Con varios a�os de atraso llega a la Argentina esta peque�a joya, que le
vali� a Giuseppe Bertolucci (hermano menor del director de Ultimo
tango en Par�s) el Premio Omb� al Mejor Director en el Festival de
Mar del Plata 1999. Cuando ya todo indicaba que no llegar�a nunca a las
carteleras porte�as, El dulce rumor de la vida apareci� en
la lista de estrenos. Sorpresas que nos dan las compa��as distribuidoras�
ojal� todas fueran tan buenas como esta.
La pel�cula hace foco en tres momentos de la vida de una joven actriz,
Sof�a (estupenda, conmovedora Francesca Neri), entre sus 20 y 35 a�os.
Cuando descubre que su amante, el director teatral Bruno Mayer, la enga�a
con un hombre, Sof�a aborda el primer tren y parte sin rumbo ni destino,
con la �nica intenci�n de escapar de su presente y dejar atr�s una
realidad demasiado dolorosa. Lo que a�n no sabe es que a bordo de ese
tren su vida va a cambiar para siempre.
El rotundo vuelco se producir� cuando vea a una joven abandonar a su
beb� reci�n nacido en el ba�o de un vag�n. Sof�a intentar� alcanzar
a la desconocida, pero sin �xito: ahora ella deber� decidir qu� har�
con ese beb� que no es suyo, al que no busc� ni desea. Una prostituta la
ayudar� a limpiar y alimentar al ni�o y les ofrecer� un lugar donde
pasar esa primera noche. Al amanecer, Sof�a ya habr� tomado una
resoluci�n: ser� la madre del peque�o, al que bautiza Bruno, en
recuerdo de su amor perdido.
Cinco a�os despu�s, encontramos a Sof�a viajando por Italia junto a
una compa��a de teatro. Bruno ya es un hermoso bambino,
encantador y vital, pero con una enorme necesidad de amor paterno. Cuando
Mayer reaparezca sorpresivamente en su vida, ella aprovechar� la ocasi�n
para tomarse revancha: le har� creer que Bruno es hijo suyo y, acto
seguido, lo alejar� para siempre del chico.
Al cumplir quince a�os, Bruno cree descubrir que es hijo de Mayer y
decide ir a su encuentro; aborda un tren, Sof�a lo sigue� La ruta del
tren es la misma en la que, tiempo atr�s, una joven asustada encontr� a
un beb� en el lavatorio del ba�o. El de ellos ser� un viaje hacia el
pasado, en busca de la verdad.
Giuseppe Bertolucci eligi� para narrar esta historia de amor y
desencuentro una est�tica deliberadamente artificial, artificiosa
mejor dicho: no es casual que muchas escenas capitales se jueguen en un
escenario o entre las bambalinas de un teatro, como para recordarnos, cada
tanto, que estamos asistiendo a una representaci�n. Este distanciamiento
se opone resueltamente al riguroso naturalismo que es casi la marca en el
orillo del cine italiano. El dulce rumor de la vida se acerca
bastante al estilo de los films m�s barrocos del hermano Bernardo
(El conformista, La luna, Cautivos del amor), sobre
todo por el riguroso trabajo sobre la composici�n del plano y el uso
expresivo de la luz.
Los decorados y paisajes, incluso los m�s banales y reconocibles �una
estaci�n de tren, un bar�, aparecen en la pantalla como si se mostraran
por primera vez, extra�amente transfigurados, rodeados de una atm�sfera
on�rica e inquietante. Las elecciones de puesta de c�mara responden
tambi�n a esta intenci�n distanciadora: el uso sistem�tico del encuadre
oblicuo y el lente gran angular, que deforma y dramatiza el espacio, son
las armas de las que se sirve principalmente el director para
"afectivizar" los lugares en que viven y sufren sus personajes.
Cuando El dulce rumor... se exhibi� por primera vez en el
pa�s, en el Festival de Mar del Plata, un cr�tico, de cuyo nombre no
quiero acordarme, escribi� en una prestigiosa revista de cine porte�a
(s�, �sa) que el �nico m�rito de este film era mostrar c�mo se
filma una pel�cula torcida, en alusi�n (que pretend�a ser
ingeniosa) a los desestabilizados planos de Bertolucci. El torcido, m�s
bien, ser�a el cr�tico en cuesti�n, que se perdi� en el prejuicio y
desde�� una pel�cula m�s que interesante, sensible e inteligente.
Confiamos en que el lector de estas l�neas no lo imite, y vaya a ver esta
f�bula �tierna y cruel al mismo tiempo� con la mente y el coraz�n
abiertos.
Ariel Leites