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Martha Bernays, el amor verdadero de Sigmund Freud y su inspiración científica

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Hablar de Sigmund Freud no es precisamente hablar de amor para muchos e incluso resulta hasta agresivo por las cientos de interpretaciones que existen en sus textos donde supuestamente aborda el amor de pareja y la sexualidad como algo verdaderamente agresivo y hasta nocivo. Muchos creen incluso, que Freud era alguien amargadísimo.

Sin embargo, el reconocido padre del Psicoanálisis era en realidad un hombre romántico, apasionado y celoso que cayó en los brazos de Martha Bernays, una mujer moderna en su época y la inspiración de gran parte de su trabajo, debido a que compartían un gran gusto por la cocaína que era directamente proporcional a su disgusto por el sexo.

Muchos de sus más asiduos lectores consideran que si Freud no hubiera conocido a Martha, probablemente nunca se habría inclinado por la carrera científica y menos perfeccionado sus métodos sobre el uso de la medicina.

De hecho, se llegó a pensar que el psicoanalista era homosexual y lo catalogaron como frío a la hora de catalogar la conducta humana. Pero eso eran sólo las secuelas de una relación complicada que vivía en casa.

BERNAYS
Ella nació en el seno de una familia judía en Hamburgo, Alemania en 1861. Foto: Especial

Pasado difícil

Su amor por Martha surgió desde la primera vez que la vio. Ella nació en el seno de una familia judía en Hamburgo, Alemania en 1861. Era hija de un gran comerciante y su esposa, con gran prestigio en la comunidad. El prestigio y el respeto eran el pan nuestro de cada día, hasta que un día el padre se metió en problemas comerciales y fue a dar a la cárcel. Debido a este evento, ella se esforzó por ser irreprochablemente honesta y recta. Siempre fue conservadora y muy respetuosa de la ley.

Tras ser educada en el seno de una familia judía ortodoxa en su tiempo, Martha descubrió el amor por el aprendizaje y de inmediato se interesó por el arte y la literatura, cualidades que llamaron la atención de Freud desde el primer instante.

Freud, el romántico

Un día, Martha fue invitada a la casa de Freud por sus hermanas y ése fue el momento en que el psicoanalista la vio por primera vez. Según cuentan, fue amor a primera vista y desde ése instante, Sigmund se dedicó a conquistar el corazón de la chica alemana.

Después de un sinnúmero de cortejos, Freud se ganó el corazón de Martha y él consideró este hecho como una victoria por dos razones. La primera: Que la "princesa", como él le decía, provenía de una familia de mayor rango social que el suyo y la segunda: Que aunque pertenecía a una familia sumamente religiosa, Martha había aceptado desposar a un hombre completamente ateo.

El 13 de septiembre de 1886 Freud y Martha se casaron en una ceremonia civil y una boda religiosa al día siguiente, como una concesión por parte de Freud , quien aunque todavía era ateo, sí participó en los ritos de la boda judía.

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Mathilde fue la primera de seis hijos. Foto: Especial

Pareja ejemplar

Originalmente Freud quería dedicarse a una carrera de investigación científica, sin embargo, se dio cuenta de que la práctica médica privada era mejor pagada y el medio para sostener la solvencia que mantener una esposa y una familia demandan.

Pero al final de todo, fue justamente Martha, quien marcó el camino de las prácticas de Freud y por ende los inicios del psicoanálisis.

En el hogar, Martha era ordenada y era asistida por su hermana menor, Minna, con quien se especula era la amante de Freud, aunque nunca les fue comprobado nada. [nota_relacionada id= 1219412]

Tuvieron una familia grande, de seis hijos y la mayor se llamaba Mathilde, quien nació en 1887. Vivieron en su casa de Viena.

Martha siempre fue estricta en separar la vida personal del trabajo y limitó varias veces a Freud de usar a sus propios hijos como sujetos de análisis.

La eficacia con la que llevaba su casa eran tan notoria, que justo esta paz mental generada por un hogar en orden, permitieron a Freud escribir libros y realizar sus estudios de psicoanálisis.

Aún después de la muerte de Freud, Martha era descrita como viuda ejemplar, pues hasta sus ochenta años  supervisaba la jardinería, leía, escribía cartas a sus amigos y disfrutaba de sus compras todos los días. Murió en 1951 por causas naturales.

Por Redacción Digital El Heraldo de México
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