• La temporada 2 de The Flight Attendant se estrena el 22 de abril en HBO Max
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El final de la temporada 1 de la serie de HBO The Flight Attendant son, en realidad, tres finales. Está el final de la trama detectivesca, en el que se atrapa al asesino (que ya sabíamos desde el capítulo 7 que era Buckley/Felix, que es diferente al de la novela, que era Miranda) y todo eso (por eso nos referimos al resto de la trama, que había quedado resuelto a mitad de la serie: qué había hecho Alex Sokolov para que le mataran). Está luego el final que sienta las bases para la segunda temporada (Megan huyendo después de que la hayan pescado pasando tecnología estadounidense nada menos que al Gobierno norcoreano, esa oferta de trabajo a Cassie en el avión en la penúltima escena y Miranda desapareciendo y dejándole misteriosamente el ejemplar de Crimen y Castigo a Cassie en el bolsillo de su abrigo de universitaria), aunque todo el mundo diga que nunca estuvo pensada la serie para tener una temporada 2. Y, por último, está el verdadero final, que es por el que merece la pena ver esta miniserie: el viaje de autoconocimiento del personaje de Kaley Cuoco. Cassie Bowden termina aceptándose a sí misma, reconociendo sus errores y empezando a soltar lastre, a lanzar por la borda todas las equivocaciones que no eran suyas. No hay nada más satisfactorio en ficción que el personaje que empieza una historia termine siendo alguien diferente al final, que se convierta en alguien que ha aprendido algo importante y que le ha hecho cambiar. La escena en el último capítulo en el que Cassie, sumida en sus mundos de Yuppie, habla con su yo de 12 años es más importante de lo que te piensas. "Esto no es culpa tuya. Tomarás muy, muy malas decisiones. Pero esto no es culpa tuya. Esto no va a decidir quién serás", le dice Cassie a su versión joven en su imaginación (la versión que se culpabilizaba porque su padre la hubiera convertido en una alcohólica antes de que cumpliera los quince años y le arruinara la vida volviéndola adicta al alcohol, además de cargarla con el peso de su muerte). Básicamente se está perdonando. ¿Cuántos de nosotros nos perdonamos por las cosas que hemos hecho mal y por las que no hemos hecho mal? Esa escena tiene algo de catarsis, no te hagas ahora el/la duro/dura. ¿Más cosas? De paso Cassie reconoce de una vez por todas -mira que le cuesta- que es alcohólica (que, ojo, descubrir la trama financiera detrás del asesinato y librarse de una acusación por asesinato estando borracha como una cuba durante los ocho capítulos es todo un mérito para el personaje, porque absolutamente todo lo gordo lo descubre estando completamente ebria). Vamos con todos ellos. (Sí, nosotros también hemos perdido la cuenta de cuántos vodkas se bebe Kaley Cuoco en cada episodio.)

michael huisman es alex sokolov, la víctima, en la serie de hbo the flight attendant
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El primer final, el de la trama detectivesca, es también, a su vez, dos finales: está la trama de Lionfish y está la trama de espionaje industrial de Megan (Rosie Pérez) para el Gobierno norcoreano (sí, al final era el Gobierno norcoreano y no unos villanos al uso). La trama de Lionfish, al final, tiene su miga. Alex Sokolov (Michael Huisman) desvió dinero de Lionfish, la empresa de sus padres, a una cuenta extranjera porque descubrió que algunos de sus clientes eran chungos y no merecían el dinero que tenían. Piensa en él como una especie de Robin Hood degollado. Hasta ese momento había sido solo un niño rico que trabajaba en la gestora de fondos sin plantearse nada en su existencia... hasta que se lo plantea (vaya, resulta que todos los clientes de papá y mamá son criminales, hmmm, voy a hacer algo con los míos). Son los famosos 200 millones de dólares de Victor, traficante de armas y villano de tres al cuarto. Victor es el tipo que encarga a Miranda recuperar su dinero y a Felix matar a Alex en Bangkok. Miranda no lo consigue por las buenas y Felix no lo consigue por las malas. Pero vamos que los dos trabajan para el mismo pájaro. Lo que no queda claro es por qué Miranda se apiada de Cassie y no la mata. En la novela original es una agente doble que también trabaja para el FBI, lo que explica que no le de matarile a Cassie, pero eso no nos vale para la serie, porque en la novela, Miranda, ejem, es la que asesina a Alex, y no Felix. En la serie no queda del todo claro: no puede ser solo porque Cassie es inocente y Miranda tiene un código de asesina (o sí). Tampoco creo que sea un interés amoroso, porque eso sería un deja vu como una catedral. Y Miranda nos lleva al segundo final.

La trama principal queda resuelta, salvo por un cabo suelto: Miranda está viva después del ataque de Felix en el ascensor (por cierto, una gran escena, aunque muy cortita) y se ha quedado con la cuenta a la que Alex deriva el dinero. Que Miranda (no le des muchas vueltas a cómo sobrevive, es un hueso duro de roer) le deje el libro a Cassie y escriba eso de "nos vemos pronto" es toda una invitación a una temporada 2 si la serie funciona en la plataforma. Es cierto que la serie, tanto la trama criminal como el viaje personal del personaje de Cassie, está planteada con un planteamiento, nudo y desenlace y que todo queda perfectamente cerrado en los ocho episodios. Y es ahí donde encaja la invitación de Shane Evans, el azafato que trabaja para la CIA, a Cassie para que se reúna con su jefa para incorporarse a los espías que surcan los cielos al tiempo que sirven Daiquiris en un avión. ¿Una temporada 2 que nos cuente como tratan de dar con Megan Briscoe recorriendo todo el mundo? Me apunto. Sería fabuloso: la espía doméstica triste que trata de huir del Gobierno. La mujer invisible se convierte en espía, chan, chan, chan. No en serio, la clave de la temporada 2 está en Miranda, el perfecto contrapunto a Cassie.

Me encanta la escena en la que dice: "He estado robando tecnología del ordenador de mi marido y se la he estado vendiendo al Gobierno norcoreano. Un hombre amable con una tarjeta se me acercó con una tarjeta y me pidió que descargara unos archivos. Y cada vez se fue haciendo más grande". Rosie Pérez clava el patetismo de su personaje. Y luego le añade la chispa necesaria para que nos apiademos de ella: "¿Nunca te has sentido invisible? Yo soy una mujer madura que se pasa el día siendo invisible. Los pasajeros, mi marido, mi hijo… tener un secreto, algo que solo pudiera hacer yo… era algo increíble. Cometí un error. Suelo confiar en la gente equivocada. Pero lo arreglaré. Encontraré la forma y lo arreglaré".

Porque que no se te olvide que también está la trama de espionaje industrial del Gobierno norcoreano. Desde que empezó la serie más de una y más de dos personas me han preguntado: pero, entonces, ¿están conectados los coreanos con la trama del tráfico de armas y con la muerte de Alex? Y la respuesta es que no tienen absolutamente nada que ver. El único nexo entre las dos historias es el personaje de Megan, que coincide que es compañera de trabajo de Cassie. Punto final. De nada.

Y vamos con el final fetén, del que nos apetece hablar a ti y a mí. Venga, tú también te has dado cuenta. Al final, Cassie se da cuenta de que no se había enamorado de Alex. Que sí, que es guapetón y rico, pero venga ya. Cuánto más sabe de él, menos le gusta. La escena del piso es elocuente. Nada de lo que allí ve le gusta. ¿Entonces, por qué le gustó en un principio? Ahí está el meollo de la serie: no se enamora de Álex, se enamora de ella misma, de la persona que es más allá del alcohol y de la culpa. Ella se enamora de la posibilidad de ser otra persona, que resulta que, al final, no era otra persona, sino ella sin todas las mentiras que se había echado encima. ¿No está nada mal para una serie de televisión?

Hay una gran escena en el episodio 8 cuando Cassie habla con la abuela de Enrico (sí, llama la atención que la abuela tenga ese control del idioma inglés, pero bueno, vamos a correr un tupido velo). El caballo de Troya de la serie está ahí. El personaje de Kaley Cuoco dice: "Tomamos decisiones y vivimos con ellas. Pero con las de otra gente… ¿cómo... [podemos vivir con ellas]?". La abuela de Enrico (es, por cierto, la primera abuela de ficción que me creo, quitando, sí, lo del idioma) la interrumpe para decir: "¿Quién tiene capacidad para cargar con las decisiones de otras personas?". Es una maravilla. Es verdad.