La culminación de un sueño

La tumba de Tutankamón, una búsqueda que obsesionó a Howard Carter

El 4 de noviembre de 1922 un escalón de piedra anunciaba la presencia de una tumba real desconocida. Hasta ese día, el arqueólogo Howard Carter había pasado años de búsqueda infructuosa en el Valle de los Reyes financiado por lord Carnarvon. Finalmente, cuando el conde inglés estaba decidido a no poner más dinero en una búsqueda que consideraba inútil, Carter le convenció para darle una última oportunidad que lo cambiaría todo.

Vista aérea del Valle de los Reyes, la necrópolis real tebana del Reino Nuevo donde Howard Carter descubrió la tumba de Tutankamón.

Vista aérea del Valle de los Reyes, la necrópolis real tebana del Reino Nuevo donde Howard Carter descubrió la tumba de Tutankamón.

Vista aérea del Valle de los Reyes, la necrópolis real tebana del Reino Nuevo donde Howard Carter descubrió la tumba de Tutankamón.

Francisco Anzola (CC BY 2.0)

"Me temo que el Valle de las Tumbas esté en la actualidad agotado". Con estas palabras, pronunciadas en 1912, el multimillonario norteamericano Theodore Davis, que desde 1902 era el poseedor de la licencia en exclusiva para excavar en el Valle de los Reyes, en la orilla occidental del Nilo, en Tebas, y que había obtenido excelentes resultados en sus búsquedas arqueológicas, daba por zanjada la cuestión.

Y es que, durante los últimos cien años, el Valle había sido "peinado" por más de 50 equipos arqueológicos, incluidos los financiados por Davis, que habían puesto al descubierto la mayoría de las tumbas reales de los grandes faraones del Reino Nuevo (1539-1077 a.C.) que allí fueron enterrados.

Pero había alguien que no estaba en absoluto de acuerdo con aquella afirmación. Se trataba de Howard Carter, un hombre que a lo largo de su carrera había seguido siempre su instinto y jamás prestó demasiada atención a las opiniones de los demás excavadores. Carter trabajó desde 1902 como primer director de excavaciones de Davis, bajo cuyo patrocinio hizo importantes descubrimientos, como la tumba de Tutmosis IV o la de Hatshepsut.

Pero en 1912, Davis renunció a su concesión en el Valle, convencido de que era imposible descubrir allí nada más. Entonces, un lord inglés que desde 1906 estaba excavando en Egipto para matar el aburrimiento, lord Carnarvon, se hizo con la concesión de los trabajos en el Valle a instancias de quien en aquellos momentos trabajaba para él: el insistente Howard Carter.

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¿Está agotado el Valle?

En realidad fue Gaston Maspero, que entonces era director del Servicio de Antigüedades, quien presentó en 1906 a Carter al aristócrata inglés, que se encontraba en Egipto por recomendación médica. Contra todo pronóstico, los dos hombres se hicieron muy pronto buenos amigos y excavaron entre 1907 y 1914 en el Valle de los Nobles, en Tebas, y en otros yacimientos situados en el delta del Nilo. Aunque donde realmente quería excavar Carter era en el Valle de los Reyes. Pero ¿por qué insistió tanto el arqueólogo en explorar un lugar donde, según todos los indicios, ya no quedaba nada interesante por descubrir?

Recipiente hallado en el "escondrijo de embalsamamiento" en el Valle de los Reyes por Theodore Davis. Museo Metropolitano de Arte, Nueva York.

Recipiente hallado en el "escondrijo de embalsamamiento" en el Valle de los Reyes por Theodore Davis. Museo Metropolitano de Arte, Nueva York.

Recipiente hallado en el "escondrijo de embalsamamiento" en el Valle de los Reyes por Theodore Davis. Museo Metropolitano de Arte, Nueva York.

PD
Collar floral descubierto en el "escondrijo de embalsamamiento" de Tutankamón. Museo Metropolitano de Arte, Nueva York.

Collar floral descubierto en el "escondrijo de embalsamamiento" de Tutankamón. Museo Metropolitano de Arte, Nueva York.

Collar floral descubierto en el "escondrijo de embalsamamiento" de Tutankamón. Museo Metropolitano de Arte, Nueva York.

PD

La realidad es que Carter creía que la tumba de un faraón poco conocido llamado Tutankamón se encontraba en el Valle, y no solo eso, sino que estaba intacta. La momia del rey no se había hallado en ninguno de los escondrijos reales que se habían localizado en la zona, y el arqueólogo pensaba que ciertos indicios sugerían que, en efecto, aquella sepultura aún esperaba a ser descubierta.

Carter estaba seguro de ello sobre todo a raíz del descubrimiento del llamado "escondite de embalsamamiento" (KV 54), un pequeño pozo que se había localizado en 1907 en el Valle bajo el patrocinio de Davis y que contenía elementos que parecían estar relacionados con el proceso de embalsamamiento y con el banquete funerario de Tutankamón: bolsas llenas de natrón (sal que se usaba para secar el cadáver), coronas de flores, restos de comida, jarras de vino con el sello real de Tutankamón y un fragmento de lino con el nombre de Trono del faraón: Nebkheperure. Davis anunció a bombo y platillo que se trataba de la tumba del rey, algo que Carter siempre rechazó.

En 1907, Davis descubrió en el Valle de los Reyes un pozo con elementos que parecían relacionados con el proceso de embalsamamiento y el banquete funerario de Tutankamón.

Dibujo que muestra la situación de la tumba de Tutankamón en el Valle de los Reyes.

Dibujo que muestra la situación de la tumba de Tutankamón en el Valle de los Reyes.

Dibujo que muestra la situación de la tumba de Tutankamón en el Valle de los Reyes.

Cordon Press

Por todo ello, el arqueólogo británico estaba seguro de que la tumba del esquivo monarca debía de encontrarse en las inmediaciones, concretamente en un triángulo de tierra de una hectárea que abarcaba las sepulturas de tres faraones: Ramsés II, Merneptah y Ramsés VI. Carter cavó de un modo compulsivo en este espacio de tierra con una convicción cercana a la testarudez. Pero todo resultó infructuoso.

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A punto de arrojar la toalla

Tras años de búsqueda, a los que habría que añadir el paréntesis de la Primera Guerra Mundial, en el verano de 1922 lord Carnarvon empezó a pensar que estaba tirando su dinero absurdamente en una quimera y, decepcionado, decidió dejar de financiar las excavaciones y regresar a Inglaterra. De hecho, el conde había invertido 25.000 libras (aproximadamente medio millón de euros actuales) durante varias temporadas para conseguir tan solo tres jarrones de alabastro.

Carter intentó convencerlo por todos los medios de que estaba a punto de localizar la tumba de Tutankamón, incluso acudió al castillo de Carnarvon en Highclere (Inglaterra) para intentar persuadir al conde de que le concediera tan solo una temporada más. De hecho, tan desesperado estaba Carter que le dijo a su amigo que estaba dispuesto a financiarla él mismo de su propio bolsillo si fuera necesario (lo que no le dijo es de donde pensaba sacar el dinero). Al final, la firme determinación de Carter acabó convenciendo al aristócrata de financiar una última temporada de trabajos en el Valle. Pero no habría otra.

En el verano de 1922, lord Carnarvon empezó a pensar que estaba tirando su dinero absurdamente y, decepcionado, decidió dejar de financiar las excavaciones y volver a Inglaterra.

Castillo de Highclere, residencia de lord Carnarvon en Inglaterra.

Castillo de Highclere, residencia de lord Carnarvon en Inglaterra.

Castillo de Highclere, residencia de lord Carnarvon en Inglaterra.

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Carter volvió al Valle de los Reyes con la presión añadida del poco tiempo de que disponía. Sabía que era su última oportunidad de encontrar la tumba que tanto le obsesionaba, y estaba decidido a remover todas y cada una de las piedras del Valle si fuera preciso para dar con ella. Finalmente, el arqueólogo se fijó en el único lugar donde aún no había limpiado, delante de la tumba de Ramsés VI, un espacio donde en el pasado se construyó un grupo de cabañas para los antiguos trabajadores. Movido por una intuición, ordenó excavar justo debajo de donde estas se habían alzado.

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Premio a la tenacidad

La mañana del 4 de noviembre de 1922 apareció un escalón tallado en la roca. Los trabajadores fueron a buscar a Carter, el cual, impaciente, ordenó "con mal reprimida excitación" excavar de inmediato, y seguidamente fueron apareciendo, uno a uno, dieciséis escalones que descendían hasta una puerta tapiada cubierta por los sellos de la necrópolis, el dios cánido Anubis sobre nueve cautivos.

Tras la puerta se pudo atisbar un pasadizo subterráneo repleto de escombros y cascotes que medía ocho metros de largo y que se tardaría varios días de duro trabajo en despejar (al final del túnel se descubriría también una entrada bloqueada y sellada). ¿Se trataba de la entrada de una tumba desconocida? ¿Era la de Tutankamón?

Tras la puerta se pudo atisbar un pasadizo subterráneo repleto de escombros y cascotes que medía ocho metros de largo y que se tardaría varios días de duro trabajo en despejar.

Trabajadores egipcios proceden a cerrar la tumba de Tutankamón.

Trabajadores egipcios proceden a cerrar la tumba de Tutankamón.

Trabajadores egipcios proceden a cerrar la tumba de Tutankamón.

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De izquierda a derecha, lord Carnarvon, su hija Evelyn y Howard Carter en la entrada de la tumba.

De izquierda a derecha, lord Carnarvon, su hija Evelyn y Howard Carter en la entrada de la tumba.

De izquierda a derecha, lord Carnarvon, su hija Evelyn y Howard Carter en la entrada de la tumba.

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Las respuestas a todas esas preguntas iban a tener que esperar un par de semanas, hasta que lord Carnarvon, que estaba en Inglaterra, pudiera regresar a supervisar la excavación. Mientras tanto, Carter ordenó cubrirlo todo de nuevo con grandes piedras y puso vigilancia delante de la entrada para proteger el misterioso hallazgo hasta que llegase su amigo y mecenas.

El arqueólogo le envió un telegrama: "Por fin hemos hecho un maravilloso descubrimiento en el Valle: una tumba espléndida con sellos intactos. Hemos vuelto a cubrir la excavación hasta su regreso. Enhorabuena". La fascinante aventura del descubrimiento de la tumba de Tutankamón no había hecho más que empezar.