El valor de la diversidad en Alejo y su lección de amistad

Había una vez en un pequeño pueblo llamado Villa Feliz, un niño llamado Alejo. A pesar de ser muy simpático y amable, Alejo sentía que sus compañeros de escuela no lo querían.

Siempre se quedaba solo en el recreo y nadie lo invitaba a jugar. Un día, cansado de sentirse excluido, Alejo decidió hablar con su maestra, la señorita Rosa. Ella era una mujer muy sabia y comprensiva que siempre estaba dispuesta a ayudar a sus alumnos.

"Señorita Rosa, ¿por qué mis compañeros no quieren jugar conmigo?", preguntó tristemente Alejo.

La señorita Rosa lo miró con ternura y le dijo: "Alejo, a veces las personas tienen miedo de acercarse a aquellos que son diferentes a ellos. Pero eso no significa que no te quieran. Tal vez solo necesitan conocerte mejor". Animado por las palabras de su maestra, Alejo decidió hacer algo al respecto.

Esa misma tarde, se acercó a Martín, uno de los chicos más populares de la escuela. "Hola Martín, ¿te gustaría venir a mi casa a jugar videojuegos este fin de semana?", propuso tímidamente Alejo. Martín lo miró sorprendido al principio, pero luego asintió con una sonrisa.

Ese fin de semana resultó ser muy divertido para ambos niños. Descubrieron que tenían muchas cosas en común y se convirtieron en buenos amigos. A partir de ese día, otros compañeros empezaron a acercarse también a Alejo.

Descubrieron lo divertido que era pasar tiempo con él y pronto se formó un grupo donde todos eran bienvenidos sin importar sus diferencias.

Alejo aprendió una gran lección: la importancia de ser valiente y dar el primer paso para construir amistades verdaderas. Se dio cuenta de que todos somos únicos y especiales a nuestra manera, y que la verdadera magia ocurre cuando nos abrimos a los demás sin prejuicios.

Desde entonces, Villa Feliz se convirtió en un lugar donde la diversidad era celebrada y todos eran aceptados tal como eran. Y todo gracias al coraje y la bondad de un niño llamado Alejo.