa durante este siglo Manifestadas en una alarmante caída de la producción agrícola., radicalizó sus posturas, lo que llevó, ya en tiempos de Carlos I (1625 – 1649), hijo de aquel, a los primeros enfrentamientos entre partidarios de la realeza (realistas) y parlamentarios (ironsides), que no se verían saldados hasta la culminación de tres guerras civiles La primera, 1642 y 1645; la segunda, entre el 48 y el 49, y la última, entre los años 1649 y 1651. y un interregno de más de diez años Desde el año 1649, hasta el año 1660, caracterizado por el establecimiento de un Protectorado. entre los años 1653 y 2659 , a cuya cabeza se encontraba la figura de Oliver Cromwel, nombrado Lord Protector a comienzos del mismo. , que finalizó con la restauración de la dinastía Estuardo en 1660, y su caída, con la llamada “Gloriosa Revolución”, en el año 1688. Los procesos revolucionarios fueron llevados a cabo por la gentry, conformada por sectores de la aristocracia que defendían la propiedad privada, ya que eran poseedores de tierras que entre los años 1530 – 40 le habían sido incautadas a la iglesia católica, y compradores de los llamados enclosures Enclosures (“cercados”): “tierras comunales” (common lands) cercadas y vendidas como forma de favorecer la explotación privada, en detrimento de la explotación colectiva de pequeños agricultores.; y además, por parte de las clases medias del momento, compuestas por mercaderes, comerciantes, artesanos, pequeños propietarios agrícolas, etc., defensores también de la propiedad individual como elemento de diferenciación social, frente a una masa que no disponía de posesiones territoriales. Debido a ello, tras las victorias de los ironsides, encabezados por Oliver Cromwel, sobre los realistas a partir del año 1645, se produjo un proceso de abolición de las tenencias feudales y otras trabas a la propiedad, como el mayorazgo o la herencia, que llevó a un desarrollo capitalista de la agricultura, al verse propiciado el mercado de la tierra A través de las incautaciones a la iglesia católica, la libertad de venta de tierras a los herederos, la garantía de trasmisión directa de las herencias, la posibilidad de venta de tierras por parte de la monarquía como forma de financiación de la hacienda real, la expropiaciones propias del proceso revolucionario y la proliferación de los enclosures.. El desarrollo de este sistema agrícola tuvo sus detractores entre diversas capas de la sociedad inglesa del momento. Además de la aristocracia feudal, los estratos más bajos del campesinado se vieron afectados negativamente por todo este proceso El cercamiento de tierras comunales (enclosures) provocó la expulsión de las mismas de aquellos campesinos que anteriormente se veían beneficiados por el uso y disfrute de ellas, conocidos con el nombre de squatters. Estos se vieron obligados, como consecuencia de ello, a desplazarse a las ciudades en busca de sustento o a convertirse en jornaleros. Su situación empeoró a partir del año 1760, con la promulgación de las “Leyes de Cercamiento” (Enclosure Acts), que establecieron la definitiva “división, el reparto y el cercamiento de los campos, praderas y dehesas abiertas y comunes y de las tierras baldías y comunes”, acabando por completo con los “campos abiertos” (open fields), que servían también de sustento complementario para pequeños campesinos cuyas escasas posesiones no les permitían apenas mantenerse, por lo que estos, a su vez, se vieron obligados a vender sus granjas. Además, el cercado de la tierra perjudicó también a aquellos ganaderos que se beneficiaban del uso de las tierras comunales para alimentar a su ganado. Para mayor información, véase: BEAUD, Michel; Historia del Capitalismo: de 1500 a nuestros días; Ariel, Barcelona, 1984., llegando incluso a conformar grupos radicales (diggers) que promulgaron los beneficios la propiedad comunal a través de la formación de colonias comunitarias. No obstante estos últimos no lograron frenar el avance del capitalismo, ya que a partir de la revolución de 1688, los llamados “hombres de propiedad” alcanzaron el poder necesario para imponerse a la figura del monarca, mientras que, a su vez, se recortaba la participación de las clases populares en la vida política, prohibiéndose además su actuación en los juicios en condición de jurados, y creándose, por otra parte también, un sistema educativo destinado a hacer cada vez más visibles las diferencias sociales entre estas y los primeros FONTANA, Joseph, Historia: análisis del pasado y proyecto social, Austral, Barcelona, 2013, p. 80.. Todo ello dio lugar al nacimiento de una Inglaterra polarizada en dos sectores. Por un lado encontramos a los whigs, hederos de aquellos partidarios de la revolución, que poseían una concepción de la sociedad basada en las teorías de John Locke (1632 – 174) sobre el gobierno civil, fundamentadas en la cesión de la soberanía del pueblo a un monarca que además de garantizar la protección de sus súbditos, pudiera ocuparse también de la salvaguarda de las propiedades de los mismos. En contraposición, los tories, antiguos realistas, se encontraban más ligados a los hábitos comunales de la vida campesina. Este hecho provocaba la confrontación entre ambos FONTANA, Joseph, Opus cit., pp. 80 – 81.. En este marco nace la escuela histórica escocesa, como medio de estudio de la nueva situación social, y de legitimación del capitalismo naciente, al presentar una concepción de la historia centrada en la evolución del ser humano encaminada a un ascenso hacia dicho sistema. PRINCIPALES FIGURAS. La escuela escocesa surge, por tanto, a partir de unas primeras formulaciones basadas en unas concepciones whig de la historia, matizadas y ampliadas a partir de teorías de pensadores como Hobbes (1588 – 1679) y John Locke Basadas en una concepción individualista del hombre, en el empleo de la ley o estado natural como una forma auto-conservación, en la necesidad de realización de un pacto o contrato como medio para salir del estado de la naturaleza y en la importancia de la sociedad política como forma de solventar los males y problemas en el estado de la naturaleza; todo ello por consideración del orden económico como análogo del universo físico descrito por Newton (1642 – 1727), que reflejaba la imagen de una sociedad humana jerarquizada y regida por el interés individual de los seres humanos; aunque con grandes diferencias entre estos dos autores, emanadas de las distintas perspectivas que cada uno de ellos ofrecía acerca de la sociedad humana. Véase: VAGNANY, Tomás, “El pensamiento político de John Locke el surgimiento del liberalismo”, en BORÓN, A. (comp.), La filosofía política y moderna. De Hobbes a Marx, Eudeba, Buenos Aires, 2001, pp. 41 – 76., padre del liberalismo, fundamentalmente. No obstante, el verdadero padre de la escuela histórica escocesa fue David Hume (1711 –1776), hijo de un terrateniente escocés. Tras dedicarse durante un tiempo a los negocios de su padre decidió trasladarse a Francia, donde decidió culminar los estudios que había iniciado en Bristol de forma autodidacta. En 1739 publicó su famoso Tratado de la Naturaleza Humana, obra que le dio fama de ateo A consecuencia del escepticismo corrosivo y destructivo que emanaba de esta obra, por el cual se desacreditaba la filosofía de la ley natural que venían defendiendo los principales representantes de la filosofía escolástica. Véase: NEWTON ROTHBARD, Murray, Historia del Pensamiento Económico. Volumen I: El pensamiento económico hasta Adam Smith, Unión Editorial, Madrid, 2012., acrecentada tras la divulgación de su Investigación sobre el conocimiento humano (1548) y su Investigación sobre los principios de la moral (1751). Aunque no pudo alcanzar una cátedra universitaria debido a ello, Hume fue nombrado director de la Biblioteca de Edimburgo, lo que le proporcionó los materiales necesarios para la confección de su obra más ambiciosa, conocida con el nombre de Historia de Inglaterra (1754 – 1762), que consta de diez volúmenes, escrita desde una óptica que puede considerarse tory. La aportación de Hume al campo de la teoría de la historia, por la cual se le considera el fundador de la escuela escocesa, se encuentra, sin embargo, en las aproximadamente cien páginas que componen sus Discursos Políticos, surgidos hacia el año 1752, en las que considera que las distintas etapas del desarrollo humano están estrechamente ligadas a las actividades económicas Hume distinguió una primera etapa de salvajismo en la que los hombres se dedicaban a la caza y a la pesca, seguida de otra segunda etapa en la que se pasó directamente a un desarrollo desigual de la agricultura y de las manufacturas, basado en la división del trabajo y en la articulación del mercado. Dentro de esta segunda etapa, estos mecanismos (división de trabajo y mercado), actuarían internamente sobre la base del intercambio de excedentes campesinos por manufacturas locales. Posteriormente, factores como el comercio exterior, cuyo progreso estaría basado en un interés por parte de los individuos por los productos de lujo, daría origen a nuevo modelo de mercado, caracterizado por la competencia entre comerciantes, que luego daría lugar al surgimiento de la industria local, a raíz de los intentos de dichos comerciantes de imitar aquellos productos de lujo foráneos que eran demandados. Todo ello, que Hume consideraba progreso, forma parte de las bases del capitalismo y del pensamiento económico de Adam Smith, a quien se le considera como el padre de esta doctrina económica. Véase: FONTANA, Joseph, Opus cit., pp. 85 – 86.. Esta consideración, esencia de la escuela escocesa, fue posteriormente ampliada por la figura de Edward Gibbon (1737 – 1794), quien en el año 1768 comenzó a escribir el primer volumen de la obra Decadencia y caída del Imperio romano, que no vería la luz hasta ocho años más tarde, en la que se ofrece una visión del progreso económico cuyo exponente último sería el capitalismo, basada en el análisis de los adelantos del ser humano, que desde un origen salvaje y primitivo, fue capaz de desarrollar, gracias a la aparición de individuos geniales y grupos ilustrados, avances en campos como el de la ley, la política, las artes, las ciencias, el comercio, etc., que perviven en el tiempo y que acaban por extenderse, pese a la sucesión de determinados momentos en los que parece que estos avances pueden peligrar. Tras Hume y Gibbon, otros autores como Adam Ferguson Autor del Ensayo sobre la historia de la sociedad civil (1767), obra de historia natural en la que se rechaza la teoría del contrato social de Rousseau, mostrando, antes de la llegada de Adam Smith, que las instituciones surgen de forma espontánea y no deliberadamente; así como que la división del trabajo genera progreso, pero también alineación. Creía en el progreso basado en un estoico ideal del perfección y en la actuación del ser humano en función de su voluntad de poder, rechazando la actuación en base exclusivamente de la búsqueda de placer. Véase: PERDICES DE BLAS, Luis, Diccionario de Historia del Pensamiento económico, Ecobook, Madrid, 2008, p. 42. ( 1723 – 18169) y Willian Robertson Quien contribuyó a la difusión de las ideas de la ilustración escocesa a través de obras como su Historia del emperador Carlos V (1769) y su Historia de América (1777). ( 1721 – 17939) se dedicaron también a difundir las teorías de la escuela histórica escocesa; aunque sin contribuir demasiado a enriquecerlas. Habría que esperar a la puesta en escena de la figura de Adam Smith, de quien se hablará en el siguiente punto, para poder asistir al apogeo del desarrollo de dichas teorías. ADAM SMITH Para el desarrollo de este punto se ha empleado la siguiente obra como referencia: J. BARBER, William, Historia del pensamiento económico, Alianza Universidad, Madrid, 2005, pp. 25 – 52.. Nació en el año 1723 en el seno de una familia modesta de las Tierras Bajas de Escocia. Educado por su madre, a la temprana edad de catorce años ingresó en la universidad de Glasgow, donde conoció al profesor Hutcheson (1694 – 1746) A quien se la atribuye la conocida frase “la mayor felicidad para el mayor número”. , cuya defensa de las libertades políticas y religiosas, que chocaban con las teorías rampantes emanadas del pensamiento teológico ortodoxo del momento, influirían enormemente sobre su alumno; así como también lo haría su visión naturalista de cuestiones relacionadas con la moral. En el año 1740 le fue concedido una beca La Snell Exhibiton, creada en el año por sir John Snell en el año 1677 con motivo de ofrecer la oportunidad a jóvenes con notable talento para los estudios de continuar sus estudios de postgrado. para continuar con sus estudios en el Balliol College de Oxford, donde no destacó en demasía no obstante, debido a roces con profesores y compañeros, a los que criticaría posteriormente. Fue allí donde empezó a manifestar una creciente simpatía hacia las obras de Hume (uno de los motivos que hicieron tirantes sus relaciones con los tutores de Oxford). Regresó a Escocia en 1746, donde solicitó un puesto como profesor, que no le sería concedido hasta cinco años más tarde, momento en el que la universidad de Glasgow le ofreció la posibilidad de ocupar la cátedra de Lógica, pasando al año siguiente a la de Filosofía Moral Al frente de la cual se encontraba Hutcheson con anterioridad.. Durante esta etapa de su vida publicó, en el año 1759, La teoría de los pensamientos morales, primer intento de formular el carácter de un orden moral de la sociedad, analizando la conducta del ser humano a partir de tres grupos de motivos: 1) el egocentrismo y el altruismo; 2) el deseo de libertad y el sentido de la propiedad, y 3) el hábito de trabajo y la propensión al intercambio. Estos sentimientos naturales se equilibraban entre ellos, sosteniendo un orden social en el que cada hombre, al permitírsele perseguir sus propios intereses, promovía de manera inconsciente el bien común En este sentido se observa la influencia de su maestro. A lo largo de las historia, las teorías acerca de cómo poder alcanzar el bien común han sido tantas y tan diversas, que no pueden ser resumidas en este trabajo. Para un conocimiento de las mismas, resulta oportuno, por tanto, acercarse a estudios como el que se recomienda a continuación: ARGANDOÑA, Antonio, “El Bien Común”, en: Documento de Investigación de la Cátedra “la Caixa” de Responsabilidad Social de la Empresa y Gobierno Corporativo, IESE Busines School, Universidad de Navarra, Barcelona, DI-937 (julio de 2011).. Smith renunció a su cátedra en el año 1762 para aceptar un empleo como tutor del hijo del duque de Bluccleuch, hecho que le proporcionó la oportunidad de viajar por todo el continente, un sueldo atractivo, y sobre todo, tiempo suficiente con el que poder dedicarse a la gestación de lo que se considera su obra más importante: La riqueza de la naciones. The Wealth of Nations fue publicada en el año 1776, y en ella, Adam Smith, en base a los estudios de Hume, a quien consideraba amigo y mentor, defiende ya desde el principio que el progreso económico se debe fundamentalmente a la “división del trabajo” “Los mayores adelantamientos en las facultades, ó principios productivos del trabajo, y la destreza, penda, y acierto con que éste se aplica y dirige en la sociedad no parecen efectos de otra causa que de la división del trabajo mismo”. SMITH, Adam, Investigación de la naturaleza y causa de la riqueza de las naciones, edición de José Alonso Ortiz, Valladolid, 1794, tomo I, p. 7., entendida en dos sentidos fundamentales. El primero de ellos hace referencia a la especialización de la mano de obra, que acompaña al progreso y trae consigo la mejora de la capacidad productiva y una mejor preparación, destreza y juicio del empleado a la hora de realizar dicho trabajo Ibid, tomo I, p. 1.; es decir, a la subdivisión de tareas, que no obstante sólo resultaría plenamente beneficiosa en sociedades cuya capacidad de producción permitiera la obtención de excedentes para el intercambio Ya que viene determinada por la “extensión del mercado”, debido al hecho de que si esta “es corta, ó poco considerable, ninguno se anima á dedicarse enteramente á un empleo ó destino, por falta de disposición para permutar el sobrante producto del trabajo propio por aquella que necesita del producto del trabajo ajeno”. Ibid, tomo I, p. 27.. El segundo se refiere a al división de la fuerza de trabajo en cuanto a la que se emplea en trabajo útil y la que no se encuentra útilmente empleada Ibid, tomo I, p. 1.. Este caso remite, por tanto, a la distribución de la fuerza de trabajo en diferentes modalidades de empleo. En relación con este último sentido, Smith, a consecuencia de su preocupación por el proceso de expansión económica a largo plazo, realiza una primera división de la población activa en dos categorías principales, en función de su capacidad de producción de objetos tangibles y de excedentes. Dentro de esta población, encontraríamos entonces a personas dedicadas a empleos “productivos” (obreros y artesanos fundamentalmente) y aquellas dedicadas a empleos “improductivos”, como profesionales liberales, bailarines, jugadores, etc., cuyos esfuerzos no contribuían a generar mayor riqueza para la sociedad del mañana. Continuando de nuevo con las postulaciones de David Hume, Smith atribuye gran importancia al mercado como elemento regulador de la división del trabajo. Para poder explicar este hecho, analiza en su obra factores determinados de dicho mercado, como el valor, la distribución de la renta o la acumulación del capital. En lo referente al valor, Adam Smith realiza una distinción entre el “valor de uso”, es decir, aquel que posee un objeto en función de su capacidad para satisfacer una necesidad BORISOVICH BORICV, Oleg, ZHAMÍN, V. A., MAKÁROVA, M. F., Diccionario de economía política, edición digital en: http://www.eumed.net/cursecon/dic/bzm/index.htm (última visita en el 25/05/13)., y “valor de cambio”. Este último es el que considera verdaderamente interesante desde el punto económico El valor de cambio puede definirse como la capacidad de obtención de un bien. En La riqueza de las naciones, la medida de este valor de cambio viene dada en función del trabajo. Este hecho puede llevar a distintas interpretaciones sobre él: 1) aquella que hace referencia a que el valor de un bien está basado en la cantidad de trabajo empleado para producirlo, y 2) aquella que tiene en cuenta otras consideraciones, como el capital y la tierra, fundamentalmente La primera interpretación seria válida en el caso de sociedades anteriores a la propiedad privada y a la acumulación del capital, donde el comercio se basaba en el trueque, y donde las mercancías eran valoradas en función del esfuerzo que le hubiera supuesto a una determinada persona la obtención de dichas mercancías (bienes, cultivos, etc., que no poseyera y desease; lo que se denomina “trabajo incorporado”). En sociedades más desarrolladas, en las que el factor trabajo sigue resultando el más importante no obstante para la obtención de riquezas y tierras, el valor de las mercaderías (de los bienes) no puede ser ya medido sólo a raíz de él, ya que en ellas dicho valor se permuta principalmente en dinero, y en muchas ocasiones, en cantidad de grano. De todo ello habla Adam Smith en el quinto capítulo del primer libro de la obra que se viene comentando: SMITH, Opus cit., pp. 41 – 80.. Teniendo en cuenta, por tanto, que el valor de cambio de un bien se da en función del trabajo, la tierra y el capital, Smith establece que el “precio natural” de dicho bien, es decir, el precio del valor, quedaría determinado entonces por los salarios (al suponer los mismos la remuneración del trabajador por el esfuerzo realizado), las rentas de la tierra (ya que se tratan de la remuneración de los propietarios de la misma) y los beneficios (al ser estos la remuneración de los propietarios de capital). A este precio natural de un bien, no obstante (para precisar correctamente el valor de un bien determinado), habría que añadirle además el llamado “precio de mercado”, que se establece por la relación entre la cantidad en el mercado de dicho bien y la demanda de aquellos que están dispuestos a pagar el precio natural del mismo Lo que se conoce comúnmente como la “ley de la oferta y la demanda”. A toda la cuestión referida al precio natural y precio de mercado dedica Adam Smith el capítulo VII del primer tomo de su obra: SMITH, Opus cit., pp. 92 – 107.. A raíz de la consideración de que el precio natural esta compuesto por los salarios que recibían los trabajadores, los beneficios que iban a parar a los propietarios de capital y las rentas obtenidas por los propietarios de tierras Lo que da pie, por consiguiente, a una visión tripartita de la sociedad en distintos órdenes, compuestos por los miembros de la clase trabajadora, por un lado; de la capitalista, por otro, y de la de los terratenientes, por último., Adam Smith desarrolla su análisis de la distribución de los ingresos nacionales (de la distribución de la renta) entre los diferentes estamentos sociales surgidos de la misma, estableciendo que esta depende de las circunstancias generales de la economía. En cuanto al volumen de fondos destinado al pago de los salarios A los salarios del trabajo dedica Adam Smith el capítulo VIII del primer libro su obra: Ibid., tomo 1, pp. 107 – 145., que debe ser suficiente para mantener la mano de obra en una condición sana y productiva, en La riqueza de las naciones se defiende la idea de que resultará más alto en momentos en los que la economía se encuentre en expansión, más bajos cuando se encuentre en declive, y no cambiará cuando la economía se encuentre en una fase estacionaria Lo que tiene que ver con los procesos de producción de y cambio, que comienzan con la “inversión inicial” que los miembros de la clase capitalista y de la terrateniente realizan con motivo de la consecución del trabajo y los materiales necesarios para iniciar un “ciclo productivo”. Esta inversión, que repercute, por tanto, en los trabajadores, en forma de salario, sería gastada por los mismos en “bienes de subsistencia”, por lo que retornaría de nuevo a los patronos, quienes podían emplearla en la financiación de un nuevo ciclo. La demanda de trabajo para este nuevo ciclo dependería, por tanto, de los beneficios o rentas de la tierra que los susodichos patronos hubieran obtenido en ciclo anterior. En un periodo de expansión económica, en el que los beneficios y rentas y rentas son mayores, la demanda de trabajo, por tanto, aumenta, aumentado asimismo el fondo de salarios. Véase: J. BARBER, Opus cit., pp. 43 – 44.. Ocurre al contrario con los beneficios Los beneficios son tratados en el X capítulo del tomo I de la obra de Adam Smith: SMITH, Opus cit., pp. 145 – 250., aceptándose en la obra mencionada el hecho de que tienden a disminuir en las mismas circunstancias en relación, por un lado, a la idea de que cuanto más salario reciben los trabajadores, menos retribución económica recibe el propietario del capital; y por otro, debido al hecho de que los hombres de negocios, en momentos de bonanza económica, tienden a no emplear los beneficios obtenidos en la consecución de más, bajando con ello su tasa. La renta de la tierra La renta de la tierra se estudia en el capítulo XI: Ibid., tomo 1, pp. 250 – 464. , por su parte, tiende a subir en función de un mayor crecimiento poblacional y la mayor demanda de productos agrícolas; aunque no de forma proporcional, ya el crecimiento de la demanda no se encuentra en consonancia con el crecimiento de la producción, lo que provoca un encarecimiento de los precios de dichos productos agrícolas. Debido a ello, por tanto, son los terratenientes aquellos que perciben las rentas más altas, al verse beneficiados por este hecho. Para finalizar, en lo que se refiere al análisis de la política económica, Adam Smit considera el crecimiento económico como el fin básico, deseable más allá de toda disputa, y alega que para su consecución es necesario que los mecanismos que influyen el él actúen libremente sobre la base del juego de la oferta y la demanda, que son la “mano invisible” que controla el mercado, rechazando este autor cualquier forma mercantilista de regulación y control estatal. VALORACIÓN FINAL. Las teorías emanadas de la escuela escocesa de pensamiento dieron lugar a un desarrollo económico sin precedentes en la Inglaterra del XVII que resultarían ser la base del florecimiento de la Revolución Industrial un siglo más tarde. Dichas teorías, iniciadas por Hume, desarrolladas más ampliamente por Adam Smith, continuadas posteriormente por figuras como Edmun Burke Autor de las Reflexiones sobre la Revolución de Francia (1790), en las que defendía las ideas liberalistas de Adam Smith; aunque sustituyendo la mano invisible del mercado por la mano de Dios a la hora de armonizar los intereses individuales para el bien común. Véase: FONTANA, Joseph, Opus cit., p. 95. (1729 – 1797) y basabas fundamentalmente en la idea de progreso hacia el capitalismo, al que se llegaría a través del individualismo económico, por el cual cada individuo en particular pone todo su cuidado en buscar la forma de obtener el mayor rendimiento de un capital, lo que le beneficiaría notablemente (y a la sociedad en consecuencia); y a través de liberalización del mercado, evitando toda participación del estado en el mismo, suponen en mi opinión, no obstante, un deterioro de las relaciones sociales intercomunitarias, que considero básicas para el desarrollo pleno del ser humano como tal, ya desde los comienzo de la menciona escuela escocesa. Sin entrar en debates como el de la alienación y la cosificación que pueda provocar la cuestión de la división trabajo sobre el proletariado Planteados por figuras como Karl Marx (1818 – 1883), padre del comunismo, en su obra El capital, publicada en el año 1867., me pregunto hasta que punto puede resultar beneficioso socialmente el individualismo económico. Esta cuestión ya fue planteada en la Inglaterra de la época, como se ha podido apreciar. La defensa de la propiedad individual por encima de cualquier otra cuestión provocó ya por aquel entonces el descontento de las clases más desfavorecidas, que se vieron privadas de los beneficios que les proporcionaba el derecho de explotación de las tierras comunales, provocando como se ha visto, la división de la sociedad entre los partidarios de la revolución (wighs) y aquellos que no lo eran (tories), en función de la privación del acceso a la tierra a aquellos cuyos recursos no fueran suficientes como para poder comprar tierras. Este hecho puede trasladarse, por ejemplo, a la España del XIX. A lo largo de todo este siglo se aprecia también una división de la sociedad española entre aquellos que deseaban ver asegurados sus intereses individuales a través del liberalismo económico (liberales, en todas sus vertientes) y aquellos que estaban en contra de dicho liberalismo. Aunque es cierto que éste fue clave para la descomposición del Antiguo Régimen, resulta curioso ver como los estratos más bajos y a su vez más mayoritarios de esta sociedad española, compuestos por el campesinado, fundamentalmente, llegaron a defender incluso las fórmulas absolutistas de poder, protagonizando sucesos como la llamada “Revuelta de los Agraviats” del año 1826, o la “Guerra de los Siete Años” (1833 – 1840), como medio de garantizar un acceso a la tierra que no podía ser garantizado por las nuevas fórmulas capitalistas, y sí por las antiguas fórmulas feudales, como los “fueros”, entre otras cosas. En este sentido, creo que el desarrollo del liberalismo económico; aunque vital para el progreso económico, no resulta tan claramente beneficioso para el progreso social, ya que fomenta también las desigualdades sociales. De una sociedad no igualitaria dividida entre estamentos privilegiados y no privilegiados, se produjo el paso a una sociedad de clases asimismo desigual, en la que resultarían beneficiados nuevos grupos minoritarios como la burguesía capitalista y la aristocracia terrateniente, en detrimento de los estratos más bajos de dicha sociedad, como el proletariado y el campesinado, y habría que esperar por tanto al desarrollo de teorías que tuvieran en cuenta todos estos factores sociales, menos individualistas (con menor o mayor intervención estatal) para que cambiara toda esta situación. BIBLIOGRAFÍA ARGANDOÑA, Antonio, “El Bien Común”, en: Documento de Investigación de la Cátedra “la Caixa” de Responsabilidad Social de la Empresa y Gobierno Corporativo, IESE Busines School, Universidad de Navarra, Barcelona, DI-937 (julio de 2011). BEAUD, Michel; Historia del Capitalismo: de 1500 a nuestros días; Ariel, Barcelona, 1984. BORISOVICH BORICV, Oleg, ZHAMÍN, V. A., MAKÁROVA, M. F., Diccionario de economía política, edición digital en: http://www.eumed.net/cursecon/dic/bzm/index.htm (última visita en el 25/05/13). FONTANA, Joseph, Historia: análisis del pasado y proyecto social, Austral, Barcelona, 2013. GARCÍA GALLEGO, Elio A., Common Law. El pensamiento político y jurídico de Sir Edward Coke, Ediciones Encuentro, Madrid, 2012. J. BARBER, William, Historia del pensamiento económico, Alianza Universidad, Madrid, 2005. NEWTON ROTHBARD, Murray, Historia del Pensamiento Económico. Volumen I: El pensamiento económico hasta Adam Smith, Unión Editorial, Madrid, 2012. PERDICES DE BLAS, Luis, Diccionario de Historia del Pensamiento económico, Ecobook, Madrid, 2008. SMITH, Adam, Investigación de la naturaleza y causa de la riqueza de las naciones, edición de José Alonso Ortiz, Valladolid, 1794. VAGNANY, Tomás, “El pensamiento político de John Locke el surgimiento del liberalismo”, en BORÓN, A. (comp.), La filosofía política y moderna. De Hobbes a Marx, Eudeba, Buenos Aires, 2001. 14