Juana Alarco de Dammert: El corazón que cuidó de los niños peruanos 

Juana Alarco de Dammert, cariñosamente conocida como la "Abuelita de los Niños," fue una figura destacada en la historia del Perú, se distinguió como una educadora y filántropa incansable, cuya vida estuvo dedicada a proteger y mejorar la vida de la infancia desvalida.

Juana Alarco de Dammert fue una educadora y filántropa peruana que dedicó su vida a la protección y el bienestar de la infancia desvalida. Nació en Lima el 27 de mayo de 1842, en una familia ilustre. Su padre, Julián Alarco Garavito, fue un destacado político y diplomático que participó en la independencia del Perú. Su madre, Mercedes Espinoza, fue una dama de la alta sociedad limeña. Juana fue la menor de cuatro hermanos: Manuel, José, Mercedes y ella.

Estudió en una escuela dirigida por Cruz Andrade de Noel, una reconocida educadora que promovía el método lancasteriano y la formación integral de las niñas. Juana recibió una educación esmerada, que incluía lecciones particulares de francés y música. Desde muy joven mostró un gran interés por la lectura y la cultura.

Contrajo matrimonio con el comerciante alemán Juan Luis Dammert en 1861 y viajó con él a Francia, donde se interesó por la asistencia médica y social a las madres y los niños. Allí conoció las obras de beneficencia que realizaban las damas francesas, como las cunas maternales, las escuelas maternales y las guarderías infantiles. También se familiarizó con las ideas pedagógicas de Fröebel y Pestalozzi, que enfatizaban el desarrollo armónico de los niños mediante el juego y la actividad creativa.

Regresó al Perú en 1886, tras la guerra con Chile, y sufrió la pérdida de su hijo primogénito. Este hecho la motivó a fundar la Sociedad Auxiliadora de la Infancia en 1894, con el apoyo de otras damas de la sociedad. Esta institución promovió la creación de una Escuela Maternal para el cuidado y la enseñanza de niños huérfanos de 7 a 12 años de edad, así como la primera cuna maternal para hijos de las madres trabajadoras. También instaló un hospital de sangre durante la guerra civil de 1895, donde atendió a los heridos con cariño y compasión.

Además, impulsó la creación de las escuelas climáticas infantiles, que consistían en enviar a los niños pobres a lugares saludables como Chosica o Chaclacayo para que disfrutaran del aire puro y del sol. También organizó la distribución de leche en las escuelas nacionales, para combatir la desnutrición infantil. Asimismo, promovió el envío de los niños a las playas u otros lugares de recreación, para fomentar su alegría y su bienestar físico y mental.

Fue reconocida públicamente por su labor benéfica y se le erigió una estatua en una plaza pública que lleva su nombre. Falleció en Lima el 2 de agosto de 1932, a los 90 años de edad. Se le recuerda como la Abuelita de los Niños, por su amor y generosidad hacia los más necesitados.