Malcolm & Marie (2021), de Sam Levinson

Malcolm y Marie regresan a su espléndida casa tras una noche de preestreno, el debut en la dirección de películas de él. La sensación es que ha sido un gran éxito, y él se muestra eufórico, ha triunfado en el trabajo y tiene una pareja preciosa. Pero entre besos y arrumacos surgen los reproches, y una y otro se irán tirando los trastos mutuamente a la cabeza. Malcolm no ha mencionado a Marie en los agradecimientos previos a la proyección, y la historia que se ve en la pantalla es prácticamente la suya; Marie es una mujer insegura, que necesita reconocimiento por todo; este tipo de reproches van salpicando las horas nocturnas, entre pausas donde retozan pareciendo que ha tenido lugar la reconciliación, hasta que vuelve a surgir algún nuevo “casus belli”.

Sam Levinson se ha puesto de moda con la serie Euphoria. Interrumpida su producción por la pandemia del coronavirus, ha tenido la idea de rodar y producir con su esposa Ashley esta película, con solo dos actores y un único escenario, que bien podía ser una obra de teatro, lo que no impide una cuidada puesta en escena, realzada con la fotografía en blanco y negro de Marcell Rév. Rév no es el único del equipo de Euphoria con el que Levinson ha contado para el film, también están el diseñador de producción Michael Grasley y el montador Julio Perez; y por supuesto, la protagonista.

La cinta tiene las virtudes propias de la modestia de la propuesta, pero también sus limitaciones. Funciona como pequeña e intensa pieza de cámara –la música de jazz en algunos momentos no es casual– que pone el foco en los altibajos de una relación de pareja, pero con el telón de fondo del mundo cinematográfico, o artístico en general, con el egocentrismo del artista que toma ideas de todas partes, incluida su propia intimidad o las confidencias de las personas queridas, y que no soporta las críticas a su trabajo por parte de quien, obviamente, no puede meterse dentro de su cabeza, y cuyos comentarios pueden caer en el cliché. Los diálogos están cuidados, y son desde luego ocasión de lucimiento actoral –están muy bien Zendaya y John David Washington–, aunque sea a costa a veces del recurso a la explosión verbal, que facilita las cosas.

Lo que nos cuenta el film es representativo de una sociedad cada vez más inmadura y veleidosa, siempre a la búsqueda de la gratificación sensual inmediata o de la alabanza que alimenta la vanidad, nunca acaba de estar contenta con lo que tiene. Pero también de la necesidad que tenemos de amor, que para ser satisfactorio debe ser mutuo, toca dar y recibir si se desea que una relación prospere. Aunque pueda parecer ordinario, tiene sentido que veamos a los personajes ir a orinar, o pasar de lucir ropa sexy a a otra más vulgar, de alguna manera se nos invita a considerar que solemos adornarnos con supuestas cualidades, incluso artísticas, para no mostrar que en realidad somos muy poca cosa.