‘La mujer en la pared’, la impiedad humana | Televisión | EL PAÍS
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Columna
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‘La mujer en la pared’, la impiedad humana

La realidad supera, una vez más, a la ficción. En 2013 el primer ministro de Irlanda, Enda Kenny, pidió perdón por las décadas de estigma y las duras condiciones de las llamadas “lavanderías de las Magdalenas”

Ruth Wilson, en la serie 'La mujer en la pared'.
Ruth Wilson, en la serie 'La mujer en la pared'.Chris Barr (Chris Barr/SHOWTIME)

Con la contemplación de La mujer en la pared se confirman, cuando menos, dos cosas: que la BBC sigue siendo una de las mejores productoras de series de televisión y que una parte de la Iglesia Católica es responsable de las mayores crueldades imaginables. Sobre la calidad de la serie basta con verla y apreciar la extraordinaria interpretación de Ruth Wilson, su protagonista, y la sobria realización y producción en un pequeño pueblo costero irlandés del Condado de Galway.

Sobre las atrocidades de una parte de la Iglesia Católica, la serie informa con amplia minuciosidad cómo era la vida cotidiana de una de las seis “lavanderías de la Magdalena” que existieron en Irlanda hasta mediados de los años noventa, una de las cuales estaba en el pueblo de nuestra protagonista, una institución que regentaban monjas católicas y en la que trabajaban en un régimen de esclavitud las jóvenes madres solteras o lo que se consideraba “mujeres desviadas”. Pero la crueldad no sólo era la relación laboral. Cuando las jóvenes parían les eran arrebatados sus hijos al nacer, que posteriormente eran vendidos al mejor postor.

Todo esto puede parecer una monstruosidad de la calenturientas mentes de Joe Murtagh y Jamie Hannigan, los guionistas de los seis capítulos de La mujer en la pared que exhibe SkyShowtime (también en Movistar Plus+), pero la realidad supera, una vez más, a la ficción. En 2013 el primer ministro de Irlanda, Enda Kenny, pidió perdón por las décadas de estigma y las duras condiciones de las llamadas “lavanderías de las Magdalenas”, un sistema de asilos que fueron dirigidos por monjas católicas, donde se forzaba a las mujeres a realizar trabajos físicos duros. Unas 10.000 mujeres jóvenes, muchas de ellas madres solteras, fueron detenidas y forzadas a trabajar en estas instituciones que comenzaron a operar en la década de 1920 e incluso seguían vigentes en los noventa, según un informe del gobierno que recogió en su día la BBC.

En La mujer en la pared, el personaje interpretado por Ruth Wilson fue una de las víctimas de las monjas y su constancia, en colaboración con el inspector de Dublín interpretado por Daryl McCormack, en la búsqueda de su arrebatada hija treinta años atrás es la que consigue desvelar la crueldad de una institución eclesiástica que contaba con la colaboración del Gobierno. Una más que notable serie que, además, permite conocer mejor la impiedad a la que puede llegar el ser humano.

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